20010615

DANIEL BARRACO: No confundir con tristeza



Daniel Barraco (1956) no se detiene, a un mes de lanzar su último libro –acerca de un grupo de niños que trasladan su modesto número circense a las calles de Mendoza- el fotógrafo continúa impartiendo cursos y talleres en dos importantes casas de estudio chilenas, no deja pasar un día sin escribir una carta –“una extensa y gran carta”, dice- y adelanta, no sin algo de misterio, algunos datos acerca de su inédita serie de desnudos. De mirada oscura y carácter depresivo, según sus pares santiaguinos, el fotógrafo también es –admiten- uno de los más grandes talentos que ha visitado nuestro país.

En Chile fue donde Daniel Barraco vio por primera vez el mar. La playa de Quintero, tenía trece años. En Chile, el fotógrafo y académico, cuando aún no era nada de esto –quizá feliz, como aquellos que dicen conocerlo no lo han visto nunca- hizo el amor por primera vez. Pero eso fue hace mucho. Luego vino su estadía en Francia –que se prolongó durante diez años- y antes, el descubrimiento de su mirada detrás del lente. Desde 1980 hasta nuestros días persevera en una serie de retratos denominada ‘Artes y Oficios’.

En 1998, la desaparecida Galería Contraluz lo hizo regresar a nuestro país, presentando a la sociedad chilena una serie de imágenes inquietantes, cargadas del dramatismo que la fotografía Latinoamericana soporta -como la tradición manda- bajo la forma de una pesada cruz, pero aún algo más: Las fotografías de Barraco nos recordaron un compromiso férreo con la realidad, un compromiso a primera vista estético (inigualable por estas latitudes el estilo y la calidad de sus impresiones en papel) pero, por sobre todo, un compromiso consigo mismo frente a esa compleja y pesada realidad que, para Barraco, es sin duda siempre un peregrinar cuesta arriba.

Por segundo año consecutivo, el mendocino se desenvuelve actualmente en Chile como profesor del taller de producción fotográfica: Imagen y retrato, para el diplomado ‘Patrimonio e identidad’ de la Universidad Católica. Al mismo tiempo, y en forma paralela, realiza un taller y un curso de copiado fino (desde 1999) en el Instituto ARCOS.

Luego de su debut en el formato libro (‘El sentimiento trágico del instante’, Ed. LOM, 1998) y de ‘Fotografía mendocina actual’, trabajo que gestionó y editó con la obra de Carolina Furque, Angel Pescara, Sergio Pantaley, Gaetano Arcidiacono y Ricardo Gonzalez, el fotógrafo -que acaba de exponer ‘Noche de Circo’ (Nuit de Cirque) en Francia- se apronta para el lanzamiento de su último trabajo: ‘El truco de perder la infancia’ (el 6 de julio en Mendoza y el 1 de agosto en la Alianza Francesa de Buenos Aires), una coedición entre la EDIUNC (Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo) y Ediciones de El Amante Universal. El libro registra -siempre desde una mirada de autor- el trabajo de la familia Arriola, un grupo de niños “clowns” que desarrolla su show en las calles de Mendoza.

“Escuché hablar de los Arriola varias semanas antes de comenzar a hacerles fotografías. Expresiones tales como ‘increíbles’, ‘encantadores’, ‘divinos’, y la infaltable ‘fellinescos’ menudeaban en la descripción de estos niños y su espectáculo (estas expresiones, por otra parte, ilustran bien ese rasgo de la sociedad mendocina, el querer ‘esconder la suciedad bajo la alfombra’)” escribió Barraco en el prólogo de ‘El truco de perder la infancia’, obra que además incluye dibujos de su autor y un CD con entrevistas que él mismo sostuvo con los niños. “Ellos son muy conocidos en Mendoza –cuenta- pero te podría decir que se les va acabando la cuerda, porque eran chiquitos cuando los conocí y en cinco años los niños han crecido. Tenían siete, ocho años, y además son de contextura muy pequeña. No han crecido mucho en altura, pero son pibes de 14 años. Entonces, me parece que cierto costado de encanto que tenían hacia la gente, se les va, desgraciadamente, acabando. Y yo no sé, verdaderamente, qué van a hacer porque los chicos son muy impermeables a otro tipo de propuestas que no sea el estar en la calle, son refractarios a eso, no quieren salir de ahí, les cuesta mucho, imagínate encima con un tipo como yo que los ve cada tanto... Yo no me he ido a vivir con ellos, no soy un trabajador social”.

