20010515

"CHILE FROM WITHIN". El origen de la leyenda.

© Héctor López. © All rights reserved.


A menos de dos semanas del cierre de “Chile desde dentro” (en el MAC, hasta el 27 de mayo) es necesario saber algo más acerca del origen de la exposición más postergada en la historia de la fotografía nacional. Sus autores no surgieron por arte de magia, conviven desde hace mucho entre nosotros. De ello trata el presente artículo, que además contiene una entrevista a la fotógrafa estadounidense, miembro de la Agencia Magnum, Susan Meiselas, quien fuera la editora del libro que desde 1990 se convirtió en la única posibilidad –para unos pocos- de conocer “Chile desde dentro”.


“Nosotros los fotógrafos no cambiamos el mundo,
sólo podemos mostrar, a veces, por qué ese mundo debe cambiar”
Abbas.

En 1990 apareció en Nueva York, Estados Unidos, “CHILE FROM WITHIN” (W.W. Norton & Company), uno de los libros de mayor emotividad y relevancia en la historia de la fotografía en Chile. En él aparecen imágenes de incalculable valor documental, político, social, histórico y humano. Es el trabajo que los fotógrafos y fotógrafas Paz Errázuriz (1944), Alejandro Hoppe (1961), Álvaro Hoppe (1956), la estadounidense Helen Hughes (1948), Jorge Ianiszewski (1949), Héctor López (1955), Kena Lorenzini (1959), Juan Domingo Marinello (1948), Christian Montecino (1946 - 1973), Marcelo Montecino (1943), Oscar Navarro (1960), Claudio Pérez (1957), Luis Poirot (1940), Paulo Slachevsky (1964), Luis Weinstein (1957) y Oscar Wittke (1957), desarrollaron entre los años 1973 y 1988. Imágenes que ni los medios más alternativos se atrevieron a publicar –salvo las honrosas excepciones de siempre junto a cierta prensa internacional- y que simplemente no hubiesen visto la luz de no ser por la valentía y lucidez de otra fotógrafa, la estadounidense Susan Meiselas.

Luego de su venida a Chile, enviada por la Agencia Magnum para el plebiscito de 1988, Meiselas editó y publicó estas imágenes. En las calles de Santiago conoció y compartió con los fotógrafos que ya entonces, en medio de la batalla, supieron de la importancia que su trabajo significaría años más tarde, cuando perdieran su marcado carácter de denuncia, su estigma de fotografía de prensa. Entonces, convertido en documento, en imágenes que más nos hablan de pasión y vísceras, el autorretrato comenzaría a ser colectivo, la “memoria obstinada” de todo un país.

Por ello suenan tan acertadas las palabras que el dramaturgo y psicólogo Marco Antonio De la Parra escribió en el prólogo de “Chile desde dentro”: “...Estas fotos son indispensables para saber quiénes somos, quiénes fuimos, mientras no sabíamos ni reconocer nuestros reflejos (...) El gobierno insistió por 15 años que el país era en colores. Como se ve en estas fotos, nosotros soñábamos en grises”.


© Helen Hughes. © All rights reserved.


El Origen


Que nuestra fotografía pareció hacerse aún más contemplativa, después del golpe de Estado perpetuado por los militares el 11 de septiembre de 1973, es un hecho. El retrato, el paisaje o el desnudo, comenzaron a ser los temas frecuentes. La fotografía se desarrollaba como una expresión personal, para algunos como hobby y para otros más en serio, con características que la ligaban al arte y que incluso contaba con un espacio en los museos. Algunos fotógrafos decidieron dejar el país. Marcelo Montecinos partió a Washington DC., luego de que le mataran a un hermano, también fotógrafo, y Luis Poirot se fue a España, con sus retratos de Neruda y tantos otros de la cultura chilena. Pese a ello, paralelamente comenzó a surgir una tribu de fotógrafos interesados en la realidad social del país en que vivíamos. En junio de 1981, formaron la Asociación de Fotógrafos Independientes, AFI.

Probablemente, en sus inicios la decisión de agruparse se debió a necesidades de carácter económico, de unificar criterios en torno a los tarifados y no como un bastión de lucha contra la dictadura. Sin embargo, se creó una plataforma de profesionales que con el tiempo vio surgir la necesidad de manifestarse frente a lo que se vivía. Entre sus miembros había fotógrafos de prensa, publicitarios y otros más ligados a la plástica. Diseñadores, sociólogos o psiquiatras. Nombres como los de Leonora Vicuña, Paz Errázuriz, Felipe Riobó, Luis Weinstein, Juan Domingo Marinello y Jorge Ianiszewski, hoy reconocidos en Chile, fueron los fundadores de la AFI. Según Mario Fonseca, en su artículo “A Propósito de la Fotografía en Chile” (preparado para la sección de fotografía del catálogo de “Chile Vive”, muestra organizada por el Ministerio de Cultura de España y realizada en Madrid los meses de enero y febrero de 1987): “A la constitución de la AFI en 1981 concurrieron quienes coincidían en un pensamiento exigente sobre la fotografía como instancia de expresión, valoraban la calidad y la disciplina en su ejercicio, y postulaban un ejercicio con la realidad social y política del país, tan crucial como inevitable. La vocación de este incipiente movimiento cultural, a la vez que agrupación gremial, se consolida en los breves años que transcurren”.

Es en ese momento –y en forma paralela- cuando los acontecimientos sociales empiezan a pronunciarse con mayor contundencia, que surge un contingente de fotógrafos cuyo interés es documentar la realidad en una perspectiva mucho más frontal y que busca unirse a estos fotógrafos ya consolidados que formaban la AFI. Trabajan en los medios de prensa alternativos de la época, tales como las revistas Apsi, Análisis, Mensaje o La Bicicleta, o como corresponsales de agencias internacionales. El primer medio de comunicación que permitió la inserción de la fotografía denunciante fue el Boletín Solidaridad, amparado por la Iglesia Católica y los organismos de Derechos Humanos. El fotógrafo Luis Navarro, y más tarde Hellen Hughes y Pilar Vergara, desarrollaron un importante trabajo a través de ese medio. Así fue como los nombres de Álvaro y Alejandro Hoppe, Claudio Pérez o Héctor López, entre otros, se unieron a la AFI, generando la retroalimentación que conjugó el perfil autoral de la generación anterior, con la carga fotoperiodística y documental de los recién llegados.


© Marcelo Montecinos. © All rights reserved.


