20010617

Fotoperiodismo en Chile hoy: LA CALLE ESTÁ VACÍA.

© Cristián Labarca Bravo

La muestra de fotoperiodismo más famosa del mundo, la "World Press Photo", regresa a Chile cada año (desde 1994) para sorprendernos y -ojalá- inquietarnos. Pero ¿qué sucede en forma paralela con nuestra fotografía periodística? ¿Hacia dónde mira -y, por ende, qué nos obliga mirar- hoy el fotoperiodismo nacional? De eso y más habla el siguiente artículo, a propósito de las imágenes exhibidas en la Corporación Cultural de Las Condes.

"El sordo lee en los labios del ciego y responde:
-Sí, la calle está vacía".
Agota Kristof. "El Gran Cuaderno"


¿Qué es ser, en Chile, un buen reportero gráfico? ¿Conseguir la foto única e impactante: El policía de civil que apunta con su arma a los mineros frente al Palacio de La Moneda, la Bolocco enseñando al mundo su entrepiernas o el rostro de Pinochet saliendo oculto, dentro de un auto, del Hospital Militar? ¿Ser un reconocido retratista en las páginas de espectáculos o "el mejor" en deporte (o sea fútbol)? ¿Lograr la imagen más atractiva del Presidente, siendo su fotógrafo oficial? ¿Ser llamado por una agencia para trabajar en algún país sudamericano en conflicto? ¿Mostrar, cada cierto tiempo, un trabajo con pretensiones de autor?... ¿Ganar el primer premio del concurso de la Unión de Reporteros Gráficos?

Hay nombres. Dicen que Jorge Sánchez es el mejor en las páginas de Cultura y Espectáculos, que Andrés Piña y José Alvujar, no tienen descendientes en fútbol, que lo hecho por Jesús Inostroza en La Moneda, es difícil de superar. Hay miradas; Carla Ramírez, Javier Godoy, Tomás Munita (ahora en Panamá, para Agencia AP), Maglio Pérez (desde hace poco más de un año en República Dominicana), Pablo Martínez, Luis Hidalgo, Mario Ruiz, Carlos Vera... Sus nombres se repiten -siempre se repiten- pero aún acompañados de calificativos como "pasión" y "reflexión", matrimonio pocas veces visto en nuestros lentes. También está ese selecto grupo de chilenos contratados para retratar el continente, ya sea para las agencias France Press, AP o Reuters: Jaime Puebla, Víctor Ruiz, Matías Recart (hoy en Chile), Pedro Ugarte, Eduardo Verdugo (clasificado para la muestra World Press Photo - 1999), Marcelo Salinas... discípulos directos de los fotógrafos independientes que formaron la AFI. Hay eficacia (técnica, periodística y estéticamente hablando); Roberto Candia, Orlando Barría, Marcos Muga, Juan Pablo Sierra, Marcelo Hernández, Iván Alvarado, Héctor Yáñez, Marco Mesina... Pero uno siempre termina preguntándose: Si sólo basta con el talento, ¿cuántos cuadros necesitaría un Álvaro Larco para aplastar a la mayoría de los "funcionarios" que trabajan en un diario?

La historia no escrita del fotoperiodismo chileno, tiene entre sus nombres más célebres a los Premio Nacional de Periodismo, Mención Fotografía, Roberto Aspée (1954), Eliodoro Torrente (1957) o Enrique Aracena (1967). A ellos se unen los reportajes de Marcos Chamudes y Sergio Larraín, para Las Naciones Unidas y la Organización Internacional de Refugiados o revista O´Cruzeiro de Brasil y Agencia Magnum, respectivamente. Hitos. Pero fue recién con el golpe militar, en 1973, al gobierno del socialista Salvador Allende - dictadura que incentivó a una amplia gama de ojos con profesiones variopintas a posesionarse de las cámaras y, bajo el nombre de Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), documentar y denunciar los crímenes del régimen del general Augusto Pinochet - cuando la fotografía periodística chilena tuvo su mayor repunte, si bien no revolucionando dicho medio de expresión, al menos devolviéndole su lugar en un sitial importante dentro del periodismo.

Las exigencias de la "guerra" llevaron a los fotógrafos a incursionar y retomar lenguajes más sutiles, con diferentes lecturas, o sea, a la reflexión. Muchas veces lo que ningún periodista se atrevió a escribir, la fotografía lo manifestó con arrojo. El mundo entero se enteró entonces de lo que sucedía en Chile (más tarde sería Kosovo, Indonesia, Chechenia...) gracias a ella y a quienes la hicieron posible.

Lo que sucedió con el retorno a la democracia es cuento sabido. La cantinela (la número1) reza que las ONG y otras organizaciones que por años ayudaron a Chile, dejaron de hacerlo. La injusticia y el abuso - la noticia - estaban en otra parte. Los aguerridos medios opositores al antiguo régimen fueron, uno tras otro, desapareciendo; Los fotógrafos que no iniciaron un peregrinar por agencias latinoamericanas ubicadas en países conflictivos, donde podían lucir su ojo ya adiestrado a las golpizas y al hecho espontáneo y dramático, terminaron dedicándose a la publicidad o a la pedagogía para, muy de tarde en tarde, tomar la cámara con fines documentales o autorales. El resto, un grano del racimo, continúa en la pelea. La batalla, lo saben, sigue siendo interna.

Quizá la mayoría, los que no vieron en el trabajo de la AFI más que la temeridad del kamikaze ante la noticia (con ejemplos célebres como el de Marco Ugarte), sean hoy los mismos que creen que para captar buenas imágenes es necesario estar en el frente de batalla, mal entendiendo una vez más la consigna de Robert Capa. Son los mismos que exaltan la fotografía que estetiza la pobreza, el dolor, la barbarie humana (basta con ver, año tras año, la repetición de clichés en la muestra World Press Photo, que sin lugar a dudas alcanza su punto álgido de sutileza en la sección de reportaje fotográfico).

Ante ello y definiendo su obra, el fotógrafo estadounidense Larry Towell, señaló: "La violencia es un símbolo fuerte para los reporteros gráficos, y además importante. Pero no es el más importante ya que la sociedad ha aprendido a disociarse de las víctimas. Las fotografías de la vida diaria impiden que la sociedad deje de prestarles atención. Esto es algo que los novelistas saben desde hace tiempo". Metaforizando el tema, un fotógrafo chileno dijo: "Hoy la fotografía es como una puta vieja; se embellece para vender", recordándonos las imágenes de Sebastián Salgado o las razones que motivaron a Sergio Larraín a dejar Magnum y la fotografía periodística, una protesta ante el lucro por medio de la imagen y cómo, con la sobreexposición del rectángulo que originalmente apeló a la crítica social, se terminó anestesiando a la humanidad.

"Hay fotógrafos que trabajan muy bien para los servicios informativos, mucho mejor que yo, de manera que ese tipo de trabajo se los dejo a ellos. Mi fotografía puede que tenga relación con las noticias, pero mi interés es llevar a cabo un reportaje, de manera que no compito con la televisión, cuya área es la de inundar de luz pequeños retazos de la realidad en lugar de revelarnos una imagen total. Antes de la era de la televisión, según me han dicho, a los fotógrafos les eran asignados reportajes de larga duración. Ahora se pretende que corramos detrás de las cámaras de televisión y recojamos pedazos de sonidos, en lugar de ejercer periodismo gráfico", agrega Towell.

© Eduardo Verdugo

CANTINELA n°2
La segunda cantinela es todavía más melodramática: El medio periodístico chileno es reducido y regido por dos grandes empresas - El Mercurio y COPESA, ambos tradicionalmente ligados al poder político-económico de la derecha - lo que se traduce, entre otras cosas, en una oferta profesional alta (y no precisamente de alta calidad) y sueldos considerablemente bajos.

La proliferación de fotógrafos se debió, en parte, a los institutos que descubrieron en la carrera de fotografía un "estilo de vida" mirado por cientos de adolescentes con romanticismo, por lo tanto, un negocio. Junto a ello, la época de los consensos y la cultura light hoy contagia de condescendencia y complacencia al periodismo nacional, que aún no ve en la fotografía más que el carácter informativo y documental intrínseco a ésta. De ahí a culpar al medio de limitante y a algunos editores de ignorantes -realidades ocasionalmente ciertas - no hay más que un paso. "Los editores se ponen nerviosos si tienen que publicar reportajes gráficos serios cuando en realidad su único interés es vender desodorantes o café para sus patrocinadores", dice Towell, aduciendo a otra verdad, consignada por el fotógrafo y académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, Juan Domingo Marinello: "A los medios chilenos no les interesa un buen periodismo, apenas les interesa un periodismo suficiente para obtener una inversión publicitaria. Chile ofrece una particularidad que es bastante compleja: Medios de muy cara impresión, destinados a un mercado extremadamente reducido".

Consecuencia directa de esto último, es la competencia nula entre los medios; la escasa valoración de la imagen (especialmente si ésta no cumple con el prototipo añejo que maneja gran parte de los periodistas y, peor aún, la gerencia de marketing); y la "ley del menor esfuerzo" o exigencia mínima por parte de los fotógrafos, que cuando muy jóvenes llegan con fuerzas, pero pronto, ante las trabas ya mencionadas, hacen de la palabra frustración una justificación siempre al alcance de la mano. Olvidan que el suyo es un rol social, crítico, revelador; que la fotografía de prensa excede lo que en los diarios denominan "crónica" (imperdonable no mencionar la labor de Pin Campaña, Nancy Coste, Ulises Nilo y Carla Pinilla, por mencionar a algunos, en revistas y suplementos) y que si "el fotógrafo es un ser atrapado por la realidad - en palabras de Marinello - y lo que pasa en la calle ya no es absolutamente asombroso (como en dictadura) las imágenes siguen estando ahí... pero es necesario verlas".