-¿El circo es una de tus obsesiones?
-No, no... Me gusta el circo.

-¿Cuál es?
-Noooo, yo no sé que obsesión tengo.

-Tu compatriota, Sara Facio, ha dicho que lo que ella hace en fotografía “es para lograr que el día que yo me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera ‘ésta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta’. Ese es mi canon”.
-Qué bien dicho. Sí, supongo que algo así será, también. Mirá, yo digo; siempre a través de lo que hace, uno intenta emitir una opinión. La fotografía es una de esas herramientas... Es la que mejor me ha salido. Estaría tentado de decirte que hay cosas que me gustan más que la fotografía -sin embargo si me gustasen más las haría ¿no?- pero son cosas por las que yo tengo una admiración, y un respeto quizá, más grande que por la fotografía: La literatura, la pintura y sobre todo el dibujo. Me parecen herramientas de una profundidad y una riqueza que no sé si la fotografía posee. Ésta es más bien lo que yo puedo hacer.

-Algo pasa con la fotografía que luego muchos la dejan por la pintura...
-La fotografía es una disciplina extraña. Vos tenés el caso de Gyula Halász, Brassai, que era un gran dibujante y gran escultor, y dejó todo y se dedicó a la fotografía. Fue un gran fotógrafo, es cierto. Pero cuando él, que solía llevarle sus dibujos y esculturas a Picasso, luego de un tiempo le llevó sus fotografías, Picasso le dijo esta frase terrible que yo leí una vez hace muchos años y nunca más pude olvidar: Tenías una mina de oro y explotás una mina de sal. Yo no sé cuál es la atracción fatal que tiene la fotografía, que hay gente muy talentosa que ha dejado todo por hacer fotografía. Sin embargo, al cabo de muchos años entran a dudar de las capacidades reales. Fíjate que Robert Frank, que hizo ‘Los Americanos’ -que es como una bisagra en la historia de la fotografía (antes y después de ‘Los Americanos’)- dice a propósito de sus incursiones en el cine, al periodista de Le Monde Michele Guerrin: La fotografía está bien pero el cine es otra cosa, infinitamente más complejo y más rico.

“No quiero para nada ser un mal agradecido con la fotografía, pero hay que buscar arduamente un lenguaje que le sea específico, tal vez ahí la fotografía brille con todas sus fuerzas. Tengo la certeza de que la mayor parte de la fotografía que se hace no es un producto de gran nivel artístico, incluida parte de las obras de tipos que aparecen como grandes artistas. Eso pasará con todas las disciplinas ¿no? Pero cuando el profano, el tipo que no sabe nada dice ‘bueno, pero eso lo hace una máquina’, yo creo que no hay que crisparse así como les sucede a los fotógrafos, creo que están diciendo una verdad que ha lastrado a la fotografía, que la marca. La máquina decide un porcentaje grande de las cosas. Al mismo tiempo, creo que en fotografía se alcanzan, muy de tanto en tanto, extraordinarias cimas de sutileza, sugerencia, ambigüedad, en relación a cómo uno muestra una situación. Porque la fotografía trabaja con un elemento de la vida que es de todos el más extraño y el que se presta a una mayor cantidad de interpretaciones y riqueza, que es la realidad. La fotografía no puede pasar por encima de la realidad”.


LOS ARRIOLA

“En lo que respecta a las imágenes fotográficas, no creo que se pueda hablar de ‘reportaje’ en la acepción que este concepto tiene en fotografía. Creo que se trata simplemente de fotos de estos niños, aunque también creo que no han de quedar dudas acerca de la intencionalidad, testimonial y de denuncia, de las mismas. He intentado insuflarles ese poder de sugerencia y evocación al que aspira toda obra artística, pero me he cuidado bien de vaguedades conceptuales. De vaguedades postmodernas, quiero decir. Que además en este caso constituirían una burla: la obscuridad, el subjetivismo, los juegos de palabras, la irracionalidad del discurso postmoderno, encubriendo mal, con una verborragia vacía, la arrogancia y el hastío intelectual” (del prólogo de ‘El truco de perder la infancia’).

