19971212

FOTOGRAFÍA JOVEN CHILENA, CADA VEZ QUE AMANECE

© Luis Santelices


"Las utopías son ustedes mismos.
Ustedes están por encima de los esquemas, de los carcamales
Y me parece que frente a los riesgos que afrontan están vivos"
Gonzalo Rojas
A miles de jóvenes en un festival punk en Madrid. 1996.

Cuando en 1993 Ediciones B lanzó Generación X, la novela del periodista canadiense Douglas Coupland, no fueron pocos los que a este lado de Los Andes intentaron aprovechar el término, como una etiqueta más sobre los jóvenes. Sin embargo, Coupland, que bordeaba los 30 años, miró a quienes entonces se encontraban entre los 18 y 29, cohorte generacional que en Estados Unidos sumaba unos 45 millones de personas "desesperanzadas, de exiguos ingresos, ocupaciones temporales no convencionales (MacJobs) y escaso futuro, y que insólitamente, no se revelan enfurecidos como los agitadores juveniles de otros tiempos", según escribió Vicente Verdú en el prólogo del libro. Era una juventud que había dejado de pugnar por el éxito, la fama y el dinero, sin que la coyuntura económica dejase de ser un problema.

Pero en Chile, la apática generación nacida en los `70, criticada por su escaso interés por la política, denominada "hijos de la dictadura" y abanderizada con el criollo "no estoy ni ahí", poco a poco fue mostrando características particulares que se hacían cada vez más específicas, según la pertenencia o no a determinados clanes urbanos. Agrupados como temidas barras para alentar a su equipo de fútbol (y de paso calificados de delincuentes y drogadictos) o asistiendo a acciones de arte y asociándose a cines y bibliotecas de instituciones culturales, una vez más estarían en la boca de los medios de comunicación.

Lo cierto es que, reunidos en el Parque Forestal para hacer malabarismo al ritmo del tecno, bebiendo tequila en un pub del paseo San Damián o buscando una escapatoria en la pasta base y "pateando piedras" en las esquinas de cualquier población del país, tienen algo que decir. Tal vez los divida el gozar con Adrián y sus Dados Negros en vez de Emerson Lake and Palmer, preferir un film de Kubrick o David Lynch, antes que "Avión Presidencial" o "Jurassic Park", pero el ímpetu apasionado que utilizarán para llenar el Estadio Nacional en un homenaje al "Che", no será diferente a la hora de alentar a "la roja". Ya sea en Lo Hermida, Huechuraba o Vitacura, son jóvenes que sólo desean acceder a todo lo que antes de la democracia se les ofreció, como en un cuento de hadas. Que se cumplan las expectativas de libertad y de solución a sus problemas reales. Olvidar palabras como frustración o dinero, como un requisito para el futuro. Viajar y conocer, pero más que nada, realizarse como persona. Como empresario, fotógrafo, pescador, azafata o haciendo goles como "El Matador" Salas.

CALEIDOSCOPIO AL DESENCANTO

"De repente se inclinó hacia delante, encaró su propia vida y caminó con rapidez
hasta perderse de vista. Abrí la boca a la desolación de mis propios días.
También tenía que recorrer un camino espantosamente largo".
En el Camino. Jack Kerouac.

Si se ha dicho poco de fotografía en Chile, mucho menos se ha dicho y mostrado de fotografía joven. Carla Ramírez, Pablo Martínez, Tomás Munita, Luis Santelices y Mario Vega son cinco fotógrafos nacidos en la década del `70. Cinco miradas distintas al Chile actual ¿Cómo reaccionan ellos ante esta fauna de la que forman parte? ¿Qué quieren decir por medio de la fotografía? ¿Realizan una crítica fundamentada a la sociedad y la época que les tocó vivir o son indiferentes al bombardeo y la presión de un país que lucha por recuperar una identidad que, según algunos, nunca tuvo?

Uno de los aspectos que más llama la atención al revisar los portafolios de la generación actual, es la repetición de ciertos temas que mantienen una relación con lo folklórico o la identidad nacional. La caótica urbe santiaguina ha prestado sus calles más sucias y olvidadas para que estos fotógrafos acudan a ellas. De esta manera, por nuestra retina comienzan a transitar decenas de imágenes del Circo, los transexuales, las peluquerías, el cabaret de calle Bandera o el taller mecánico de Av. Diez de Julio. De igual forma muchos jóvenes trasladan sus puntos de encuentro a determinados bares y cantinas del casco viejo de Santiago o Valparaíso ¿Una "alternativa" de escape a la sociedad que los abraza o una simple moda? ¿Qué les llama la atención en estos temas? ¿Qué otros intereses canalizan a través de la fotografía?

Para Tomás Munita (22 años) estos lugares marcan hitos, ya que es fácil acercarse por medio de ellos a la vida cotidiana y popular. "Tal vez nos interesan porque somos totalmente ajenos a ese modo de vida, es otro mundo. Es más que simple curiosidad. Creo que los jóvenes sentimos un rechazo a muchas cosas que se nos imponen, que no les encontramos un sentido, quizá porque aún no entramos en una etapa productiva y tenemos la libertad económica de ser hijos de papá. En estos lugares aprendes a reconocer estas vidas que se alejan de lo mundano, de la publicidad, de lo que se impone como "top", lo que está de moda. Y esto, que igual está de moda, es como el lado oscuro, lo que no se muestra, lo masivo, lo más importante, ahí está Chile, pero no está el jaguar, sino el hombre con un trabajo de mierda, descargando un camión... El domingo en la Quinta Normal no es el domingo en el Parque Arauco, sino el acercamiento a la vida en familia, la naturaleza, lejos del encierro de tu casa. Lo que aún no se comercializa (...) Uno de los temas que me interesa es el "Trabajo", como negación de otras cosas. Lo que significa ir a trabajar a un espacio cerrado, sin ventanas, con una ampolleta toda cagona y una radio encendida, haciendo un oficio automático todo el día... Caminé mucho y encontré talleres, oficinas, un conserje que llega a las 8 de la mañana y se va a las 7 de la tarde, se sube a una micro y se va raja a su casa. Siempre el cubo como un símbolo que representa el espacio cerrado, la luz artificial".

Pablo Martínez (23) se pregunta: "¿Qué más vas a hacer en Santiago? Son temas llamativos de los que me interesa la atmósfera, la naturaleza. Por eso tomé la Quinta Normal. Igual creo que todo está en el enfoque que tú le des, tiene que ver con el carácter de las personas. Por sentirse cómodo. Escojo temas que pueden enriquecerme, como el de calle 10 de Julio, donde me acerqué a la gente. Te enseñan a vivir, a tener una visión frente al mundo o, por último, a saber que hay otros parámetros. Yo vivo a un nivel, vivo mi mundo y ando sacando fotos mientras hay otros que se preocupan de arreglar autos. Entonces es la oportunidad de conocer otras formas de vida que para mí son super atractivas (...) Además noto que hay mucha crítica, y eso como que no me gusta mucho. Ves un trabajo de ciudad y todas las fotos son movidas, distorsionadas, una cosa terriblemente apocalíptica, que no tiene nada de bueno, o sea en la ciudad todo es malo. El 95% de los trabajos que se realizan son todos en Santiago. Y es la gente, porque es ella la que está haciendo apocalíptica la ciudad. Mi idea es hacer todo lo contrario. Resaltar los pocos valores humanos que van quedando en la gente. Porque más que mal estamos inmiscuido en una sociedad de mierda, todo lo que quieras, pero todavía existe la bondad, la humildad, la hermandad, todo eso existe y es importante mostrarlo. Todavía tengo fe. De hecho cuando salgo todavía dejo el auto abierto, todavía pienso que no me lo van a robar. Y de hecho me han robado cuatro cámaras y un auto. Todavía creo en el respeto, sobretodo en el respeto".

El contrapunto lo apreciamos en el trabajo de Luis Santelices (23), quien junto a algunos ensayos de carácter documental, a la vez ha experimentado en un trabajo que mezcla geometría y estructuras urbanas, donde lo prioritario es el color, sin que el graffitis de la ciudad y sus habitantes queden fuera. "No quería que las fotos sólo registraran la realidad y me importaba mucho el punto de vista de la cámara, porque la cámara estaba seleccionando, ahí era muy importante la percepción porque estás abstrayendo de una totalidad, de esta realidad primaria conocida por todos. Fui muy meticuloso, esperaba media hora que pasara alguien, pues no me interesa la instantaneidad. Tengo otro trabajo que está en etapa de experimentación, donde el soporte debe perder su característica tan neutra. Siempre me ha importado el contorno, los bordes, como un discurso que debo meterlo y fracturarlo".