Es innegable el talento que la mayoría de nuestros reporteros gráficos, ante hechos explícitos, demuestra en la calle... Pero lo que se necesita en los medios de comunicación es mucho más que eso. "¿Cómo se grafica una caída de la bolsa y su impacto en los accionistas, sin recurrir al mañido corredor en la rueda? ¿Cómo se ilustra un conflicto de gabinete que ocurrió a puertas cerradas?", se preguntaba Fernando Paulsen, desde su puesto de director del diario La Tercera, hace tres años: "Son ejemplos, al voleo, de las limitaciones que tiene el reportero gráfico de spot news cuando el tema no le entrega los protagonistas ni el drama en bandeja". Paulsen -quien además figura como el primer chileno invitado a ser jurado de World Press Photo- concluye, asertivo: "Hay que saber estar ahí y tomar las fotos duras, pero los mejores, además, son capaces de tomar la foto del hecho invisible, de cuando pasan cosas que no son evidentes. Y para ello, hay que profesionalizar la mente y el ojo. Entender que uno no registra sino que informa, por lo que hay que entender la noticia, saber qué está pasando. El peor fotógrafo es el ignorante. Aquel que fue enviado a la crisis de Enersis y no tiene idea de qué ha pasado; el que va a la entrevista política y sólo hace retratos ya que no sabe cómo componer para entregar más información, porque no conoce al personaje ni tiene idea de qué importancia tiene. En Chile hay unos pocos buenos obturadores de fotos duras y contados con los dedos de una mano los que asumen integralmente, profesionalmente, de igual a igual con el periodista, su tarea de comunicar a través de imágenes".

El escritor Manuel Rojas decía que el periodismo le sirvió para soltar la mano, pero que hay que salir pronto de él si no quieres anquilosarte y tus metas son algo más que ser un redactor de tiempo completo. O sea, "el periodismo es un buen bastón pero una mala muleta. Útil para cierto tiempo y nocivo si se toma para siempre". Con la fotografía periodística sucede lo mismo. Pero mientras se es parte, se trabaja a conciencia. (Pensamos, claro, en aquellos que, como Rojas, quieren ser escritores. Y en aquellos que son capaces de interpretar los hechos y dar una visión personal de la historia. Subjetiva pero honesta. Que escapan de lo obvio y también fotografían al que observó y reaccionó ante la noticia, su esencia y su contexto. Aquellos que tienen claro su papel como testigos y comunicadores)

Prestemos, por sobre todo, oído a nuestras obsesiones. Ellas, casi siempre, desembocan en proyectos que algún día darán que hablar. La otra opción es testimoniar de manera auto-referente el cotidiano. Así, con interés en el tratamiento estético, pero evadiendo el prototipo, lo documental transgrede la simple anécdota periodística. Y de objetividad, ni hablar. "Aquellos -escribió en 1948 uno de los padres del fotoperiodismo, el estadounidense Eugene Smith- que creen que el fotoreportaje es ‘selectivo y objetivo, pero puede interpretar la materia fotografiada’, muestran una falta absoluta de entendimiento respecto a los problemas y al funcionamiento propios de la profesión. El fotoperiodista no puede tener más que un enfoque personal: le es imposible ser totalmente objetivo. Honesto, sí; objetivo, no".

Las dictaduras no siempre son explícitas, la lucha por la libertad se inicia cuando nacemos y no se detiene hasta el último respiro... quién sabe si incluso después de ello perdura. La noticia (así lo entendió la AFI) no es siempre lo que los medios entienden como tal. Éstos apenas pueden - y quieren - abarcar un mínimo porcentaje de los acontecimientos que a diario ocurren en el planeta. Existe - ¿aún no lo vemos? - el hecho no oficial, aquel que la prensa desestima y debemos enfrentar olvidando nuestra credencial "abre puertas", ubicándonos como todo ciudadano común, detrás de las barreras policíacas. ¿Es inútil o poco apetecida esta mirada hoy?

El éxito de programas como "El Factor Humano", del extinto canal 2, demuestra lo contrario. ¿Por qué los genios del marketing y el people meter no abren los ojos a ello? Afortunados nosotros, en todo caso. Porque aquellos que lo intentan, por esnobismo y con simples recursos estéticos, no saben que al marearnos con sus cámaras subjetivas, sus desenfoques provocados y su falsa inaccesibilidad a la noticia, no logran engañar a nadie. Lo oficial y lo no oficial tienen igual validez cuando el receptor logra acceso a ambos, por igual. Las dos miradas serán historia. Pero una de ellas es la que el poder - sea del color que sea - quiere darnos de comer; la otra, la alternativa. Por eso precisamos urgente de ella. Y no hablemos de arte, hasta que el tiempo así lo permita. Por ahora, corrijamos: Una foto no publicada, no siempre es una mala foto. Generalmente es todo lo contrario.

© Javier Godoy

Para muestra un botón: Mientras cinco de los seis matutinos existentes en Santiago, ofrecieron al público la emblemática y tradicional imagen del recién electo presidente, Ricardo Lagos, en su primer discurso, Las Últimas Noticias logró nuestra atención con la fotografía de una pareja besándose eufórica, recordándonos a Doisneau o Eisenstaedt. ¿Quién se atrevió? ¿Quién tuvo la lucidez de ponerla en portada, sacrificando la obviedad del clásico cliché? ¿Fue el editor? (en esa fecha Miguel Ángel Larrea, hoy jurado de World Press Photo - 2000) ¿Afecta el estereotipo, a la larga, también al ojo del editor? La foto (de Javier Godoy) - o similares - también fue captada por ‘la competencia’... ¿No fue suficientemente defendida? ¿Con qué argumentos? ¿Ante quién? El problema del editor, hoy, excede su idoneidad o no idoneidad. El asunto no recae ya en si existe "él" editor en Chile y el resto son sólo jefes de fotografía. Para el director de la Agencia Vu, el francés Christian Caujolle, "los editores periodísticos son individuos cuya cultura es, sobre todo, la de un texto cultural (una cultura de prensa, o sea, una cultura de las convenciones de la prensa). Los editores le temen a aquellas fotos que reconocen como terriblemente poderosas. Incapaces de mostrar la verdadera realidad, son vulnerables a todo tipo de manipulaciones e instintivamente se vuelven autoprotectores, consagrando y protegiendo así ciertos estereotipos".

A juicio de Caujolle, esto último vendría explicando el por qué la World Press Photo llegó a ser el "defensor de facto" de una serie de gratuidades fotográficas y exaltaciones de la anécdota (por ejemplo en la categoría deporte o en los retratos divertidos de personajes famosos). Ante estos estereotipos el jurado pensaba en el gusto del lector (lo que en realidad es un desprecio por éstos), legitimizando imágenes que cada año volverían a repetirse. "Hace casi una década la situación fue revertida. Fue como si, tomando conciencia de que la televisión es hoy el principal medio de información icónica, la profesión fotográfica anheló afirmar identidad enviando a WPP imágenes diferentes, las que fueron premiadas. World Press Photo las legitimizó, y el público, sorprendido placenteramente, las apreció. Diez años atrás era impensable que el jurado premiara un trabajo nunca publicado en prensa, producido en Bulgaria por Anthony Suau, para una exhibición sobre la Europa rural en el Centro George Pompidou de París. Diez años atrás era impensable que el trabajo de Paolo Pellegrini sobre el SIDA en Uganda, en esta radical formalidad, pudiera ser aceptado por el jurado como ´fotografía de prensa‘". Así, Caujolle, tiene esperanza en el futuro, en el cual -dice- "si bien nunca será radiante, podamos suprimir clichés y rebajar convenciones".

Mención aparte, y si se trata de mostrar ejemplos positivos en nuestro país, merece el colectivo integrado por los fotógrafos Rodrigo Gómez y Claudio Pérez, fundadores de la Agencia de fotógrafos IMA, que además cuenta con la colaboración de Javier Godoy, Miguel Navarro, el español Elde Gelos y el francés Eric Facon, como asociados. Ojos de diferentes nacionalidades que plantean como proyecto común "ofrecer miradas al mundo". "Proponemos - dicen - una visión personal en todos los campos de la imagen fotográfica: la actualidad noticiosa nacional e internacional, la comunicación institucional y comercial, la expresión individual del reportaje y el retrato. Nos involucramos en el desarrollo de los más ambiciosas proyectos culturales y artísticos (...) Ofrecemos un testimonio honesto y comprometido desde el lugar donde ocurren los hechos. Miramos la actualidad muy de cerca, hoy para documentar mañana la historia". De esta manera, la agencia logra la distancia que el fotógrafo de Magnum, Patrick Zachmann (invitado por IMA para realizar un taller de edición y mostrar sus trabajos de China, el judaísmo y la mafia napolitana, entre otros) planteó con respecto a la prensa tradicional y sus condiciones, a fines del mes de Julio del 2000 en el Museo de Bellas Artes. Dicha distancia, claro, por ningún motivo niega su rol dentro del periodismo.

El fotoperiodismo en Chile, hoy, está siendo realizado por ese reducido número de profesionales que no ven en el medio más que un alto en el camino. Fotógrafos que, sabiendo que el documentar la vida diaria no tiene mercado, lo siguen haciendo. Hombres y mujeres que -a veces, sin saberlo- son factores de cambio, pequeños transformadores, como quizá ayer lo fueron muchos que hoy han colgado la cámara. Estamos dentro del círculo -preciso es no olvidarlo- el medio es aplastante, inhibe los sueños y la rebeldía de muchos, pero si eso amedrentara a todos por igual, nadie haría nada, y nada cambiaría. La calle está vacía, sin embargo existen los que van sembrando un germen de rebeldía positiva, de cambio, de innovación. Algunos de los nombres aquí citados, les pertenecen. Ojalá hubiese más. Unos marcan el camino y los otros se inspiran en ellos, heredamos y legamos un cuerpo que se va haciendo consistente en el tiempo. Extenso proceso. Un deber involucrarse.

(Artículo publicado originalmente en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de junio de 2001)

20010615

Claudio Pérez: “NO HAY ARTE SIN POLÍTICA”

© Claudio Pérez


¿Puede Claudio Pérez (1957) renunciar a tomar fotografías? Su cámara, es cierto, no mató a ningún hombre, como le sucede a Alexander, el protagonista de Before the rain, película que recientemente impresionó al fotógrafo. Pero un día, durante la dictadura, el antiguo miembro de la AFI presenció el bestial golpe que un funcionario de carabineros le propinó a un manifestante, directamente sobre el rostro. No tomó la foto, ni la del violento bastonazo, ni la del joven ensangrentado y desde ese minuto tuerto, ni la de sus colegas compitiendo, ávidos, por fotografiar al afectado. Ese día renunció, pero no a la fotografía, sino al periodismo y a la locura que lo cubría todo.