-¿Cómo influyen el peso de la realidad en tu trabajo... la muerte de un amigo, el quiebre con una pareja?
-Influye, pero no lo sé. Yo lo noto con el tiempo. Sostengo totalmente que la persona que realiza una actividad artística está –gracias a Dios- imposibilitada de hablar de su propio trabajo. Porque éste fluye por canales que no están sujetos a una interpretación tan racional. Creo que sí es posible hablar de la obra de otros, pero del propio trabajo me parece que no es posible ni deseable. Ahora, es cierto que cuando mirás hacia atrás podés rastrearte y darte cuenta que en tal época en que te pasaban tales cosas tu fotografía funcionaba de tal manera, pero no es una correspondencia tan clara como para decir ‘mirá, en esta época en que yo me separé hacía fotos más tristes’. Me parece que no es así.

-En una entrevista anterior me dijiste que “hay que querer hacer fotografía más que querer decir algo con la fotografía”, contradiciéndote con esto de que se debe emitir una opinión.
-No creo que haya contradicción. Digamos, en vez de opinión, la palabra expresión.

-Luego agregaste: “No me interesa lo que fotografío porque no creo que la fotografía esté en condiciones de hablar verdaderamente de ello”, a propósito de la relación que muchos esperan que exista entre fotógrafo y fotografiado, casi que te vayas a vivir con la familia Arriola, por ejemplo, y de tanto conocerla quieras dar tu opinión.
-Vamos por parte. Yo no creo en las ideas previas al trabajo artístico. Creo que extrañas, oscuras y profundas motivaciones te llevan a hacer algo, pero no ideas concretas, como que yo quiero decir tal cosa. Es más, pienso que los trabajos que se han hecho a través de esos aprioris son los más pobres. Y cuando digo que la fotografía no está en condiciones de decir algo sobre las cosas, en el caso de este libro es evidente. La realidad de estos chicos es infinitamente más compleja y, si vos querés, más penosa, más dolorosa, pero sobre todo más compleja que lo que yo pueda mostrar en el libro. Lo del libro te lo digo desde ya, es un humilde, pálido bosquejo, de lo que puede ser la realidad. Imagínate vos además la realidad de chicos que están en la calle, que se pasan horas, que llegan a las ocho de la tarde a la calle y se vuelven a las tres de la mañana solitos, en micro a la casa. Y este es, además, el único -el primero y no sé si va a ser además el último- trabajo que he hecho donde está muy presente un carácter de denuncia, del que yo no soy muy amigo, porque siempre he desconfiado un poco de esa actitud militantista en la producción artística. Yo no digo que el artista no vaya a tener opiniones políticas, al contrario, estas cosas hay que denunciarlas y uno no puede ser un imbécil, un tarado que anda fotografiando cualquier cosa y porque sí. Bueno, pero quiero decir que esos aprioris, esa mirada cargada de ideología tipo ‘voy a denunciar y con mi libro voy a poner sobre el tapete...’ Yo no creo en eso.

-¿Y por qué lo hiciste?
-Porque los quiero a los chicos. Porque los quiero. Los chicos son muy conocidos en Mendoza, yo me acerqué y les fui tomando cariño, y me da pena lo que les pasa pero... vos, yo... ¡somos marcianos en relación a la realidad de ellos! Esos chicos viven en una realidad que nosotros no vamos a alcanzar nunca. Las cosas que a ellos les pasan, que ven...

-Pero entonces hay una nueva contradicción. Que tú y yo, que somos marcianos, tomamos su realidad, la captamos, la asimos, y más encima la ponemos en este lenguaje del arte, cifrado, exclusivo para un público que maneja ese código y lo comprende. Entonces ¿cuál es la razón de ser de este trabajo?
-Así es. Eso mismo que vos decís, que es muy cierto, se lo han dicho a tipos que han hecho un trabajo infinitamente más comprometido que el mío a través de los años, como Salgado.