Desenmarañar los anhelos y pasiones desbordadas, que estos jóvenes canalizan a través de la fotografía, tiene un fin trazado. Descubrir si lo que dicen cada vez que miran a través del lente es un acto premeditado y a conciencia. "La fotografía es un medio de expresión pero lo más importante es que es un medio de búsqueda, una forma de reencontrarte y buscar tu origen, tus medios, tus alegrías -expresa Munita- La fotografía puede ser concebida como una forma de arte que apunta, como otras expresiones, al hombre. He aprendido a conocer mi amor por la naturaleza, por el ser humano, por mí mismo. Y a reconocer lo que no me pertenece, como lo que la tele, la radio, la publicidad y todos estos medios que nos están invadiendo, me ofrecen a cada paso que doy por la calle. Le agradezco a la fotografía el que me ha impuesto esa contemplación de las cosas, esa manera de observar detenida, pausada. Ese vagar, ese errar, el juego inclusive. Todas esas son cosas que van alimentando la imaginación, lo que hace redescubrirte. No es un simple transitar por la calle, no es un trámite, pasa a ser un momento de introversión. Perteneces a lo que estás viendo, pero es una mirada a ti mismo a partir del medio que te rodea".

Carla Ramírez (20) agrega: "Siempre tengo la idea de expresar algo, pero nunca tengo claro qué es. Muchos fotógrafos sí lo tienen claro, saben a lo que van y lo que quieren decir, yo no. Yo no soy así, voy y me embalo. Comienzo a sacar fotos, sacar fotos y sacar fotos sin saber qué es. Luego lo ordeno, hago una curación y al verlo me doy cuenta que salió una parte de mí. Eso ha pasado en los dos trabajos grandes que he hecho. En el Mercado Central aparece un personaje curioseando, un "intruso". En el trabajo del Topless, recuerdo que me encontraba en un estado muy depresivo, mi persona estaba muy mal, y al final, la edición fue increíble. Vi las fotos y me di cuenta que existía una falta de identidad demasiado clara, con la que me identificaba en ese momento de mi vida. Es eso lo que aparece en mis fotos. Caras segmentadas o simplemente ausencia de rostros. Era yo que estaba mal y no sabía qué cresta hacer. Quedé feliz, pero siempre sabiendo que hay algo que falta. Nunca continúo mis trabajos. Dejo de sacar fotos en el momento que ya me agoto. Me han dicho que está mal, porque no me esfuerzo a seguir en el tema, no tengo ese sistema de "¡ya!, vamos a tomar fotos" y me da lata forzarme a hacerlo (...) Este año quiero hacer el Circo, me llama mucho la atención, iré, pero no me preguntes a qué, no lo sé. No puedo decir que será ésta la historia que quiero contar. Y a mí me funciona. No me preocupa, pero lo pienso. Hacerlo de esta forma no esquematizada me da la sensación de que me expreso ene yo, de que mi persona aparece aunque nadie sé de cuenta. Eso me da lo mismo, lo que no quiere decir que no me agrade que mis fotos le gusten a la gente, me encanta que hablen de mis fotos, para bien o para mal. Pero darme cuenta yo es una excitación máxima (...) Si te invitan a ver una exposición fotográfica acerca de un Topless ¿qué esperas ver? Yo intento mostrar lo no obvio. Son las fotos que te llevan a entender una parte del autor que hizo ese trabajo. En el Topless dejé afuera el espectáculo, el desnudo, las tetas, el poto. Lo que quedó son espacios sombríos, casilleros, espejos, el sostén de una mina... Tratar de mostrar la soledad, que a la vez era la mía".


© Mario Vega


Mario Vega (28) experimenta en distintas áreas: reportaje, intervención, doble exposición, polaroid y lo que él denomina "la búsqueda de la fotografía única. Trabajo la desestructuración de la forma a través de lith, donde creo una nueva imagen dentro de una madera. Cada vez me estoy alejando más de la fotografía pura o de reportaje. Utilizo la fotografía como un soporte de expresión ¿Dónde está el límite entre fotografía y plástica? Yo estoy en ese límite (...) La influencia de la religión en mi trabajo es muy importante. El colegio que me formó era franquista, muy católico y rígido. Pero la educación artística fue nula. He estudiado la vida de otros artistas y cómo ellos formaron su interpretación personal de la religión, para que me guíen. Por eso llegué a este trabajo como una forma de sacarme esta lacra de encima. Desde niño tengo muchas imágenes bíblicas en mi mente: el azote, Pedro y el gallo o Cristo diciéndole a las mujeres: "No lloréis por mí hijas de Jerusalén".
Creo que es importante estudiar eso (...) Con la doble exposición sentí que el resultado era demasiado fantasmagórico. Los cuerpos quedan muy unidos. Con la influencia de la pintura, me convierto en un pintor y el haz de luz en un pincel, entonces subo un cuerpo para que el otro quede visualmente más atrás, lo que forma una coherencia lógica. De estas dos imágenes unidas a través de la fotografía formo una tercera, que se diferencia de las anteriores. Aumento o disminuyo detalles y se forma una fotografía única, sin negativo, lo que me parece más atractivo (...) Creo que durante el Barroco fue la culminación máxima de la unión entre el cristianismo y el arte, que era una forma de evangelización. Durante el Romanticismo se fue separando, pero hoy lo "in" es estar en contra de la iglesia, colocar el Cristo en la vagina de una mujer, lo que no me parece mal, pero pienso que se ha caído en una rutina. Para mí ya no tiene una validez, es una crítica que ya se hizo, y lo que me molesta del arte es lo típico, lo repetitivo. Se debe exaltar la idea cristiana, alabar a Cristo, hacer una interpretación propia pero con respeto. Porque creo que hay que tener un concepto claro para hacer algo en contra de una imagen que es religiosa. Pero que quede claro, yo no soy un predicador. A un cura le molestaría mi foto de la crucifixión, pues transformo a Cristo en una mujer, entonces tampoco soy ortodoxo. Respeto todas las ideas. Pero encuentro muy machista a la religión ¿Por qué Cristo es siempre un hombre si lo principal no es su sexualidad? Hasta la misma Iglesia dice que no lo es, que no tuvo sexo, entonces por qué no poner a una mujer como Cristo".

Por su parte, Santelices busca producir la atmósfera de sus fotografías, dejando de lado el exterior. "Me importa más el elaborar que el encontrar. Siempre hay azar, pero el 90% en la transmisión de lo que uno quiere decir está bajo control. Uno es el realizador, que busca el lugar y la persona. Trabajo en estudios y me intereso por el cuerpo desnudo. En mis fotos aparezco yo, pero no son autorretratos, sólo me utilizo como modelo (...) Hice mucho reportaje, al alero de lo que es la escuela del "instante preciso", la instantánea, lo que es un segmento recurrente, un lugar común. Hay otras cosas, otras fantasías que me interesa realizar. En el estudio todo está a mano, pero no en el sentido de que te metes al él y empiezas a jugar con la cámara o con el encuadre, sino que lo relaciono más a la escultura. La fotografía pasa a ser sólo el soporte. Utilizo la cámara frontal para recrear sólo la puesta en escena, eso -y no el punto de vista- es hoy para mí lo importante".
(...) "Empecé a interiorizarme, a leer. En una primera etapa ataqué el canon estético clásico. Me interesa más la relación cotidiana que tienes con el cuerpo, que no necesariamente se basa en una magnífica figura o en el telón detrás de ella. Trato de que mis modelos no tengan ningún rasgo fotogénico para subrayar esa cuestión oscura, contrapuesta a lo soft o a la moda. Otra cosa que me interesa graficar es la promiscuidad del cuerpo. En la escuela, cuando niños, veías a los compañeros en las duchas y era una cuestión medio mórbida. Eso he tratado de sacar a relucir".

-Parece extraño tratar de reflejar lo cotidiano en un estudio ¿Cómo se conecta tu trabajo dentro del estudio con la realidad externa, con los problemas de un país y "lo que pasa" en él?
-Sí, es una abstracción total. Yo no quiero que a mis fotos se les meta algo utilitario o contingente, porque muchas veces pasa que la contingencia, el tema, es el soporte para la foto. Por ello siempre he tratado que mi trabajo se pueda valer por sí mismo y no tener deudas. En eso la edición y mi temática son cerradas. No me gustaría que se filtrara en ella una cuestión contingente, como pasa por ejemplo con la fotografía de paisaje y la cosa ecológica, donde para hacer una exposición están tres horas hablando de un asunto ideológico y la foto al final está sustentando algo que no necesariamente tiene que ver con la imagen".
(...) "La idea de cotidiano no quiere decir que yo haya tratado de construir en el estudio un ambiente cotidiano, sino que es un punto de vista el que trato de traspasar a la foto, en el sentido de no tener un embudo en que todo sale siempre de la misma manera. Para eso me preocupé de que la luz fuera lo más dura posible, en un sentido críptico, tal vez influenciado por ciertas películas de Ingmar Bergman. Pero siempre la foto ligada a registrar, primero por la relación de verosimilitud que se produce y usando sólo las características miméticas que tiene. Luego hay una cierta manipulación al proyectarlas, trato de que cada imagen sea una interpretación diferente. Empiezo a meter pedazos negros que sólo están significando un tono gráfico, que no tiene mayor pertinencia que el meter más gráfica a la imagen. Mi idea es que a la fotografía se le incorporen otras cosas, no necesariamente con un valor simbólico sino que estético. Esto en el sentido que sólo sea imagen. Al principio era algo más doloroso, fueron apareciendo cuestiones de familia... Pero ahora es sólo estético. En un comienzo el sujeto era una niña de pechos caídos o una cesárea, cosas más o menos fuertes, pero ahora se me ha liberado esa parte. Lo demás lo tomo como un paso a seguir. Poder controlar los factores y el trabajar con uno, que de repente es la otra opción a estar siempre encontrando situaciones".

