19980315

BOB BOROWICZ: "Toda la vida con el ojo abierto"

El 5 de mayo de 1945 el tercer batallón del ejército norteamericano, a cargo del general Patton, liberó a miles de prisioneros de un campo de concentración alemán en Austria. Uno de los detenidos era Bob Borowicz, verdadero mito viviente en la historia de la fotografía chilena.


© Bob Borowicz. © All rights reserved.


Nacido un 7 de agosto de 1922 en Pöznan, Polonia, el pequeño Bob encontró rápidamente la que sería una de las preocupaciones más importantes de su vida. Viajero desde su niñez, se convirtió en boy scout para conocer su país “hasta que en un momento tuve una cámara cuya película tomaba 10 cuadros de un centímetro cuadrado cada uno. Empecé revelándolos debajo de la cama, porque alguien me dijo que había que revelarlo en la oscuridad. Por supuesto que no salía nada, todo negro, porque si bien era oscuro no tenía nada que ver con oscuridad fotográfica”.

No había recorrido mucho del camino que lo llevaría a realizarse como fotógrafo, cuando el año 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. “Y todo se fue al hoyo. Las aficiones, la ópera, la música que me gustaba mucho, la fotografía y los libros, todo se terminó. Y muy poco tiempo después del comienzo de la Guerra, me arrestó la Gestapo. Era el mes de abril de 1940. Aterricé en un campo de concentración por cinco largos años en que tuve la gran suerte, Dios así lo quiso, de salir intacto. Vi morir miles y miles de compañeros, de gente de todas las naciones europeas y salí felizmente bien”.

Fue entonces cuando comenzó otro capítulo de la vida de Bob Borowicz. “Después de unos meses, al recuperar las fuerzas, viajé de Austria a Polonia. Aquí había dejado a tres hermanos y mis padres. De mis hermanos no quedó ninguno vivo. Uno murió en un campo de concentración ubicado a tres kilómetros del que yo estaba. Otro murió en manos de los liberadores, de los rusos, cuando llegaron a mi ciudad. Encontré a mis padres solos. Hubo que comenzar la vida de nuevo”. En 1950, luego de servir como locutor de radio y reportero en su país, Borowicz fue encomendado por el Ministerio de Relaciones Exteriores polaco como agregado de prensa en Frankfurt. “Ahí recién pude ver la gran diferencia entre el mundo occidental libre y el mundo oriental dominado por los rusos”. Un año más tarde desertó y pidió derecho de asilo. “Ya no quise volver más a Polonia. Hubo que empezar a ver qué hacer”.

“Un amigo norteamericano me dio un buen dato, me recomendó Chile. Te va a encantar mucho el paisaje, el clima y las mujeres –me dijo-. Resultó absolutamente cierto. Llegué a Santiago de Chile, en agosto de 1951, con una pequeña maleta, un par de camisas, un par de zapatos y sin hablar castellano. Pero como hablaba inglés y alemán me asocié al Instituto Chileno Norteamericano de Cultura. Así pude leer y conocer gente y fue ahí donde trabajé por primera vez como fotógrafo en el país”.

Fotografió actos, conferencias, exposiciones y publicaciones. Hizo retratos individuales y familiares. Hasta que uno de los socios del instituto le ofreció instalar un estudio fotográfico en un local de la Galería Imperio, en el centro de Santiago. “La tienda se llamó Arlequín. Por un lado hacía clases y por otro atendía el estudio. Así me di a conocer y esto fue el comienzo de todo”. Ciertamente ese fue el inicio de la promisoria carrera de Bob. Era un gringo, con aspecto y costumbres de gringo, el As bajo la manga que suele dar frutos en nuestro país. Y sin duda fue una de las llaves que le abrió las puertas con mayor prontitud y sin el menosprecio socioeconómico característico hacia la profesión de fotógrafo. Pero Bob no tardaría en mostrar su juego. Por sus propios medios y aportando con lo suyo forjaría un nombre en la historia del arte nacional.