La fotografía de prensa se desvivía por la foto impactante; Los reporteros gráficos perseguían el Pulitzer y si eran citados a una manifestación contraria al régimen militar, esperaban, al menos, que alguien lanzara una piedra, ojalá una molotov, y la represión no se hiciera esperar. "Qué fome, no pasó nada", comentaban al retirarse si no había detenidos, algún herido o los ‘atractivos’ disturbios. Entonces no había foto.

Pérez emprendió el viaje necesario, interior. Y físicamente se trasladó al pueblo de Andacollo. De ahí -de sus constantes viajes al poblado- surgió el libro Andacollo, Rito pagano después de la siesta (Ed. LOM, 1996). Hoy, luego de fundar hace dos años junto a Rodrigo Gómez la Agencia de fotógrafos IMA, enfoca su lente hacia tres frentes del quehacer nacional; Fotografía a los protagonistas de la noticia (para la prensa local y extranjera), retrata a los intelectuales más destacados del reducto cultural chileno y ofrece los servicios de imagen corporativa a diversas empresas, ya sea en forma de elegantes calendarios, dípticos, memorias o campañas publicitarias. ¿En qué quedó su trabajo de denuncia (recientemente visto en Chile desde dentro, en el MAC) o aquel más sugerente como El Artificio del Lente. Apuntes de Viajes: 1998 - 2000, ofrecido junto a Héctor López, Álvaro Hoppe y Javier Godoy, en el mismo museo? Inquieto -¡hiperkinético!- Claudio Pérez presenta hoy El muro de la memoria, mural fotográfico permanente, de aproximadamente 40 metros cuadrados, que reúne 950 imágenes fotográficas de los 1.192 detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. El proyecto -auspiciado en gran medida por el Fondart- debiera inaugurarse este año, a fines del mes de julio. ¿El lugar? El puente Bulnes, sobre el emblemático río Mapocho.

-¿Cómo nació este proyecto?
-Para la exposición Chile, La memoria oxidada, iniciativa de Editorial LOM, viajé a Italia. En la catedral de Módena, en una de las paredes exteriores de la torre del campanario, hay un mural y una placa que dice: ‘La ciudad de Módena, a los partisanos muertos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial’. Eso me recordó inmediatamente las fotografías de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. En 1999 presenté un proyecto al Fondart, que permite la construcción de El muro de la memoria y que reúne la totalidad de las fotografías que existen de detenidos desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet. De 1.192 detenidos desaparecidos, logramos reunir al rededor de 950 fotos, sacadas de los archivos fotográficos de la Vicaría de la Solidaridad, la Comisión Rettig, el Instituto Médico Legal y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. La suma de estas imágenes conforma hoy un nuevo archivo del cual, su reproducción, guardaremos acá, en la Agencia IMA.

-¿Qué harán con él?
-En primer lugar, digitalizarlo y entregarle un CD a todos estos organismos, especialmente al Instituto Médico Legal, que es a quien más le sirve para la identificación de los cuerpos. A futuro, presentaremos un proyecto que consiste en ir a buscar la foto a terreno, hacer una película sobre la búsqueda de esta foto. Porque al inicio del proyecto yo pensaba que estaban todas las fotos y no sería difícil encontrarlas... no fue así. Mientras los familiares buscaban los cuerpos, nosotros iniciamos otra búsqueda, la de sus fotografías. Conseguimos la dirección de los familiares de detenidos desaparecidos, sus datos más recientes (porque muchos se mudaron o dejaron el país) y les enviamos cartas explicándoles el proyecto, dándoles a entender la necesidad de que estuvieran todas las fotos en este mural, que no faltara nadie. Enviamos alrededor de trescientas cartas y así comenzaron a llegar fotos a la Agrupación, dos o tres de hijas de detenidos desaparecidos que viven en La Paz, por ejemplo. Pero también hay otros casos, donde no existe ni el carné ni se conoce a los familiares de un detenido desaparecido, o sea hay 30 personas de las que no encontraremos nada.







Militancia por la vida

-El proyecto tuvo una gran acogida, las personas comprendían la necesidad de este mural...
-Por supuesto, si hasta nos enviaron fotos enmarcadas -imagino que las sacaron del living de sus casas- acompañadas de una carta, pidiéndonos que ‘por favor, que es la única foto que tenemos...’ Más que fe en este mural -que no debieran existir, porque no debiera existir detenidos desaparecidos... nunca los hubo hasta la dictadura de Pinochet...

-...En el gobierno de Ibáñez del Campo también se detuvo personas - especialmente homosexuales- y, se dice, se les tiró al mar o se les desapareció...
-Claro, pero no se trató de una política de terrorismo de Estado. El otro día tuve una discusión -bueno, ya son opiniones políticas, pero este es un trabajo político- donde un amigo me decía ‘es que los militares se volvieron locos’. Yo creo que los militares no se volvieron locos, siempre han sido locos. Pero, sí, ellos aprendieron estas prácticas y políticas de represión en West Point o en la Escuela de las Américas en Panamá, donde todos los militares latinoamericanos, de un rango para arriba, van a hacer su curso de especialización. Esa política de represión y desaparición fue comandada por Estados Unidos. De hecho en la película Missing, de Costa Gavras, se habla de eso. Ellos no iban a entregar los cuerpos. ¿Quiénes estaban involucrados ahí? El Departamento de Estado Norteamericano. Desde el mismo día del Golpe Militar ya estaba instaurada la política de desaparición de personas, y no termina con la dictadura militar... En el gobierno de Aylwin, cuando ya había una ‘apertura democrática’, los familiares de detenidos desaparecidos, en Calama, comenzaron a averiguar hasta que un día metieron una retroexcavadora en el desierto. Escarbaron, buscaban los cuerpos de sus familiares y estaban tan cerca, a 14 kilómetros, que un día llegaron los militares y removieron todos los cuerpos, pues ellos sabían donde estaban. Entonces, al final los familiares lograron llegar al lugar pero encontraron pedazos de dentadura, lo que quedó de esa remoción de escombro humano. La política de desaparición de personas perdura hasta el día de hoy, capaz que mañana pesquen otros cuerpos y los remuevan de nuevo. Entonces, no es que los militares se hayan vuelto locos, es sistemático, es una política de las fuerzas armadas.

-Un trabajo político, dices ¿Por qué este compromiso hacia esta realidad política? -Porque uno es un ser humano. Hace mucho que no tengo militancia política -yo milité en la "J"- pero ésta es una militancia política por la vida, no por un partido. Por los derechos humanos, la justicia... Hay que tener una militancia.

-¿Si no fueras fotógrafo utilizarías otra vía?
-Por supuesto

-¿Y lo haces?
-Utilizo el lenguaje. Donde pueda converso con la gente, con el taxista, en la micro, en los bares, donde sea. Hablo de la injusticia y de la dictadura, y no es una paranoia o que esté chalado. Si uno fue testigo, hay que recordarle a la gente lo que pasamos y hay que hablarlo con los más jóvenes también. Esa es una labor más allá de la de fotógrafo. Yo no hago fotos de lo que hablo, yo hablo de lo que viví y vivió el país.

-Y la fotografía es una manera de recordar y de hablar...
-Por supuesto. ¿Cómo llegué a la fotografía? Es una militancia de la especia humana, política. Comencé a hacer fotos como medio de denuncia, después me convierto en fotógrafo y mi oficio es la fotografía y mi manera de decir las cosas, de comunicar y de experimentar, también es la fotografía. Pero mi llegada a la fotografía, el año 1983, es para denunciar la dictadura militar. Fotografía de prensa, pero para denunciar ante el mundo y para tener un registro histórico de la barbaridad de la dictadura.

-¿Qué edad tenías?
-26 años.

-¿Qué te perecen las metas de muchos jóvenes que hoy, con 26 años, se muestran completamente indiferentes al cotidiano, a lo que les rodea? ¿Es porque no vivimos una realidad a primera vista tan denunciable o se halla disfrazada y son otras las causas?
-Pero vivimos en democracia igual. Hemos conseguido espacios democráticos. El plebiscito lo consiguió la gente, el pueblo, no fue una gracia del señor Pinochet. Las protestas, la rebelión popular, consiguieron que se llegara a cierto acuerdo y a un plebiscito, con toda la mesa de negociación que hubo, donde no se convocó al pueblo ni a las organizaciones de izquierda ni de derechos humanos... Pero hubo un acuerdo, se consiguió llegar a un gobierno democráticamente elegido, desde Aylwin hasta hoy. Hay espacios donde puedes decir cosas, denunciar, aunque igual estamos en la cuerda floja, como decía Alejandro González. Él era jefe del Departamento Jurídico de la Vicaría de la Solidaridad, un abogado impecable, un señor de 60 años que entrevistamos y al final de la conversación nos confesó que se había hecho un scanner de todos sus huesos. Inocentemente le preguntamos por qué. ‘Porque uno nunca sabe’, respondió. ¿Qué nos dice eso? Que nadie -nadie- sabe qué puede suceder nuevamente el día de mañana. Él quiere que sus hijos tengan su cuerpo entero y nada le asegura que no vuelva a suceder lo que sucedió. Si hace unas semanas el señor Manuel Contreras, ex general de la República y jefe de la DINA, dice por televisión que no está arrepentido para nada de todas las barbaridades que hizo... O sea, estamos hablando de una persona que aparte de ser enfermo mental es una persona cuya ideología, cuyo norte, es exterminar al disidente, al que piensa distinto, exterminarlos, a todos. Usa los medios militares para eso, pero tiene su ideología, tanto el señor Contreras como el señor Ricardo Claro, tanto los militares como los empresarios y la gente de derecha, como los señores Longueira o Moreira. Ellos no piensan pedir perdón. Por supuesto, ellos ganaron, su ideología ganó. A través de las armas, de la desaparición, el país creció. Pero para ellos los costos son presupuestados, irrisorios para lo que el país consiguió: Zafarnos del marxismo internacional, tener una economía de mercado exitosa... Y lo harían de nuevo si es necesario, lo dicen, y por televisión, porque todos los medios de comunicación son de ellos... los señores Edwards, Fontaine y todos los demás son los dueños de los medios de comunicación en este país, es el legado que les quedó. Y para qué hablar de las empresas públicas que pasaron a mano de los "civiles de la dictadura" por servicios cumplidos a Pinochet.