-Dentro de esta crítica a la belleza clásica ¿Te interesa jugar con el erotismo?
-Me interesa cualquier cantidad y me lo cuestiono. Todas estas cosas escondidas que uno tiene y el asunto moral, cierta represión... de repente tengo fotos de toallas higiénicas, porque me interesa la parte natural que tenemos. Uno se masturba y bien, es parte de tu existencia ¿Por qué alejarlo? Por otra parte, pienso que la sensualidad ha sido muy ligada al glamour. Y hay otra sensualidad más agresiva, más violenta. Ahí Cronenberg es importante con su film Crash.

Una de las características más evidentes que sale a relucir al conversar con la mayoría de los jóvenes de hoy, es su indiferencia ante la política y sus brazos de poder, lo que se traduce en una actitud crítica contra la sociedad sin que ello los incentive a organizarse por una lucha contra el sistema. Individualistas en extremo y a consciencia, miran el futuro sin pesimismo y dispuestos a enfrentarlo, pero sabiendo que cada uno deberá "rascarse con sus propias uñas". Ello no está ajeno en nuestros entrevistados. Junto con esto, lo politizado, insípido y mercantil que se presenta el medio periodístico, hizo que la fotografía de prensa no sea el campo donde decidan desarrollarse. La pregunta es ¿Por qué si tienen una postura crítica, tajante y clara no tocan esos temas por medio de la fotografía?

Luis Santelices señala: "El viernes pasado bajó la bolsa de Londres y yo me pregunto ¿tengo algo que ver con que el cobre haya bajado o subido, me afecta en algo? En nada. La imagen que da la prensa es de diferentes tribus y toda la historia transcurre con estas tribus... Pero en tres años yo voy a ganar las mismas 50 lucas de hace dos. Si yo no me preocupo de mí... es toda una cuestión de que uno mismo choca las piedras y produce el fuego, porque afuera no lo vas a encontrar. No es ser negativo, tengo una postura de izquierda pero no ortodoxo sino más idealista, claro que es media fea esa palabra, intransigente, en el sentido que con la izquierda ahora no pasa nada. Pero tampoco voy a votar por ella. Pienso que pocas cosas se puede hacer con la política. La política es necesaria, es bueno estar en democracia, pero de repente me siento desadaptado. Es necesario que nos preocupemos que mañana los dígitos terminados en 8 y 9 no pueden circular porque contaminan, pero al final todas las industrias de mayor índice contaminante trabajan en las noches, entonces es una burla que también lo saben los que hacen las encuestas. No me gusta esa cosa hipócrita. Son imágenes que la prensa necesita para subsistir. Y ver a la Valeria Massa en el Viva el Lunes no me interesa. Y eso de que votando puedes elegir a tus líderes, no es más que el slogan publicitario, porque ellos necesitan votos y montan toda esta historia. Ellos mismos crean los dos bandos y quieren meterte a ti dentro de uno de ellos. Ante eso hay que estar despierto. Chile no está surgiendo porque tenga entre sus miembros a Zamorano y Salas. Te están haciendo vivir vidas prestadas. Al único que le importa es al propio Salas, porque él sí está ganando mucha plata, es el único beneficiado. No puedes creer por eso que estás mejor, porque es una abstracción y con eso complementas falencias tuyas".

"Pienso que la mayoría de los jóvenes son muy aburridos -agrega Munita- me aburren terriblemente sus intereses, que al final no les pertenecen. El fútbol es un juego, una pelota, pero el problema es que es concebido como mucho más que eso. Las barras no te devuelven nada, te puedes sentir identificado pero es por una falta de identificación con algo. Creo que a los jóvenes les falta identificarse consigo mismos. Estamos metidos en el mismo juego que tanto rechazamos, el fútbol, la televisión, son huevas que de alguna manera nos amarran al sistema. La drogas nos hacen perder la voluntad de las cosas. El fútbol también es una droga. Liberas todas tus tensiones gritando y pateando y no te quedas con nada. Yo lo encuentro triste... Las discotheques, un cubo de cemento que mientras más desagradable mejor, un calor asqueroso. Y el problema es que son cosas externas a nosotros, son un negocio y pasamos a ser entes consumidores. Adentro te tomas una piscola que cuesta dos lucas (US$4), mientras que en tu casa te sale tres gambas (US$1) y lo puedes pasar mejor. No sé quién nos metió en la cabeza que lo que nos entregan es mejor que lo que nosotros podemos hacer. Y la lata es que la cosa en sí no tiene nada de malo, pero el error es entenderlo como la única forma de entretenimiento ¿Qué hacen en verano? Trasladan Santiago a la playa. Te vas a Licanray y qué haces, lo mismo que acá. Y eso, como muchas otras cosas, revelan nuestra falta de identidad, ese afán de meter la mano en todo. En el fondo tenemos la identidad de lo que nos ofrezcan, de lo que se acerque al status. Las palmeras del Alto Las Condes lo son. Y qué pasa con nuestros árboles, con el peumo, el arrayán, el quillay ¿Quién hace un jardín con ellos?"

Pretendo irme a Nueva York -cuenta Carla Ramírez- estudiar, hacer foto. Irme a un lugar. Australia, la India, donde sea, me quiero ir de Chile, quiero volver también, pero irme, ser mesera si es necesario, ganar mi plata y seguir haciendo mi trabajo autoral. Porque yo ni cagando me voy a quedar en Chile para trabajar en un diario. Me da lo mismo que de aquí a 15 años recién se valore mi foto. Bien, porque voy a tener material suficiente para decir ¡ey!, mira, este es mi trabajo. No sueño con salir del instituto y empezar a vivir de la foto al tiro, no, porque no me voy a esclavizar. Hice la práctica en el diario La Tercera y fue re frustrante, fue muy desagradable. Y yo pensaba, "estar toda una tarde sentada viendo TV cable ¡oye huevón, esto es como haber estudiado ingeniería comercial y meterme a una oficina y cumplir un horario maldito, yo no estudié foto cuatro años para hacer eso. Yo estudié foto y la foto es un medio de expresión personal, no lo voy a hacer para esclavizarme. Voy a trabajar en cualquier cosa. El diario te consume demasiado. Si trabajas seis días a la semana, de las 9 de la mañana a las 6 de la tarde, terminas raja, no te queda tiempo para hacer tu trabajo personal, entonces en qué avanzas fotográficamente, en nada. Te quedas estancado en lo que te pide el diario ¿Y tú que haces? Tú como persona, tú como amante de la fotografía ¿Qué haces? Y por eso la idea es irse, porque acá te pones a trabajar de mesera, o me dedico a cuidar guaguas y no gano nada, en el extranjero sí. Y voy a ganar experiencia, voy a crecer, voy a madurar, cosa que me falta, porque igual siempre he dependido caleta de mis viejos. Igual soy niña todavía, y bueno, espero seguir siéndolo. Es un desafío. Nunca dejar la foto de lado, trabajar en cualquier cosa pero siempre haciendo foto. Y tengo otros planes. Igual quiero tener hijos, pero sé que no los tendré hasta que me sienta realizada como mujer fotógrafa. Al tener un hijo ya no voy a ser responsable sólo de una vida, sino de dos. Tendré un hijo cuando sienta que llegué a la culminación de la fotografía, cuando sienta que no necesitaré hacer mucho más para sustentarme con la foto. Si eso es a los 35, bien, los tendré a los 35".

-¿Sientes que gran parte de los jóvenes está en la misma parada que tú, que es una generación que está "en esa"?
-Creo que hay muy poca gente así, porque se conforman donde están. No tienen aspiraciones muy grandes, inalcanzables o no, y por eso se quedan ahí, estancados.