-¿Pero tú te lo cuestionas? ¿Llegas a una conclusión?
-Sí... yo te digo que el caso de estos chicos para mí ha sido bien especial. Me metí con ellos y me fui metiendo más, más, más, y cuando salí de todo esto salí con una mezcla de frustración, de culpa, incluso una sensación de no sentirse a gusto, sin saber qué hacer entre ellos, y lo que me ha seguido moviendo es el afecto por ellos. Y como me dijo un amigo, frente a un ataque de culpa pequeño burguesa, que me dio por todo lo que había estado haciendo con ellos (imagínate que además por ahí me pueden llamar de algún lugar para ir a exponerlo, y yo voy a viajar para exponer la realidad de estos chicos) un amigo me dijo algo muy lindo: ‘Y bueno, lo has hecho, y mientras lo hiciste los chicos han vivido un breve cielo’. Porque la verdad es que los chicos la han pasado un poco mejor. Cuando el Chupetín (Julio César Arriola) me dice ‘Daniel, vos nos hiciste famoso’. Tu te imaginarás que yo no me creo eso, pero él te quiere decir algo con eso, ‘con vos hemos andado por aquí y por allá, nos has expuesto, nos hemos ganado unos pesos’.

-Y como dijo Abbas: “...mostrar por qué este mundo debe cambiar”. Pero también es cierto que si de pronto voy por la ciudad y en un callejón encuentro una realidad atrayente, será mi bagaje cultural y mi capacidad intelectual lo que me dirá: “Qué interesante esto (¡qué interesante!, cuando puede ser la miseria misma, la podredumbre humana) ¿Por qué no fotografiarlo?” Uno se ‘cuenta el cuento’ aquel de que con el acto fotográfico haré un aporte a la sociedad por medio de la denuncia, quizá, pero en el fondo sólo estoy potenciando mi ego.
-Yo te quiero decir una cosa, muy honestamente. Yo nunca tuve la idea de hacer ningún aporte con el librito de los chicos. Honestamente. Lo he hecho por cariño. Si me apuran mucho te voy a decir bueno, sí, yo espero que alguien, que las personas que lo compren, que vean la exposición, digan ‘mirá las cosa que les pasan a estos pendejos’. Y además, ellos no están en la peor situación, no están en lo más bajo de la escala, que por otro lado yo no me lo hubiera bancado, o sea, meterme en la mierda total, no. Yo a veces he estado con ellos y me he sentido para la mierda, quiero irme de acá, de esta suciedad, de esta pobreza, de esta brutalidad. Yo mismo no he podido por ahí bancármela.

“Llevaba como un año tomándoles fotos en la calle, cuando pensé que tal vez se podría hacer una historia con ellos. Empecé a ir a la casa de estos chicos, me fui haciendo amigo, cada tanto agarraba 15 fotos, las pegaba en unos cartoncitos, les hacía unos anillados y se les regalaba. Ellos las vendían, todo lo venden. Después hicimos una muestra con la Carolina (Furque) y había una foto que convertimos en postal para la presentación. Les di cien postales, iban y las vendían. Después, acercándome a ellos, fui conociendo a los padres, que son lo que son, que mandan a sus chicos a trabajar a la calle, el padre trabaja un poco y la madre anda con ellos. Y con todo, no son los casos más terribles... los padres los quieren a los pibes. Empecé a ir seguido a la casa, y no es tan simple porque el padre por ahí chupa, entonces a veces llego y está medio cruzado y no le gusta que vos vayas. La gente que está en esta situación –y yo no soy para nada un conocedor, he ido aprendiendo con ellos- tienen una actitud que a mí me parece absolutamente justificada, tienen razón. Son muy ventajeros, lo que te puedan sacar te lo sacan. Y lo hacen por necesidad. Vos llegás y resulta que viene un tipo de Marte y les hace el disfraz a los chicos, la ropa de trabajo y les trae esto, oye toma esto para que lo vendas, y una vez que hicimos la presentación de las fotos los chicos actuaron ahí y se ganaron unos buenos pesos... ¡sos Papá Noel!. Entonces vas un día y el tipo está con vos tomando mate en el patio, entra a la casa y vuelve con la factura del gas y la luz, y te dice ‘mire Daniel, me llegó esto’. Porque ya que vos le has comprado, el tipo piensa ‘éste nos va a pagar los impuestos’. Y vos ahí le decís no, yo no le puedo pagar los impuestos”.

