20010615

Claudio Pérez: “NO HAY ARTE SIN POLÍTICA”

© Claudio Pérez


¿Puede Claudio Pérez (1957) renunciar a tomar fotografías? Su cámara, es cierto, no mató a ningún hombre, como le sucede a Alexander, el protagonista de Before the rain, película que recientemente impresionó al fotógrafo. Pero un día, durante la dictadura, el antiguo miembro de la AFI presenció el bestial golpe que un funcionario de carabineros le propinó a un manifestante, directamente sobre el rostro. No tomó la foto, ni la del violento bastonazo, ni la del joven ensangrentado y desde ese minuto tuerto, ni la de sus colegas compitiendo, ávidos, por fotografiar al afectado. Ese día renunció, pero no a la fotografía, sino al periodismo y a la locura que lo cubría todo.

La fotografía de prensa se desvivía por la foto impactante; Los reporteros gráficos perseguían el Pulitzer y si eran citados a una manifestación contraria al régimen militar, esperaban, al menos, que alguien lanzara una piedra, ojalá una molotov, y la represión no se hiciera esperar. "Qué fome, no pasó nada", comentaban al retirarse si no había detenidos, algún herido o los ‘atractivos’ disturbios. Entonces no había foto.

Pérez emprendió el viaje necesario, interior. Y físicamente se trasladó al pueblo de Andacollo. De ahí -de sus constantes viajes al poblado- surgió el libro Andacollo, Rito pagano después de la siesta (Ed. LOM, 1996). Hoy, luego de fundar hace dos años junto a Rodrigo Gómez la Agencia de fotógrafos IMA, enfoca su lente hacia tres frentes del quehacer nacional; Fotografía a los protagonistas de la noticia (para la prensa local y extranjera), retrata a los intelectuales más destacados del reducto cultural chileno y ofrece los servicios de imagen corporativa a diversas empresas, ya sea en forma de elegantes calendarios, dípticos, memorias o campañas publicitarias. ¿En qué quedó su trabajo de denuncia (recientemente visto en Chile desde dentro, en el MAC) o aquel más sugerente como El Artificio del Lente. Apuntes de Viajes: 1998 - 2000, ofrecido junto a Héctor López, Álvaro Hoppe y Javier Godoy, en el mismo museo? Inquieto -¡hiperkinético!- Claudio Pérez presenta hoy El muro de la memoria, mural fotográfico permanente, de aproximadamente 40 metros cuadrados, que reúne 950 imágenes fotográficas de los 1.192 detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. El proyecto -auspiciado en gran medida por el Fondart- debiera inaugurarse este año, a fines del mes de julio. ¿El lugar? El puente Bulnes, sobre el emblemático río Mapocho.

-¿Cómo nació este proyecto?
-Para la exposición Chile, La memoria oxidada, iniciativa de Editorial LOM, viajé a Italia. En la catedral de Módena, en una de las paredes exteriores de la torre del campanario, hay un mural y una placa que dice: ‘La ciudad de Módena, a los partisanos muertos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial’. Eso me recordó inmediatamente las fotografías de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. En 1999 presenté un proyecto al Fondart, que permite la construcción de El muro de la memoria y que reúne la totalidad de las fotografías que existen de detenidos desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet. De 1.192 detenidos desaparecidos, logramos reunir al rededor de 950 fotos, sacadas de los archivos fotográficos de la Vicaría de la Solidaridad, la Comisión Rettig, el Instituto Médico Legal y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. La suma de estas imágenes conforma hoy un nuevo archivo del cual, su reproducción, guardaremos acá, en la Agencia IMA.

