La muestra de fotoperiodismo más famosa del mundo, la "World Press Photo", regresa a Chile cada año (desde 1994) para sorprendernos y -ojalá- inquietarnos. Pero ¿qué sucede en forma paralela con nuestra fotografía periodística? ¿Hacia dónde mira -y, por ende, qué nos obliga mirar- hoy el fotoperiodismo nacional? De eso y más habla el siguiente artículo, a propósito de las imágenes exhibidas en la Corporación Cultural de Las Condes.
"El sordo lee en los labios del ciego y responde:
-Sí, la calle está vacía".
Agota Kristof. "El Gran Cuaderno"
¿Qué es ser, en Chile, un buen reportero gráfico? ¿Conseguir la foto única e impactante: El policía de civil que apunta con su arma a los mineros frente al Palacio de La Moneda, la Bolocco enseñando al mundo su entrepiernas o el rostro de Pinochet saliendo oculto, dentro de un auto, del Hospital Militar? ¿Ser un reconocido retratista en las páginas de espectáculos o "el mejor" en deporte (o sea fútbol)? ¿Lograr la imagen más atractiva del Presidente, siendo su fotógrafo oficial? ¿Ser llamado por una agencia para trabajar en algún país sudamericano en conflicto? ¿Mostrar, cada cierto tiempo, un trabajo con pretensiones de autor?... ¿Ganar el primer premio del concurso de la Unión de Reporteros Gráficos?
Hay nombres. Dicen que Jorge Sánchez es el mejor en las páginas de Cultura y Espectáculos, que Andrés Piña y José Alvujar, no tienen descendientes en fútbol, que lo hecho por Jesús Inostroza en La Moneda, es difícil de superar. Hay miradas; Carla Ramírez, Javier Godoy, Tomás Munita (ahora en Panamá, para Agencia AP), Maglio Pérez (desde hace poco más de un año en República Dominicana), Pablo Martínez, Luis Hidalgo, Mario Ruiz, Carlos Vera... Sus nombres se repiten -siempre se repiten- pero aún acompañados de calificativos como "pasión" y "reflexión", matrimonio pocas veces visto en nuestros lentes. También está ese selecto grupo de chilenos contratados para retratar el continente, ya sea para las agencias France Press, AP o Reuters: Jaime Puebla, Víctor Ruiz, Matías Recart (hoy en Chile), Pedro Ugarte, Eduardo Verdugo (clasificado para la muestra World Press Photo - 1999), Marcelo Salinas... discípulos directos de los fotógrafos independientes que formaron la AFI. Hay eficacia (técnica, periodística y estéticamente hablando); Roberto Candia, Orlando Barría, Marcos Muga, Juan Pablo Sierra, Marcelo Hernández, Iván Alvarado, Héctor Yáñez, Marco Mesina... Pero uno siempre termina preguntándose: Si sólo basta con el talento, ¿cuántos cuadros necesitaría un Álvaro Larco para aplastar a la mayoría de los "funcionarios" que trabajan en un diario?
La historia no escrita del fotoperiodismo chileno, tiene entre sus nombres más célebres a los Premio Nacional de Periodismo, Mención Fotografía, Roberto Aspée (1954), Eliodoro Torrente (1957) o Enrique Aracena (1967). A ellos se unen los reportajes de Marcos Chamudes y Sergio Larraín, para Las Naciones Unidas y la Organización Internacional de Refugiados o revista O´Cruzeiro de Brasil y Agencia Magnum, respectivamente. Hitos. Pero fue recién con el golpe militar, en 1973, al gobierno del socialista Salvador Allende - dictadura que incentivó a una amplia gama de ojos con profesiones variopintas a posesionarse de las cámaras y, bajo el nombre de Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), documentar y denunciar los crímenes del régimen del general Augusto Pinochet - cuando la fotografía periodística chilena tuvo su mayor repunte, si bien no revolucionando dicho medio de expresión, al menos devolviéndole su lugar en un sitial importante dentro del periodismo.