-¿Debiera ser inherente a los jóvenes ese grado de inconformismo, de inquietud extrema?
-Sí. Igual yo quiero que las cosas cambien, pero en MI vida. No estoy ni ahí con la política. Yo. Yo como persona, bien. Pero creo que debiera ser una característica de cualquier persona. Es egoísta, pero yo no voy a luchar por el mundo. El mundo está muy pa’ la cagá como para ponerme a luchar yo por él. Gastaría demasiada energía y creo que sería inútil. Prefiero preocuparme de lo que yo espero de mi vida. Que ellos se preocupen por la suya. Igual me preocupa la pobreza, el racismo... pero eso todo el mundo lo sabe, ya está más que mostrado, ya está documentalizado. No creo que haya personas que no sepan que eso existe. Han mostrado todo, miles de entrevistas acerca de la realidad cruel del mundo, pero ¿qué se hace contra eso? Por eso te digo que me preocupo más de mi vida, pues es tanta la desesperanza... hay mucha diferencia social, hay mucha política, cosa que no debería haber, hay demasiada publicidad, demasiado comercio, demasiada plata entremedio. Hay demasiada mierda en el mundo que no la puedo recoger. Ya está y no creo que acabe, o sea definitivamente no creo que acabe. Yo creo que el mundo va a terminar siendo una cagada. No creo que la pobreza cambie nunca, tendría que cambiar la política. No creo que yo ni mi generación logremos un cambio y ni siquiera tengo ganas de luchar por eso. Creo que ninguno está motivado como para luchar contra todo, no lo veo, tal vez si lo viera también me motivaría. Y no lo voy a empezar yo. Igual es egoísta, lo es".

19971015

JAVIER GODOY: “La fotografía de autor no está pasando por los medios”

© Javier Godoy. © All rights reserved.



Alfred Stieglitz dijo una vez: “Mi objetivo es cada vez más que mis fotografías se parezcan a fotografías, que no sean vistas a menos que se tengan ojos para ver y que sin embargo cualquiera que las haya visto una vez no las olvide jamás.” Pronto, junto a las de Claudio Pérez, Luis Weinstein, Sergio Pérez, Paz Errázuriz y Marcelo Montecinos, las fotografías de Javier Godoy nos estarán representando en la Bienal de Sao Paulo. Cada uno de esos increíbles recortes que le ha hecho a la vida de nuestro país y sus habitantes estarán montados en Brasil. Y puedo dar crédito de ello... Cualquiera que las haya visto una vez, no las olvidará jamás.

Los rincones ocultos, testigos del paso de nuestra gente, en un Parque O`Higgins que da la sensación de ajeno. No se le llega a conocer a menos que se pertenezca a él o hallamos visto las fotografías de Godoy, quien además, de una u otra forma, pertenece ya al Parque. Porque cuando el rimbombante título de “fotografía artística” pasó a denominarse “de autor”, la definición de ésta continuó siendo tan ignorada que hasta el día de hoy no muchos lo tienen claro. Pero el trabajo del Parque, de Godoy, podría ser una de las mejores explicaciones. “Comenzó cuando estudiaba fotografía en el Instituto ARCOS. Era un examen para el Taller de Ensayo de Héctor López y yo había escogido el Club Hípico. Para llegar a él debía cruzar el Parque y comencé a hacer un trabajo paralelo. Ya una vez había estado trabajando en él. Regresé después de muchos años, de la niñez. Era el verano del `93, en que no tenía ni un peso y me fui al Parque O`Higgins, como todo el mundo, como toda la gente común que no tiene plata. Aparte de estimularme mucho la cosa nostálgica, me estimuló mucho la vida que tiene el lugar. Es un parque con historia y tradición... ahí está la gente haciendo asados, la laguna como piscina popular, los patos y los niños chicos pescando, los del patinódromo... Terminé el trabajo del Club Hípico, pero el del Parque hasta el día de hoy no lo termino. Siempre voy, en cualquier fecha, cuando me da la gana y siempre hay cosas distintas.”

Como todo simple mortal, Godoy no posee una gran fortuna que le otorgue mucho tiempo libre para realizar su trabajo, pero escogió, al igual que Claudio Pérez, la libertad que da el no amarrarse a ningún medio de prensa. No a los contratos. “Comúnmente es el camino más largo y más difícil” -¿Pero el más reconfortante para sí mismo?- “Sin duda. En realidad a mí no me costó mucho. Salí el `93 de la escuela y al menos ya tengo un nombre. Nunca he estado contratado. Me siento mucho mejor teniendo tiempo para hacer lo que quiero hacer. El hecho de tener que jugártelas a cada encargo le da otro carácter a la foto que estás haciendo. Al estar contratado y tener tu plata fija haces lo que decía el Claudio (Pérez) en la entrevista del número anterior: tiras un flashazo y te vas, porque al final te mandan a tanta cosa que terminas haciendo cualquier cuestión... es difícil jugárselas en cada encargo”

Siendo freelance, Javier fue colaborador hasta hace algún tiempo en el diario El Mercurio. Su trabajo más conocido lo realizó en el suplemento juvenil Zona de Contacto, donde junto a otros como Antonio Quercia, Jordi Castell y Ulises Nilo, “hicimos historia”, creando el espacio más sugerente y original -en lo que a imágenes se refiere- de dicho diario. Efectivamente era -y es- una propuesta un tanto light y ligada a un sector muy delineado del segmento “jóvenes”, pero el nivel de su trabajo era bastante depurado y grato a la visión. Y quedó demostrado cuando Godoy “golpeó” con el reportaje que decidió hacer junto a un amigo periodista -fanático hincha de la U, igual que él- al “Viaje al Infierno” de “Los de Abajo”, la barra brava del Club de fútbol de la Universidad de Chile, en su ida por Copa Libertadores al Estadio Monumental de River Plate de Argentina. “Nos arriesgábamos a que al diario no le satisficiera, lo que se traduciría en que no nos devolvería un centavo de los costos del trabajo, pero a nuestro regreso les encantó. Esa vez pude ver como en los quioscos sacaron el suplemento del diario para ponerlo como gancho a la vista de los transeúntes”. Su trabajo aquí en Chile con “Los de Abajo” significó otra de sus grandes pasiones cuyos resultados, aún no publicados, son el reflejo de una obra hecha con fuerza, constancia e inspiración creadora.

Su labor en Revista del Domingo, de El Mercurio, le significó viajes a lugares que él mismo se inventaba. Eran las propuestas de una personalidad inquieta y curiosa en extremo. De dichos viajes salieron sus trabajos recientemente premiados por la Unión de Reporteros Gráficos en el concurso anual de dicho gremio. Godoy fue el autor más premiado de la noche. Otro grande fue Mario Ruiz. Cosa curiosa, ambos independientes. Sin embargo sus días en El Mercurio se vieron interrumpidos abruptamente. “Llegó un funcionario. No sé como tomó un puesto de editor gráfico. No es fotógrafo, sino un ex diseñador de la Revista del Domingo y seguramente vendió un proyecto de abaratar costos para subir su sueldo, comenzando por cortar las cabezas de los colaboradores, entre los que estaba yo.” “Lo que pasa es que en los medios aman un contrato. Está bien, es comprensible, por la seguridad que te da tener un dinero todos los meses, pero de ahí a no respetarte como persona y como profesional, es bien distinto. Y en El Mercurio eso se siente a cada rato, te lo hacen sentir: Tú estás contratado, tú no. Me dijeron que los fotógrafos contratados habían alegado porque en ocasiones yo ganaba más plata, lo que es cierto, incluso trabajando la mitad de lo que ellos, pero sólo fue uno o dos meses. Pero además, aunque suene grandilocuente, siento que hago bastante mejor foto que la mayoría de los fotógrafos que están en ese diario. Si quieren ganarse espacio y respeto, tienen que hacerlo a través de trabajo y no corriendo gente.”


© Javier Godoy. © All rights reserved.


-¿Lamentas, de todos modos, haberte distanciado del diario?
Sí, la verdad es que me da mucha lata. Me gustó el asunto de los viajes. De hecho los dos trabajos premiados por la Unión de Reporteros fueron ideas mías financiadas por El Mercurio. Yo gestioné, investigué y trabajé, solo. Y eso me lo valoró el editor y los periodistas con los que logré finalmente una buena relación y un respeto. Hasta que llegó este funcionario, quien no me hecha, pero me quita los viajes y baja el precio de las fotos a la mitad de lo que me estaban pagando y con un tope de 50 mil pesos (US 125) por reportaje. Si el fotógrafo Patricio Baeza no podía ir, iría alguno de crónica, y sólo si no podían éstos, iría yo. Hace 2 meses que no me dan trabajo y por 50 mil pesos, hacer un viaje de cuatro días, no pudría. Tengo dos hijos que alimentar. Eso sí, me gustaría que quede claro que pienso que es un problema de empresa. Existe gente mediocre y el problema no es de los periodistas ni de la gente vinculada a la fotografía. Hay gente bastante respetable dentro de ellos, tales como Héctor Yáñez, Juan Eduardo López, Juan Francisco Somalo, Max Montecinos... Además El Mercurio me abrió muchas puertas y yo no soy un mal agradecido.”