-¿Qué harán con él?
-En primer lugar, digitalizarlo y entregarle un CD a todos estos organismos, especialmente al Instituto Médico Legal, que es a quien más le sirve para la identificación de los cuerpos. A futuro, presentaremos un proyecto que consiste en ir a buscar la foto a terreno, hacer una película sobre la búsqueda de esta foto. Porque al inicio del proyecto yo pensaba que estaban todas las fotos y no sería difícil encontrarlas... no fue así. Mientras los familiares buscaban los cuerpos, nosotros iniciamos otra búsqueda, la de sus fotografías. Conseguimos la dirección de los familiares de detenidos desaparecidos, sus datos más recientes (porque muchos se mudaron o dejaron el país) y les enviamos cartas explicándoles el proyecto, dándoles a entender la necesidad de que estuvieran todas las fotos en este mural, que no faltara nadie. Enviamos alrededor de trescientas cartas y así comenzaron a llegar fotos a la Agrupación, dos o tres de hijas de detenidos desaparecidos que viven en La Paz, por ejemplo. Pero también hay otros casos, donde no existe ni el carné ni se conoce a los familiares de un detenido desaparecido, o sea hay 30 personas de las que no encontraremos nada.







Militancia por la vida

-El proyecto tuvo una gran acogida, las personas comprendían la necesidad de este mural...
-Por supuesto, si hasta nos enviaron fotos enmarcadas -imagino que las sacaron del living de sus casas- acompañadas de una carta, pidiéndonos que ‘por favor, que es la única foto que tenemos...’ Más que fe en este mural -que no debieran existir, porque no debiera existir detenidos desaparecidos... nunca los hubo hasta la dictadura de Pinochet...

-...En el gobierno de Ibáñez del Campo también se detuvo personas - especialmente homosexuales- y, se dice, se les tiró al mar o se les desapareció...
-Claro, pero no se trató de una política de terrorismo de Estado. El otro día tuve una discusión -bueno, ya son opiniones políticas, pero este es un trabajo político- donde un amigo me decía ‘es que los militares se volvieron locos’. Yo creo que los militares no se volvieron locos, siempre han sido locos. Pero, sí, ellos aprendieron estas prácticas y políticas de represión en West Point o en la Escuela de las Américas en Panamá, donde todos los militares latinoamericanos, de un rango para arriba, van a hacer su curso de especialización. Esa política de represión y desaparición fue comandada por Estados Unidos. De hecho en la película Missing, de Costa Gavras, se habla de eso. Ellos no iban a entregar los cuerpos. ¿Quiénes estaban involucrados ahí? El Departamento de Estado Norteamericano. Desde el mismo día del Golpe Militar ya estaba instaurada la política de desaparición de personas, y no termina con la dictadura militar... En el gobierno de Aylwin, cuando ya había una ‘apertura democrática’, los familiares de detenidos desaparecidos, en Calama, comenzaron a averiguar hasta que un día metieron una retroexcavadora en el desierto. Escarbaron, buscaban los cuerpos de sus familiares y estaban tan cerca, a 14 kilómetros, que un día llegaron los militares y removieron todos los cuerpos, pues ellos sabían donde estaban. Entonces, al final los familiares lograron llegar al lugar pero encontraron pedazos de dentadura, lo que quedó de esa remoción de escombro humano. La política de desaparición de personas perdura hasta el día de hoy, capaz que mañana pesquen otros cuerpos y los remuevan de nuevo. Entonces, no es que los militares se hayan vuelto locos, es sistemático, es una política de las fuerzas armadas.

-Un trabajo político, dices ¿Por qué este compromiso hacia esta realidad política? -Porque uno es un ser humano. Hace mucho que no tengo militancia política -yo milité en la "J"- pero ésta es una militancia política por la vida, no por un partido. Por los derechos humanos, la justicia... Hay que tener una militancia.

-¿Si no fueras fotógrafo utilizarías otra vía?
-Por supuesto

-¿Y lo haces?
-Utilizo el lenguaje. Donde pueda converso con la gente, con el taxista, en la micro, en los bares, donde sea. Hablo de la injusticia y de la dictadura, y no es una paranoia o que esté chalado. Si uno fue testigo, hay que recordarle a la gente lo que pasamos y hay que hablarlo con los más jóvenes también. Esa es una labor más allá de la de fotógrafo. Yo no hago fotos de lo que hablo, yo hablo de lo que viví y vivió el país.