Las exigencias de la "guerra" llevaron a los fotógrafos a incursionar y retomar lenguajes más sutiles, con diferentes lecturas, o sea, a la reflexión. Muchas veces lo que ningún periodista se atrevió a escribir, la fotografía lo manifestó con arrojo. El mundo entero se enteró entonces de lo que sucedía en Chile (más tarde sería Kosovo, Indonesia, Chechenia...) gracias a ella y a quienes la hicieron posible.
Lo que sucedió con el retorno a la democracia es cuento sabido. La cantinela (la número1) reza que las ONG y otras organizaciones que por años ayudaron a Chile, dejaron de hacerlo. La injusticia y el abuso - la noticia - estaban en otra parte. Los aguerridos medios opositores al antiguo régimen fueron, uno tras otro, desapareciendo; Los fotógrafos que no iniciaron un peregrinar por agencias latinoamericanas ubicadas en países conflictivos, donde podían lucir su ojo ya adiestrado a las golpizas y al hecho espontáneo y dramático, terminaron dedicándose a la publicidad o a la pedagogía para, muy de tarde en tarde, tomar la cámara con fines documentales o autorales. El resto, un grano del racimo, continúa en la pelea. La batalla, lo saben, sigue siendo interna.
Quizá la mayoría, los que no vieron en el trabajo de la AFI más que la temeridad del kamikaze ante la noticia (con ejemplos célebres como el de Marco Ugarte), sean hoy los mismos que creen que para captar buenas imágenes es necesario estar en el frente de batalla, mal entendiendo una vez más la consigna de Robert Capa. Son los mismos que exaltan la fotografía que estetiza la pobreza, el dolor, la barbarie humana (basta con ver, año tras año, la repetición de clichés en la muestra World Press Photo, que sin lugar a dudas alcanza su punto álgido de sutileza en la sección de reportaje fotográfico).
Ante ello y definiendo su obra, el fotógrafo estadounidense Larry Towell, señaló: "La violencia es un símbolo fuerte para los reporteros gráficos, y además importante. Pero no es el más importante ya que la sociedad ha aprendido a disociarse de las víctimas. Las fotografías de la vida diaria impiden que la sociedad deje de prestarles atención. Esto es algo que los novelistas saben desde hace tiempo". Metaforizando el tema, un fotógrafo chileno dijo: "Hoy la fotografía es como una puta vieja; se embellece para vender", recordándonos las imágenes de Sebastián Salgado o las razones que motivaron a Sergio Larraín a dejar Magnum y la fotografía periodística, una protesta ante el lucro por medio de la imagen y cómo, con la sobreexposición del rectángulo que originalmente apeló a la crítica social, se terminó anestesiando a la humanidad.
"Hay fotógrafos que trabajan muy bien para los servicios informativos, mucho mejor que yo, de manera que ese tipo de trabajo se los dejo a ellos. Mi fotografía puede que tenga relación con las noticias, pero mi interés es llevar a cabo un reportaje, de manera que no compito con la televisión, cuya área es la de inundar de luz pequeños retazos de la realidad en lugar de revelarnos una imagen total. Antes de la era de la televisión, según me han dicho, a los fotógrafos les eran asignados reportajes de larga duración. Ahora se pretende que corramos detrás de las cámaras de televisión y recojamos pedazos de sonidos, en lugar de ejercer periodismo gráfico", agrega Towell.
CANTINELA n°2
La segunda cantinela es todavía más melodramática: El medio periodístico chileno es reducido y regido por dos grandes empresas - El Mercurio y COPESA, ambos tradicionalmente ligados al poder político-económico de la derecha - lo que se traduce, entre otras cosas, en una oferta profesional alta (y no precisamente de alta calidad) y sueldos considerablemente bajos.