“En general creo que en Chile hay muy buenos fotógrafos, pero escasa recepción de parte del medio. Las publicaciones son muy poco exigentes en relación a la calidad fotográfica. Algunas excepciones son otro tipo de fotografía, ni de autor, ni periodística, que aparecen en las revistas Paula y Caras, pero en los diarios... no pasa nada. Salvo La Época que ya está topando, encuentro que están repitiendo demasiado. Tampoco hay grandes temas. El ángulo distinto de la conferencia de prensa ya me tiene chato, falta que se les ocurra tomar fotografías aéreas...(risas)

-Claro, está la foto desde el nivel de la mesa, con el micrófono en primer plano, a través de la oreja de una taza y entremedio de las cosas más inverosímiles... pero ¿qué nuevo se puede hacer?
No sé, aprecio las páginas “Impresiones” y “Perfiles”, donde he visto buenas fotografías de Jaime Puebla y Ginette Riquelme.

-¿Cómo nace en ti esta pasión por mirar a través de la cámara y qué obsesiones te mueven hoy a escoger temas tan disímiles como el barrio de 10 de Julio, los militares en Punta Arenas, o un Santiago invernal visto desde dentro?
Mi viejo era fotógrafo de matrimonios. Era un oficio, no su pasión. Él nunca me estimuló a ser fotógrafo, de hecho no quería que lo fuera, quería que fuera algo más, Ahora me respeta bastante, ahora me cree. Fue un amigo que vivió en Francia el que me estimuló más. Me mostraba sus fotos, me pasaba sus cámaras. Yo tenía algo así como 17 años. Estudié filosofía y sicología, pero ninguna terminé. Sin embargo cada cierto tiempo agarraba una cámara. Luego entré a estudiar fotografía, pero como que me envolé. Me gustaba harto el carrete, osea todavía me gusta harto y tampoco me la creía mucho. Aún faltaba un impulso.

-¿Cuál?
Unas fotos que tomé por ahí, que me gustaron mucho a mí y le gustaron mucho a harta gente que me importaba que le gustaran. Fue una foto que tomé en el Club Hípico y que fue mi foto fetiche durante mucho tiempo. La amaba esa foto. Sentí que tenía dedos para el piano y me tiré. Retomé la carrera y sin mayor esfuerzo me fue bien. Comencé a hacer una ayudantía, me salió el trabajo en la Zona de Contacto y poco a poco la cosa se fue dando. Y me gustó tanto que en vez de hacer un trabajo hacía dos y, no sé, comienzas a tomar las cosas con otra madurez. Creo que la principal motivación es la simple y sana curiosidad. Voy conociendo a través de la foto. Es mi manera de aprender y aprehender. De repente me gustó la gente que va, el olor que hay, el ambiente que hay y eso me produce pasión por conocer. La foto del Club Hípico me motivó a volver y conocer más , la gente que va para allá todo el tiempo y vive de eso... es un submundo muy interesante, entretenido y vital. En el caso de los militares, eso si que es pura curiosidad. Para mí los milicos siempre fueron y son, el enemigo. Es un mundo tan raro, tan radicalmente distinto a lo que soy yo. Sin duda lo que siento en ese momento se verá reflejado, pero intento limpiarme e ir lo menos prejuiciado posible. No voy a buscar una idea. Ahora no se si eso será bueno o malo, pero creo es demasiado tendencioso partir con un concepto definido... o sea yo no fui con la idea de desprestigiar a los milicos, sino que por si solas... es así. Yo no inventé las fotos que hice. Y hay de todo. La hidalguía que a ellos les gusta, la marcialidad, claro, que desde mi punto de vista no es tal... Osea yo igual voy con mi historia y no puedo hacerlo como un papel en blanco. Y me recibieron y trataron super bien, aparte que iba por El Mercurio. Yo siempre había tenido esa curiosidad, por saber como era el Servicio Militar que nunca hice, los milicos, el poder fáctico de este país. Lo mismo en 10 de Julio. Las vestimentas de los que ahí trabajan, el trabajo bruto, un submundo dentro de la ciudad... esos son los temas que me gustan. Saber qué hablan, cuál es su onda. Esa es la idea, involucrarse con el asunto. Me gustaría escribir sobre mis reportajes. Creo que soy un poco periodista también. Si serlo es reportear, investigar, aprender, lo soy. Ando como ávido de información. Copuchento. En el fondo terminas involucrándote afectivamente. Lo de los obreros en Cucao, Chiloe, buscadores de oro, lo vi, trabajé un día ahí, hace unos diez años y siempre lo mantuve aquí, metido en la cabeza. Hasta que lo hice y lo vendí a El Mercurio. Ese trabajo fue premiado recientemente. De esa forma tengo una lista grande de reportajes por hacer, cosas simples... Tengo muchos trabajos no publicados. Uno que hice en el metro... A la larga quiero insertarlos en un libro que titularé: “Santiaguinos”.

-La gente aún no comprende lo que significa ser fotógrafo, todavía lo relacionan con el viejito del caballo en la Plaza de Armas, el de matrimonios o fotos carné, y te preguntan ¿fotógrafo nomás?
Sí, me preguntan: ¿no haces algo más?. No -contesto- de eso vivo yo, esa es mi pasión. Es una parte sumamente importante de mi vida. Canalizo mi energía en fotos. Con un amigo hablábamos de romanticismo. Él relacionaba lo romántico, lo sentimental, con mujeres... ¡sin dudas!, pero yo además vuelco esa energía, no sólo con mujeres, sino a través de mi trabajo fotográfico y a través de mi relación con el mundo, con las personas. Para mí la fotografía es una pasión, pero no soy de esos que no podría hacer nada sin fotografía.

-¿Por ejemplo qué?
Tengo ganas de hacer escultura. Yo estuve en una escuela industrial, ahí aprendía a soldar. Tomaba el material que botaban y hacía cosas. Un día me pillaron sacando material y me echaron de la escuela. En realidad era la segunda vez que me descubrían. Desde ahí que no tomo fierros y tengo ganas de seguir en eso en algún momento. Ahora, para ganar plata, lo único que se hacer es foto.

-Con las que pronto estarás en Sao Paulo...
Sí, me parece super importante. Me halaga que me inviten pues encuentro formidable que me coloquen con estos peces gordos que son el Claudio Pérez, Marcelo Montecinos... y además es pura gente que está fuera de los medios... ¡si la fotografía de autor no está pasando por los medios!”.

19970915

Luis Poirot: La incansable búsqueda de su segundo propio


Flores muertas del libro Ephemera.


Una fotografía del ser amado. ¿No es acaso lo más preciado para el viajante que se encuentra lejos de sus tierras? En 1962, Luis Poirot (1940), un joven estudiante que egresaba de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, hacía uso de una beca de dirección de televisión que le otorgara el gobierno de Francia. Pero, a sus 22 años de edad, Poirot no sólo dejaba el país por un año, sino algo que para él era aun más importante: La mujer que lo acompañaría hasta el día de hoy. "Quería llevarme las fotos de Carla (hoy su esposa, la actriz Carla Christi). En ese momento todavía no estábamos casados. Era un pololeo un poco a escondidas pues ella aún no terminaba su matrimonio. Le pedí a un amigo que me prestara su cámara, sin contarle para qué era y que me explicara cómo funcionaba. Un tarde, Carla y yo fuimos a un parque y le saqué una foto. La revelé sin que nadie supiera. Ya que no podía llevarme a la persona, entonces me llevaría su retrato".

El amor, como motor del trabajo creativo de un hombre, introdujo a Poirot en la fotografía y es aún hoy, a sus 56 años, la persistente motivación de su trabajo. "No decidí un día ser fotógrafo -cuenta. Eso es muy difícil. No fue un amor a primera vista, sino una relación larga". Como muchos, Poirot pertenece a ese grupo de artistas que se han formado en el extranjero. "Comencé a ser fotógrafo en España. Antes iba por la vida tratando de estar al gusto de la gente, tratando de estar de moda y copiando más o menos lo que se hacía, lo que veía en alguna revista, y tratando que los demás no lo supieran. Empecé a tratar de ser yo en España".

Hoy, cuando la obra de este fotógrafo ha sido apreciada por millones de personas en Francia, Italia, Alemania, España, Estados Unidos y Japón, encontramos a Poirot ensimismado en su obra. "Por eso dejé el teatro -dice. El tiempo que me quede quiero dedicarlo totalmente a la fotografía. No quiero otra distracción y prácticamente todo lo que leo y todo lo que miro está relacionado con eso y con una sensación de no terminar nunca de aprender, de equivocarse y tener siempre un desafío, un problema, algo que solucionar, algo que enfrentar".