Héctor López, actualmente director de la carrera de fotografía del Instituto Arcos, explica cómo se desarrollaron los hechos en aquél entonces: “Era un grupo de fotógrafos, que salía a la calle y que veía a la AFI como un referente importante, porque se declaraba contra la dictadura. Tratamos de ligarnos a ella porque no teníamos cabida en otras organizaciones, que además eran muy pocas. Pero la AFI tenía su normativa, y para entrar tenías que inscribirte, mostrar un trabajo y alguien que te avalara... esto tardó casi dos años, hasta que nos aceptaron. De esta manera la AFI creció rápidamente y empezó a manifestarse contundentemente en la esfera pública y cultural. A partir del registro de esta gente nueva, de un Claudio Pérez, Álvaro Hoppe o un Oscar Navarro, su manifestación se hizo más múltiple. Ya no eran sólo los retratos o los desnudos de un fotógrafo, sino además el registro documental de lo que estaba pasando en el país, y las exposiciones colectivas ya no eran de 10 personas sino de 40. Se empiezan a pedir exposiciones del extranjero. Se edita una revista. Fue una época muy floreciente que enriqueció a ambos grupos. Y pienso que los documentalistas fuimos los más beneficiados, porque logramos captar todo ese background que tenían estos fotógrafos ya consagrados. Sus diversas propuestas estéticas y su obra personal nos enseñó a cuestionarnos y enriquecer nuestra propia propuesta”.

La AFI participó en numerosas exposiciones individuales y colectivas, tanto en galerías como en parroquias y poblaciones marginales. Publicó el Primer Anuario Fotográfico Chileno a fines de 1981 y otro en 1982, donde participaron cerca de 120 fotógrafos (un tercio pertenecientes a la AFI). Lanzaron, además, diez números de la revista fotográfica Punto de Vista.

Hasta que en 1984, la censura se hizo presente atacando las obras de dos fotógrafos: Un autorretrato de Jorge Brandtmayer, en el que aparecía comiendo tallarines junto a dos mujeres desnudas, y los desnudos masculinos de Paz Errázuriz. Ocurrió en el Salón Anual de Fotografía, que en ese entonces se desarrollaba en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ante la afrenta, la AFI desistió de participar en el siguiente evento. La repercusión fue tan fuerte, que originó la caída y sepultura del salón un año más tarde. La directora del museo, Nena Ossa, se vio obligada a suspenderlo. El 6 de julio de 1986, como resultado de un incidente con una patrulla militar y después de cuatro días de agonía, falleció por quemaduras el joven fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri. Dos años más tarde la AFI organizó una exposición póstuma con la participación anónima de sus integrantes y donde también se presentaron trabajos de la víctima, éstos sí con nombres. La muestra se llevó a cabo en la Galería Enrico Bucci de Santiago, duró cinco semanas y a ella asistieron más de diez mil personas, cifras inusuales en el oficio. Casi en forma paralela, en Santiago de mediados de los ’80, surgían los primeros institutos que profesionalizaron la carrera de fotografía.


© Kena Lorenzini. © All rights reserved.

¿Qué sucedió después? Llegó la democracia y sepultó a los medios que durante año hicieron oposición al régimen militar. Los fotógrafos dependían de ellos y, pese al desempeño demostrado en dictadura, el futuro y las nuevas condiciones económicas les deparaban otro rumbo... la fotografía publicitaria o de moda. Eso y algo más: “A algunos sólo les interesaba el registro -explica López. La coyuntura política generaba las imágenes que les servían para su trabajo. Al terminar la dictadura se les perdió el enemigo, no sabían qué hacer y dejaron la fotografía. Pero otros lograron, al final de la década, una propuesta documentalista mucho más interesante que el mero registro. Porque para ellos la dictadura sólo era una coyuntura y el documentar la vida, la realidad, era su verdadera motivación. Esos son los que han perseverado en el tiempo, y son los menos”.

El pasado es hoy

En 1996 dejó de existir –oficialmente- la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). Durante más de una década, casi trescientos fotógrafos provenientes de los más diversos ámbitos, se unieron con el propósito de defender la libertad de expresión y desenmascarar los abusos del gobierno militar que mantuvo a Chile bajo una dictadura de 17 años. Fue la época de mayor auge del fotógrafo independiente o free lance. Pero más importante aún, marcó la consagración de una generación de fotógrafos que se decidió a explorar nuevas formas del lenguaje fotográfico, introduciéndose en etapas más conceptuales y sofisticadas o manteniendo en pie el ideal documental que va más allá del mero registro.

En palabras del sociólogo Manuel Antonio Garretón –emitidas en el seminario “Fotografía y Sociedad”, efectuado en diciembre de 1997 en el Centro de Difusión y Estudios de la Fotografía: “Se trata de otra manera de inventar la realidad, que ya no es la de invertir o cambiar la secuencia, es introducir una nueva significación a través de la interrogación. En una fotografía yo puedo poner sólo significantes, de modo que no se sepa mucho qué es lo que dice. Vean ustedes esa foto del enano y los carabineros (de Claudio Pérez, en: “Chile from within”) No hay relación entre uno y otros. Pero a mí me perturba esa foto porque me plantea una interrogante sobre un concepto sociológico fundamental, que es una dimensión no siempre tratada del tema del poder. Porque el poder, uno lo puede ver muy fácilmente con el carabinero golpeando al otro, ahí estamos simplemente ante una descripción fome, obvia. Pero cuando yo veo un enano verdadero, con carabineros verdaderos, juntos, pero sin relación, estoy frente a otra visión de lo que es el poder. El poder de las armas o el poder expresado en los carabineros, achica al otro, lo convierte en enano, aunque éste vaya atravesando y no se relacione con ellos. La percepción de lo que uno ve ahí es una relación de poder, en la cual unos tienen algo que se llama ‘el poder’ y el otro, frente a eso, se transforma en enano. Esa imagen me interroga, me construye otra realidad, distinta a la que presencio cuando yo construyo una realidad”.

¿No es aquí donde recae la importancia de “Chile desde dentro”? “Este libro –escribió de la Parra- es un reconocimiento, es el acto de devolución de estos fotógrafos de los trozos de vida que retuvieron, es el comienzo de una reflexión que pronto tendrá sus palabras pero que requerirá de estas miradas cuyo blanco y negro, pan y vino de la imagen, es un propósito de recuperación del drama que se debe recordar para ser concluido”.

Sin embargo, la reflexión –a través de las imágenes- se hizo esperar. Los intentos por exponer “Chile desde dentro” se frustraron en 1991 (en el Museo de Bellas Artes, ya en democracia) porque “miraron sólo el contenido documental de las fotografías y éste era demasiado caliente”, cuenta Oscar Wittke, y en 1996 (en el MAC) por “problemas administrativos”. ¿Por qué la insistencia de mostrar las imágenes en un museo? “Quisimos llegar a un público masivo –agrega el fotógrafo- que no se especializa en fotografía ni visita galerías de arte, pero sí va los domingos al museo”. Los autores sentían la preocupación de que, exponiéndose más de dos décadas después de ser captadas, imágenes como las de una avenida desierta por el toque de queda, no pudiera ser comprendida por las generaciones que nacieron después de 1980.