-Y la fotografía es una manera de recordar y de hablar...
-Por supuesto. ¿Cómo llegué a la fotografía? Es una militancia de la especia humana, política. Comencé a hacer fotos como medio de denuncia, después me convierto en fotógrafo y mi oficio es la fotografía y mi manera de decir las cosas, de comunicar y de experimentar, también es la fotografía. Pero mi llegada a la fotografía, el año 1983, es para denunciar la dictadura militar. Fotografía de prensa, pero para denunciar ante el mundo y para tener un registro histórico de la barbaridad de la dictadura.

-¿Qué edad tenías?
-26 años.

-¿Qué te perecen las metas de muchos jóvenes que hoy, con 26 años, se muestran completamente indiferentes al cotidiano, a lo que les rodea? ¿Es porque no vivimos una realidad a primera vista tan denunciable o se halla disfrazada y son otras las causas?
-Pero vivimos en democracia igual. Hemos conseguido espacios democráticos. El plebiscito lo consiguió la gente, el pueblo, no fue una gracia del señor Pinochet. Las protestas, la rebelión popular, consiguieron que se llegara a cierto acuerdo y a un plebiscito, con toda la mesa de negociación que hubo, donde no se convocó al pueblo ni a las organizaciones de izquierda ni de derechos humanos... Pero hubo un acuerdo, se consiguió llegar a un gobierno democráticamente elegido, desde Aylwin hasta hoy. Hay espacios donde puedes decir cosas, denunciar, aunque igual estamos en la cuerda floja, como decía Alejandro González. Él era jefe del Departamento Jurídico de la Vicaría de la Solidaridad, un abogado impecable, un señor de 60 años que entrevistamos y al final de la conversación nos confesó que se había hecho un scanner de todos sus huesos. Inocentemente le preguntamos por qué. ‘Porque uno nunca sabe’, respondió. ¿Qué nos dice eso? Que nadie -nadie- sabe qué puede suceder nuevamente el día de mañana. Él quiere que sus hijos tengan su cuerpo entero y nada le asegura que no vuelva a suceder lo que sucedió. Si hace unas semanas el señor Manuel Contreras, ex general de la República y jefe de la DINA, dice por televisión que no está arrepentido para nada de todas las barbaridades que hizo... O sea, estamos hablando de una persona que aparte de ser enfermo mental es una persona cuya ideología, cuyo norte, es exterminar al disidente, al que piensa distinto, exterminarlos, a todos. Usa los medios militares para eso, pero tiene su ideología, tanto el señor Contreras como el señor Ricardo Claro, tanto los militares como los empresarios y la gente de derecha, como los señores Longueira o Moreira. Ellos no piensan pedir perdón. Por supuesto, ellos ganaron, su ideología ganó. A través de las armas, de la desaparición, el país creció. Pero para ellos los costos son presupuestados, irrisorios para lo que el país consiguió: Zafarnos del marxismo internacional, tener una economía de mercado exitosa... Y lo harían de nuevo si es necesario, lo dicen, y por televisión, porque todos los medios de comunicación son de ellos... los señores Edwards, Fontaine y todos los demás son los dueños de los medios de comunicación en este país, es el legado que les quedó. Y para qué hablar de las empresas públicas que pasaron a mano de los "civiles de la dictadura" por servicios cumplidos a Pinochet.

-El Informe de Amnistía señaló hace unas semanas que "En Chile se tortura hoy".
-Por supuesto, la policía sigue siendo la misma. Los jóvenes tienen conciencia de lo que les pasa hoy, que por ser jóvenes los van a detener por sospecha aunque por ley no debieran. Porque la policía se mete la ley por la raja, o sea, no tienen idea, son poco profesionales en ese sentido, son seres que les interesa la guerra y la muerte y punto.