Actualmente, Poirot vive en Washington y en octubre próximo regresa a Chile con una exposición que abarcará su vida y que se montará en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago. "Creo que la fotografía tiene poco que ver con el muro de la exposición. Me gusta más la fotografía en un libro bien impreso porque permite una observación personal, íntima, en donde agarras ese libro y ves una foto o dos, solo, en un momento y estado de ánimo determinado, y lo guardas, como quien escucha un tema de un disco (...) Esta exposición es un poco una mirada atrás a mis 33 años en fotografía. Primero pensé en llamarla "Introspectiva", luego "La mirada interior", lo que me pareció pretencioso y cursi, y finalmente le llamaré "368 fotografías, 1964 - 1997". No quiero llamarla retrospectiva porque parece que uno se hubiera muerto o dejado de trabajar y de hecho yo recién vengo de hacer una foto, he estado trabajando todo el día. Creo que no podría hacer otra cosa que tomar fotos, porque cuando estoy varios días sin hacerlo ando mal genio, alterado, es una necesidad, una obsesión. Se puede tomar como una profesión, como una manera de ganarse la vida también, pero para mí es una obsesión. En ocasiones va absolutamente más allá de lo racional, de lo lógico. A veces es muy monotemático, muy absorbente y estoy todo el día funcionando en torno a eso".

Luis Poirot.

"El color es lo obvio"
En el trabajo de Poirot ha primado siempre el blanco y negro. Cuando expuso su trabajo "Neruda, Ausencia y Presencia" en el Museo Yokohama, el más importante en el campo de la plástica contemporánea en Japón, sus palabras fueron las siguientes: "El blanco y negro, verdadero color de la fotografía, está presente en los dos extremos de nuestra vida: la luz, el blanco, al salir del vientre materno, y el negro, la oscuridad, al momento de cerrar los ojos por última vez. Nuestra vida transcurre entre esos grises intermedios y quizás con el terror del negro absoluto". "La fotografía -señala hoy- no es la realidad, es otra cosa. Sus colores son el blanco y negro, son los grises, porque hay misterio, es sutileza, ensoñación, sugerencia: El color es lo obvio, por eso la fotografía publicitaria es en color. A mí eso no me interesa, no tiene nada que ver conmigo, es una foto de encargo, no lo que yo quiero. La foto en color nada tiene que ver con esto, tiene que ver con la plástica. La fotografía es en blanco y negro, ahí está su riqueza. Ahí es donde hay que explorar. La fotografía en color es muy pobre y muy fácil técnicamente, es muy poco exigente del oficio. Cada vez le tengo más respeto al dominio del oficio y cada vez me resulta más difícil. Es la desesperación de que el negativo tiene mucho más de lo que yo soy capaz de llegar en una copia, mucho más. Es riqueza, es tener en tu cabeza un instrumento que da determinadas notas y no ser capaz de que salgan. Imagino una foto final de una manera determinada y muchas veces no soy capaz de llegar a eso. Me tengo que conformar con otra cosa. Cuando has visto una fotografía de (Edward) Weston o de (Paul) Strand, te das cuenta a lo que ha llegado esa gente. Yo me siento todavía muy lejano a eso. Siempre es un consuelo, a medias".

Cuando la fotografía digital pareciera haber hallado el atajo a un presumible máximo apogeo, Poirot va contra la corriente, pasando así a formar parte del reducido grupo de honrosas y románticas excepciones que aún hoy mantienen interés por los químicos y la ampliadora, por palpar esa magia del cuarto oscuro que cada vez suena más a leyenda. "La fotografía digital -explica- todavía está muy lejos de la fotografía química, ¡muy lejos! Es una parodia pobre de ella. Acabo de ver una exposición de un fotógrafo japonés que incluso va más atrás, no sólo trabaja químicamente sino que emulsiona sus propios papeles. Trabaja con cámaras de 50 x 60 cms., con emulsiones que no se usan, que eran de principios de siglo... Pero, ¡por favor! Cuando tú miras el resultado, hay una riqueza casi táctil que se pierde de otra manera. Yo estoy intentando trabajar sólo con negativos de 20 x 25 cms. Son más errores que aciertos, pero espero llegar a algo. La fotografía digital es, como ya alguien dijera, lo mismo que se hacía hace 50 años atrás con una tijera: Recortar y pegar una figurita. A decir verdad, me parece pueril y pobre. Con un afán de contarnos que eso es nuevo, caemos en una trampa y no pasamos de ser un manual de demostración de un equipo, de una técnica. No creo que vaya por ahí el camino de la fotografía, excepto de la fotografía publicitaria y de la fotografía de prensa, lo que yo llamo "fotografía con agregado". Está bien, para ellos muy bien, pero esta fotografía como la entendemos nosotros, como un lenguaje, como un medio de expresión personal, yo creo que no tiene nada que ver con eso".

-El "tema", en fotografía, parece ser algo que a Poirot lo tiene sin cuidado. Con respecto a esa mirada atrás que expondrás en el Bellas Artes, ¿cuál será el hilo?
-Soy yo el hilo. El tema es el pretexto solamente. Si estoy mostrando algo, incluso si estoy haciendo el retrato de alguien, en el fondo también es un autorretrato. Estoy usando a esa persona para hablar de algo que quiero decir de mí. A veces es consciente y a veces no. A veces una suma de cosas. Tampoco hay una cronología, las cosas no están ordenadas por época ni por tema. Porque la memoria no tiene cronología, la memoria es caprichosa, va para atrás y para adelante, y relaciona libremente cosas. Entonces, puede haber una foto de Chiloé del año pasado junto a una de Nueva York, del año ‘69. Porque el ojo que está mirando Nueva York del ‘69 es el mismo, es la misma mirada de Chiloé el año pasado. Y tiene una similitud en ese momento. Eso es lo que trato de hacer. Y cuando estoy fotografiando, por ejemplo a un loco, estoy fotografiando el miedo mío, mis temores. Estoy usando ese tema para hablar de lo que a mí me angustia.

-Tantos años fuera del país... ¿No te sucedió como a Strand, el plantearte que aquí en Chile está todo?
-Sí, claro... Mis fotos son aquí, en la puerta de mi casa. De hecho en esta exposición no hay ninguna foto de Francia, por ejemplo. Son los años más negros de mi vida y aunque viva afuera, mi trabajo tiene que ver con Chile. No te puedo explicar por qué, pero hay algo que a mí me motiva y permanentemente me está dando impulso para hacer fotografía. En Washington ha sido más un trabajo reflexivo, de revisar, leer, ver el trabajo de otras personas, más que de producción propia. Pero yo soy un fotógrafo de aquí y soy fotógrafo chileno, no soy un fotógrafo de otra parte. Eso es así, no sé por qué, pero lo es.

-¿Es la gente más cercana al artista la que comprende más fácilmente su obra? Háblame de la relación entre tus padres y la fotografía.
-Mi padre murió, mi madre está viva. Hoy ella está ciega, así es que no ve mis fotos. Pero hace tres años, en un acto en el Instituto Chileno Norteamericano (donde el chileno fue galardonado con la Distinción Ansel Adams) me tocó decir algunas palabras. Después de éstas, al final, mi madre se acercó y me dijo: "Me arrepiento mucho de no haber entendido lo que tú buscabas cuando tenías veinte años". Fue muy emocionante, ella me había entendido. Claro que a los 20 años yo tampoco sabía lo que buscaba, tampoco se lo podía comunicar a ella. Pero lo entendió y lo respeta mucho. Creo que uno de mis dolores es que mi padre murió sin que yo fuera capaz de comunicarle esto.

-¿Te importa si ese mensaje no es comprendido por aquellos que visiten tu exposición?
-No importa mucho eso. Lo que sí trato es que esa foto sea para el que mira un punto de partida que le desencadene a esa persona su propia sucesión, no necesariamente la mía. A lo mejor vamos a coincidir -es muy probable que no- pero que sí le produzca un punto de partida, que esa foto de esa apariencia no termine sólo en lo que está mostrando. Que desencadene en el espectador otro mundo. Se parece un poco a la poesía, que no es un mundo cerrado, estamos hablando de una cosa, pero también hay una cierta metáfora y yo tengo que imaginar algo. Cuando miro las fotos de Cartier - Bresson o de Weston o de Callahan o de Sergio Larraín, o de fotógrafos que a mí me conmueven, está eso que muestran, pero está también un todo, un mundo más atrás. Y a veces me pasa que treinta años después vuelvo a mirar una foto de uno de ellos y descubro algo que no había visto... y digo ¡caramba!, aquí hay un mundo, una riqueza, ¡qué grande es esta fotografía que aún me da posibilidad de significados, de ensoñaciones, de asociaciones, que no terminó simplemente en esa primera visión! Eso, en cambio, no pasa con la foto de la anécdota, que empieza y termina con la foto del perro muerto y nada más: Un perro atropellado ¿¡y qué!?.