De lo primero que se preocupó fue de transmitir sus conocimientos. Dictó clases en el Foto Cine Club de Chile, en la CIAT (Comisaría de Investigación de Accidentes del Tránsito), en la Escuela de Especialidades y en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea de Chile. Participó en las Escuelas de Verano de la Universidad Federico Santa María y en los institutos Cultural de Providencia y Cultural de Las Condes. A sólo dos años de su llegada a Chile, obtuvo en 1953 la Medalla de Oro en fotografía del Museum of Modern Art de Baltimore, Estados Unidos. Luego el Gran Premio Bernardo O`Higgins y un año más tarde, la Medalla de Plata en el Salón Internacional de Sao Paulo, Brasil. En 1958 recibe la Medalla de Bronce en Amberes, Bélgica y en 1961 la de Plata en Tokio, Japón. Hoy posee el título de EXCELENCIA, otorgado por la Federación Internacional de Arte Fotográfico (EFIAP), de la cual es Miembro Activo y pertenece a la American Photographic Society. Su trabajo ha sido expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago, en la Universidad de Talca y en los talleres culturales de Chuquicamata.

-Pero a la hora de... ¿Importan los títulos, diplomas o medallas? Sin duda es la obra y el pensamiento del artista lo que trasciende ¿Cuál ha sido la premisa, la manera con que Bob Borowicz pone a foco su vida?
-“La fotografía es un arte. Existen grandes obras maestras fotográficas, pero no es Fotografía con “F” mayúscula, como yo la denomino... hasta que llegaron señores como Henri Cartier-Bresson que le dieron verdadero nombre. Donde la filosofía se basa en la captura del momento fugaz. La vida se compone de “x” momentos fugaces y si yo tengo el talento, voy a elegir este momento y aprieto el obturador ahora, no un segundo antes ni un segundo después, porque esta fotografía no encerraría la quinta esencia del acto. Ahí está la cosa y ahí nos alejamos de la pintura, del grabado y todas las demás artes visuales (...) Si usted camina por el mundo en función de la fotografía, habrá siempre un mecanismo interior que le dirá ¡ahora! Este “ahora” es el momento fugaz, que va a ocurrir con mayor o menor frecuencia dependiendo cómo uno se mueva. Si yo me muevo siempre con la vista enfrente no es igual que si estoy mirando a-la-izquierda-a-la-derecha-arriba-y-abajo, porque estoy VIENDO. Ahí está la gran diferencia entre mirar y ver, la gran mayoría de la gente solamente mira, y no ve... Feliz circunstancia que el idioma castellano tiene los dos verbos: mirar y ver. Y la gente mira en vez de ver concienzudamente. El pintor puede cambiar el mundo de acuerdo a su antojo, pero el fotógrafo no. Si no tengo la suerte de escoger el momento fugaz aquí y ahora, estoy perdido, perdí esta foto... Bueno ¿¡Cuántas fotos no se pierden en la vida!? Porque ESTA foto, segundos antes o segundos después NO EXISTE”.

-¿En qué momento el fotógrafo deja de sobrevalorar el momento fugaz para dar cauce a sus necesidades de expresión y creación?
-Si yo aprieto este botón ahora, y no antes ni después, congelo este momento y este momento contiene “x” valores. Pero, si yo tengo el talento no sólo aprieto el obturador ahora, sino que además estoy en una situación que ni arriba, ni abajo, ni a la izquierda ni a la derecha, pues cambiaría totalmente la composición. Uno instintivamente se pone en determinada posición para disparar esta carabina correctamente. De lo contrario sería otra foto.