-El Informe de Amnistía señaló hace unas semanas que "En Chile se tortura hoy".
-Por supuesto, la policía sigue siendo la misma. Los jóvenes tienen conciencia de lo que les pasa hoy, que por ser jóvenes los van a detener por sospecha aunque por ley no debieran. Porque la policía se mete la ley por la raja, o sea, no tienen idea, son poco profesionales en ese sentido, son seres que les interesa la guerra y la muerte y punto.

-Pero ¿no adormece la democracia hoy? A los 26 años decidiste denunciar con tu cámara, sin embargo hoy el contexto es el dinero, la competencia, el éxito...
-El triunfo de la dictadura fue meternos en esta sociedad individualista y de ignorancia y poca solidaridad. ¿Qué son hoy las juntas de vecinos? Mi papá participaba en la junta de vecinos. Era demócrata cristiano y discutía mucho con un tipo del Partido Nacional y un comunista, en el tiempo de Allende. Terminaban a punto de trenzarse a golpes. Pero después se iban a un bar, se tomaban un vino tinto y se curaban, o terminaban todos riéndose y se iban abrazados a sus casas. Vino el golpe y uno de ellos desapraeció, el del PC, y nunca más mi papá habló de política. Nunca más hubo esas reuniones. Junto con él se murió todo esto. Es como este proyecto... Si tú ves las fotografías de tanta gente, lo que ves son las fotografías de tu familia, de nuestra familia, la Familia Chilena. Ves nuestras costumbres, nuestra manera de ser, nuestra vida cotidiana, nuestra religiosidad, nuestros actos sociales, a nuestros padres casándose, nuestros hijos bautizándose, tú ves a la Familia Chilena, o sea, nos desaparecieron a la Familia Chilena. Nos hicieron desaparecer todo, para construir esta sociedad en que vivimos hoy. Y los jóvenes están metidos en la droga, la pasta base, el dinero... Ahora, los jóvenes tienen conciencia, ellos saben lo que pasó, y eso también depende de lo que sus padres les hayan contado. Pero si tú ves la maniobra de la derecha, de la publicidad, del marketing, de las consultoras y de todo este aparataje norteamericano que lleva al éxito a Busch o a Clinton o a quien sea -y aquí quieren llevar al éxito a Lavín- ...o sea, que adormece, por supuesto. Y les brinda un mundo fantástico, de cambio, de fantasía. Gente que estuvo en la Vicaría de la Solidaridad, como un abogado, el señor Luis Hermosilla, que vio todo lo que sucedió entonces, recientemente apoyó la candidatura de Lavín. Porque él cree en ese cambio. O sea, o se chaló o nunca estuvo en realidad comprometido con los derechos humanos. Pero no puede ser que ahora esté aliado con Longueira o Lavín, que prometen el cambio y pueden apoyar un nuevo golpe militar. El sistema en que vivimos no permite cambio, aunque sea un gobierno concertacionista, con presidente socialista... y un sistema capitalista también.

-Pese a que durante dictadura decidiste apartarte un poco de la fotografía de denuncia -porque comprendiste que comenzabas a convertirte en un cazador de fotos impactantes, como Alexander Kirkov en Antes de la Lluvia- tu compromiso político te hace volver...
-Eso habla muy bien de lo comprometido que uno estaba, no porque volví, sino por que me fui. Vi que estaba contaminándome, que tal vez estaba persiguiendo un premio Pulitzer. Inconscientemente, quizá, mucha gente lo esperaba, y la foto era más importante que lo que estaba sucediendo. Habla muy bien de la perseverancia y la honestidad con que uno ha hecho su trabajo. Porque el año 1984, cuando un paco le vuela un ojo a un joven en la Plaza de Armas y éste está tirado en el suelo y junto a él el ojo reventado y diez fotógrafos haciéndole fotos y yo sin poder hacer una, ni la de los fotógrafos haciéndole fotos a este joven, ni la del paco, sólo queriendo llorar y salir gritando y esconderme, arrancar, porque estaba impactado, bueno, no hice fotos de eso... Como no las hice de otras manifestaciones, por diferentes motivos, porque ya no era la denuncia sino el morbo. El otro punto que me vuelve a ese compromiso es cuando me toca por casualidad presenciar la entrega de los restos del niño Fariña, de 13 años, a sus hermanos, en el Instituto Médico Legal. Por casualidad me encuentro dentro y comienzo a hacer fotos. Tenía dos cámaras fotográficas, una que suena mucho, cargada con película color, y otra que suena muy poco con blanco y negro. Usé ésta para guardar un poco el grado de intimidad, porque no se podía y yo estaba de colado ahí. Llega un momento en que uno de los hermanos toma el cráneo y lo besa, es una imagen fortísima y no pude... Pensé hacerla en blanco y negro, pero se había acabado el rollo. Pude tomar la cámara cargada con color y hacer cinco fotos, rápido, y haber partido a la France Press a venderla. Pero no lo hice, me bloqueé. No se podía hacer ruido, él se estaba despidiendo, o sea, por lo menos no metas ruido. Con la otra cámara quizá tomo una foto y me voy, porque yo también ya temblaba. Tienes que tener un mínimo de respeto con las cosas que están pasando, no puedes tirar flash o cuando le está saliendo la lágrima del ojo, tú ahí ¡paf!, ojalá ahí hacerle la foto. No, por favor... Ahí me retiré.

-Renuncias a hacer fotografías -esas, al menos- pero no a tu compromiso con Chile...
-...Y con Perú y con Brasil y con Bolivia, Sudáfrica y Palestina. Con la humanidad. Yo no soy nacionalista, ni patriótico, no, por favor. Seré chileno, pero ante todo internacionalista.






Catedral de la Memoria

-Mucho se ocupa la palabra memoria pero cada vez se recuerda menos.
-Nuestra generación, la de los ’80, tiene un deber, el de hacer trabajos con la memoria. Fuimos los actores de ese tiempo. Hay que hacer documentales. Junto a una documentalista chilena que hoy vive en Berlín, trabajaremos el período de los ‘80, los jóvenes de entonces y lo que son ahora. Hay gente que cambió radicalmente, ahora son yuppies, ‘ojalá que al tata lo dejen tranquilo’, ganan sobre el millón y medio y el sistema les queda la raja. Pero antes eran del Frente (Patriótico Manuel Rodríguez), nunca de clase baja, sino acomodada. Mi generación tiene un deber, y si uno es artista o un comunicador, tiene el deber de realizar trabajos en torno a la memoria. Y eso porque hay generaciones que vienen. En Alemania se está construyendo también un muro de la memoria.

-Y comienza a indemnizarse a los judíos...
-Por supuesto. Eso no va a acabar, tú ves en la televisión a esas personas y se emocionan y aún lloran. No es ‘borrón y cuenta nueva’, como dicen acá, ‘miremos el futuro, no nos quedemos en el pasado’. Yo no estoy en el pasado, pero no podemos dejar de tener conciencia y memoria del pasado. Si no, no podemos construir nada, no podemos hacernos los huevones.

-Volvamos al mural. ¿Qué sucedió cuando consiguieron las fotografías?
-Con Rodrigo Gómez, fotógrafo, mi socio de la agencia IMA, comenzamos a editar las fotos. Por cada detenido desaparecido había una foto única, quizá la décima reproducción de la foto del carné de identidad o una fotocopia, o tal vez diez fotos de la misma persona. Escogimos la mejor, no por su calidad estética o de conservación, si no por lo que decía: La que más nos emocionaba o puede emocionar a la gente, que habla de la vida cotidiana de ellos, de la sonrisa, de su juego con el niño en la playa, cortando la torta del cumpleaños de su hijo... Esas cosas que hablan de sus vidas más que la foto de carné, que es muy dura y muy fea, casi un fichaje.

-O sea, trasladando esas imágenes al presente ¿podría ser cualquiera de nosotros, habrá una identificación?
-El otro día lo hablaba con mi mujer. Podemos rellenar los espacios que van a quedar vacíos, con fotos nuestras. Fotos de nuestra vida cotidiana, tuyas, mías, de nuestras amigas, de nuestras fiestas, nuestros asados, nuestros paseos por el campo, el viaje en tren o en metro. Podríamos poner fotos actuales, de nosotros mismos, y serían casi igual a ellas... Bueno, luego reprodujimos todas las imágenes. Les pusimos el nombre y la fecha para identificarlos. Revelamos las películas, las pasamos a contactos y las archivamos. Esa labor la hizo Francis Cifuentes, que llegó a hacer la práctica en IMA y copió todas las fotos de los detenidos desaparecidos. O sea, terminó viéndolos aparecer a todos ellos nuevamente. El espíritu de los detenidos desaparecidos está vivo ahí. Es la magia de la fotografía, el combate a la muerte. Por eso es recuerdo y es memoria y emoción, te regresa a ese lugar, a esa época, y vuelve a estar viva esa persona. Esa es la importancia de este trabajo, que mantiene vivos a los detenidos desaparecidos. No queremos provocar un shock, pero sí emocionar, porque todas las fotografías de tus familiares te emocionan.

-También habla de la importancia que le asignamos en occidente a la materia, donde eso de ‘aún está con nosotros, no ha muerto’, tiene que ver con la representación tangible, cosa que en oriente pareciera ser menos importante.
-Por supuesto. Ellos trabajan la elevación del espíritu, nosotros la jubilación y un hoyo en el cementerio. Habla muy bien de como somos, pero no por eso va a ser feo. La gracia de la fotografía es que, más que mantenernos vivos, nos mantiene ‘vivos en el recuerdo’. Necesitamos recordar. Estás solo, recuerdas y te trasladas. Es, también, un viaje interior... Después mandamos a hacer 1500 placas en arcilla. La tierra... Se dice -bajo esta concepción occidental- que el ser humano nace de la tierra y vuelve a la tierra. Pero el círculo no es redondo.

