20050131
ZAIDA GONZÁLEZ Rompe el cinturón de castidad
por Cristián Labarca Bravo
Su cuarto ya no está empapelado de afiches con el rostro de Marilyn Manson. El viejo retrato de sus abuelos, una reproducción de La última cena y varios ejemplares gatunos de materiales y tamaños diversos, adornan su dormitorio dándole un aspecto infantil. Algunos utencilios reconocibles de sus fotografías están tirados en el suelo y sobre la cama; monos inflables, pelucas y el corsé de su abuela. De no existir sus imágenes, nada evidenciaría lo que la prensa ha denominado “las perversiones” de la fotógrafa Zaida González. Tímida, delgada y de mirada huidiza, podría decirse que Zaida (27) oculta, detrás de sus tatuajes, desparpajo al hablar y un piercing en la nariz, una romántica y tierna personalidad. Y sobre todo, el enorme anhelo de destacar y ser diferente.
Y se ha esmerado. Le han bastado unos cuantos años -sino un par de fotos- para instalarse en las portadas de los diarios y de paso ser considerada una de las promesas de la fotografía chilena. Tal como procuró en un principio (exigiendo la reserva), su vertiginosa ascensión no se debió al hecho de ser “la hermana de” Jorge González, el todavía más polémico rockero, líder de Los Prisioneros, sino a lo distinto de su propuesta -en un medio desconectado con el exterior, donde muy de tarde en tarde surge la novedad (ver recuadro) y a la obsesión de la autora con un tema en particular; el sexo. La fotógrafa se burla de nuestro doble estandar empleando falos, corsés y prótesis de senos. Representa la masturbación, la homosexualidad y hasta el coito con animales e íconos religiosos, con el único objetivo de emitir su a veces ingenuo mensaje.
Ello le reportó, el 2002, la censura y el reconocimiento: El jurado del Salón Nacional de Arte Fotográfico del Foto Cine Club de Chile, le concedió el primer lugar en la categoría de ensayo. Al mismo tiempo, el directorio de la institución vetó una de sus fotos. El ícono cuestionado (parte de una serie de 5) muestra a dos mujeres caracterizadas de monjas. Una es la propia fotógrafa. Las religiosas juegan con el pene erecto de un hombre crucificado que personifica a Jesucristo, y que no es otro que el novio de la otra chica y la ex pareja de Zaida.
En su defensa, Zaida dice: “Todo en la vida es una contradicción, mi propia crítica lo es. Me gusta mostrar una imagen de apariencia suave donde, al acercarte, descubres un contenido fuerte. En la escuela nos daban un concepto a fotografiar. No me interesaba sacar fotos a flores o peluches, como a algunas compañeras. Les decían ‘amor’ y sacaban a una pareja besándose. Me decían ‘amor’ a mí y yo sacaba fotos de un perro culiándose a otro”.
Dos años más tarde, al recrear el antigüo ritual del angelito retratando fetos deformes, el diputado RN Nicolás Monckeberg las emprendió contra la fotógrafa declarando a la prensa: “Es vergonzoso que artistas que nadie conoce deban llamar la atención permanentemente con muestras de esta naturaleza, que se burlan de la dignidad de las personas”.
A los pocos días, el semananrio Plan B lanzó a la calle su especial de semana santa. En portada, otra de las corrosivas imágenes de Zaida: Una “monja” frota un crucifijo entremedio de sus desnudos y boluminosos pechos. El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal lo califica como un “insulto a la fe cristiana”. La fotógrafa, que cuando niña quería ser monja y estudió en el Colegio Santa Clara, responde: “Para mí los religiosos siempre están mandándose cagadas por dentro, están tan reprimidos que no tienen una vida normal. Están obligados a tener una imaginería o a hacer cuestiones por debajo”.
¿Cómo ven tus padres tus fotos?
-Mi papá las mira y ni pesca. Pero le saqué fotos a su polola y tuve que esconderlas porque ella me lo pidió. A mí mamá le cargan. Al principio decía que no era de señorita. Sabía que yo no lo era, pero no quería que más encima lo demostrara. Es súper cartucha. No le gusta que yo me saque fotos y siempre esté pensando en el sexo.
Tienes, pese a tus estudios, fuertes carencias teóricas...
-Así soy, en realidad no me gusta mucho ver libros ni conocer fotógrafos. No voy a exposiciones, ni leo. Creo que soy primitiva y salvaje, de esas personas brutas que saben hacer cosas pero que no han tenido estudios. Lo mío es una cuestión de tripa. Hay muchos que antes de hacer fotos como las mías, ven el trabajo de otros fotógrafos y dicen ‘ah, voy a hacer algo así’. Yo primero tengo la idea, de cosas que me gusta mucho fotografiar. Me gusta que salgan las tetas en las fotos, porque las encuentro muy bonitas, me gusta mucho mirarlas”.
Zaida trabaja en blanco y negro, pero por medio de pintura de uñas lápices scripto acuarelable y al óleo, colorea su imaginería. Goza más pintando que el acto fotográfico en sí: “Cuando ya tengo la foto, ahí empiezo a cachar ‘oh, esta mina, tiene estrías en las tetas’. Entonces me dan ganas de pintarla y que queden rosados los pezones, como que estuvieran mordidos, una cosa súper salvaje.
¿Te excitas?
-Sí, eso me pasa. Si algo no te provoca excitación ¿para qué lo vas a hacer? Sería fome. Para eso mejor haces otra cosa.
-¿Por qué el cinturón de castidad?
-La historiadora Julia Antivilo, me pidió involucrarme en su tesis El cinturón de castidad en la mente de la mujer latinoamericana, para su magíster en la Universidad de Chile. Creemos que tal aparato anti placer aún está vigente, aunque de otra forma. Hay una especie de culpa en algunas mujeres al sentir deseo de estar con un hombre y sigue siendo mal visto que una mujer se entregue carnalmente en una primera cita o que practique el sexo oral o la penetración anal, sobre todo si es ella quién toma la iniciativa”.
La fotógrafa aporta su visión personal del tema. Su serie Crucifixión, por ejemplo, “representa la entrega, el suplicio, la restricción, el sufrimiento que vivió la mujer en aquellos años, obligada a conservar la castidad. En la cruz espera, dolida y paciente, que el candado sea abierto, dejando libre su vagina y todo lo que ello implica; su pensamiento, mente y cuerpo. Esa cruz nos sigue pesando mentalmente, impuesta por una sociedad machista y dominante”, asegura.
La historiadora y la fotógrafa preparan la exposición de las imágenes, los objetos del horror y la investigación teórica de Antivilo.
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