19980615

CLAUDIO BERTONI: “Las fotografío porque no las puedo poseer, porque no las puedo tocar".



Claudio Bertoni (1946), poeta, fotógrafo y músico frustrado, la libido en ristre, la piel femenina incrustada en su cabeza, vive el eterno enfrentamiento de su propia contradicción: El deseo encarnado, la obsesión por desnudar y amarrar en el tiempo a las mujeres que en algún momento de su vida lo han acompañado, y el masoquismo íntimo de ver esos rectángulos en la soledad de su hogar en Concón. Aislamiento ascético autoimpuesto (desde hace ya varios años sin la presencia femenina de otros tiempos) a cambio de la libertad más dura; aquella intrínsecamente ligada a la soledad.

Influido por Cioran, el pesimista escritor rumano, viviendo lo más frugalmente posible al estilo del budismo zen -pero en constante lucha con su sexualidad y las maneras de canalizar ésta- Bertoni compara su libido con la de San Agustín o San Francisco de Asís. ”El eros, la sexualidad –dice- es lo más fuerte que hay. Me duele no poder tener todas las mujeres que quisiera.”

Le preocupa su peculiaridad, la que estudia y respalda: ”El escritor trapense Thomas Merton habla del problema. Sé que esta es mi situación y tengo que aprender a sufrirla. Tengo que encontrar una manera de lidiar con mi sexualidad para que no me dañe, no me absorba”, manifestó a la prensa hace algunos años. A ello, agregó: ”Pavese se mató, en gran parte, por su cocho con las mujeres. Decía que hay un sólo heroísmo: estar solo, solo, solo.”

En sus imágenes, honestas y sin más pretensión que la captura y conservación del calor del cuerpo, de la mujer amada, no se despliegan sesudos discursos estéticos ni filosóficos. La mirada de Bertoni no ha venido a provocar rupturas ni a formular atrevidos postulados. Pese a ello, a más de alguno aún perturba. Como dijera el gran Hugo: “La imaginación es el intelecto con una erección”.

Multifasético, hubo un tiempo en que Bertoni se vio inmensamente ligado a la música, esa ”enorme e infinita frustración de mi vida. Porque yo me considero... sé que soy un músico que no hace música y esa es la cosa más triste que puede haber, porque sé que puedo hacer música, la hice... ¡A mí la música me gusta más que esto, más que todo!”. Su última incursión, como integrante de la banda de jazz rock Fusión y un compilado junto al Gato Alquinta, Eduardo Parra (Los Jaivas), integrantes de Congreso, Los Blops y nada menos que Jorge Guerra (Pin Pon) en la batería, se llevó a cabo en un mítico recital en el Estadio Chile. “Fue increíble, caótico, impresionante, eran los tiempos de la UP. Ahí se acabó... fue el último concierto”. Fue entonces, a comienzos de los ‘70, cuando Bertoni se marchó a Europa. Vivió en París y Londres, hasta que la muerte de su madre lo trajo de regreso a Chile, a Concón, y a la soledad. Más tarde comenzaría su relación con Mónica Turenne, lo que crearía otra leyenda, descrita en los Cuadernos Hispanoamericanos de la siguiente forma: “Entre las cuatro paredes de la casa en que se encerró, se dedicó a fotografiar durante 16 años a la misma mujer, fragmentada, huidiza y desnuda...” Aunque sólo fueron 10 los años que Bertoni estuvo junto a Mónica y más exactamente ”cuatro meses en un departamento, mientras los papás de Mónica estaban en China, en que sólo salíamos para comprar algo de comer y el resto del tiempo la fotografiaba...” demuestran lo que el desnudo –corrijo- “la(s) mujer(es)”, representa para el fotógrafo. Sin saber de técnica fotográfica, Bertoni se introdujo en la fotografía para dar cuenta a sí mismo de algo que fue, pero que ya nunca más podrá ser de una misma manera. Algo que hoy es sólo ausencia.