-...El tiempo nunca muere.
-El tiempo nunca muere. Más que regresarlos a la vida, necesitamos tenerlos en la memoria. También esto de tener una placa y su foto pegada en ella, me recuerda las fotos en los cementerios. Claro que eso es losa y esto es tierra. Es casi como darle una sepultura, pero tenerlos aquí. No se trata de decir ‘cerremos el cuento, pongamos la lápida’. Sabemos que están muertos, sabemos que los mataron a todos, que los violaron, los degollaron, les quitaron a sus hijos y los tiraron al mar o a los volcanes... Están todos muertos, pero es casi como darles una sepultura y tenerles un lugar donde sus fotos -no ya un cuerpo- reposan, en vida. ¿Y por qué el río Mapocho, el puente Bulnes y la plaza Joan Alsina? El río se llevó muchos cadáveres, ese lugar lleva el nombre de un cura español, tiene que ver también con la religiosidad nuestra, latinoamericana, un continente religioso, sincrético, viene este cura español y lo fusilan. Tiene que ver también con España y la conquista.

-Es, también, un lugar con poca custodia. Ya antes desconocidos atentaron contra el mural de Joan Alsina, arrojándole pintura...
-Pero era el único lugar. La gente de la Agrupación me preguntaba ‘por qué no lo ponemos en la Plaza Italia’. ¡Por favor! No estamos en condiciones políticas ni democráticas. Te creo en 50 años más, tal vez... En Alemania todavía hay un conflicto por esto del pago de las indemnizaciones... Planteé hacerlo en la Catedral de Santiago, le llevé el proyecto a monseñor Valech, arzobispo. Me tiró el proyecto por la cara, me dijo que yo era un loco, un desquiciado. Me trató así, como un desquiciado. Se espantó, me echó. Yo le decía ‘pero por qué tanto’ y él, balbuceando, me respondía -mentiroso, además- ‘no, es Patrimonio Nacional, no puedes pintar estar paredes, no puedes hacer nada’. Bueno, iré a Patrimonio Nacional entonces... ‘No, que ellos son de derecha, jamás te van a permitir’. Mentira. ¿Qué sucede, en el fondo? Que toda la gente de derecha que pone verbas, las platas, el 1% (ellos pondrán el 10% a la iglesia y a la Catedral de Santiago) se retirarían, no serían más partidarios de esto. Tú ves en la procesión de la Virgen del Carmen en Santiago. Vienen las FFAA, viene el señor Sinclair y otros militares que estuvieron en la dictadura y fueron partícipes del genocidio, de la tortura y la desaparición, y ellos en primera fila con la Virgen del Carmen, cargándola. Son ellos los que dan las platas a la Iglesia y el señor Valech con ellos, o sea, si tú pones el mural ahí, por supuesto toda esta gente se va a indignar y jamás va a volver a la iglesia, a esa iglesia. De todas formas, el puente es un lugar público, cotidiano, urbano. No es un lugar cerrado. La gente que va al cementerio va con una connotación, igual que a Villa Grimaldi. Este es un lugar de paso, que se va a convertir en lugar de culto también, de memoria. Además, con la plaza Joan Alsina. O sea, se va a convertir en una Catedral de la Memoria, por así decirlo, por el sentido religioso; Alsina, la cruz, el aire... También presentaremos un proyecto para iluminar este lugar, a través de otro Fondart o en la Dirección de Arquitectura. Todas las esculturas y obras en la calle sufren de la intervención del hombre y también climática. Pero no creo que halla un atentado de bomba o algo así, no creo que les vaya a provocar tanta rabia. Pero capaz que ellos hagan ahora un mural en la Escuela Militar, con todos los muertos víctimas del ‘terrorismo internacional marxista’.

-¿Quién hizo las cerámicas?
-Fueron hechas por un gran artesano, Sergio Porflidt. Se fue probando la emulsión fotográfica sobre las cerámicas y su resistencia. Primero fue grabada en 700° y no había consistencia, quedaba con porosidad y le entraba líquido, había que sellarlas más. Se le dieron 1.100° de temperatura. Teniendo eso nos contactamos con Luis Acosta, artista plástico que ha trabajado con Enrique Zamudio, y fue él quien fabricó una emulsión fotográfica muy resistente.

-¿Qué falta para que el proyecto esté listo?
-Cada una de las cerámicas lleva una ubicación en el muro, pues las ordenaremos por fecha de desaparición y por apellido. Como existen novecientas y tantas fotos y esperamos encontrar las que faltan algún día, dejaremos el espacio vacío, con el estuco de la pared a la vista, para que estos 250 espacios libres den la oportunidad a que un familiar, amigo o conocido, se acerque a la Agrupación, nos pueda dar esta fotografía y podamos convertirla en placa para ponerla en el mural... hasta el último detenido desaparecido, que es del año 1989, o sea; 26 años de política de desaparición. El Ministerio de Obras públicas se ofreció como parte ejecutora del montaje de las placas, proceso que se inició la semana pasada y debe estar listo en un mes. Creemos que a fines de julio podría estar inaugurándose. Será un acto sencillo, de lectura. Hablará Marisol Berríos, mi amiga íntima, hija de Lincoyán Berrios, quien debiera estar -según los informes de los militares, que son poco creíbles- en la cuesta Barriga. Hablará también Nivia Palma, en representación del Fondart; Viviana Díaz, como presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ella está muy agradecida, que el arte esté al servicio de la memoria y de la causa de los derechos humanos) y, finalmente, hablaré yo.

-¿Crees en un arte descomprometido políticamente?
-¿Para qué sirve el arte y los artistas? Es un deber. Un artista también es un ser humano, parte de la sociedad. La sociedad le debe mucho a los artistas, necesita de ellos, del canto, del baile... Sin arte, el mundo ya no existiría. Los artistas, entonces, tienen un deber planetario, por los hombres, las mujeres, los animales, el sistema, la divinidad... El arte debe estar comprometido siempre, no con la lucha del pueblo y las banderas del partido, no, con la lucha por la sobrevivencia, por la humanidad, por los derechos humanos, la libertad de expresión, comprometido con la democracia política, económica... Es un compromiso que va más allá del ser artista, sí, el arte debe estar al servicio y el arte es política. Todo acto es político. Para mi no hay arte sin política.

-Pareces tener muy definido tu norte. ¿Sabes verdaderamente hacia dónde vas, tienes tus metas tan claras?
-No sé si es una meta, pero cada vez tengo algo más claro: Cuando terminó la dictadura física, real -porque aún vivimos bajo una dictadura económica- pensé que ya había terminado mi trabajo de denuncia o de compromiso. Ahora creo que cada día se acentúa más. Yo soy un ser político y soy un ser fotógrafo. Trabajo la política a través de la imagen... Y trabajo la denuncia, las desigualdades, el dolor y la esperanza. Y la alegría también, y el amor. O sea, también es una postura ética, filosófica, humanitaria. Todas estas posturas de principios y valores las aplico cada vez más en mi vida y, por supuesto, en mi trabajo fotográfico. Cada vez tengo mayor compromiso con eso.




-Para terminar ¿Tienes alguna opinión respecto a lo que pasa con la fotografía chilena actualmente?
-Noooo, ni sé lo que pasa. Estamos todos tan desperdigados, absorbidos por el sistema y la sobrevivencia económica, que uno no tiene tiempo de reunirse. Pero sí, yo esperaba más de El Artificio del Lente, un proyecto muy bueno, de cinco fotógrafos, donde pudo visualizarse otra cosa, hacer un giro visual, emocional, en cada uno de estos fotógrafos -me incluyo- y como propuesta fotográfica a los demás, al mundo santiaguino chileno. Y no hubo nada de eso. Nuestra propuesta fotográfica nacional no es nada, no hay nada. Sería fantástico hacer un coloquio de fotografía nacional y conocer el trabajo de gente que salió hace cinco años de las escuelas de foto, que tiene una propuesta que uno no conoce. O que los jóvenes sepan que uno se quedó pegado en la fotografía de siempre o que uno no hace nada o está haciendo experimentos visuales antropomórficos, no sé. Pero conversar en torno es lo que más nos falta.

-¿Qué tan amplia es la posibilidad de experimentación en que se mueven? He visto como ustedes sólo cambian de formato; que uno usa polaroid y el otro panorámica, que éste permite que la placa se deteriore para lograr un efecto más plástico o -a la manera de Zamudio- emulsiona una tela... La propuesta debe estar en la mirada ¿no?
-Me gusta la técnica de Zamudio, pero él hace su trabajo para él y para nadie más. Está bien, es respetable, pero lo encuentro muy egoísta. Yo no vivo en torno al trabajo que hago para mí. Uno tiene un trabajo personal, pero no es el más importante. Hazlo, pero no puedes vivir en torno a eso.

-¿Dónde está entonces la nueva propuesta que esperabas de El Artificio del Lente?
-Esperaba, por ejemplo, ver a Álvaro Hoppe haciendo retratos, a Héctor López haciendo fotografía color, intervenida o de diapo revelada como negativo... no es nuevo, no soy partidario de esas cosas, pero habría sido interesante ver a estos viejos cracks planteándonos algo. Yo podría haber emulsionado telas... También podría haber sido más conceptual. Muchas veces planteé que si éramos 5 fotógrafos y la palabra Chile tiene cinco letras, cada uno tomara una de ellas. Cada uno, por ejemplo, imaginara la "C", de lo cósmico de este país, de lo culeado de este país, de lo castrado, de lo caótico, católico, creador... Cada uno podría haber desarrollado todo un concepto. Otro podría haber hecho fotografía aérea, y tal vez la habrías hecho sin moverte de tu casa: El desierto con el cerro de arena de tu patio, el sur y los bosques en la floresta de tu jardín, los hielos dentro del refrigerador, no sé, no importa, una mentira enorme pero fantástica. Otro podría haber planteado, a través de los retratos, acerca de la "h" de este país: Lo huraño, lo hermoso, lo huevón, lo hosco... Luego lo ilustrado, lo iluso, lo injusto, lo indigno. Pudimos haber explorado la mente y la creatividad de cada uno, armar un cuadro y decir ‘esto yo lo planteo así’. Cinco fotógrafos con cinco propuestas, cinco miradas del Chile de hoy. No, quedó como si fuera el trabajo de uno solo. Yo mismo, solo, podría haberlo hecho... Salvo las fotos de Hoppe, que son feas para mí. Son feas, no hay amor, no me gustan, no son ni dolorosas, sin emoción alguna... un condorito... son chistosas, pero una gracia fome, como lo de (Oscar) Wittke. No son la gracia de un Elliot Erwitt, no son una gracia esperanzadora, sino sin fin, mentirosa. Lo encuentro falso, y se lo he dicho a Hoppe. Yo lo admiraba en tiempos de dictadura, conocí la fotografía a través de Hoppe, el año ‘83, y era para mí un valor y lo fue hasta el ‘90. Pero bueno, uno tiene que asumir lo que hace.