-¿No hay este tipo de “dignidad” en que el padre te recrimine diciendo ‘mire, estos son mis hijos, usted qué cree, que va a lucrar por medio de mis hijos’?
-Bueno, yo te diría que yo no he lucrado. Ellos pueden creerlo. Cuando hicimos el libro me cuidé bien de la plata que hizo falta para la hechura del libro y así, de la nada, conseguí plata para ellos, para que le quedara a ellos. Porque me parece que se lo deben, se los debo y se lo merecen. No, no me parece que haya que hablar de dignidad, a mí me parece que vivimos en un mundo tan difícil, tan injusto, de tanta exclusión, que para ellos es muy difícil conservar la dignidad. Es lo primero que hay que decir. He intentado siempre ser muy respetuoso con ellos y demostrarles que yo no quería explotarlos. Pero no creo que ellos hayan reparado demasiado en ese tema, que les haya interesado mucho si yo los explotaba o no. Ellos lo que querían era sacar algo y tienen toda la razón del mundo. Ellos quieren algo, confusamente se dan cuenta que necesitan algo a cambio y que pueden exigirlo. Yo lo he entendido así, entonces siempre he tratado de darles, de ofrecerles algo, y de tratarlos bien, con afecto, de ir a buscarlos, de llevarlos, por aquí, por allá. Yo intenté... contraté un muchacho que les enseñara malabares, y no sirvió absolutamente para nada. Porque los chicos hacen un pequeño número circense con un palo de escoba que salta un perrito y una ratita blanca que la ponen arriba del perro y nada más. Y vos les decís ‘che y si aprendieras un poquito más a hacer...’ No, no quieren saber nada, quieren hacer eso nada más. Es muy difícil tratar con ellos, ya lo es para la gente que se dedica al tema, pregúntale a un trabajador social.


EL PESO DE LA REALIDAD

-A propósito del dramatismo de tus imágenes (y de este mate amargo que compartimos) he sabido que tus colegas chilenos te ven como un personaje más bien oscuro y depresivo ¿Qué opinas al respecto?
-No. Unís las cosas de una manera un poco ligera y es lo que hace la gente. La gente es superficial en su mirada y dice, ‘sí, Barraco es depresivo’. Yo no soy un tipo depresivo. La gente depresiva suele ser justamente poco productiva, gente que la depresión le impide trabajar. Lo que no puedo negar en absoluto es que yo soy un tipo que tiene una mirada grave sobre las cosas, en el buen sentido, porque yo creo que la realidad es muy grave. Si dicen que soy depresivo es, también, porque debo proyectar esa imagen y algo de verdad tiene que haber en eso, no voy a decir yo soy Jerry Lewis y ellos ‘creen’ que yo soy depresivo. Yo soy un tipo al que la vida en algunos aspectos le pesa, no sólo por la realidad que vivimos sino por la vida misma. A veces, de verdad que siento que la vida... es un sin sentido... Y eso lastra mi mirada de una cierta tristeza. Pero lo otro me parece una reflexión muy superficial -me lo han dicho ya varias veces- que no hace otra cosa que condenarte a más soledad, de la que ya todos tenemos, y a que no te conozcan y a que tu trabajo sea juzgado siempre con esa vara superficial de las cosas. Me parece mucho más interesante lo que dice Jean-Claude Lemagny (el ex Director del Departamento de Estampas y Fotografías de la Biblioteca Nacional de París) de mi fotografía, que habla de un tipo como saltarín y que está siempre atento y con una gran disponibilidad frente a las cosas. Yo me considero un tipo profundamente curioso y no me parece que un depresivo lo sea, la depresión es sinónimo de aislamiento, de mirada desde tu lugarcito del mundo y de temor. Confundir esa mirada que yo tengo un poco –bastante- grave sobre las cosas, de esa soledad que uno arrastra, confundirla con tristeza, me parece algo muy ligero y tonto.

-¿No te ofendí, verdad?
-No, no, no. Porque además me lo han dicho mucho. Creo que vivimos una época donde la idea de la alegría y su contrario, la depresión, la idea de lo que es ser joven y lo que es ser viejo, son ideas caricaturescas. Entonces se promueven ciertas actitudes que vendrían siendo la alegría, la juventud... Yo no creo para nada en eso. Me parece que en los actos, en los gestos, yo soy un tipo infinitamente más joven, más activo que muchos jóvenes de 20 años. A los 45 tengo una manera de vivir más arriesgada que muchísimos de 20. Vivo exclusivamente de mi trabajo fotográfico y eso conlleva una actitud de cierta valentía. Ahora, lo que sí habría que tener en cuenta, a propósito del mate, es cierta idiosincrasia argentina. Los argentinos somos tipos complejos -no acomplejados- tipos que viven con la complejidad del espíritu que todos tenemos, más a flor de piel. Somos tipos menos ligeros. Yo no soy un tipo liviano, eso te lo puedo asegurar.