Esta muestra, bajo el título “Desnudos en el Museo”, se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago. Sesenta y cinco diapositivas en copias color formato 30 x 40, de una sola mujer (con la excepción de cuatro imágenes de Natalia Valenzuela) captadas en la década del ’80.

-El desnudo contemporáneo, especialmente visto por gran cantidad de fotógrafos jóvenes, se aleja del canon estético clásico o se presenta en franca confrontación con él, por medio de cuerpos ajenos de todo virtuosismo, cesáreas o en general un “feísmo” que finalmente resulta asombrosamente estético... Definitivamente no es la forma como Claudio Bertoni quiere ver a la mujer.
-Sabes cuál es el problema, que no he visto nada. Lo último que vi fue el librito que publicó LOM titulado El desnudo en Chile (1996). Pero lo que tú mencionas es absolutamente lícito. Por otra parte, hay un fotógrafo que realmente me gusta. Es un norteamericano que se llama Emmet Gowin, que se ha pasado toda su vida haciéndole fotografías a su mujer, de nombre Edith. Esos para mí son desnudos, es su vida, desde hace treinta años... es una mujer flaca, pechos chiquititos, delgada, pero no es fea, su rostro... Esa es una mujer desnuda, de verdad. Para mí él es un fotógrafo sustantivo. Mis fotos muestran una desnudez casi simiesca, son eróticos, están hechos con una mujer con la que estuve, a la que quise y a la que deseé mucho y seguramente todavía deseo. Muchas de estas fotos fueron hechas antes o después de hacer el amor, eso creo que de alguna manera en la foto se nota. La pornografía, en cambio, me da asco. En Estados Unidos hay una relación con el cuerpo que yo creo que han perdido y por eso hacen tanta tontera, porque no les pasa nada. Para mí el eros... si tu quieres a alguien, la deseas, la tocas con el dorso de la mano y ya son dos brazas, estás encendido... Eso es el eros, hay deseo, ternura, amor, calor... No es una cosa moralista, pero lo hallo lamentable porque hay una pérdida horrible y realmente eso está totalmente unido al tipo de vida que llevamos, donde el verdadero protagonista de la televisión occidental y sobretodo norteamericana, es la violencia. Mi trabajo es absolutamente inverso, es como la recuperación del cuerpo y el cuerpo es la tibieza. Una de las pocas cosas esenciales sobre la Tierra es la temperatura, el calor: sin él te mueres. En mis fotos hay calor, mientras que la pornografía para mí es hielo. No sufro la más mínima erección, todo lo contrario (...) Lo que hago es acercarme, lo que en inglés se llama bodyscape, “paisajes del cuerpo”, formas abstractas que llevaron a Enrique Lihn, cuando escribió sobre mis fotos el año ‘81, a hablar de fotos en las que todavía no sabe qué parte es cual. La pintura abstracta me gusta lejos más que la pintura figurativa, pero hace algunos años, un poco premeditadamente y sobretodo en blanco y negro, eché un poco la cámara hacia atrás y metí a las personas en un contexto, por ejemplo en los sillones que las sitúan en el tiempo. Porque muchas de mis fotos las podría haber tomado en el siglo XVI y en el siglo MCXII, ya que es pura forma. He notado que siempre que tengo a una mujer desnuda durante mucho tiempo me voy acercando... Es la forma y casi todas mis fotos funcionan como forma. En blanco y negro tengo algunas de mis fotos que más me gustan, y son pura forma. Cuando las muestro me preguntan qué cresta es, bueno ¡es eso en realidad! ¿Qué es? ¡Si lo estás viendo igual que yo! La gente quiere que tú le digas que es algo y es eso, no tiene por qué tener un nombre.