El 7 de septiembre de 1996, luego de varios intentos frustrados, se logró llevar a cabo el Primer Mes de la Fotografía en Chile (primero y último, hasta la fecha). En el coloquio titulado: “Las Urgencias de la Imagen en Chile” (Salón Blanco, Museo Nacional de Bellas Artes), la invitada especial fue Susan Meiselas, quien, después de mostrar casi la totalidad de las imágenes del libro por medio de diapositivas, señaló: “La foto debe vivir más que nosotros y tener, además, su propia vida. Para ello los fotógrafos deben pensar, a la hora de fotografiar, para qué toman esa foto... Chile ha cambiado bastante, pero sigue siendo fundamental preguntarse ‘¿Qué hago cómo fotógrafo?’”. Chriss Fassnidge, fallecido crítico de fotografía, agregó: “¿Por qué es importante para nosotros conocer nuestro pasado? Es dar un sentido de realidad a las cosas. El pasado es hoy día, no el pasado”.

“¿Cuántas personas hay aquí que no son fotógrafos?” –preguntó Meiselas al público asistente. Ocho manos se alzan. “O sea –concluyó la fotógrafa- estamos en un barrio, en un gheto... Alejandro Hoppe hace hoy fotografía publicitaria, para poder vivir. Yo me pregunto ¿¡Cómo, con tus ojos, tienes que hacer eso!? ¿Por qué?... ¿Por qué hay sólo mil copias de este libro tan precioso... Y por qué en Estados Unidos sólo 7 mil?... que es un gran logro. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿No está impactando a la sociedad nuestra fotografía?”. “Tal vez nos hemos quedado con una idea de lo que la gente deseaba -responde Jorge Ianiszewski. Fuimos parte de un movimiento social y nuestro actuar era coherente, pero hoy... la gente está en otra. ¿Dónde está la gente? ¿Qué quiere? Dejamos de ser la vanguardia y estamos lamentándonos de una situación, en que es culpa nuestra no haber podido ubicarnos en el momento que está viviendo la sociedad”.


© Claudio Pérez. © All rights reserved.


Fue Héctor López quien concluyó: “Hay que crear espacios de reflexión, de diálogo y confrontación, pero no en torno a la fotografía como un ente que anda volando, sino también para ver qué pasa con nosotros, con el mundo en que vivimos. Si nosotros andamos medios perdidos en el mundo, obviamente que nuestra fotografía va a andar hiper perdida, como andan muchos en este país, perdidos. Hay que poner los pies sobre la tierra y abrir espacios de diálogo y discusión. Es el momento de tomar decisiones. La democracia hay que vivirla en pleno, hay que confrontarse con el pasado y abrir caminos hacia el futuro. Y eso pasa por actitudes valientes, nuestras y de instituciones y de personas que representan instituciones. Yo pienso que hay obras, que los fotógrafos están haciendo cosas, pero para guardarlas en sus archivos. Hoy la fotografía no está cumpliendo un rol social. Nunca ha habido muchos espacios, pero siempre hay un café, hay un momento de compartir una cerveza, un vino, y es ahí donde se van tejiendo los sueños. Y los sueños hay que tratar de hacerlos realidad”.


(Artículo y entrevista publicados en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de mayo de 2001)

SUSAN MEISELAS: La urgencia de documentar

Susan Meiselas (1974).


Aunque Bill Gates se apropie de todas las imágenes del mundo ¿seguirás fotografiando, no? “Igual hombre, igual... lo más independiente posible, hay que ver cómo sobrevivimos”, responde risueña Susan Meiselas, fotógrafa miembro de la prestigiosa Agencia Magnum que hace unas semanas visitó nuestro país para la postergada inauguración de “Chile desde dentro”, exposición fotográfica que permanecerá hasta el 27 de mayo de en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC).

Joven estudiante en la década de ‘60, ya fotógrafa en los ’70, Meiselas trabajaba en Nueva York para el golpe de Estado de 1973 en Chile. Ahí conoció a los primeros exiliados, luego vino el atentado a Orlando Letelier en Washington DC., y la posibilidad que la Agencia Magnum le brindó de venir a Chile para el plebiscito de 1988. “Pensé, ‘lo que ha pasado en Chile y Argentina afectó a todo el continente’. Además, Estados Unidos estaba muy informado de los eventos del cono sur, y yo quería conocer de cerca. Nadie conoce un lugar hasta que llega realmente y lo enfrenta, pero también es cierto que yo no llegué sin perspectiva. Lo más importante de los meses que estuve ahí, creo, fue vivir en la calle, con la gente, y pasar en lo posible desde el barrio de los pobres hasta el de los ricos. Tratar de conocer por mi propia experiencia, algo de ese tiempo”.

¿Es demasiado diferente el Chile de entonces con el que ahora visitas?
-En ese tiempo no había el mismo optimismo. Ahora yo sentí que sí. Hay críticas, hay más que hacer, pero al mismo tiempo sentí de mucha gente un ‘ya vamos, adelante, las cosas van’. Hay mucho que hacer, pero no es como en 1988 o 1989, cuando había una tremenda inseguridad y falta de confianza en que las cosas iban a cambiar.

Para muchos, sin embargo, la fotografía de la portada del libro, de Alejandro Hoppe (donde se aprecian las piernas de unos soldados que no se sabe si abren o cierran una cortina) sigue siendo muy decidora, gatopardiana quizá, y más actual que nunca. ¿Se abre o se cierra la cortina, debemos ser optimistas o todo lo contrario?
-Esa es una discusión que no hemos tenido cuando estuve hace una semana, es muy complejo. No hay que ser optimista sólo por querer serlo. No es malo ser escéptico y mantener dudas. Hay que estar en guardia.

Una de las características de “Chile desde dentro” es que sus fotografías mostraron una imagen “no oficial”, desde el interior hacia fuera. ¿No es de temer que con el tiempo pase a ser oficial y comiencen a hacernos falta esas otras imágenes que aún están ocultas?

-No sé cómo contestar eso... Hay maneras de discutir cosas que son oficiales. Por ejemplo, en Estados Unidos, para la guerra del golfo, había fotos que podían pasar como oficiales de lo que estaba pasando, los periodistas no podían trabajar de manera independiente. En este libro, las imágenes fueron tomadas independientemente, en la calle, sin organización entre los fotógrafos... Entonces, nada fue oficial a la hora de hacer este libro. Quizá ahora es más aceptado. Creo que el pueblo mismo de Chile no está listo para ponerse en esta problemática, porque toma su tiempo reflexionar, no es algo fácil.

¿Quién debiera hoy fotografiar lo no oficial en Chile? ¿Los mismos de ayer o una nueva generación?
-Bueno, ambos. Deben poner su ojo y enfrentar la realidad. Nosotros, por ejemplo, viviendo en Estados Unidos, seguimos tratando de ser lo más críticos posibles y ver la realidad y todo lo que hay detrás de ella. Puede ser más difícil en este momento, cierto. Porque en una etapa de represión es más fácil ver la realidad, en un sentido. Toma coraje usar la cámara porque ésta implica el testigo. Cuando estuve mirando las fotos que tomaron estos fotógrafos, comprendí que hay dos o tres etapas: Primero; Ver, darse cuenta que está pasando algo y entender que es urgente e importante documentar. Una segunda etapa consiste en hacerlo. Eso implica que muchos ‘han visto’, pero no han tenido el coraje de enfrentar y tomar imágenes, porque eso toma su riesgo. En cualquier país, eso toma riesgo. Tomar la acción, la foto, implica que tienes la foto. Un tercer paso es que tienes la imagen y buscas una manera de mostrarla. Puede ser en una revista, en un diario... En el contexto de Chile fue muy difícil, la censura fue fuerte y muchas de esas imágenes no fueron publicadas en su tiempo. Entonces, otro compromiso es buscar espacio para estas imágenes, en cualquier lado, dentro o fuera del país. Esas tres etapas también las tienes que seguir hoy. Debemos ver que atrás de la realidad está esta imagen que es urgente, seamos viejos o jóvenes.