La proliferación de fotógrafos se debió, en parte, a los institutos que descubrieron en la carrera de fotografía un "estilo de vida" mirado por cientos de adolescentes con romanticismo, por lo tanto, un negocio. Junto a ello, la época de los consensos y la cultura light hoy contagia de condescendencia y complacencia al periodismo nacional, que aún no ve en la fotografía más que el carácter informativo y documental intrínseco a ésta. De ahí a culpar al medio de limitante y a algunos editores de ignorantes -realidades ocasionalmente ciertas - no hay más que un paso. "Los editores se ponen nerviosos si tienen que publicar reportajes gráficos serios cuando en realidad su único interés es vender desodorantes o café para sus patrocinadores", dice Towell, aduciendo a otra verdad, consignada por el fotógrafo y académico de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, Juan Domingo Marinello: "A los medios chilenos no les interesa un buen periodismo, apenas les interesa un periodismo suficiente para obtener una inversión publicitaria. Chile ofrece una particularidad que es bastante compleja: Medios de muy cara impresión, destinados a un mercado extremadamente reducido".
Consecuencia directa de esto último, es la competencia nula entre los medios; la escasa valoración de la imagen (especialmente si ésta no cumple con el prototipo añejo que maneja gran parte de los periodistas y, peor aún, la gerencia de marketing); y la "ley del menor esfuerzo" o exigencia mínima por parte de los fotógrafos, que cuando muy jóvenes llegan con fuerzas, pero pronto, ante las trabas ya mencionadas, hacen de la palabra frustración una justificación siempre al alcance de la mano. Olvidan que el suyo es un rol social, crítico, revelador; que la fotografía de prensa excede lo que en los diarios denominan "crónica" (imperdonable no mencionar la labor de Pin Campaña, Nancy Coste, Ulises Nilo y Carla Pinilla, por mencionar a algunos, en revistas y suplementos) y que si "el fotógrafo es un ser atrapado por la realidad - en palabras de Marinello - y lo que pasa en la calle ya no es absolutamente asombroso (como en dictadura) las imágenes siguen estando ahí... pero es necesario verlas".
Es innegable el talento que la mayoría de nuestros reporteros gráficos, ante hechos explícitos, demuestra en la calle... Pero lo que se necesita en los medios de comunicación es mucho más que eso. "¿Cómo se grafica una caída de la bolsa y su impacto en los accionistas, sin recurrir al mañido corredor en la rueda? ¿Cómo se ilustra un conflicto de gabinete que ocurrió a puertas cerradas?", se preguntaba Fernando Paulsen, desde su puesto de director del diario La Tercera, hace tres años: "Son ejemplos, al voleo, de las limitaciones que tiene el reportero gráfico de spot news cuando el tema no le entrega los protagonistas ni el drama en bandeja". Paulsen -quien además figura como el primer chileno invitado a ser jurado de World Press Photo- concluye, asertivo: "Hay que saber estar ahí y tomar las fotos duras, pero los mejores, además, son capaces de tomar la foto del hecho invisible, de cuando pasan cosas que no son evidentes. Y para ello, hay que profesionalizar la mente y el ojo. Entender que uno no registra sino que informa, por lo que hay que entender la noticia, saber qué está pasando. El peor fotógrafo es el ignorante. Aquel que fue enviado a la crisis de Enersis y no tiene idea de qué ha pasado; el que va a la entrevista política y sólo hace retratos ya que no sabe cómo componer para entregar más información, porque no conoce al personaje ni tiene idea de qué importancia tiene. En Chile hay unos pocos buenos obturadores de fotos duras y contados con los dedos de una mano los que asumen integralmente, profesionalmente, de igual a igual con el periodista, su tarea de comunicar a través de imágenes".