-En el cine argentino se nota mucho esta que tu defines como idiosincrasia...
-Sí, bueno, desgraciadamente no te puedo decir eso sobre el cine porque yo detesto el cine argentino.

-¿Demasiado discursivo?
-Claro, me parece una mala copia de un cine que ya es aburrido, que es el cine francés. Salvo dos o tres autores nuevos, Caetano y Stagnaro, estos chicos que hicieron ‘Pizza, Birra, Faso’, y otro que hizo ‘Mundo Grúa’, que son gente muy joven que tiene una idea de hacer un cine diferente, un cine normal, un cine humilde... La sola idea de tener que soportarlo a Luppi, un tipo que a cada frase dice una sentencia, no. Yo así voy cuesta arriba.

-¿Piñeiro, Subiela...?
-No, eso es lo peor. ¡Subiela! No, es infame el cine de Subiela, un cine ridículo, igual que el otro de Agresti... De ese vi ‘Buenos Aires viceversa’ y al final ejercí el único derecho que creo tiene el espectador, el de levantarse e irse. Lamento tener que hablar así del cine de mi país, pero creo que sólo son buenas intenciones, buenas ideas que se tiran en una mesa de café e inmediatamente se convierten en una película. Los directores argentinos han olvidado, si es que lo han leído, aquello que decía Kubrick: ‘Las buenas ideas en cine no tienen ninguna importancia, si no las trasladás en términos de imagen’. El cine argentino es lo más estereotipado que te puedas imaginar, si tratar cada uno de los temas es eso, la vida sería como una vida de oligofrénicos.

-¿No te asimilas a estos cineastas al pretender ver la realidad con gravedad y complejidad?
-Bueno, cualquiera puede decir cualquier cosa. A mí me parece que las opiniones de la gente no tienen mayor importancia. Lo que tiene importancia es lo que la gente hace. Entonces a mí lo que me pueda decir Subiela, me importa un bledo. Lo que me interesa es el cine de Subiela, a él lo conocemos como director de cine y no como expositor. Lo que te diga yo respecto a mi personalidad no tiene ningún valor, sí tiene algún valor mi fotografía. Yo he intentado hacer mi fotografía -que es aquello por lo que vos me conocés, me estás haciendo una nota y por lo que vengo a Chile a dar clases- de la manera más honesta, con la mayor riqueza y conocimiento técnico.

'XXX'

-¿Nunca te ha interesado el desnudo?
-No, yo admiro ciertos desnudos. Me gustan muchos los de Weston, la etapa de Irving Penn de sus desnudos hechos al platino, muy blancos, los de Wynn Bullock, los de Bellocq... Pero me parece dificilísimo hacer desnudos. He hecho, sí, uno que otro lindo. Pero es verdad, no tengo demasiadas fotos de mujeres y no tengo demasiados desnudos.

-Me llama la atención lo mucho que hablan de mujeres ciertos fotógrafos, ver cómo es realmente éste un tema importante para ellos, sin embargo nunca lo desarrollan en fotografía. Uno espera que de pronto te sorprendan con algo que han guardado por pudor u otras razones, pero pasa el tiempo y nada.
-Te voy a contar una cosa, es primicia, no lo he contado en ninguna parte. En mayo del 2003 voy a exponer por primera vez, en París, la serie ‘XXX’, la serie negra, que vengo haciendo hace mucho tiempo, una serie de fotografía eróticas y/o pornográficas. Hace más de diez años vengo haciendo fotos sobre el erotismo. Yo creo que son lindas, pero algunas bastante explícitas. Si vos vez, no me quiero comparar, pero en la vida de grandes artistas ha habido un renglón para cierto trabajo muy íntimo que se ha mostrado después de su muerte y que es el erotismo que ha bordeado la pornografía. Bueno, voy a mostrar esas fotos, que giran al rededor de las relaciones sexuales.

-¿Las que has tenido tú con tus parejas o conseguiste modelos y es algo más producido?
-No te puedo contestar a eso. Eso no lo voy a decir nunca. Las fotos están ahí y es lo que te puedo decir a propósito de esa reflexión tan interesante que vos hacés y que es muy cierto, tipos que no hacen fotos de mujeres y siempre están hablando de ellas. Pero no es tanto una obsesión, la otra vez cuando te vi me dijiste ‘ahí ando, me he separado’. Yo estoy seguro que si me hubiese metido dentro de tu cabeza, ese es un tema que te daba vueltas, el amor, el afecto. De eso está hablando uno, no creo que sea una obsesión en el sentido perverso. No, es una preocupación que es la del amor, de la pareja. Yo he tenido varias parejas y acá me tenés, solo a los 45 años. Entonces es un tema que a uno le preocupa.