De la serie Carnival Strippers: USA Carnival Strippers (Tunbridge, Vermont, 1974): Gawker.
© Susan Meiselas. © All rights reserved.


Con el paso del tiempo muchos de estos fotógrafos dejaron la fotografía documental, excusándose generalmente con problemas económicos. Parece ser que más bien lo ven como una etapa que ya pasó, pues los que realmente se apasionan con lo que hacen hoy todavía continúan...
-Si, yo creo que eso también es un poco complejo. Por un lado, hace 10 o 12 años, posiblemente la economía de estos fotógrafos... no tenían familia, por ejemplo, no tenían la misma presión económica y ahora sí, es una responsabilidad que les implica sobrevivir. Este es el problema en el primer mundo también. Todos mis colegas en Magnum lo tienen. Como siempre, el documental es lo menos apreciado, lo menos apoyado económicamente. Mantenerse en este camino, sin becas, enseñando en escuelas o con otras fórmulas más comerciales, es un problema de todos los fotógrafos. Deben balancear su compromiso de seguir documentando la sociedad, pero si no hay apoyo tienen que buscar caminos para sobrevivir. No me sorprende que ahora enfrenten de esa manera esta realidad, pero sus alumnos... yo espero que ellos sientan el compromiso hacia el documental, porque hay mucha tentación, hay tanto dinero que uno puede ganar en cosas que no son tan serias como documentar la sociedad, y esto es tan difícil que se van por otro camino, más comercial, la publicidad, el cine...

¿Quiere decir que la fotografía documental está vedada para un “fotógrafo de domingo”, un profesional que usa su tiempo libre para documentar?
-No, muchas veces le digo a mis alumnos: “Si es tu pasión, si es un compromiso en serio, has lo que tengas que hacer para lograr este trabajo. Si tienes que ser taxista para ganarte la vida y eso te da un tiempo aparte para insistir en el documental, hazlo”.

¿Cuáles son los riesgos que corre el fotógrafo documentalista?
-Hay riesgos de dos tipos, uno en la batalla, en la guerra, en la calle, contra las balas, el gas lacrimógeno... Pero también un fotógrafo documental debe mantenerse afuera y muchas veces aislado, porque estos no son valores aceptados por la sociedad todo el tiempo. Eso implica que uno tiene que resistir o tener la motivación muy íntima para sentir que es importante hacer lo que estás haciendo. No sé si es riesgo, pero es difícil.

¿Quiere decir que toda la fotografía documental debe ser de denuncia?
-No, no tiene que ser todo denuncia, tiene que ser comprometido, ir a la profundidad. Para mí, el trabajo más importante que han hecho los fotógrafos documentalistas es el auto-asignado, aquel que es determinado por uno y con una perspectiva un poco obsesiva. No importa si es pagado o no, lo importante es que es algo sentido desde dentro. Y no tiene que ser sólo batalla o guerra. Puede ser cualquier enfrentamiento con lo que está pasando, en la calle, mirando cómo es la gente en la calle.

Gran parte de los chilenos –no sólo los jóvenes- ven con desánimo la realidad, suelen decir que “hoy no pasa nada”. ¿Cuál es tu visión?
-Yo creo que ese es exactamente el punto. En tiempos de la represión era más evidente lo que estaba pasando en la calle, pero ahora es el cómo vive la sociedad, hay cosas que uno puede revelar. Igual en Estados Unidos, no es sólo en los barrios más pobres... ¿Cómo viven los ricos y los hijos de los ricos? ¿¡Cómo viven!? Hay maneras de describir la sociedad, donde el pueblo mismo puede verse en proceso.


The Molotov Man, 1979.
© Susan Meiselas. © All rights reserved.

¿Qué es hoy lo no oficial en Estados Unidos?
-Una gran parte de trabajos muestra a Estados Unidos fuera de sus fronteras, cómo Estados Unidos maneja el mundo, diversos conflictos, crisis, todo fuera de Estados Unidos. Pero, por otro lado, dentro hay otros temas. Como te decía, los hijos de los ricos, por ejemplo. Hay mucho interés en saber cómo viven, quiénes son. Son chicos muy privilegiados que se contrastan con la mayoría de la gente del mundo que tiene dificultades. Recientemente vi algo que muestra cómo, en forma paralela a una sociedad muy computarizada y tecnologizada, hay personas que trabajan todavía con sus manos. ¿Qué implica eso, cómo trabajan? No son las imágenes de Sebastián Salgado, que fotografió el tema al rededor del mundo. Estoy hablando de Estados Unidos, que es tan moderno, tan tecnologizado, pero al mismo tiempo una gran parte de la sociedad está trabajando a otro nivel. Entonces, un trabajo de este tipo es tan importante como lo que sucedía en el tiempo de las protestas.

La Agencia Magnum se caracteriza por sintetizar la mirada de dos de sus creadores: Por una parte, el equilibrio de la imagen en el ojo de Henri Cartier - Bresson, y por otra, la brutalidad del sentimiento, en los de Robert Capa. ¿A cuál de las dos líneas crees que se ligó el grupo de fotógrafos chilenos que formó “Chile desde dentro”?
-Yo creo que es una mezcla perfecta de las dos. Por ejemplo, el trabajo de Paz Errázuriz, en un sentido, no es en la calle. Su valor está en que mira la sociedad desde dentro, tiene aspectos más interesados en lo formal, lo estético, no la acción. Capa fue muy reconocido por su compromiso pasional, y seguro que cuando vez el trabajo de Claudio (Pérez) o Alvaro (Hoppe), su línea va más por la pasión pero, por otro lado, creo que hay un surrealismo también, como esta foto de Claudio en que el enano camina delante de los carabineros. En los mejores trabajos yo creo que está esa mezcla, la forma y el contenido, el surrealismo y a la vez la realidad, ahí está la fuerza.

¿Quiere decir que estas imágenes vivirán más que los fotógrafos, ya tienen su propia vida?
-Absolutamente, creo que sí, y también hay más imágenes que no están incluidas en el libro, que tienen mucho valor pero tuvimos sólo el espacio para 75. Espero que finalmente el libro sea publicado en español y que este archivo de imágenes sea protegido en Chile para reflexionar en 50 años más. Y también espero que exista el compromiso de seguir documentando la sociedad.