-A propósito, ¿piensas que la gente en general no comprendió aquello del "momento decisivo", slogan jamás acuñado por Cartier - Bresson?
-Claro, porque la gente se queda con que el "momento decisivo" es la anécdota, cuando algo está en el aire o un momento típico. El nombre lo puso el editor del libro y no Cartier - Bresson. El dice otra cosa, que la fotografía es la rigurosa organización de formas que se produce en un momento determinado y que le da a ese momento un significado especial. La fotografía es geometría, es un espacio, es aislar tiempo y espacio para darle a eso un significado. Ambos son los elementos químicamente puros del lenguaje de la fotografía y que no se parece a ningún otro. Ahí te separas del cine y automáticamente de la plástica. Creo que tú trabajas en la riqueza del lenguaje cuando tienes noción de los límites. Todo lenguaje tiene una riqueza y unos límites. Cuando tú conoces cuáles son ellos vas a trabajar en la profundidad de ellos. A mi juicio esa es una de las definiciones más lúcidas que se han hecho de la fotografía y si hay un fotógrafo lúcido, ese es Cartier - Bresson. Con esto no quiero decir que tú hagas sus fotos ni mucho menos... Yo no podré hacerlo nunca, está muy lejos de mí. Mi mundo personal, mi historia, es distinta a la de Cartier - Bresson, pero sí me sirve su lucidez.

"La verdad está en uno mismo"
-¿Qué importancia le asignas a la crítica?
-A una crítica yo no le pido que me diga que la foto es buena o mala. Creo que la crítica debe ir más allá de eso. La crítica es una reflexión creativa a partir de un trabajo creativo. Puede construir, a partir de mi trabajo, un mundo propio. Entonces, el supuesto es que estamos hablando del mismo lenguaje. Lo que sí le tengo que pedir a ese crítico es que conozca el idioma que yo estoy hablando. Vale decir, que conozca la historia de la fotografía, a los fotógrafos y que haya leído lo que han escrito esos fotógrafos. No le pido que sepa técnica, porque ese es mi cuento. Lo que sí le pido es que conozca los elementos del código con que yo estoy trabajando. Si no, estamos en una ceremonia de confusiones. Yo tiemblo si a mi exposición va un crítico de arte, de plástica, a juzgar. Esa puede ser la peor situación, la peor de todas. Porque va a juzgar con unos parámetros, con una historia, con una estética, con una tradición absolutamente opuesta a la nuestra. En el teatro es igual. No le pido que me diga si la obra es buena o mala. Para eso yo voy a tener mi propia visión como espectador. No necesito un consejero sentimental que me diga: "Vaya o no vaya a verla, porque es buena o es mala". Eso no es crítica. En Francia, Inglaterra, Estados Unidos, hay crítica muy seria y tú lees tres páginas del New York Times, el día domingo sobre una exposición fotográfica, y lees la crítica y no te enteras si al crítico le gustó o no la exposición. Él está haciendo otras asociaciones, está hablando de otros mundos. Entonces, si te interesa, tal vez irás a ver qué mundo construyo yo.

Pablo Neruda, del libro Retratar la ausencia.

"Creo que los fotógrafos, en general, han sido más lúcidos en lo que han dicho sobre la fotografía, que la confusión de toda esa gente que ha escrito sobre la ella, que son muy citados y que no han entendido nada, como Susan Sontag, Roland Barthes y otros. Todo el mundo los cita, pero la verdad es que ninguno de los dos ha entendido nada sobre la fotografía. Me quedo con lo que han escrito los fotógrafos. Me quedo con los diarios de Weston, donde están sus dudas y sus búsquedas, me quedo con Strand... ¡Strand por Dios!, que es un monumento, que después de estar viajando por todo el mundo, al final de su vida dice: "Finalmente todo lo que yo buscaba está aquí en el jardín, en la puerta de mi casa... No necesito ir más allá. Aquí tengo todo". Está dentro de uno mismo. Sergio Larraín dice eso: "Cuando yo paseo por fuera mi mirada, con la cámara en la mano, es dentro de mí mismo donde estoy mirando". Eso no quiere decir mirarse el ombligo, es otra cosa. Qué le doy yo a este medio que es la fotografía. Es mi historia. Es lo que a mí me pasa. Eso es lo que de alguna manera justifica que seas un fotógrafo. ¿Tú le estás dando algo a ese medio o no?"

-¿Qué mueve al fotógrafo a mostrar su obra?
-Es un lenguaje, y busca una comunicación.

-¿Necesita necesariamente un receptor?
-Claro, no es lo mismo esa foto guardada en un cajón... Puedo mostrársela a una persona y no necesariamente a una multitud. Puede ser a mi hijo, a mi mujer o a un amigo. No es por buscar el halago. Tengo claro dónde estoy mintiendo y dónde no. También el hecho de replantearse uno el mostrar el libro o la exposición te obliga a una introspectiva muy fuerte. De hecho, yo he pasado dos años mirando los 40.000 negativos que tenía que mirar y ha sido un trabajo muy fuerte. Primero, ver cuanta tontería he hecho, cuánta cosa inútil, cuánta cosa por dar el gusto a los demás, sin el más mínimo interés... Hasta de repente encontrar una foto que no había ampliado, el negativo estaba ahí y de repente me encuentro con eso y digo ¡diablos, aquí hay algo, aquí había algo!

-¿Qué pasa ahí? ¿Por qué no lo viste antes?... ¿Cambia la visión que tienes sobre tu obra de una época a otra?
-La perspectiva del tiempo, la fotografía tiene una cosa muy fuerte con el tiempo... si alguna foto quedará de lo que uno hace, eso no lo sabremos. Eso lo va a decir el tiempo, lo van a decir 30 o 40 años más, cuando uno ya esté muerto. En eso hay que estar curado de vanidades. A lo mejor se lo lleva el tiempo, no hay memoria, no interesa, era un puro cuento que se había inventado uno y se acabó, o a lo mejor no... no lo sabemos.

-¿Qué importancia le otorgas a la estética? Puede que ese negativo que hoy te asombra se deba a que hace 40 años no cumplía con las exigencias estéticas de la época, que obviamente debió influir en tu forma de pensar...
-Hay una estética, evidentemente, una ordenación de formas, pero no es el fin último. No va por ahí. Pero estoy tratando de buscar una verdad que está en mí mismo y que no tiene nada que ver con la moda. Uno está perdido si va en eso. Pienso, por ejemplo, en una foto que volví a mirar de Víctor Jara. Es del año `65. Eran varios rollos y sólo había ampliado algunas fotos y se las había entregado a él. Pero había una que yo nunca había ampliado y la perspectiva del tiempo, creo, le da un sentido a esa foto. Es una foto de Víctor, vestido de negro, en Pedro de Valdivia Norte, con los brazos atrás. No tiene manos, no tiene brazos y atrás de él hay una corrida de árboles recién podados, están todos cortados. Bueno, lo que nos ha pasado a todos desde el `73 para adelante hace que hoy podamos tener una lectura de esa foto que una década antes no tenía y que yo no podía prever. Éramos un par de amigos que salimos a caminar, un domingo en la mañana, para sacar fotos, porque Víctor estaba preparando su primer disco como solista y no tenía plata para pagarle a un fotógrafo y yo era su amigo y ayudante de dirección en teatro. Y fue una de las tantas fotos que tomé. Y no tengo idea qué pasó por mi cabeza que justo sucedió eso, si fui yo quien le dijo o él justo se puso así. O fuimos los dos. Porque cuando haces un retrato son dos los que hacemos este juego. No tengo idea. Eso es el azar que interviene. Cuando interviene el azar, es un momento mágico que ya pasó.

-La fotografía, como el arte en general, es notoriamente elitista...
-Son lenguajes que hay que aprender.

-Pero no es un lenguaje que la mayoría aprendió ni vaya a aprender
-Puede ser, no tiene por que ser masiva... Sí, yo creo que la fotografía sí es elitista, como también lo es la música. Si yo no escucho música, pues no voy a pasar de Julio Iglesias.

-Entonces ¿es una cuestión de sensibilidad o de aprendizaje?
-No, es un aprendizaje también.