-Pero ¿no adormece la democracia hoy? A los 26 años decidiste denunciar con tu cámara, sin embargo hoy el contexto es el dinero, la competencia, el éxito...
-El triunfo de la dictadura fue meternos en esta sociedad individualista y de ignorancia y poca solidaridad. ¿Qué son hoy las juntas de vecinos? Mi papá participaba en la junta de vecinos. Era demócrata cristiano y discutía mucho con un tipo del Partido Nacional y un comunista, en el tiempo de Allende. Terminaban a punto de trenzarse a golpes. Pero después se iban a un bar, se tomaban un vino tinto y se curaban, o terminaban todos riéndose y se iban abrazados a sus casas. Vino el golpe y uno de ellos desapraeció, el del PC, y nunca más mi papá habló de política. Nunca más hubo esas reuniones. Junto con él se murió todo esto. Es como este proyecto... Si tú ves las fotografías de tanta gente, lo que ves son las fotografías de tu familia, de nuestra familia, la Familia Chilena. Ves nuestras costumbres, nuestra manera de ser, nuestra vida cotidiana, nuestra religiosidad, nuestros actos sociales, a nuestros padres casándose, nuestros hijos bautizándose, tú ves a la Familia Chilena, o sea, nos desaparecieron a la Familia Chilena. Nos hicieron desaparecer todo, para construir esta sociedad en que vivimos hoy. Y los jóvenes están metidos en la droga, la pasta base, el dinero... Ahora, los jóvenes tienen conciencia, ellos saben lo que pasó, y eso también depende de lo que sus padres les hayan contado. Pero si tú ves la maniobra de la derecha, de la publicidad, del marketing, de las consultoras y de todo este aparataje norteamericano que lleva al éxito a Busch o a Clinton o a quien sea -y aquí quieren llevar al éxito a Lavín- ...o sea, que adormece, por supuesto. Y les brinda un mundo fantástico, de cambio, de fantasía. Gente que estuvo en la Vicaría de la Solidaridad, como un abogado, el señor Luis Hermosilla, que vio todo lo que sucedió entonces, recientemente apoyó la candidatura de Lavín. Porque él cree en ese cambio. O sea, o se chaló o nunca estuvo en realidad comprometido con los derechos humanos. Pero no puede ser que ahora esté aliado con Longueira o Lavín, que prometen el cambio y pueden apoyar un nuevo golpe militar. El sistema en que vivimos no permite cambio, aunque sea un gobierno concertacionista, con presidente socialista... y un sistema capitalista también.

-Pese a que durante dictadura decidiste apartarte un poco de la fotografía de denuncia -porque comprendiste que comenzabas a convertirte en un cazador de fotos impactantes, como Alexander Kirkov en Antes de la Lluvia- tu compromiso político te hace volver...
-Eso habla muy bien de lo comprometido que uno estaba, no porque volví, sino por que me fui. Vi que estaba contaminándome, que tal vez estaba persiguiendo un premio Pulitzer. Inconscientemente, quizá, mucha gente lo esperaba, y la foto era más importante que lo que estaba sucediendo. Habla muy bien de la perseverancia y la honestidad con que uno ha hecho su trabajo. Porque el año 1984, cuando un paco le vuela un ojo a un joven en la Plaza de Armas y éste está tirado en el suelo y junto a él el ojo reventado y diez fotógrafos haciéndole fotos y yo sin poder hacer una, ni la de los fotógrafos haciéndole fotos a este joven, ni la del paco, sólo queriendo llorar y salir gritando y esconderme, arrancar, porque estaba impactado, bueno, no hice fotos de eso... Como no las hice de otras manifestaciones, por diferentes motivos, porque ya no era la denuncia sino el morbo. El otro punto que me vuelve a ese compromiso es cuando me toca por casualidad presenciar la entrega de los restos del niño Fariña, de 13 años, a sus hermanos, en el Instituto Médico Legal. Por casualidad me encuentro dentro y comienzo a hacer fotos. Tenía dos cámaras fotográficas, una que suena mucho, cargada con película color, y otra que suena muy poco con blanco y negro. Usé ésta para guardar un poco el grado de intimidad, porque no se podía y yo estaba de colado ahí. Llega un momento en que uno de los hermanos toma el cráneo y lo besa, es una imagen fortísima y no pude... Pensé hacerla en blanco y negro, pero se había acabado el rollo. Pude tomar la cámara cargada con color y hacer cinco fotos, rápido, y haber partido a la France Press a venderla. Pero no lo hice, me bloqueé. No se podía hacer ruido, él se estaba despidiendo, o sea, por lo menos no metas ruido. Con la otra cámara quizá tomo una foto y me voy, porque yo también ya temblaba. Tienes que tener un mínimo de respeto con las cosas que están pasando, no puedes tirar flash o cuando le está saliendo la lágrima del ojo, tú ahí ¡paf!, ojalá ahí hacerle la foto. No, por favor... Ahí me retiré.