En tu último paso por Santiago, ¿cuál fue tu impresión del funcionamiento de los medios de prensa en cuanto a la imagen?
-Una de las cosas más tristes es ver que... En Argentina o en Colombia se ve mucho más uso de la imagen. Para mí es increíble, hay tanto talento y no se ve nada en los periódicos ni en las revistas que tocan la realidad de lo que está pasando alrededor de uno. Mirando los periódicos, creo que no tienen tanta imaginación como he visto en otros países de América Latina. Es una lástima, tu puedes ver cómo México, por ejemplo, está presentando su propio mundo, usando la imagen para abrir la puerta y los ojos a pensar y reflexionar. Creo que hay mucho que hacer en Chile.

(Artículo y entrevista publicados en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de mayo de 2001)

Mauricio Valenzuela: EL DOLOR OLVIDADO

© Mauricio Valenzuela


Mauricio Valenzuela, fotógrafo, reaparece después de cinco años con una breve retrospectiva de su obra más polémica. De algunas de las imágenes hoy expuestas -en el Instituto Profesional ALPES, en calle República- y del desgarro que aquella exploración (y su abandono) supuso, habla en esta entrevista.



"Esa generosidad que se llama revolución y que fue, en un tiempo
no muy lejano e inolvidable, mi salvación".
Carlos Droguett (Escrito en el aire)


"Uno se puede olvidar de los sueños, pero los sueños no se olvidan jamás de nosotros,
están ahí, esperando, algo así como la venganza".
Enrique Symns



Que el arte no está cumpliendo hoy su promesa, que los seres humanos nos estamos extinguiendo, que la noche y su peso se han prolongado demasiado tiempo, que los ideales de lucha, de revolución, desaparecieron de nuestro corazón... que éste apenas late. ¿Lo imaginaron nuestros padres? Aquellos que arriesgaron sus vidas y aquellos a los que se les cobró la osadía, ¿lo imaginaron? El siguiente es un segundo en la historia de uno de ellos, mirado a través del filtro sucio de nuestros tiempos, filtro exitista, de olvido, egoísmo y paranoia. Tiempos que sacuden y doblan al junco, pero no lo quiebran.

Una mujer se desnuda en un baño decadente. Sobre su cuerpo, aún quedan las calcetas blancas y la polera que, en el gesto de quitársela, oculta su rostro. El water sin tapa, la bañera y su cortina roñosa, además de dos pequeñas banderitas chilenas, la acompañan en su anonimato. Se trata de "Chilena en el 18 de septiembre con traje típico", portada del libro "El desnudo en Chile" (LOM, 1996). El autor de esta imagen es Mauricio Valenzuela (1951), quien -al menos en lo que respecta a las últimas décadas del siglo XX - fue uno de los provocadores más prolíficos en el ámbito del desnudo fotográfico chileno.


Compañero de debates junto a Claudio Bertoni y Felipe Riobó, descendiente de una familia de fotógrafos (es hijo de Carlos Valenzuela y sobrino de Tito Vázquez y Enrique Alfonso) Valenzuela se dedica hoy a la fotografía publicitaria. Lapidario, advierte al teléfono: "Hoy hago fotografía comercial, eso a ustedes no les sirve". El autor no da luces que lo conecten con su otrora política obra, o lo que él hoy prefiere llamar "investigación cultural". ¿El síndrome contemporáneo mundial? o ¿sólo un alto en el camino del artista?

Sin duda, la década del `80 -como para tantos otros- fue la de su esplendor en lo que a creatividad respecta. Antes de ello, un Valenzuela anarquista llenaba sus pulmones de libertad: "Si no estabas metido en política -cuenta- realmente la UP era el paraíso. Pintaba murallas, hacíamos teatro en la calle, había una discusión permanente. Fue una época muy buena, particularmente para mí porque entré a la universidad".

Mientras estudiaba Bellas Artes -y a la usanza de los Okupas- el fotógrafo vivió algún tiempo en una casa tomada ubicada detrás del campamento Siete canchas. Pero el golpe de estado, perpetuado por los militares en 1973, lo pilló en Laguna Verde, integrando una comunidad anarquista. "Varias veces pasaron aviones sobre nuestras cabezas, pensaban que éramos guerrilleros y nosotros andábamos en otra. Nos fueron a buscar, caímos todos presos... Tenía una pareja, no éramos casados por la iglesia ni nada, pero estábamos viviendo juntos. Todo eso se murió. De ahí fue el alcohol y la vuelta a casa de mi vieja", recuerda. "...Y cuando ya no pude seguir viviendo en la casa de mi madre -porque llegaba borracho y me escondía en las plantas del jardín, para no entrar, para no hacerla sufrir- una amiga me arrendó una casa en Quintero. Recién cuando volví, y me encontré con mi mujer actual, me puse a hacer fotografía".

-Imágenes que distan bastante de tu trabajo más conocido
-Sí, mis primeras fotos las entendieron muy bien algunos de mis amigos, como Oscar Wittke, Felipe Riobó o Claudio Bertoni, que se encontraron conmigo haciendo estas fotos, y las valoraron. Hablo de una época en Chile donde las fotos tenían que tener cierta anécdota, mientras lo mío era mi profundo dolor, el agotamiento que sentía... Son tan absurdas y tan poco decidoras, porque tampoco es gente violenta... era mi... no sé, yo las veo y las encuentro tristes. Las personas que las vieron por primera vez me dijeron que no pasaba nada con ellas. Riobó me defendió, porque la verdad es que yo no tenía mucho que decir. Estas fotos deben ser de lo peor de la dictadura, cuando pasó la primera represión, después del terror, cuando ya está impuesto ese silencio y todos estaban convencidos de que vivíamos en un país maravilloso... Y tu mirabas al rededor y la gente hablaba del "boom", de que estábamos genial... Y tú decías, "Puta ¡¿y yo, soy transparente, soy el hombre invisible, yo no existo en este lugar?!" Cuando vino la primera protesta (marzo de 1983) para mí fue traumatizante. Después de eso yo sentí que algo cambió radicalmente en la realidad cultural. Y nunca volví a hacer esas fotos.

-¿Qué pasó entonces?
-Me fui más adentro. En una pieza hice mis primeras fotos de desnudos. Empecé a hacer una fotografía muy llena de reglas. ¡Imagina, una persona que se supone que tiene un pensamiento más bien libre, está lleno de reglas y normas! Bueno, así soy yo... Después de esa foto que era muy libre, con una Leica a la que dejaba la exposición standard y un enfoque del que no me preocupaba, entré al estudio. Trabajé con una cámara reflex, me di cuenta que uno se enamora mucho de sus imágenes, empecé a hacer una serie de desnudos donde al retratado le decía: ‘Mira, el problema es que te tomaré las fotos, luego las revelaré, haré tiras de contacto y las guardaré en un sobre. Sólo después de tres o cuatro meses lo revisaré para saber realmente lo que estoy haciendo bien, porque en este momento me perecerá todo genial. Pero si quiero hacer un aporte en el desnudo, no puedo estar caliente con la foto que estoy haciendo’. Entonces empecé a llenarme de reglas.