-¿Tiene que ver con educación? En un programa de Canal 22, Claudio Di Girolamo decía que: "No hay que tener cultura (conocimientos) para gozar el arte de la belleza, eso sería injusto".
-Claro, no tiene nada que ver. No sé si tu viste "Buscando a Ricardo III", de Al Pacino. En ella hay entrevistas que él hace a la gente en las calles de Nueva York, y el tipo más lúcido no es un profesor de Oxford, no es un actor inglés, es un vagabundo neoyorkino, negro, sin dientes, que habla lo más lúcido sobre qué es la poesía y qué es Shakespeare para el idioma inglés. ¡Él lo tiene! El teatro, la poesía, Shakespeare es elitista. Pero cuando decimos elitista no tiene que ver con dinero, porque hay gente que tiene mucho dinero y jamás accede a los mundos de la creación, nunca. No se ha preocupado de educarse a sí mismo para entrar a eso. Si a mí me gusta la música es porque me he educado a mí mismo. No he ido al Conservatorio, no he estudiado fotografía. Aprendí solo, porque me interesa, no es porque nadie me lo está pidiendo. Porque me interesa, porque es necesario para mi vida. Ahora, para todo el mundo no es necesario... ¿Por qué va a serlo? Sería demasiada pretensión... No se trata de dinero. Si vamos al Bellas Artes el domingo, que es gratis, es probable que encontremos mucha más gente de recursos económicos medianos o modestos y no a la gente que está en el Alto Las Condes. Porque a esa gente no le interesa. Están en otro código. Esa gente está en el código de consumo, en otra escala, en otro mundo. Todo esto que tú y yo estamos hablando les parece lejano, es lo que para ellos es el mundo de la televisión, del programa "Viva el lunes".

-¿Y por qué a una familia de un sector bajo o medio no le va a parecer igual de lejano?
-Yo pertenezco a una familia de lo que se llamaba clase media. Mi madre trabajó en una oficina hasta que jubiló, no tuvo otro oficio. Mi padre era un empleado de banco. Yo estudié gracias a becas, porque era mateo. Pude entrar a la universidad porque era gratuita y porque tuve una beca con un nombre espantoso que se llamaba "Liga de Estudiantes Pobres". Con ella tenía plata para comprar ropa y libros. Pero me metí en esto porque me interesó, nadie me obligó.

El olvido: La verdadera muerte
Para Luis Poirot "La fotografía no es la realidad, es subjetiva, es personal. La fotografía no quiere demostrar nada ni tiene nada que demostrar, es lo que es. Es difícil aceptarlo. Pero ahí está la riqueza de la fotografía, ahí no te fijas límites y ahí vas más allá de la moda. Empieza a ser interesante en la medida que el mundo interior del fotógrafo es rico, variado, tal como sucede en la literatura. Está en el mundo interior de ese novelista la riqueza y "lo nuevo". Porque cada fotógrafo, cada novelista, cada ser humano es distinto. Es ahí donde está la riqueza de mirar y es ahí donde puede interesarme ver una foto de nuevo. Cuando miro una fotografía estoy buscando al fotógrafo que hay detrás, eso es lo que me interesa: El que está detrás, ¿quién es? Cuando veo una película... ¿Quién es ese señor director? ¿Quién ese señor guionista? ¿Quién es ese señor poeta, ese señor músico? Son esos mundos los que no tienen limitaciones. No necesariamente buscas una identificación, puede ser lo opuesto también ¿¡y por qué no!? No es un acto de vanidad, sino de buscar lo diferente. Así se produce el diálogo. Y eso busco en la fotografía o en el teatro, esa sorpresa que me otorga el ser humano, lo otro es muy aburrido. El truquito ya te lo sabes muy luego (...) Jorge Díaz me contaba que estaba muy sorprendido por unas declaraciones de Arthur Miller, quien decía que mirando atrás su producción dramática, quizás había dos o tres parlamentos que se podían salvar. ¡Dos o tres parlamentos!... Robert Doisneau dijo: "Pensar que todos estos años de fotografía son a lo mejor sólo dos o tres segundos y nada más, es todo lo que queda" Yo me pregunto: ¿Y por qué más? ¿¡Por qué uno va a tener la vanidad de que sea más!? ¿¡Por qué!? Es darse demasiada importancia. Ojalá lográramos un segundo, ojalá uno, uno por lo menos. Creo que esa es nuestra búsqueda. Uno que quede, ¡uno!, uno que diga algo, uno que sirva. Y además es un gran placer ser fotógrafo, es una fuente de placer, de alegría, enorme, ¡enorme! Sólo se puede comparar a estar enamorado o a la ternura que uno siente por un hijo y yo me siento un privilegiado absoluto de que la vida me haya hecho descubrirlo, porque yo podría haber pasado por la vida sin descubrirlo y los azares decidieron lo contrario... Tal vez habría sido un abogado o quizá qué. Estoy buscando y trato de contradecirme a mí mismo también. De no tenerlo todo tan seguro y tan fácil, por eso el ejercicio de trabajar con la cámara grande, enfrentarme con el paisaje que es muy difícil, salir de ciertas etiquetas que a uno le ponen también".

-¿Cuál es la principal complicación ante la que te ves enfrentado en el paisaje?
-¿Cómo sales de la tarjeta postal? ¿Cómo instrumentalizas el paisaje para no caer en la tarjeta postal?. La postal es un lugar común, un cliché. Es como escribir una carta de amor llena de lugares comunes, no es verdad, tu tienes que ser capaz de decirle a una persona que la quieres con tus propias palabras. No necesariamente la foto de un paisaje es la foto de un lugar hermoso. Muchas veces hay lugares que más vale la pena mirarlos que fotografiarlos. Es mejor el recuerdo que la fotografía. Yo tengo fotos que no he tomado nunca con la cámara, pero las tengo aquí, en mi cabeza. No te la puedo mostrar pero la tengo aquí. Esa apariencia, esa realidad pasa por algunos elementos para transformarse en fotografía. Pero tiene que transformarse en fotografía, tiene que ser capaz de transformarse en otra cosa, en ese pedazo de papel que es la fotografía. ¿Cómo haces eso? Hay momentos en que no puedes y sólo lograrás el lugar, la mirada hacia afuera... Y tiene que ser la mirada hacia adentro. Esa es una de las cosas difíciles y por eso hay tan pocos fotógrafos de paisajes en este país ¡coño! Casi todos son fotógrafos urbanos, oye, ¡por Dios! ¡Y aquí hay una geografía y una naturaleza fortísima! Entonces, parece que todos fuéramos fotógrafos de Nueva York. ¿Dónde está ese encantarse de otra cosa? Lo que se ve normalmente de foto paisaje son esos terribles libros en color "Chile lindo país: Que empieza al norte con el desierto, zona centro y al sur lagos que se parecen a... y terminando con la antártica, punto". Eso no es. Eso son tarjetas postales. Peligro grande de la fotografía: lo obvio. Remarcar las cosas, hacerlo más evidente. Esa es una de las tentaciones de las que uno tiene que tratar de arrancar, uno cae a menudo en eso.

-¿Le temes a la muerte?
-Mucho. Sí, un susto y un susto sobre todo a no alcanzar a hacer las cosas que quiero hacer. Tengo muchas ideas y muchas cosas que hacer. Le temo a la ceguera, le temo a la locura. Por no tener conciencia de lo que te pasa. No sé si los locos tienen control sobre sí mismo, no lo sabemos.

-¿Al olvido?
-Esa es la verdadera muerte.

Al mismo tiempo que las salas principales del Museo de Yokohama de Japón mostraron la obra de Vincent Van Gogh y donde antes habían estado los fotógrafos Man Ray y Lee Müller, más de 35 mil personas se deleitaron con la obra de Luis Poirot. Para el chileno: "La presencia en estas imágenes de un tiempo y espacios detenidos para siempre, robados a la muerte y al olvido, son lo particular del lenguaje fotográfico. Nada puede vencer a la muerte o quizás a lo que más tememos, el olvido, como la fotografía" Hoy, agrega: "Voy fotografiando por ahí para no olvidar y a veces fotografío como desesperado a la gente para no olvidarla y para que no la olviden otros".

-¿Cuál es el rol que el Estado debiera asumir hacia la fotografía?
-Creo que el Estado, con respecto a la fotografía, tiene una deuda enorme. No hay lenguaje más postergado en Chile que la fotografía. Es el más marginal de todos y nuestra historia es una historia no escrita, perdida. Fotógrafos que mueren y cuyos archivos desaparecen, memorias de los nombres que ya no existen, archivos que están fuera de Chile y que a lo mejor quedarán fuera de Chile como el de Sergio Larraín... y pasar a ser un fotógrafo francés. Al Estado yo le pido un sólo gesto: le pido que por una vez le de el Premio Nacional de Fotografía a un fotógrafo, le pido que se lo de a Keko Larraín, porque ¡ya está bueno ya!

(Entrevista -corregida y aumentada- publicada originalmente en Revista Fotografías n° 05, durante el mes de septiembre de 1997. Centro de Difusión y Estudios de la Fotografía. Santiago, Chile).