(Entrevista publicada originalmente -con excepción de las dos preguntas finales- en el diario electrónico El Mostrador, durante el mes de junio de 2001)

DANIEL BARRACO: No confundir con tristeza



Daniel Barraco (1956) no se detiene, a un mes de lanzar su último libro –acerca de un grupo de niños que trasladan su modesto número circense a las calles de Mendoza- el fotógrafo continúa impartiendo cursos y talleres en dos importantes casas de estudio chilenas, no deja pasar un día sin escribir una carta –“una extensa y gran carta”, dice- y adelanta, no sin algo de misterio, algunos datos acerca de su inédita serie de desnudos. De mirada oscura y carácter depresivo, según sus pares santiaguinos, el fotógrafo también es –admiten- uno de los más grandes talentos que ha visitado nuestro país.

En Chile fue donde Daniel Barraco vio por primera vez el mar. La playa de Quintero, tenía trece años. En Chile, el fotógrafo y académico, cuando aún no era nada de esto –quizá feliz, como aquellos que dicen conocerlo no lo han visto nunca- hizo el amor por primera vez. Pero eso fue hace mucho. Luego vino su estadía en Francia –que se prolongó durante diez años- y antes, el descubrimiento de su mirada detrás del lente. Desde 1980 hasta nuestros días persevera en una serie de retratos denominada ‘Artes y Oficios’.

En 1998, la desaparecida Galería Contraluz lo hizo regresar a nuestro país, presentando a la sociedad chilena una serie de imágenes inquietantes, cargadas del dramatismo que la fotografía Latinoamericana soporta -como la tradición manda- bajo la forma de una pesada cruz, pero aún algo más: Las fotografías de Barraco nos recordaron un compromiso férreo con la realidad, un compromiso a primera vista estético (inigualable por estas latitudes el estilo y la calidad de sus impresiones en papel) pero, por sobre todo, un compromiso consigo mismo frente a esa compleja y pesada realidad que, para Barraco, es sin duda siempre un peregrinar cuesta arriba.

Por segundo año consecutivo, el mendocino se desenvuelve actualmente en Chile como profesor del taller de producción fotográfica: Imagen y retrato, para el diplomado ‘Patrimonio e identidad’ de la Universidad Católica. Al mismo tiempo, y en forma paralela, realiza un taller y un curso de copiado fino (desde 1999) en el Instituto ARCOS.

Luego de su debut en el formato libro (‘El sentimiento trágico del instante’, Ed. LOM, 1998) y de ‘Fotografía mendocina actual’, trabajo que gestionó y editó con la obra de Carolina Furque, Angel Pescara, Sergio Pantaley, Gaetano Arcidiacono y Ricardo Gonzalez, el fotógrafo -que acaba de exponer ‘Noche de Circo’ (Nuit de Cirque) en Francia- se apronta para el lanzamiento de su último trabajo: ‘El truco de perder la infancia’ (el 6 de julio en Mendoza y el 1 de agosto en la Alianza Francesa de Buenos Aires), una coedición entre la EDIUNC (Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo) y Ediciones de El Amante Universal. El libro registra -siempre desde una mirada de autor- el trabajo de la familia Arriola, un grupo de niños “clowns” que desarrolla su show en las calles de Mendoza.

“Escuché hablar de los Arriola varias semanas antes de comenzar a hacerles fotografías. Expresiones tales como ‘increíbles’, ‘encantadores’, ‘divinos’, y la infaltable ‘fellinescos’ menudeaban en la descripción de estos niños y su espectáculo (estas expresiones, por otra parte, ilustran bien ese rasgo de la sociedad mendocina, el querer ‘esconder la suciedad bajo la alfombra’)” escribió Barraco en el prólogo de ‘El truco de perder la infancia’, obra que además incluye dibujos de su autor y un CD con entrevistas que él mismo sostuvo con los niños. “Ellos son muy conocidos en Mendoza –cuenta- pero te podría decir que se les va acabando la cuerda, porque eran chiquitos cuando los conocí y en cinco años los niños han crecido. Tenían siete, ocho años, y además son de contextura muy pequeña. No han crecido mucho en altura, pero son pibes de 14 años. Entonces, me parece que cierto costado de encanto que tenían hacia la gente, se les va, desgraciadamente, acabando. Y yo no sé, verdaderamente, qué van a hacer porque los chicos son muy impermeables a otro tipo de propuestas que no sea el estar en la calle, son refractarios a eso, no quieren salir de ahí, les cuesta mucho, imagínate encima con un tipo como yo que los ve cada tanto... Yo no me he ido a vivir con ellos, no soy un trabajador social”.

-¿El circo es una de tus obsesiones?
-No, no... Me gusta el circo.

-¿Cuál es?
-Noooo, yo no sé que obsesión tengo.

-Tu compatriota, Sara Facio, ha dicho que lo que ella hace en fotografía “es para lograr que el día que yo me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera ‘ésta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta’. Ese es mi canon”.
-Qué bien dicho. Sí, supongo que algo así será, también. Mirá, yo digo; siempre a través de lo que hace, uno intenta emitir una opinión. La fotografía es una de esas herramientas... Es la que mejor me ha salido. Estaría tentado de decirte que hay cosas que me gustan más que la fotografía -sin embargo si me gustasen más las haría ¿no?- pero son cosas por las que yo tengo una admiración, y un respeto quizá, más grande que por la fotografía: La literatura, la pintura y sobre todo el dibujo. Me parecen herramientas de una profundidad y una riqueza que no sé si la fotografía posee. Ésta es más bien lo que yo puedo hacer.

-Algo pasa con la fotografía que luego muchos la dejan por la pintura...
-La fotografía es una disciplina extraña. Vos tenés el caso de Gyula Halász, Brassai, que era un gran dibujante y gran escultor, y dejó todo y se dedicó a la fotografía. Fue un gran fotógrafo, es cierto. Pero cuando él, que solía llevarle sus dibujos y esculturas a Picasso, luego de un tiempo le llevó sus fotografías, Picasso le dijo esta frase terrible que yo leí una vez hace muchos años y nunca más pude olvidar: Tenías una mina de oro y explotás una mina de sal. Yo no sé cuál es la atracción fatal que tiene la fotografía, que hay gente muy talentosa que ha dejado todo por hacer fotografía. Sin embargo, al cabo de muchos años entran a dudar de las capacidades reales. Fíjate que Robert Frank, que hizo ‘Los Americanos’ -que es como una bisagra en la historia de la fotografía (antes y después de ‘Los Americanos’)- dice a propósito de sus incursiones en el cine, al periodista de Le Monde Michele Guerrin: La fotografía está bien pero el cine es otra cosa, infinitamente más complejo y más rico.

“No quiero para nada ser un mal agradecido con la fotografía, pero hay que buscar arduamente un lenguaje que le sea específico, tal vez ahí la fotografía brille con todas sus fuerzas. Tengo la certeza de que la mayor parte de la fotografía que se hace no es un producto de gran nivel artístico, incluida parte de las obras de tipos que aparecen como grandes artistas. Eso pasará con todas las disciplinas ¿no? Pero cuando el profano, el tipo que no sabe nada dice ‘bueno, pero eso lo hace una máquina’, yo creo que no hay que crisparse así como les sucede a los fotógrafos, creo que están diciendo una verdad que ha lastrado a la fotografía, que la marca. La máquina decide un porcentaje grande de las cosas. Al mismo tiempo, creo que en fotografía se alcanzan, muy de tanto en tanto, extraordinarias cimas de sutileza, sugerencia, ambigüedad, en relación a cómo uno muestra una situación. Porque la fotografía trabaja con un elemento de la vida que es de todos el más extraño y el que se presta a una mayor cantidad de interpretaciones y riqueza, que es la realidad. La fotografía no puede pasar por encima de la realidad”.


LOS ARRIOLA

“En lo que respecta a las imágenes fotográficas, no creo que se pueda hablar de ‘reportaje’ en la acepción que este concepto tiene en fotografía. Creo que se trata simplemente de fotos de estos niños, aunque también creo que no han de quedar dudas acerca de la intencionalidad, testimonial y de denuncia, de las mismas. He intentado insuflarles ese poder de sugerencia y evocación al que aspira toda obra artística, pero me he cuidado bien de vaguedades conceptuales. De vaguedades postmodernas, quiero decir. Que además en este caso constituirían una burla: la obscuridad, el subjetivismo, los juegos de palabras, la irracionalidad del discurso postmoderno, encubriendo mal, con una verborragia vacía, la arrogancia y el hastío intelectual” (del prólogo de ‘El truco de perder la infancia’).

-¿Cómo influyen el peso de la realidad en tu trabajo... la muerte de un amigo, el quiebre con una pareja?
-Influye, pero no lo sé. Yo lo noto con el tiempo. Sostengo totalmente que la persona que realiza una actividad artística está –gracias a Dios- imposibilitada de hablar de su propio trabajo. Porque éste fluye por canales que no están sujetos a una interpretación tan racional. Creo que sí es posible hablar de la obra de otros, pero del propio trabajo me parece que no es posible ni deseable. Ahora, es cierto que cuando mirás hacia atrás podés rastrearte y darte cuenta que en tal época en que te pasaban tales cosas tu fotografía funcionaba de tal manera, pero no es una correspondencia tan clara como para decir ‘mirá, en esta época en que yo me separé hacía fotos más tristes’. Me parece que no es así.

-En una entrevista anterior me dijiste que “hay que querer hacer fotografía más que querer decir algo con la fotografía”, contradiciéndote con esto de que se debe emitir una opinión.
-No creo que haya contradicción. Digamos, en vez de opinión, la palabra expresión.