Un día, después de asistir a una charla sobre las conductas de los animales, "donde decían que, al nacer, los cachorros andan un metro al rededor de la madre, luego dos, tres... para más tarde hacer cierta acotación de los territorios donde viven", Valenzuela realizó una serie de fotos sobre la dictadura, acotaciones de orina sobre montones de tierra, que en su interior incluían algunos de sus desnudos. Más tarde formuló una serie de fotografías sobre la democracia, conformada por la totalidad de los orificios del cuerpo; orejas, ano, fosas nasales, vagina, boca, ojos... La próxima serie en la que el fotógrafo se empecinó, trató el tema de los detenidos desaparecidos, donde por medio de sexos femeninos y masculinos (autorretratos), hurgó en el tema de la ausencia y presencia. "Incluso había algunos asexuados -recuerda- pero todos tenían una referencia a un pasado reciente, no era político porque la política tiene que ver con el poder, era sobre las ideas de organización humana y lo doloroso que es organizarse de una forma y no de otra".

Asegura que jamás pensó en exponer su trabajo: "Eran fotos muy raras -rememora- y sentía respeto por las personas que colaboraron en ellas. Además, por el hecho de ser desnudo provocaría una discusión que no era apropiada para el contenido de las fotos". Dicho y hecho. Inmediatamente después de asumir Patricio Aylwin a la cabeza del primer gobierno de la Concertación, el Instituto Chileno Francés de Cultura invitó a un grupo de fotógrafos chilenos a hacer una exposición. "La curadora eligió cinco de mis fotos, pero un día antes de la inauguración de la muestra, la directiva del instituto me llamó y me dijo que iba a ser muy complicado para ellos si ponían esas fotos. Porque no sólo eran abiertas, desde el punto de vista de las ideas, sino que tenían que ver con la idea cultural de la sexualidad que muchos tienen en Chile, y en el fondo iba a salir en La Cuarta. No era mi interés defender, desde La Cuarta o canal 13, el desnudo en Chile. Eso no, yo defiendo otro tipo de posturas que no tienen nada que ver con eso. Así que lo encontré razonable y cambiamos las fotos".

© Mauricio Valenzuela


© Mauricio Valenzuela


EL ESQUEMA CULTURAL

-Háblanos del inicio
-Los fotógrafos -el arte en general- investigamos esta realidad cultural, esta realidad que a veces nos obsesiona, nos duele -cuando somos jóvenes- y nos destroza muchas veces. Empezamos a dar nuestros primeros pasos dentro de lo que nos gusta y cuando uno investiga a un autor -a mí me gustaba mucho Diane Arbus y Robert Frank- partes copiando, pero al copiar es imposible que no pase un sentimiento y descubras, más que el truco técnico, la impronta del estilo. Al pasearse Robert Frank por esos bares inmundos, esos callejones que no sabíamos qué cresta significaban, y al estar luego uno con esa gente, con ese montón de personas zumbando en mis oídos, hacía que yo, que era un imitador, también caminara por esas calles, entrara a esos bares, y al caminar uno entiende esa realidad y al entenderla ya estás un poco metido en el baile. De ahí, investigar en el alma, es un paso sencillo. La fotografía es simple y compleja. Simple, porque no tiene un antecedente histórico complejo, que uno tenga que asumir y decir: Primero pintaban con el dedo en una caverna, después con veladura, luego vino el Renacimiento... No, en fotografía tomas la cámara y tienes los bordes y una película sensible, una historia corta pero potente. Yo estudié Bellas Artes, entonces ver la realidad desde el punto de vista de un pintor, con miles de años de historia encima, y verla como fotógrafo... ¡me sentí liberado! Era la misma realidad, pero la vivía distinto. Es fácil llegar al punto de quiebre, al punto donde hay una realidad que puedes percibir -no con los ojos- en fotografía. Realidad que uno intuye. Hay una palabra que es muy significativa: el ‘esquema cultural’. Cuando uno está inserto en dicho esquema, va en una dirección y es fácil llegar a la vanguardia de esa dirección e intuir lo que vendrá.

-Algo que la fotografía comercial utiliza sin asco...

-La fotografía comercial es un parásito de la fotografía artística, porque la gente que está obsesionada con la foto artística -y se pasea por esas calles o está encerrada en su estudio, fotografiándose las pelusas que tiene en el ombligo, o hace desnudos...- está en esa frontera hipotética de la cultura, que mira un poco más allá. Entonces, para los fotógrafos comerciales es muy simple: Agarran esa foto, son conscientes, toman esa frontera, ponen una modelo con un productor, un lugar bonito, colores puros, la mina perfecta, la ropa espectacular y el tipo toma la foto. ¿Por qué son parásitos? Porque la gente que vive dentro del esquema cultural siente esa vanguardia, ese efecto provocado, y eso es lo fundamental para vender productos. Si quieres esa ropa y no otra, es porque intuitivamente comprendes un concepto cultural y sabes que esa ropa es la correcta. Esa es la esencia de la publicidad.

-¿Es lo que hizo el fotógrafo Richard Avedon al retratar, por ejemplo, a los desempleados?
-Richard Avedon es un ejemplo grotesco de profitar de la investigación cultural. Porque, dentro de la fotografía de moda, el tipo es un dios. Pero dentro de la fotografía cultural, de investigación o artística, es una basura. Hay mil, te puedo decir mil mejores. Porque la fotografía, a pesar de que pasan los siglos, tiene un precio. Hay algo que te tiene que hacer click, en alguna parte, y te tiene que doler. Tiene un precio de silencio interno, como para poder entender la alegría, la tristeza... y ese precio no lo puede pagar alguien que está metido en el negocio... a no ser que ese fotógrafo se pegue un lapsus desconectado.


ACHANCHARSE

"La publicidad no es una cosa simple -asegura Valenzuela. Los artistas manejan el esquema cultural desde un punto de vista más bien emotivo, inconsciente, porque intuitivamente lo tienen que hacer. Todo diálogo interno va dirigido en ese camino, exclusivamente, donde la impronta sea original pero con raíces tan profundas con el presente y el pasado como para que las personas puedan entenderlo. Con una coherencia con el lenguaje actual pero que sea ´el aviso`, lo que viene, el brujo que avisa lo que vamos a vivir. Bueno, los publicistas trabajan con los mismos elementos -y han hecho ciencia con ello- pero desde el punto de vista racional. Sin embargo, tú no te puedes mentir si trabajas en este cuento, debes reconocer que estás haciendo sólo un bonito ejercicio. ¿Un aporte original y creativo de una relación humana? o ¿un elemento que forma parte de la cultura y me es significativo, que además yo lo haya vivido y haya sudado sangre por eso?... No, porque tienes que estar dentro. ¿Cómo te puedo comunicar algo si no lo siento como algo cierto y, al mismo tiempo, como algo que te sirva? Para que te sirva tiene que serte novedoso, y para que sea cierto tengo que haberlo vivido. Desde ese punto de vista siento que hoy no estoy haciendo investigación cultural o arte".