El escritor Manuel Rojas decía que el periodismo le sirvió para soltar la mano, pero que hay que salir pronto de él si no quieres anquilosarte y tus metas son algo más que ser un redactor de tiempo completo. O sea, "el periodismo es un buen bastón pero una mala muleta. Útil para cierto tiempo y nocivo si se toma para siempre". Con la fotografía periodística sucede lo mismo. Pero mientras se es parte, se trabaja a conciencia. (Pensamos, claro, en aquellos que, como Rojas, quieren ser escritores. Y en aquellos que son capaces de interpretar los hechos y dar una visión personal de la historia. Subjetiva pero honesta. Que escapan de lo obvio y también fotografían al que observó y reaccionó ante la noticia, su esencia y su contexto. Aquellos que tienen claro su papel como testigos y comunicadores)
Prestemos, por sobre todo, oído a nuestras obsesiones. Ellas, casi siempre, desembocan en proyectos que algún día darán que hablar. La otra opción es testimoniar de manera auto-referente el cotidiano. Así, con interés en el tratamiento estético, pero evadiendo el prototipo, lo documental transgrede la simple anécdota periodística. Y de objetividad, ni hablar. "Aquellos -escribió en 1948 uno de los padres del fotoperiodismo, el estadounidense Eugene Smith- que creen que el fotoreportaje es ‘selectivo y objetivo, pero puede interpretar la materia fotografiada’, muestran una falta absoluta de entendimiento respecto a los problemas y al funcionamiento propios de la profesión. El fotoperiodista no puede tener más que un enfoque personal: le es imposible ser totalmente objetivo. Honesto, sí; objetivo, no".
Las dictaduras no siempre son explícitas, la lucha por la libertad se inicia cuando nacemos y no se detiene hasta el último respiro... quién sabe si incluso después de ello perdura. La noticia (así lo entendió la AFI) no es siempre lo que los medios entienden como tal. Éstos apenas pueden - y quieren - abarcar un mínimo porcentaje de los acontecimientos que a diario ocurren en el planeta. Existe - ¿aún no lo vemos? - el hecho no oficial, aquel que la prensa desestima y debemos enfrentar olvidando nuestra credencial "abre puertas", ubicándonos como todo ciudadano común, detrás de las barreras policíacas. ¿Es inútil o poco apetecida esta mirada hoy?
El éxito de programas como "El Factor Humano", del extinto canal 2, demuestra lo contrario. ¿Por qué los genios del marketing y el people meter no abren los ojos a ello? Afortunados nosotros, en todo caso. Porque aquellos que lo intentan, por esnobismo y con simples recursos estéticos, no saben que al marearnos con sus cámaras subjetivas, sus desenfoques provocados y su falsa inaccesibilidad a la noticia, no logran engañar a nadie. Lo oficial y lo no oficial tienen igual validez cuando el receptor logra acceso a ambos, por igual. Las dos miradas serán historia. Pero una de ellas es la que el poder - sea del color que sea - quiere darnos de comer; la otra, la alternativa. Por eso precisamos urgente de ella. Y no hablemos de arte, hasta que el tiempo así lo permita. Por ahora, corrijamos: Una foto no publicada, no siempre es una mala foto. Generalmente es todo lo contrario.
Para muestra un botón: Mientras cinco de los seis matutinos existentes en Santiago, ofrecieron al público la emblemática y tradicional imagen del recién electo presidente, Ricardo Lagos, en su primer discurso, Las Últimas Noticias logró nuestra atención con la fotografía de una pareja besándose eufórica, recordándonos a Doisneau o Eisenstaedt. ¿Quién se atrevió? ¿Quién tuvo la lucidez de ponerla en portada, sacrificando la obviedad del clásico cliché? ¿Fue el editor? (en esa fecha Miguel Ángel Larrea, hoy jurado de World Press Photo - 2000) ¿Afecta el estereotipo, a la larga, también al ojo del editor? La foto (de Javier Godoy) - o similares - también fue captada por ‘la competencia’... ¿No fue suficientemente defendida? ¿Con qué argumentos? ¿Ante quién? El problema del editor, hoy, excede su idoneidad o no idoneidad. El asunto no recae ya en si existe "él" editor en Chile y el resto son sólo jefes de fotografía. Para el director de la Agencia Vu, el francés Christian Caujolle, "los editores periodísticos son individuos cuya cultura es, sobre todo, la de un texto cultural (una cultura de prensa, o sea, una cultura de las convenciones de la prensa). Los editores le temen a aquellas fotos que reconocen como terriblemente poderosas. Incapaces de mostrar la verdadera realidad, son vulnerables a todo tipo de manipulaciones e instintivamente se vuelven autoprotectores, consagrando y protegiendo así ciertos estereotipos".