-Luego agregaste: “No me interesa lo que fotografío porque no creo que la fotografía esté en condiciones de hablar verdaderamente de ello”, a propósito de la relación que muchos esperan que exista entre fotógrafo y fotografiado, casi que te vayas a vivir con la familia Arriola, por ejemplo, y de tanto conocerla quieras dar tu opinión.
-Vamos por parte. Yo no creo en las ideas previas al trabajo artístico. Creo que extrañas, oscuras y profundas motivaciones te llevan a hacer algo, pero no ideas concretas, como que yo quiero decir tal cosa. Es más, pienso que los trabajos que se han hecho a través de esos aprioris son los más pobres. Y cuando digo que la fotografía no está en condiciones de decir algo sobre las cosas, en el caso de este libro es evidente. La realidad de estos chicos es infinitamente más compleja y, si vos querés, más penosa, más dolorosa, pero sobre todo más compleja que lo que yo pueda mostrar en el libro. Lo del libro te lo digo desde ya, es un humilde, pálido bosquejo, de lo que puede ser la realidad. Imagínate vos además la realidad de chicos que están en la calle, que se pasan horas, que llegan a las ocho de la tarde a la calle y se vuelven a las tres de la mañana solitos, en micro a la casa. Y este es, además, el único -el primero y no sé si va a ser además el último- trabajo que he hecho donde está muy presente un carácter de denuncia, del que yo no soy muy amigo, porque siempre he desconfiado un poco de esa actitud militantista en la producción artística. Yo no digo que el artista no vaya a tener opiniones políticas, al contrario, estas cosas hay que denunciarlas y uno no puede ser un imbécil, un tarado que anda fotografiando cualquier cosa y porque sí. Bueno, pero quiero decir que esos aprioris, esa mirada cargada de ideología tipo ‘voy a denunciar y con mi libro voy a poner sobre el tapete...’ Yo no creo en eso.

-¿Y por qué lo hiciste?
-Porque los quiero a los chicos. Porque los quiero. Los chicos son muy conocidos en Mendoza, yo me acerqué y les fui tomando cariño, y me da pena lo que les pasa pero... vos, yo... ¡somos marcianos en relación a la realidad de ellos! Esos chicos viven en una realidad que nosotros no vamos a alcanzar nunca. Las cosas que a ellos les pasan, que ven...

-Pero entonces hay una nueva contradicción. Que tú y yo, que somos marcianos, tomamos su realidad, la captamos, la asimos, y más encima la ponemos en este lenguaje del arte, cifrado, exclusivo para un público que maneja ese código y lo comprende. Entonces ¿cuál es la razón de ser de este trabajo?
-Así es. Eso mismo que vos decís, que es muy cierto, se lo han dicho a tipos que han hecho un trabajo infinitamente más comprometido que el mío a través de los años, como Salgado.

-¿Pero tú te lo cuestionas? ¿Llegas a una conclusión?
-Sí... yo te digo que el caso de estos chicos para mí ha sido bien especial. Me metí con ellos y me fui metiendo más, más, más, y cuando salí de todo esto salí con una mezcla de frustración, de culpa, incluso una sensación de no sentirse a gusto, sin saber qué hacer entre ellos, y lo que me ha seguido moviendo es el afecto por ellos. Y como me dijo un amigo, frente a un ataque de culpa pequeño burguesa, que me dio por todo lo que había estado haciendo con ellos (imagínate que además por ahí me pueden llamar de algún lugar para ir a exponerlo, y yo voy a viajar para exponer la realidad de estos chicos) un amigo me dijo algo muy lindo: ‘Y bueno, lo has hecho, y mientras lo hiciste los chicos han vivido un breve cielo’. Porque la verdad es que los chicos la han pasado un poco mejor. Cuando el Chupetín (Julio César Arriola) me dice ‘Daniel, vos nos hiciste famoso’. Tu te imaginarás que yo no me creo eso, pero él te quiere decir algo con eso, ‘con vos hemos andado por aquí y por allá, nos has expuesto, nos hemos ganado unos pesos’.

-Y como dijo Abbas: “...mostrar por qué este mundo debe cambiar”. Pero también es cierto que si de pronto voy por la ciudad y en un callejón encuentro una realidad atrayente, será mi bagaje cultural y mi capacidad intelectual lo que me dirá: “Qué interesante esto (¡qué interesante!, cuando puede ser la miseria misma, la podredumbre humana) ¿Por qué no fotografiarlo?” Uno se ‘cuenta el cuento’ aquel de que con el acto fotográfico haré un aporte a la sociedad por medio de la denuncia, quizá, pero en el fondo sólo estoy potenciando mi ego.
-Yo te quiero decir una cosa, muy honestamente. Yo nunca tuve la idea de hacer ningún aporte con el librito de los chicos. Honestamente. Lo he hecho por cariño. Si me apuran mucho te voy a decir bueno, sí, yo espero que alguien, que las personas que lo compren, que vean la exposición, digan ‘mirá las cosa que les pasan a estos pendejos’. Y además, ellos no están en la peor situación, no están en lo más bajo de la escala, que por otro lado yo no me lo hubiera bancado, o sea, meterme en la mierda total, no. Yo a veces he estado con ellos y me he sentido para la mierda, quiero irme de acá, de esta suciedad, de esta pobreza, de esta brutalidad. Yo mismo no he podido por ahí bancármela.

“Llevaba como un año tomándoles fotos en la calle, cuando pensé que tal vez se podría hacer una historia con ellos. Empecé a ir a la casa de estos chicos, me fui haciendo amigo, cada tanto agarraba 15 fotos, las pegaba en unos cartoncitos, les hacía unos anillados y se les regalaba. Ellos las vendían, todo lo venden. Después hicimos una muestra con la Carolina (Furque) y había una foto que convertimos en postal para la presentación. Les di cien postales, iban y las vendían. Después, acercándome a ellos, fui conociendo a los padres, que son lo que son, que mandan a sus chicos a trabajar a la calle, el padre trabaja un poco y la madre anda con ellos. Y con todo, no son los casos más terribles... los padres los quieren a los pibes. Empecé a ir seguido a la casa, y no es tan simple porque el padre por ahí chupa, entonces a veces llego y está medio cruzado y no le gusta que vos vayas. La gente que está en esta situación –y yo no soy para nada un conocedor, he ido aprendiendo con ellos- tienen una actitud que a mí me parece absolutamente justificada, tienen razón. Son muy ventajeros, lo que te puedan sacar te lo sacan. Y lo hacen por necesidad. Vos llegás y resulta que viene un tipo de Marte y les hace el disfraz a los chicos, la ropa de trabajo y les trae esto, oye toma esto para que lo vendas, y una vez que hicimos la presentación de las fotos los chicos actuaron ahí y se ganaron unos buenos pesos... ¡sos Papá Noel!. Entonces vas un día y el tipo está con vos tomando mate en el patio, entra a la casa y vuelve con la factura del gas y la luz, y te dice ‘mire Daniel, me llegó esto’. Porque ya que vos le has comprado, el tipo piensa ‘éste nos va a pagar los impuestos’. Y vos ahí le decís no, yo no le puedo pagar los impuestos”.

-¿No hay este tipo de “dignidad” en que el padre te recrimine diciendo ‘mire, estos son mis hijos, usted qué cree, que va a lucrar por medio de mis hijos’?
-Bueno, yo te diría que yo no he lucrado. Ellos pueden creerlo. Cuando hicimos el libro me cuidé bien de la plata que hizo falta para la hechura del libro y así, de la nada, conseguí plata para ellos, para que le quedara a ellos. Porque me parece que se lo deben, se los debo y se lo merecen. No, no me parece que haya que hablar de dignidad, a mí me parece que vivimos en un mundo tan difícil, tan injusto, de tanta exclusión, que para ellos es muy difícil conservar la dignidad. Es lo primero que hay que decir. He intentado siempre ser muy respetuoso con ellos y demostrarles que yo no quería explotarlos. Pero no creo que ellos hayan reparado demasiado en ese tema, que les haya interesado mucho si yo los explotaba o no. Ellos lo que querían era sacar algo y tienen toda la razón del mundo. Ellos quieren algo, confusamente se dan cuenta que necesitan algo a cambio y que pueden exigirlo. Yo lo he entendido así, entonces siempre he tratado de darles, de ofrecerles algo, y de tratarlos bien, con afecto, de ir a buscarlos, de llevarlos, por aquí, por allá. Yo intenté... contraté un muchacho que les enseñara malabares, y no sirvió absolutamente para nada. Porque los chicos hacen un pequeño número circense con un palo de escoba que salta un perrito y una ratita blanca que la ponen arriba del perro y nada más. Y vos les decís ‘che y si aprendieras un poquito más a hacer...’ No, no quieren saber nada, quieren hacer eso nada más. Es muy difícil tratar con ellos, ya lo es para la gente que se dedica al tema, pregúntale a un trabajador social.


EL PESO DE LA REALIDAD

-A propósito del dramatismo de tus imágenes (y de este mate amargo que compartimos) he sabido que tus colegas chilenos te ven como un personaje más bien oscuro y depresivo ¿Qué opinas al respecto?
-No. Unís las cosas de una manera un poco ligera y es lo que hace la gente. La gente es superficial en su mirada y dice, ‘sí, Barraco es depresivo’. Yo no soy un tipo depresivo. La gente depresiva suele ser justamente poco productiva, gente que la depresión le impide trabajar. Lo que no puedo negar en absoluto es que yo soy un tipo que tiene una mirada grave sobre las cosas, en el buen sentido, porque yo creo que la realidad es muy grave. Si dicen que soy depresivo es, también, porque debo proyectar esa imagen y algo de verdad tiene que haber en eso, no voy a decir yo soy Jerry Lewis y ellos ‘creen’ que yo soy depresivo. Yo soy un tipo al que la vida en algunos aspectos le pesa, no sólo por la realidad que vivimos sino por la vida misma. A veces, de verdad que siento que la vida... es un sin sentido... Y eso lastra mi mirada de una cierta tristeza. Pero lo otro me parece una reflexión muy superficial -me lo han dicho ya varias veces- que no hace otra cosa que condenarte a más soledad, de la que ya todos tenemos, y a que no te conozcan y a que tu trabajo sea juzgado siempre con esa vara superficial de las cosas. Me parece mucho más interesante lo que dice Jean-Claude Lemagny (el ex Director del Departamento de Estampas y Fotografías de la Biblioteca Nacional de París) de mi fotografía, que habla de un tipo como saltarín y que está siempre atento y con una gran disponibilidad frente a las cosas. Yo me considero un tipo profundamente curioso y no me parece que un depresivo lo sea, la depresión es sinónimo de aislamiento, de mirada desde tu lugarcito del mundo y de temor. Confundir esa mirada que yo tengo un poco –bastante- grave sobre las cosas, de esa soledad que uno arrastra, confundirla con tristeza, me parece algo muy ligero y tonto.