-Imagino que alguna vez obtuviste respuestas en dicha investigación
-Es que eso es lo significativo de la foto, porque técnicamente aún hay cosas que descubrir. Cuando dejé de hacer fotografía ya me estaba arrancando un poco del recuadro. Tomaba el recuadro de 24 x 36 mm. y luego corría la cámara y tomaba otro, los pegaba y copiaba en una ampliadora 6 x 7. O sea, todavía hay lugares inexplorados dentro del recuadro. Están los bordes y la misma mente, que no puedes imaginar. Mi madre, casada con fotógrafo y madre de fotógrafo, me decía siempre: "voy por la calle y veo fotos". Claro, ella veía fotos, porque ella había visto muchas fotos y sabía lo que era una: Una puerta con candados, un viejito, una puesta de sol... eso eran "fotos" para ella, el resto no. Lo interesante de la fotografía, en este momento, es que hay imágenes que no podemos imaginar y la pregunta es por qué. Porque todavía no hemos llegado a ese lugar. Ahí hay un gran campo. Los resultados son la foto y cómo ella tiene un lenguaje mucho más ambiguo que la palabra, más inexacto, más sugerente y virtual que la palabra. Y mucho más profundo, porque las cosas no se dicen claramente.

"Cuando me formé, los artistas eran más bien malditos. Siempre me cargó Van Gogh y todos esos pintores franceses que vivieron la pintura tan intensamente que es imposible separarla de su vida. Porque era una idea un poco romántica, quizá evadiendo la realidad de la revolución industrial y la explotación de los hombres, y metiéndose en esta especie de mundillo artístico que tenía que ser bastante fatal. Pero en definitiva yo creo que el arte, siendo una cosa muy importante dentro de la vida, no es vital. Lo vital es alimentarse, el arte fundamental es el trabajo. Y yo tengo muy poca habilidad en ese arte que es: ganarse la vida, juntar la plata para alimentar a mis hijos y pagar el arriendo a fin de mes. Tengo claridad respecto a ese tema -algunos como Picasso lo entendían perfectamente, todos los pintores que han muerto ricos lo han entendido bien- porque pienso que me es más fácil ganarme la vida haciendo fotografías comerciales que artísticas. De lo contrario habría sido artista. Lo que pasa es que nunca gané plata con esto. En una sola oportunidad me llamó un señor para comprarme una foto. Ha sido el único objeto artístico que he vendido, una serie de fotos del cine Prat. La verdad es que el arte no me interesa, me interesa más mi trabajo".

-¿Te sirvió el arte para tu desarrollo como persona?
-No. Desde el punto de vista estrictamente racional, si yo no hubiera sido artista habría sido mucho más eficiente en la vida. Tendría más plata... En vez de haberme dedicado a la fotografía (publicitaria) a los 30, lo habría hecho a los 18...

-¿Te perjudicó?
-Efectivamente. El arte sobrevive, primero porque es un negocio. Ninguna cosa que no sea negocio en una sociedad contemporánea sobrevive. En Chile no sobrevive porque no es un negocio, la persona que tiene plata no halla una utilidad en comprar fotografía. Y si la encuentra, sería más bien una utilidad distractiva, para colocarla en un living. No es que los investigadores culturales o la gente que está metida intelectualmente en el arte, tenga un beneficio concreto. Pienso que tiene un beneficio de elite. En el fondo el arte cada vez lo entiende menos gente, y es natural, porque están investigando cosas complejas. Yo le muestro las fotos a mi mamá y ella me dice "¡uy, qué feo!", porque ella es una dueña de casa, no tiene problemas, puede encontrar bonito un paisaje suizo... Pero eso no aporta nada a la convivencia y la cultura.

-¿Has oído del criollismo "achancharse", dejarse estar...?
-Claro, es que ser creativo... una persona en su vida tiene uno o dos chispazos de creatividad, donde traspasas la barrera. Quizá al principio pagaste el costo, pero cuando ya lo tienes eres monopólico, empiezas a producirlo, a mostrarlo, y al final terminas -como sólo fue "el" saltito- enseñando, y viviendo un poco de lo que has hecho. Eso es natural y no lo critico.

-En lo que respecta al desnudo, tu trabajo es uno de los más reconocidos, especialmente por los jóvenes. Pero cuesta entender que parte de tu generación, que "se la jugó" en períodos tan duros, hoy se "achanche".

-Ser joven es ser joven. El otro día le pegaron a mi hijo. Si yo hubiese sido joven habría estado en la pelea, habría hecho algo. Llegó con la nariz quebrada, hecha mierda... yo habría salido con un palo a la Plaza Brasil a pegarles... si hubiera sido joven. Pero cuando uno es viejo ya no tiene esa fuerza. La sangre se te calienta, pero ya no tienes los tendones, los músculos, para atinar. Ya no te puedes bajar de una micro sobrecorriendo, ya no tienes esa seguridad física. Porque cuando estás en este mote del arte, necesitas esa fuerza... para poder tomar todos los litros de alcohol que requieres... si es que te da por esa onda. Necesitas la fuerza para soportar, y también la angustia o la soledad o el apego... Pero cuando estás viejo ya se te hace cuesta arriba. Yo ya no puedo tomar una gota de alcohol. Me pego una borrachera ahora y me quito un tercio de la vida que me queda... Sí, antes era más soñador, pensaba que las ideas que mi generación podía aportar al desarrollo del país, eran significativas. Pero con el tiempo uno se da cuenta que los hombres son una ilusión, una "sombra", como en la película de Kurosawa. Si uno no lo dice, lo dirá otro.

-Pero las ideas permanecen, son un legado...
-Nooo, yo no sé... Del punto de vista artístico he intentado retomar el tema, pero no estoy en condiciones. Si quieres meterte en la cosa de la vanidad y haces fotos oscuritas, minas en pelotas, un poquito sórdidas... y le pongo tapitas de Coca Cola en las tetas y una cruz en la frente y qué se yo... lo vas a pasar bomba. Pero si vienes con esas fotos, a mí no me la vas a vender. De esos han habido miles.


UNA MUJER DESNUDA

Según Valenzuela, el uso de mujeres desnudas en su trabajo no debe catalogar éste dentro del "desnudo fotográfico". "La fotografía -dice- tiene dos elementos que son fundamentales: uno técnico -y muchos confunden la técnica con el contenido- y otro estilístico. Un campesino puede aprender la técnica y fotografiar a su señora, sus animales, su campo. Pero cuando realmente empieza a hacer algo de expresión cultural es cuando enfrenta su realidad y avanza sobre ella. Esto define su estilo. En ese sentido las fotos que hago no son de desnudos, uso mujeres desnudas fundamentalmente porque no tengo otra forma de expresarlo. Porque las fotos no son sólo políticas. Cuando hablo de la democracia y muestro los orificios del cuerpo, no estoy haciendo un ensayo sobre la política y la democracia, estoy dejando que mi mente cruce libre esa frontera que puedo concebir como cultura, dejando que se organice libremente más allá... Y después, pienso que algunos juegos de mi infancia, más algunas reacciones que tuve en la adultez, una mujer que miré cuando estudiaba Bellas Artes (a la que nunca me atreví a hablarle), algunas concentraciones que presencié en la UP, un perro en Laguna Verde que se quedó abandonado porque nos perseguían los milicos y tuvimos que dejarlo... Todo eso confluyó en algo tan visceral como es el cuerpo de una persona que yo amaba en ese momento, aunque la palabra amor en el fondo es muy compleja en la sociedad chilena. Entonces no hablemos de amor, porque no era exactamente mi pareja la persona que fotografiaba.