-Renuncias a hacer fotografías -esas, al menos- pero no a tu compromiso con Chile...
-...Y con Perú y con Brasil y con Bolivia, Sudáfrica y Palestina. Con la humanidad. Yo no soy nacionalista, ni patriótico, no, por favor. Seré chileno, pero ante todo internacionalista.






Catedral de la Memoria

-Mucho se ocupa la palabra memoria pero cada vez se recuerda menos.
-Nuestra generación, la de los ’80, tiene un deber, el de hacer trabajos con la memoria. Fuimos los actores de ese tiempo. Hay que hacer documentales. Junto a una documentalista chilena que hoy vive en Berlín, trabajaremos el período de los ‘80, los jóvenes de entonces y lo que son ahora. Hay gente que cambió radicalmente, ahora son yuppies, ‘ojalá que al tata lo dejen tranquilo’, ganan sobre el millón y medio y el sistema les queda la raja. Pero antes eran del Frente (Patriótico Manuel Rodríguez), nunca de clase baja, sino acomodada. Mi generación tiene un deber, y si uno es artista o un comunicador, tiene el deber de realizar trabajos en torno a la memoria. Y eso porque hay generaciones que vienen. En Alemania se está construyendo también un muro de la memoria.

-Y comienza a indemnizarse a los judíos...
-Por supuesto. Eso no va a acabar, tú ves en la televisión a esas personas y se emocionan y aún lloran. No es ‘borrón y cuenta nueva’, como dicen acá, ‘miremos el futuro, no nos quedemos en el pasado’. Yo no estoy en el pasado, pero no podemos dejar de tener conciencia y memoria del pasado. Si no, no podemos construir nada, no podemos hacernos los huevones.

-Volvamos al mural. ¿Qué sucedió cuando consiguieron las fotografías?
-Con Rodrigo Gómez, fotógrafo, mi socio de la agencia IMA, comenzamos a editar las fotos. Por cada detenido desaparecido había una foto única, quizá la décima reproducción de la foto del carné de identidad o una fotocopia, o tal vez diez fotos de la misma persona. Escogimos la mejor, no por su calidad estética o de conservación, si no por lo que decía: La que más nos emocionaba o puede emocionar a la gente, que habla de la vida cotidiana de ellos, de la sonrisa, de su juego con el niño en la playa, cortando la torta del cumpleaños de su hijo... Esas cosas que hablan de sus vidas más que la foto de carné, que es muy dura y muy fea, casi un fichaje.

-O sea, trasladando esas imágenes al presente ¿podría ser cualquiera de nosotros, habrá una identificación?
-El otro día lo hablaba con mi mujer. Podemos rellenar los espacios que van a quedar vacíos, con fotos nuestras. Fotos de nuestra vida cotidiana, tuyas, mías, de nuestras amigas, de nuestras fiestas, nuestros asados, nuestros paseos por el campo, el viaje en tren o en metro. Podríamos poner fotos actuales, de nosotros mismos, y serían casi igual a ellas... Bueno, luego reprodujimos todas las imágenes. Les pusimos el nombre y la fecha para identificarlos. Revelamos las películas, las pasamos a contactos y las archivamos. Esa labor la hizo Francis Cifuentes, que llegó a hacer la práctica en IMA y copió todas las fotos de los detenidos desaparecidos. O sea, terminó viéndolos aparecer a todos ellos nuevamente. El espíritu de los detenidos desaparecidos está vivo ahí. Es la magia de la fotografía, el combate a la muerte. Por eso es recuerdo y es memoria y emoción, te regresa a ese lugar, a esa época, y vuelve a estar viva esa persona. Esa es la importancia de este trabajo, que mantiene vivos a los detenidos desaparecidos. No queremos provocar un shock, pero sí emocionar, porque todas las fotografías de tus familiares te emocionan.