-En un momento en que la mayoría de los chilenos no quiere saber de política, problemas sociales o cultura ¿Qué valor le asignas a tu trabajo? ¿Qué motivaciones puede tener el público para dejar la cotidianeidad y acercarse a la muestra, más allá del común morbo que cualquier exposición de desnudo despierta?
-Creo que la mayoría de la gente vendrá por esto que mencionas tú, que es el morbo y que es algo bastante primitivo. No hallo que esté particularmente mal, pero si ves las fotografías no se trata de eso, porque en ese caso te compras una revista PlayBoy y es mucho más calentador... ¿Qué le puedo ofrecer a la gente? Para serte franco, no tengo idea y me interesa mucho menos todavía. Hago estos monos porque lo necesito, es un alivio para mí, para deshacerme de... llámalo tú una obsesión. Hallo que estos monos funcionan, que son buenos, que son formalmente buenos. Jan Groover, una fotógrafa yanqui que un tiempo me gustó harto y que fotografiaba casi puros tenedores y cuchillos, tiene una cita que dice: “El formalismo es todo”; Yo no creo eso, pero tiene algo de cierto pues al final la imagen aparece y la imagen es forma. Yo puedo tener las ideas más increíbles, metafísicas, lúdicas, o no sé que cresta... ¡sociológicas! acerca del desnudo en la sociedad contemporánea y si hago un rectángulo con una imagen que no funciona, no pasa nada. Yo creo que estas imágenes funcionan y por eso están ahí. Esa es mi relación con el arte, hacer arte que funcione. Pero acerca de qué le va a pasar a la gente con ellas, no tengo la más remota idea.

-Un arte que funcione para qué o para quién.
-Que funcione para mí. Soy yo. El signo de la “madurez” de un artista es cuando él sabe que su obra funciona. Porque todos los análisis racionales o de otro tipo que hagas sobre una obra se pueden escribir por montones, pero jamás vas a agotar el asunto y esto es una cosa de intuición casi mística, donde tu cachai que la cosa marcha. La fotografía es terriblemente así: Estás mirando, mirando, te detienes, eso funciona y ahí haces click. Si no sabes que funciona ahí, no haces el click y haces monos malos. Entonces con la fotografía es casi más groseramente fuerte eso, dices: Esta imagen, este rectángulo, marcha.

-Y ¿qué sucede con lo que no está dentro de ese rectángulo, sino fuera de él?
-Bueno, sin duda... las fotografías están rodeadas de mundo y yo las saqué de él, o sea, eso está lleno de historias, pero es algo que yo no controlo en absoluto. Si la gente viene y saca algo de esto, está okay, en eso yo no entro ni salgo. Te quiero decir que el morbo puede ser mucho más satisfecho por la pornografía. Hay un poeta, W.H. Auden, que define la pornografía para los hombres como “toda imagen que te produce una erección”. Ahora, si viene aquí un tipo y se calienta y tiene erecciones, ese es su cuento aparte. Además, la pornografía está en la cabeza de la gente, creo que es algo absolutamente personal. Lo que creo es que estos monos funcionan como forma. Yo tengo un ojo que a mí casi me molesta por lo equilibrado, gracioso y formal. Entré al arte, a la fotografía, por la pintura. Por Man -Ray. También significó algo para mí el trabajo del inglés Bill Brandt y si tu miras esas fotos son “hermosas” y creo que estos monos (apunta sus imágenes) en gran medida lo son. Es como un defecto, a veces las hallo demasiado bonitas, demasiado equilibradas. Me gustaría que fueran más violentas, más pasadas para la punta.

-¿Como el trabajo de dos amigos tuyos, Felipe Riobó y Mauricio Valenzuela?
-Claro, sus desnudos son lo menos sutiles y graciosos en el sentido que los míos lo son. Son atroces, atroces de buenos, y es una lata que no se puedan mostrar. Y en parte mis desnudos están aquí por eso, porque guardan esa cuestión que es hermosa y que a pesar de que a alguna gente le vaya a molestar y a otros ya les ha molestado, van a pasar por eso, porque los hallan hermosos, en un sentido incluso convencional, son bonitos. En ellas, hay toda una tradición pictórica del desnudo. También hay una foto de esta serie que no está, que llegamos al acuerdo de que no estuviese, y es porque simplemente se le nota el sexo, está abierto y se le notan los labios.