-¿No te ofendí, verdad?
-No, no, no. Porque además me lo han dicho mucho. Creo que vivimos una época donde la idea de la alegría y su contrario, la depresión, la idea de lo que es ser joven y lo que es ser viejo, son ideas caricaturescas. Entonces se promueven ciertas actitudes que vendrían siendo la alegría, la juventud... Yo no creo para nada en eso. Me parece que en los actos, en los gestos, yo soy un tipo infinitamente más joven, más activo que muchos jóvenes de 20 años. A los 45 tengo una manera de vivir más arriesgada que muchísimos de 20. Vivo exclusivamente de mi trabajo fotográfico y eso conlleva una actitud de cierta valentía. Ahora, lo que sí habría que tener en cuenta, a propósito del mate, es cierta idiosincrasia argentina. Los argentinos somos tipos complejos -no acomplejados- tipos que viven con la complejidad del espíritu que todos tenemos, más a flor de piel. Somos tipos menos ligeros. Yo no soy un tipo liviano, eso te lo puedo asegurar.

-En el cine argentino se nota mucho esta que tu defines como idiosincrasia...
-Sí, bueno, desgraciadamente no te puedo decir eso sobre el cine porque yo detesto el cine argentino.

-¿Demasiado discursivo?
-Claro, me parece una mala copia de un cine que ya es aburrido, que es el cine francés. Salvo dos o tres autores nuevos, Caetano y Stagnaro, estos chicos que hicieron ‘Pizza, Birra, Faso’, y otro que hizo ‘Mundo Grúa’, que son gente muy joven que tiene una idea de hacer un cine diferente, un cine normal, un cine humilde... La sola idea de tener que soportarlo a Luppi, un tipo que a cada frase dice una sentencia, no. Yo así voy cuesta arriba.

-¿Piñeiro, Subiela...?
-No, eso es lo peor. ¡Subiela! No, es infame el cine de Subiela, un cine ridículo, igual que el otro de Agresti... De ese vi ‘Buenos Aires viceversa’ y al final ejercí el único derecho que creo tiene el espectador, el de levantarse e irse. Lamento tener que hablar así del cine de mi país, pero creo que sólo son buenas intenciones, buenas ideas que se tiran en una mesa de café e inmediatamente se convierten en una película. Los directores argentinos han olvidado, si es que lo han leído, aquello que decía Kubrick: ‘Las buenas ideas en cine no tienen ninguna importancia, si no las trasladás en términos de imagen’. El cine argentino es lo más estereotipado que te puedas imaginar, si tratar cada uno de los temas es eso, la vida sería como una vida de oligofrénicos.

-¿No te asimilas a estos cineastas al pretender ver la realidad con gravedad y complejidad?
-Bueno, cualquiera puede decir cualquier cosa. A mí me parece que las opiniones de la gente no tienen mayor importancia. Lo que tiene importancia es lo que la gente hace. Entonces a mí lo que me pueda decir Subiela, me importa un bledo. Lo que me interesa es el cine de Subiela, a él lo conocemos como director de cine y no como expositor. Lo que te diga yo respecto a mi personalidad no tiene ningún valor, sí tiene algún valor mi fotografía. Yo he intentado hacer mi fotografía -que es aquello por lo que vos me conocés, me estás haciendo una nota y por lo que vengo a Chile a dar clases- de la manera más honesta, con la mayor riqueza y conocimiento técnico.

'XXX'

-¿Nunca te ha interesado el desnudo?
-No, yo admiro ciertos desnudos. Me gustan muchos los de Weston, la etapa de Irving Penn de sus desnudos hechos al platino, muy blancos, los de Wynn Bullock, los de Bellocq... Pero me parece dificilísimo hacer desnudos. He hecho, sí, uno que otro lindo. Pero es verdad, no tengo demasiadas fotos de mujeres y no tengo demasiados desnudos.

-Me llama la atención lo mucho que hablan de mujeres ciertos fotógrafos, ver cómo es realmente éste un tema importante para ellos, sin embargo nunca lo desarrollan en fotografía. Uno espera que de pronto te sorprendan con algo que han guardado por pudor u otras razones, pero pasa el tiempo y nada.
-Te voy a contar una cosa, es primicia, no lo he contado en ninguna parte. En mayo del 2003 voy a exponer por primera vez, en París, la serie ‘XXX’, la serie negra, que vengo haciendo hace mucho tiempo, una serie de fotografía eróticas y/o pornográficas. Hace más de diez años vengo haciendo fotos sobre el erotismo. Yo creo que son lindas, pero algunas bastante explícitas. Si vos vez, no me quiero comparar, pero en la vida de grandes artistas ha habido un renglón para cierto trabajo muy íntimo que se ha mostrado después de su muerte y que es el erotismo que ha bordeado la pornografía. Bueno, voy a mostrar esas fotos, que giran al rededor de las relaciones sexuales.

-¿Las que has tenido tú con tus parejas o conseguiste modelos y es algo más producido?
-No te puedo contestar a eso. Eso no lo voy a decir nunca. Las fotos están ahí y es lo que te puedo decir a propósito de esa reflexión tan interesante que vos hacés y que es muy cierto, tipos que no hacen fotos de mujeres y siempre están hablando de ellas. Pero no es tanto una obsesión, la otra vez cuando te vi me dijiste ‘ahí ando, me he separado’. Yo estoy seguro que si me hubiese metido dentro de tu cabeza, ese es un tema que te daba vueltas, el amor, el afecto. De eso está hablando uno, no creo que sea una obsesión en el sentido perverso. No, es una preocupación que es la del amor, de la pareja. Yo he tenido varias parejas y acá me tenés, solo a los 45 años. Entonces es un tema que a uno le preocupa.

-¿Te preocupa?
-¿Y a vos no te preocupa ahora? Tengo 20 años más que vos y debo creer que me quedan menos parejas que a vos. Pero con los años a mí me parece... Yo he sido muy mujeriego y con los años lo que a todos empieza a preocupar es que por ahí vos mismo, así como has ido aprendiendo sobre fotografía, no has ido aprendiendo sobre el amor. Y estás medio como al comienzo y no sabes bien qué es lo que te pasa, porque podés hacer fotos y exponerlas y te las compran, pero en el amor no te va tan bien. Entonces, con los años ya no es tanto la cuestión de cuántas parejas te quedan, es si con esas parejas o con la próximas no vas a cometer las mismas fallas y los mismos errores que te han llevado a ciertas cosas que son penosas en la vida, como no tener hijos, cierto desarraigo en relación al amor, que no estás de verdad con una persona o que no tenés a una persona que esté con vos. Bueno, esas cosas, con el paso de los años, no pueden más que acentuarse como una preocupación. A mí me parece que el gran tema de todos es el amor. ¿Cómo haces para pasar por esta vida... y no tanto como dice la Sara Facio, que sepan que no se ha muerto una vaca, sino que vos creas que no has sido una vaca?

-En este sentido la serie ‘XXX’ puede convertirse en el trabajo más importante de tu vida...
-Muy bien, es muy cierto. A tal punto que lo fui haciendo -como lo hago todo en el mundo de lo artístico- con cierta despreocupación. Gracias a Dios, yo no soy un tipo que me tome la cabeza y... no, yo las cosas las hago, por ganas y porque necesito hacerlas. Pero es verdad que ahora, que se ha formado un cierto corpus artístico y una cierta masa crítica, veo esas fotos y más que en ninguna otra serie me veo yo ahí. Entonces, voy con pie de plomo, no quiero hablar mucho de esto, y quiero mostrarlo y te aseguro que cuando lo esté haciendo, ‘boca cerrada’ y ‘de acá no sale una palabra’. Es eso. No me voy a poner a contar detalles. Es un intento de mirada, porque la mirada de uno es compleja y la fotografía no tiene tantas posibilidades. Creo que ninguna disciplina debe mostrar todas las complejidades que uno tiene para vivir las cosas. Las mostrás como podés.

-La pregunta acerca de si eran modelos o no, tiene que ver con esa desventaja que pareciera tener el fotógrafo ante, por ejemplo, la literatura. Gonzalo Rojas puede seguir escribiendo de una mujer incluso cuando ésta se ha marchado, pero Claudio Bertoni no, él trabaja con el cuerpo y el calor que proyecta ese cuerpo, no con su ausencia ni la soledad que le produce ésta. ¿Llevas tú este cuestionamiento, de tus 45 años, solo y sin hijos, a la fotografía?
-No, así como vos lo planteas no. Ahora, yo supongo que cada uno trabaja desde el lugar donde está. No creo que ese lugar sea tan simple de escribirlo, algo así como ‘tengo 45 años, no tengo hijos, por lo tanto...’ Pero supongo que 45 años, con otro tipo de relación, daría otro tipo de fotografías, otras temáticas y otras maneras de abordar éstas. En ese sentido me parece que uno da cuenta de lo que está pasando, pero yo no te podría decir ‘por lo tanto la fotografía tiene que ser así’. No, y menos mal que no. Yo no creo para nada en ese tipo de reducciones. Creo que la actividad artística va por conductos mucho más sutiles y más engañosos que esas respuestas inmediatas, eso es lo que hace la riqueza de la fotografía.

-¿Una extensa y gran carta también está ligada con este tema?
-No, no está ligado a la soledad, y si lo está lo está en la medida en que estamos todos solos. En los mejores momentos de relación afectiva he escrito siempre una carta por día, y si un día no lo hago, al otro día escribo dos, hace años... Cientos de cartas.

(Entrevista publicada en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de junio de 2001)