-¿No había un lazo amoroso?
-No, era una persona que logró entender lo que yo hacía. Le dije: "Nosotros vivimos en una estructura cultural donde es imposible desnudarse o no es correcto, y si se hace, se hace de una forma donde se oculta. Yo trabajo con la cultura, es mi herramienta, y yo quiero investigar esa realidad. Quiero hacer algo que no se hace, que es sacarse la ropa". Eso para mí era fundamental. Había un problema con la autocensura. Una de las reflexiones más importantes de los desnudos que hice nació una vez que vino la primera protesta, porque el problema fundamental era la autocensura. Decir lo inconveniente sale caro, hoy ya no te lo reprimen pero te lo cobran. Una chica que se mete en una casa de vidrio tiene un precio, porque hay una estructura cultural. A propósito, ese experimento es muy parecido a lo que yo hago, lo que pasa es que sus autores en Chile lo plantearon desde un punto más esquemático. En una especie de estructura cultural homogénea, instalan un elemento que no pertenece a esa estructura, donde chocan dos paisajes. La cultura tiene que ver con el paisaje, con lo que ves, con todo. Entonces, después de la primera protesta, con la política de acuerdo que busca suavizar el camino y hacer conversar a dos personas que habían sido absolutos enemigos, para eliminar un poco el pasado, había que tener -de manera consciente o inconsciente- autocensura. Y esos símbolos, que yo hacía con el desnudo, intentaban luchar contra esa autocensura. Era bien pusilánime mi postura, bien intelectual, porque al no ser expuestos estos contenidos no tenían ninguna posibilidad de sufrir un costo muy alto. Más bien, yo recibía los beneficios de aquellos que podían entender esta posición, que veían mis fotos y las encontraban buenas. Y nunca quise pagar el costo de mostrarlas -como la gente de la casa de vidrio, en el centro- y pararme ahí a defenderlas.

-¿Las hacías con una utilidad netamente personal?
-No, no era tan así. La transferencia de conocimientos funciona mejor como lo estamos viviendo en este momento, en esta conversación. De hecho, las amistades fotográficas más duraderas y profundas que he tenido han sido a través de esas fotos. Pienso que si las hubiese mostrado no habría tenido esas amistades, aunque sí, quizá, beneficios de otro tipo. Para mí, en esa época, no era problema mostrar las fotos. Pero después sí lo fue, porque habría tenido que meterme en esa mediagua cultural, media vanguardioide, y profitar de los fondos culturales del país, cosa que a mí ni me gusta ni tengo el valor para hacerlo. En el fondo, en un país donde tienes que portarte bien, no tienes la alternativa de portarte ‘más o menos’. Tienes que portarte bien-bien o lo suficientemente mal como para que te den becas y puedas vivir así. Solo no puedes. Conozco casos heroicos de quienes se las han jugado y han pagado. Yo he trabajado porque me porté bien, fui obediente, y obviamente he ganado mucha más plata que compañeros fotógrafos que no se han portado bien. Cuando trabajo en publicidad lo hago generalmente para la derecha. Me llaman de una revista, de una agencia de publicidad, y no hablamos de política. Eso es portarse bien. Si yo hablo de política me porto mal, y no me llaman. Si yo hablo de política, me porto mal y voy a pedir pega al gobierno, ellos me dicen "bueno, te vamos a dar, pero no tienes que portarte mal al lote, tienes que hacer esto y esto otro, tienes que abrir el pico en esto y cerrarlo en esto otro". No soy estúpido y no voy a decir "me cago en la cabeza de todos estos y a todos estos los encuentro ídolos..." ¿Qué hago después? ¿Clases de fotografía?

-Al margen de que una mujer desnuda venda ¿Qué te sucede a ti cuando la enfrentas?
-No es tan simple como eso. La referencia de división de sexo tiene un comportamiento distinto. Hemos llevado al que tiene dentro de su cuerpo la cría humana a comportarse distinto del que la procrea. Pero a mí me atrae mucho eso, porque de alguna manera las mujeres no son tan responsables de la realidad que estamos viviendo, por el machismo, por la revolución industrial, porque Hitler fue hombre y no mujer... Y desde el punto de vista cultural hay algo muy atractivo, cómo funcionan, cómo piensan... más allá de que yo les tome fotos o no. Entonces, la puedo mirar a los ojos con absoluta franqueza, porque tengo una relación con ella, no sé si por mi conformación hormonal -si fuera gay podría quizá hacerle fotos a hombres, pero como soy heterosexual, puedo mirarla a los ojos y cagarme de la risa con cosas que por ningún motivo podría reírme con un hombre. Creo que puedo complementar y entender cosas muy fascinantes en ellas... Pero estoy generalizando, porque pienso que ninguna mujer es igual a otra. Desde el punto de vista político sí, porque algunas -siendo muy fuertes físicamente- tienen la humillante necesidad de ser débiles. Siendo que algunas son muy inteligentes, vivas y dinámicas -en el sentido de que la responsabilidad de tener hijos les pertenece- hay un espacio de sus vidas que no les pertenece, y ese es el espacio más importante en la vida de los hombres, que es cuando eres joven, cuando tienes fuerza, cuando estás luchando por tu existencia. Y no sólo son los 9 meses de gestación, sino todo el desarrollo del niño que está dentro de su destino. Quizá ellas mismas no lo entienden y uno sí porque es hombre.

-¿Por qué una mujer se desnuda para ser fotografiada?
-Yo creo que sé lo que piensan. Muchas veces las veo nerviosas, no están cómodas. A muchas de ellas, cuando se fotografían por primera vez, vestidas, les da ganas de salir arrancando. Porque se le hacen patente las misteriosas razones porque están aquí. Ahora, frente a eso, yo sé lo que hago. Yo no fotografío a la persona. Ella puede ser amable, muy inteligente o una asesina, lo que sea. Yo sólo fotografío -a diferencia del retratista, que es más artístico que yo- el símbolo que ella representa. Si es rubia de ojos azules, yo represento su rubiedad y azulinidad, en una forma comercial. Si es una negra; su negrura, no su inteligencia. En el caso del desnudo, una mujer se desviste porque la aventura de entrar más allá de un esquema cultural es alucinante.

-¿No lo es para un hombre?
-Si una mujer te dijera: "Entra a esta pieza, en ella las estructuras culturales no existen, podemos hacer lo que queramos..." ¿Le responderías que no? Yo creo que le dirías que sí, y tendrías mucho tema de qué conversar.


(Entrevista publicada originalmente en el diario electrónico El Mostrador, durante el mes de mayo de 2001)