-También habla de la importancia que le asignamos en occidente a la materia, donde eso de ‘aún está con nosotros, no ha muerto’, tiene que ver con la representación tangible, cosa que en oriente pareciera ser menos importante.
-Por supuesto. Ellos trabajan la elevación del espíritu, nosotros la jubilación y un hoyo en el cementerio. Habla muy bien de como somos, pero no por eso va a ser feo. La gracia de la fotografía es que, más que mantenernos vivos, nos mantiene ‘vivos en el recuerdo’. Necesitamos recordar. Estás solo, recuerdas y te trasladas. Es, también, un viaje interior... Después mandamos a hacer 1500 placas en arcilla. La tierra... Se dice -bajo esta concepción occidental- que el ser humano nace de la tierra y vuelve a la tierra. Pero el círculo no es redondo.

-...El tiempo nunca muere.
-El tiempo nunca muere. Más que regresarlos a la vida, necesitamos tenerlos en la memoria. También esto de tener una placa y su foto pegada en ella, me recuerda las fotos en los cementerios. Claro que eso es losa y esto es tierra. Es casi como darle una sepultura, pero tenerlos aquí. No se trata de decir ‘cerremos el cuento, pongamos la lápida’. Sabemos que están muertos, sabemos que los mataron a todos, que los violaron, los degollaron, les quitaron a sus hijos y los tiraron al mar o a los volcanes... Están todos muertos, pero es casi como darles una sepultura y tenerles un lugar donde sus fotos -no ya un cuerpo- reposan, en vida. ¿Y por qué el río Mapocho, el puente Bulnes y la plaza Joan Alsina? El río se llevó muchos cadáveres, ese lugar lleva el nombre de un cura español, tiene que ver también con la religiosidad nuestra, latinoamericana, un continente religioso, sincrético, viene este cura español y lo fusilan. Tiene que ver también con España y la conquista.

-Es, también, un lugar con poca custodia. Ya antes desconocidos atentaron contra el mural de Joan Alsina, arrojándole pintura...
-Pero era el único lugar. La gente de la Agrupación me preguntaba ‘por qué no lo ponemos en la Plaza Italia’. ¡Por favor! No estamos en condiciones políticas ni democráticas. Te creo en 50 años más, tal vez... En Alemania todavía hay un conflicto por esto del pago de las indemnizaciones... Planteé hacerlo en la Catedral de Santiago, le llevé el proyecto a monseñor Valech, arzobispo. Me tiró el proyecto por la cara, me dijo que yo era un loco, un desquiciado. Me trató así, como un desquiciado. Se espantó, me echó. Yo le decía ‘pero por qué tanto’ y él, balbuceando, me respondía -mentiroso, además- ‘no, es Patrimonio Nacional, no puedes pintar estar paredes, no puedes hacer nada’. Bueno, iré a Patrimonio Nacional entonces... ‘No, que ellos son de derecha, jamás te van a permitir’. Mentira. ¿Qué sucede, en el fondo? Que toda la gente de derecha que pone verbas, las platas, el 1% (ellos pondrán el 10% a la iglesia y a la Catedral de Santiago) se retirarían, no serían más partidarios de esto. Tú ves en la procesión de la Virgen del Carmen en Santiago. Vienen las FFAA, viene el señor Sinclair y otros militares que estuvieron en la dictadura y fueron partícipes del genocidio, de la tortura y la desaparición, y ellos en primera fila con la Virgen del Carmen, cargándola. Son ellos los que dan las platas a la Iglesia y el señor Valech con ellos, o sea, si tú pones el mural ahí, por supuesto toda esta gente se va a indignar y jamás va a volver a la iglesia, a esa iglesia. De todas formas, el puente es un lugar público, cotidiano, urbano. No es un lugar cerrado. La gente que va al cementerio va con una connotación, igual que a Villa Grimaldi. Este es un lugar de paso, que se va a convertir en lugar de culto también, de memoria. Además, con la plaza Joan Alsina. O sea, se va a convertir en una Catedral de la Memoria, por así decirlo, por el sentido religioso; Alsina, la cruz, el aire... También presentaremos un proyecto para iluminar este lugar, a través de otro Fondart o en la Dirección de Arquitectura. Todas las esculturas y obras en la calle sufren de la intervención del hombre y también climática. Pero no creo que halla un atentado de bomba o algo así, no creo que les vaya a provocar tanta rabia. Pero capaz que ellos hagan ahora un mural en la Escuela Militar, con todos los muertos víctimas del ‘terrorismo internacional marxista’.