-¿Te preocupa?
-¿Y a vos no te preocupa ahora? Tengo 20 años más que vos y debo creer que me quedan menos parejas que a vos. Pero con los años a mí me parece... Yo he sido muy mujeriego y con los años lo que a todos empieza a preocupar es que por ahí vos mismo, así como has ido aprendiendo sobre fotografía, no has ido aprendiendo sobre el amor. Y estás medio como al comienzo y no sabes bien qué es lo que te pasa, porque podés hacer fotos y exponerlas y te las compran, pero en el amor no te va tan bien. Entonces, con los años ya no es tanto la cuestión de cuántas parejas te quedan, es si con esas parejas o con la próximas no vas a cometer las mismas fallas y los mismos errores que te han llevado a ciertas cosas que son penosas en la vida, como no tener hijos, cierto desarraigo en relación al amor, que no estás de verdad con una persona o que no tenés a una persona que esté con vos. Bueno, esas cosas, con el paso de los años, no pueden más que acentuarse como una preocupación. A mí me parece que el gran tema de todos es el amor. ¿Cómo haces para pasar por esta vida... y no tanto como dice la Sara Facio, que sepan que no se ha muerto una vaca, sino que vos creas que no has sido una vaca?

-En este sentido la serie ‘XXX’ puede convertirse en el trabajo más importante de tu vida...
-Muy bien, es muy cierto. A tal punto que lo fui haciendo -como lo hago todo en el mundo de lo artístico- con cierta despreocupación. Gracias a Dios, yo no soy un tipo que me tome la cabeza y... no, yo las cosas las hago, por ganas y porque necesito hacerlas. Pero es verdad que ahora, que se ha formado un cierto corpus artístico y una cierta masa crítica, veo esas fotos y más que en ninguna otra serie me veo yo ahí. Entonces, voy con pie de plomo, no quiero hablar mucho de esto, y quiero mostrarlo y te aseguro que cuando lo esté haciendo, ‘boca cerrada’ y ‘de acá no sale una palabra’. Es eso. No me voy a poner a contar detalles. Es un intento de mirada, porque la mirada de uno es compleja y la fotografía no tiene tantas posibilidades. Creo que ninguna disciplina debe mostrar todas las complejidades que uno tiene para vivir las cosas. Las mostrás como podés.

-La pregunta acerca de si eran modelos o no, tiene que ver con esa desventaja que pareciera tener el fotógrafo ante, por ejemplo, la literatura. Gonzalo Rojas puede seguir escribiendo de una mujer incluso cuando ésta se ha marchado, pero Claudio Bertoni no, él trabaja con el cuerpo y el calor que proyecta ese cuerpo, no con su ausencia ni la soledad que le produce ésta. ¿Llevas tú este cuestionamiento, de tus 45 años, solo y sin hijos, a la fotografía?
-No, así como vos lo planteas no. Ahora, yo supongo que cada uno trabaja desde el lugar donde está. No creo que ese lugar sea tan simple de escribirlo, algo así como ‘tengo 45 años, no tengo hijos, por lo tanto...’ Pero supongo que 45 años, con otro tipo de relación, daría otro tipo de fotografías, otras temáticas y otras maneras de abordar éstas. En ese sentido me parece que uno da cuenta de lo que está pasando, pero yo no te podría decir ‘por lo tanto la fotografía tiene que ser así’. No, y menos mal que no. Yo no creo para nada en ese tipo de reducciones. Creo que la actividad artística va por conductos mucho más sutiles y más engañosos que esas respuestas inmediatas, eso es lo que hace la riqueza de la fotografía.

-¿Una extensa y gran carta también está ligada con este tema?
-No, no está ligado a la soledad, y si lo está lo está en la medida en que estamos todos solos. En los mejores momentos de relación afectiva he escrito siempre una carta por día, y si un día no lo hago, al otro día escribo dos, hace años... Cientos de cartas.

(Entrevista publicada en el diario electrónico El Mostardor, durante el mes de junio de 2001)

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