-¿Hay un momento de su vida en que la fotografía, más allá de ser un oficio que recién llegado del extranjero le reporta dinero, se transforma en una obsesión, una necesidad en su vida?
-Sí claro, uno tiene la necesidad, el deseo de dejar documentado este siglo, es decir mis pasos por este siglo, como lo hacen frecuentemente los periodistas. Yo no quiero ser periodista ni mucho menos, tampoco puedo hacerlo porque estoy muy amarrado a mi academia, pero antes cuando era más libre yo caminaba con la máquina golpeándome el ombligo y tomaba fotografías del mundo, de todos los actos que se desarrollaban frente a mis ojos ¡Ahí está!, son cosas que ningún pintor podría conservar, solamente el fotógrafo, y si yo tenía la suerte de estar justamente ahí en este momento, y no arriba ni abajo ni a la izquierda ni a la derecha, no sólo capturaba el momento preciso sino su composición de acuerdo a la estética. Porque un fotógrafo de prensa, por ejemplo, que anda más bien detrás de los momentos fugaces, no posee en su fotografía la parte estética, porque estos señores no tienen la necesidad o el talento de ir un poco más allá. Tienen tantas posibilidades que uno no tiene... es la vida que se desarrolla delante de sus ojos y podrían captar lo mismo incluyendo la parte estética. Capturan el valor periodístico, el hecho propiamente tal, que alguien mató o nació o dijo tal palabra y aquí está la foto. Las excepciones se ven muy raras veces (...) Sin ánimo de injuriar, la mayoría de los fotógrafos de prensa son autodidactas, no han seguido absolutamente ningún curso, saben revelar y copiar, saben antes que nada trabajar con los codos para llegar al lugar y tener la fotografía periodística, pero no les interesa la parte estética. Si usted le quisiera dar una tarea fuera de lo periodístico no lo saben hacer y ahí falla la cosa (...) Por otra parte los fotógrafos profesionales son tan profesionales que se dedican a lo “tieso” como digo yo, a la botella de Coca Cola, a la niñita vestida, porque el que manda ahí es el cliente, el fotógrafo no tiene nada que decir y sólo aprieta el botón. Entonces hace una cosa que no tiene nada de creatividad. Muy raras veces a un cliente le interesa una escena en el mercado de Chillán y te pide que vayas y le traigas fotos. Entonces uno va y toma 50 fotos. Él escoge, pero todas las que hiciste fueron a tu gusto. Eso es ser fotógrafo libre y no ocurre prácticamente nunca. Porque si el cliente es empresario dice "vamos allá y tómeme de este ángulo, de éste y de éste otro". Lo único que puedes decir es "sí, pero hagámoslo en tres horas más porque la luz en este momento no me gusta". Si el tipo es bastante magnánimo accederá, si no dirá "no, tómelo así nomás, porque le da lo mismo".

-¿Aprovecha de la fotografía para dar su visión particular y subjetiva de las cosas, del mundo y la época que le tocó vivir?
-Bueno, hay cierta subjetidad, porque yo tomo las fotos donde el corazón me dice ¡ahora! y hago el click, y si esto es mi visión personal que indica que soy polaco o católico, o anti algo... no sé, no quiero juzgar porque esto nace de manera absolutamente espontáneo.

-¿Quiere decir que nunca ha sido catalogado como fotógrafo con alguna determinada tendencia?
-No, no, no, yo mismo puedo decir que tuve una época con una tendencia un poco abstracta, pero no duró mucho, pues es una cosa que no puede durar, que simplemente no puede durar pues la fotografía da mucho más que esto. Es un medio semifotográfico, incluso muchas están hechas sin el recurso de la cámara y sólo cuarto oscuro. Se escapa de lo fotográfico con “F”.

-¿Hacia dónde mira la fotografía abstracta?
-En el mejor de los casos a algún estado de ánimo, básicamente es una composición estéticamente válida y estéticamente agradable.

-¿Cuál cree que ha sido su aporte a la Fotografía chilena?
-Básicamente, fuera de exponer cosas para que la gente viera algo novedoso y dar a conocer obras que en Chile no existían porque no había mucha influencia europea ni norteamericana, lo que hice, y me puedo jactar de esto, fueron las clases en diversas instituciones, como por ejemplo en la CIAT, en la Fuerza Aérea, en la Escuela Naval... y tantas que ahora ni me acuerdo. Fuera de esto, una que otra charla y miembro de jurado en varios de los salones fotográficos. Si esto sirvió de algo, tanto mejor, así tengo mi conciencia limpia de no haber chupado mucho al país, como mucha gente, sino también dado algo, de todo corazón y con mucho placer.