A juicio de Caujolle, esto último vendría explicando el por qué la World Press Photo llegó a ser el "defensor de facto" de una serie de gratuidades fotográficas y exaltaciones de la anécdota (por ejemplo en la categoría deporte o en los retratos divertidos de personajes famosos). Ante estos estereotipos el jurado pensaba en el gusto del lector (lo que en realidad es un desprecio por éstos), legitimizando imágenes que cada año volverían a repetirse. "Hace casi una década la situación fue revertida. Fue como si, tomando conciencia de que la televisión es hoy el principal medio de información icónica, la profesión fotográfica anheló afirmar identidad enviando a WPP imágenes diferentes, las que fueron premiadas. World Press Photo las legitimizó, y el público, sorprendido placenteramente, las apreció. Diez años atrás era impensable que el jurado premiara un trabajo nunca publicado en prensa, producido en Bulgaria por Anthony Suau, para una exhibición sobre la Europa rural en el Centro George Pompidou de París. Diez años atrás era impensable que el trabajo de Paolo Pellegrini sobre el SIDA en Uganda, en esta radical formalidad, pudiera ser aceptado por el jurado como ´fotografía de prensa‘". Así, Caujolle, tiene esperanza en el futuro, en el cual -dice- "si bien nunca será radiante, podamos suprimir clichés y rebajar convenciones".
Mención aparte, y si se trata de mostrar ejemplos positivos en nuestro país, merece el colectivo integrado por los fotógrafos Rodrigo Gómez y Claudio Pérez, fundadores de la Agencia de fotógrafos IMA, que además cuenta con la colaboración de Javier Godoy, Miguel Navarro, el español Elde Gelos y el francés Eric Facon, como asociados. Ojos de diferentes nacionalidades que plantean como proyecto común "ofrecer miradas al mundo". "Proponemos - dicen - una visión personal en todos los campos de la imagen fotográfica: la actualidad noticiosa nacional e internacional, la comunicación institucional y comercial, la expresión individual del reportaje y el retrato. Nos involucramos en el desarrollo de los más ambiciosas proyectos culturales y artísticos (...) Ofrecemos un testimonio honesto y comprometido desde el lugar donde ocurren los hechos. Miramos la actualidad muy de cerca, hoy para documentar mañana la historia". De esta manera, la agencia logra la distancia que el fotógrafo de Magnum, Patrick Zachmann (invitado por IMA para realizar un taller de edición y mostrar sus trabajos de China, el judaísmo y la mafia napolitana, entre otros) planteó con respecto a la prensa tradicional y sus condiciones, a fines del mes de Julio del 2000 en el Museo de Bellas Artes. Dicha distancia, claro, por ningún motivo niega su rol dentro del periodismo.
El fotoperiodismo en Chile, hoy, está siendo realizado por ese reducido número de profesionales que no ven en el medio más que un alto en el camino. Fotógrafos que, sabiendo que el documentar la vida diaria no tiene mercado, lo siguen haciendo. Hombres y mujeres que -a veces, sin saberlo- son factores de cambio, pequeños transformadores, como quizá ayer lo fueron muchos que hoy han colgado la cámara. Estamos dentro del círculo -preciso es no olvidarlo- el medio es aplastante, inhibe los sueños y la rebeldía de muchos, pero si eso amedrentara a todos por igual, nadie haría nada, y nada cambiaría. La calle está vacía, sin embargo existen los que van sembrando un germen de rebeldía positiva, de cambio, de innovación. Algunos de los nombres aquí citados, les pertenecen. Ojalá hubiese más. Unos marcan el camino y los otros se inspiran en ellos, heredamos y legamos un cuerpo que se va haciendo consistente en el tiempo. Extenso proceso. Un deber involucrarse.
(Artículo publicado originalmente en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de junio de 2001)