Nací en 1975 en Santiago, la capital de Chile. Mis primeros pasos -como el primer beso- los di en el mismo lugar donde conocí el dolor, la calle Lira y sus alrededores: el barrio ubicado entre la Av. Matta y la calle Franklin, escenario en el que mi padre conoció a mi madre y más tarde, callejeando, yo mismo salí a ver el mundo hasta convertirme en el que soy. Proféticamente, fui a un jardín infantil llamado Hans Christian Andersen, donde a temprana edad nació mi amor por la literatura, las historias bien contadas y los libros que las atesoran. Fui a un colegio privado y de curas hasta que los saqué de quicio, de su zona de confort, y me echaron. Entonces fui a un liceo fiscal y perdí casi toda ingenuidad, el mapa y el territorio se hicieron infinitos y me hice fuerte. Luego vino la universidad, el periodismo y la fotografía autodidacta (mi tabla de salvación), la vida laboral -el periodismo cultural y un paréntesis como docente universitario- y la rebelión frente al trabajo, la crisis y el cine. El cine y el arte como medio para sanar. Y aquí voy. Me acompañan tres insustituibles: mi compañera Vivi y mis hijas, Luisa y Dominga. Y mis perritas Olivia y Klara.