-¿Quién hizo las cerámicas?
-Fueron hechas por un gran artesano, Sergio Porflidt. Se fue probando la emulsión fotográfica sobre las cerámicas y su resistencia. Primero fue grabada en 700° y no había consistencia, quedaba con porosidad y le entraba líquido, había que sellarlas más. Se le dieron 1.100° de temperatura. Teniendo eso nos contactamos con Luis Acosta, artista plástico que ha trabajado con Enrique Zamudio, y fue él quien fabricó una emulsión fotográfica muy resistente.

-¿Qué falta para que el proyecto esté listo?
-Cada una de las cerámicas lleva una ubicación en el muro, pues las ordenaremos por fecha de desaparición y por apellido. Como existen novecientas y tantas fotos y esperamos encontrar las que faltan algún día, dejaremos el espacio vacío, con el estuco de la pared a la vista, para que estos 250 espacios libres den la oportunidad a que un familiar, amigo o conocido, se acerque a la Agrupación, nos pueda dar esta fotografía y podamos convertirla en placa para ponerla en el mural... hasta el último detenido desaparecido, que es del año 1989, o sea; 26 años de política de desaparición. El Ministerio de Obras públicas se ofreció como parte ejecutora del montaje de las placas, proceso que se inició la semana pasada y debe estar listo en un mes. Creemos que a fines de julio podría estar inaugurándose. Será un acto sencillo, de lectura. Hablará Marisol Berríos, mi amiga íntima, hija de Lincoyán Berrios, quien debiera estar -según los informes de los militares, que son poco creíbles- en la cuesta Barriga. Hablará también Nivia Palma, en representación del Fondart; Viviana Díaz, como presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ella está muy agradecida, que el arte esté al servicio de la memoria y de la causa de los derechos humanos) y, finalmente, hablaré yo.

-¿Crees en un arte descomprometido políticamente?
-¿Para qué sirve el arte y los artistas? Es un deber. Un artista también es un ser humano, parte de la sociedad. La sociedad le debe mucho a los artistas, necesita de ellos, del canto, del baile... Sin arte, el mundo ya no existiría. Los artistas, entonces, tienen un deber planetario, por los hombres, las mujeres, los animales, el sistema, la divinidad... El arte debe estar comprometido siempre, no con la lucha del pueblo y las banderas del partido, no, con la lucha por la sobrevivencia, por la humanidad, por los derechos humanos, la libertad de expresión, comprometido con la democracia política, económica... Es un compromiso que va más allá del ser artista, sí, el arte debe estar al servicio y el arte es política. Todo acto es político. Para mi no hay arte sin política.

-Pareces tener muy definido tu norte. ¿Sabes verdaderamente hacia dónde vas, tienes tus metas tan claras?
-No sé si es una meta, pero cada vez tengo algo más claro: Cuando terminó la dictadura física, real -porque aún vivimos bajo una dictadura económica- pensé que ya había terminado mi trabajo de denuncia o de compromiso. Ahora creo que cada día se acentúa más. Yo soy un ser político y soy un ser fotógrafo. Trabajo la política a través de la imagen... Y trabajo la denuncia, las desigualdades, el dolor y la esperanza. Y la alegría también, y el amor. O sea, también es una postura ética, filosófica, humanitaria. Todas estas posturas de principios y valores las aplico cada vez más en mi vida y, por supuesto, en mi trabajo fotográfico. Cada vez tengo mayor compromiso con eso.