-¿Por qué hace clases?
-Para enrielar a la gente. Si usted se comprara una máquina sin saber nada, no va a progresar. Lo técnico es una cosa que es relativamente fácil aprender, hasta revelar y hacer ampliaciones, sin embargo si usted da un negativo a cinco fotógrafos, estos cinco fotógrafos harán cinco copias distintas, porque la cosa no es mecánica. No es una copia 100% objetiva si hay intervención del fotógrafo: “esto lo omito, lo hago más claro, más nítido...” es igual que un pintor que crea su obra con un pincel y con la tela... A primera vista alguien que no sabe nada de fotografía dirá: Esto es lo más mecánico que hay, apretar el botón y punto. Pero no es así. Y por eso pienso que enseñar esto a la gente es sumamente indispensable y muy útil, los que se dan cuenta de esto vienen acá (su academia) y aprenden: los que no, van a poblar su álbum familiar con la foto de la suegra y el grupito familiar y pare de contar (...) Lo que atiendo básicamente es gente que tiene la afición estética de poder crear algo. Como no tiene dedos para el piano, no sabe dibujar, no sabe pintar ni escribir, pero tiene la necesidad de expresarse, la fotografía es ideal. Mucha gente ni siquiera se da cuenta de esto, por ahí que andan tantos amargados, porque en el momento de descubrir que existe la fotografía ¡Cuánta gente arreglaría su vida! Están en una oficina que les carga, que no es de su agrado, bueno, la fotografía sería la gran solución. Pero no lo saben, y los que saben, bueno, aquí vienen. Aquí vienen gerentes de grandes compañías, abogados, gente de este tipo, porque se dieron cuenta que la fotografía es la gran solución (...) En Chile la fotografía no es carrera universitaria porque no hay necesidad del mercado. Hoy el mercado fotográfico es la prensa y los fotógrafos comerciales, y ahí de padre a hijo pasa la ciencia y no hay ninguna necesidad de una enseñanza formal, a la vez también la ley no lo obliga, porque en Europa para ser carpintero uno tiene que ser carpintero titulado, aquí cualquiera se puede declarar carpintero como cualquiera puede declararse fotógrafo y de ahí que la cosa no tiene el brillo como lo tiene en otras partes.

-Se habla mucho de Fotografía de Autor y de ahondar en temáticas personales que remitan al yo interno, reflexionar y adoptar un punto de vista, fotografiar por satisfacción personal, sino por urgente necesidad de expresión, y no por la exigencia de un cliente, con la aspiración tal vez de mostrarlo en alguna oportunidad...
-Ah, claro, como yo dediqué treinta años para fotografiar Chile. Al principio de mi carrera viajaba con mucha frecuencia, porque tenía muchos clientes importantes en las compañías del cobre y otras empresas industriales. Así es que recorrí y me jacto de conocer Chile pueblo por pueblo, mejor que todos lo chilenos, como yo siempre digo, porque el chileno cuando tiene plata se va a París y cuando no tiene va al Casino de Viña del Mar, pero jamás viaja por su propio país (...) Pero esto hoy se hace muy poco, porque no da para vivir. La fotografía está supeditada netamente al mercado. También puede haber alguien que es profesional y trabaja en una oficina o es un médico que si tiene un sábado libre sale y toma fotos, para satisfacer su gusto o su necesidad personal. Pero ésta es una persona que utiliza la fotografía porque está en un lugar, le gusta algo y toma la foto. Tal vez le sirva no sólo para poblar su álbum familiar sino también en el momento dado que algún publicista necesite esa foto, pues recurrirá a él y pagará más barato. Pero esta persona sigue siendo un aficionado.

-¿Qué es entonces lo que convierte a un fotógrafo en tal?
-Las necesidades de satisfacer los pedidos del mercado, porque si hoy me contratara el Servicio Nacional de Turismo, para fotografiar el desierto de Atacama, voy a ser el fotógrafo paisajista por excelencia, pasaré tres o cuatro meses fotografiando paisajes. Vuelvo a Santiago y me llaman para hacer algo totalmente distinto, por ejemplo moda, y si soy fotógrafo con “F” soy capaz de hacer esto y lo otro...

-Pero si usted habla de la fotografía como expresión artística ¿Por qué la supedita tan férreamente al mercado?
-Si yo ando libremente, pudiendo apretar el obturador cuando a mí se me antoje, soy fotógrafo con “F”, estoy creando cosas, de acuerdo a mi gusto y hago mi archivo con esto, pero si cuando estoy en esto interrumpe el cliente y me pide que haga tal cosa, por ejemplo fotografía industrial, puede tocarme tal suerte de que en determinado momento el sol se ponga justo detrás de esta chimenea y logre una foto estéticamente fantástica y que impresione al cliente.

-¿El fotógrafo nunca deja de serlo?
-No, toda la vida, toda la vida con el ojo abierto.

(Artículo publicado en la revista FOTOgRAFIAS n7, marzo-abril de 1998.

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