-Para terminar ¿Tienes alguna opinión respecto a lo que pasa con la fotografía chilena actualmente?
-Noooo, ni sé lo que pasa. Estamos todos tan desperdigados, absorbidos por el sistema y la sobrevivencia económica, que uno no tiene tiempo de reunirse. Pero sí, yo esperaba más de El Artificio del Lente, un proyecto muy bueno, de cinco fotógrafos, donde pudo visualizarse otra cosa, hacer un giro visual, emocional, en cada uno de estos fotógrafos -me incluyo- y como propuesta fotográfica a los demás, al mundo santiaguino chileno. Y no hubo nada de eso. Nuestra propuesta fotográfica nacional no es nada, no hay nada. Sería fantástico hacer un coloquio de fotografía nacional y conocer el trabajo de gente que salió hace cinco años de las escuelas de foto, que tiene una propuesta que uno no conoce. O que los jóvenes sepan que uno se quedó pegado en la fotografía de siempre o que uno no hace nada o está haciendo experimentos visuales antropomórficos, no sé. Pero conversar en torno es lo que más nos falta.

-¿Qué tan amplia es la posibilidad de experimentación en que se mueven? He visto como ustedes sólo cambian de formato; que uno usa polaroid y el otro panorámica, que éste permite que la placa se deteriore para lograr un efecto más plástico o -a la manera de Zamudio- emulsiona una tela... La propuesta debe estar en la mirada ¿no?
-Me gusta la técnica de Zamudio, pero él hace su trabajo para él y para nadie más. Está bien, es respetable, pero lo encuentro muy egoísta. Yo no vivo en torno al trabajo que hago para mí. Uno tiene un trabajo personal, pero no es el más importante. Hazlo, pero no puedes vivir en torno a eso.

-¿Dónde está entonces la nueva propuesta que esperabas de El Artificio del Lente?
-Esperaba, por ejemplo, ver a Álvaro Hoppe haciendo retratos, a Héctor López haciendo fotografía color, intervenida o de diapo revelada como negativo... no es nuevo, no soy partidario de esas cosas, pero habría sido interesante ver a estos viejos cracks planteándonos algo. Yo podría haber emulsionado telas... También podría haber sido más conceptual. Muchas veces planteé que si éramos 5 fotógrafos y la palabra Chile tiene cinco letras, cada uno tomara una de ellas. Cada uno, por ejemplo, imaginara la "C", de lo cósmico de este país, de lo culeado de este país, de lo castrado, de lo caótico, católico, creador... Cada uno podría haber desarrollado todo un concepto. Otro podría haber hecho fotografía aérea, y tal vez la habrías hecho sin moverte de tu casa: El desierto con el cerro de arena de tu patio, el sur y los bosques en la floresta de tu jardín, los hielos dentro del refrigerador, no sé, no importa, una mentira enorme pero fantástica. Otro podría haber planteado, a través de los retratos, acerca de la "h" de este país: Lo huraño, lo hermoso, lo huevón, lo hosco... Luego lo ilustrado, lo iluso, lo injusto, lo indigno. Pudimos haber explorado la mente y la creatividad de cada uno, armar un cuadro y decir ‘esto yo lo planteo así’. Cinco fotógrafos con cinco propuestas, cinco miradas del Chile de hoy. No, quedó como si fuera el trabajo de uno solo. Yo mismo, solo, podría haberlo hecho... Salvo las fotos de Hoppe, que son feas para mí. Son feas, no hay amor, no me gustan, no son ni dolorosas, sin emoción alguna... un condorito... son chistosas, pero una gracia fome, como lo de (Oscar) Wittke. No son la gracia de un Elliot Erwitt, no son una gracia esperanzadora, sino sin fin, mentirosa. Lo encuentro falso, y se lo he dicho a Hoppe. Yo lo admiraba en tiempos de dictadura, conocí la fotografía a través de Hoppe, el año ‘83, y era para mí un valor y lo fue hasta el ‘90. Pero bueno, uno tiene que asumir lo que hace.

(Entrevista publicada originalmente -con excepción de las dos preguntas finales- en el diario electrónico El Mostrador, durante el mes de junio de 2001)

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