-¿Te molesta que tus imágenes sean tan “dulces”?
-No, para nada, porque yo no pretendo nada. Si fueran mucho más dulces de lo que son tampoco me importaría y si fueran horrendas de malas y terribles y para vomitar, tampoco me importaría. Es como una actitud, porque yo no estoy persiguiendo ninguna cosa que no sea lo que es. Mi relación con esto y con la escritura es de necesidad, es para deshacerme de algo. Me encantaría que las minas no me calentaran tanto porque sería un alivio. Si no existiera esa presión viviría más tranquilo, pero es esto en gran medida lo que me permite gozar, me alivia y existe una metamorfosis, pues el artista es el que recicla. Se trata de hacer cosas que “valgan la pena” y que te produzcan algo. Y yo las hallo super buenas en realidad, como desnudos. Luego las muestro y si a dos o tres personas les gustan, bueno. Si simplemente le gusta a todo el mundo y me las compran todas y me pagan 100 mil dólares por cada una y me hago millonario o salgo en la tapa del TIME y las llevan a dar vueltas por el Sistema Solar, genial. Pero se acaba esto y me las llevo para la casa. Mientras nadie me pegue, nadie me saque la cresta, esta okay. Lo demás, no tengo control sobre eso. Creo que a nivel político, de tener consecuencias tiene poquísimas. Es una cuestión más, el 70% de la gente va a decir que la mina es rica, que son bonitas, que tiene rico culo y no va a pasar más que eso. Poca será la gente que vea más allá, justamente porque hay una cuestión estética super fuerte en estas fotos.

-¿Podrían tus fotos ser portada o cuerpo de la PlayBoy?
-Yo creo que no les servirían. Tengo otras fotos que sí, pero todas esas nalgas que ves ahí, nada que ver... son música.

-¿La imagen escogida para el afiche y la invitación, tal vez?
-Esa quizá. No en el PlayBoy, pero hay una onda erótica... Lo curioso es que esa foto le encanta a todo el mundo y tiene una cuestión erótica como super cómica, casi kitsh yo hallo... la boca tan dibujadita, es la típica boca deseable, pintada requete roja. El detalle de esa foto la han puesto en otras revistas, como en Caras, y cuando la pusieron en Paula –como puedes ver esa mujer está de piernas cruzadas y se le ve parte del bello púbico- en Paula no está, se lo borraron, ¡lo que es como un chiste! Hay gente, aquí mismo en el museo, para quien estas fotos son violentísimas y no deberían estar acá. A mí no me sorprende que digan eso, en ese sentido estoy en la luna, hallo que estas fotos no son pornográficas ni nada, porque a mí no me excitan sexualmente y montón de gente que las ve, no ve eso, porque no es eso lo que está. Pero que cada uno vea lo que tiene en la cabeza. Y la piel creo que es super importante, sobretodo en un mundo que hay tanto ruido.

-Gran cantidad de artistas o estetas han optado en algún momento de sus vidas por un arte más ideológico. Concretamente, Oldenburg señaló: “Yo estoy por un arte que es político – erótico – místico, que hace algo más que sentarse en el culo en un museo” ¿Cuál es tu postura ante ello?
-Eso me parece bien. Lo que pasa es que el problema con esas declaraciones es cómo tú logras hacer eso. Si tú lees esa definición a una persona en la calle, seguramente es la última cosa que se le habría pasado por la cabeza, porque eso es muy complejo. En el arte contemporáneo, sobretodo a partir del arte conceptual, se produce como una superproducción; tratan de tomar a los autores por la nariz, de llevarte a la obra y decirte esto es esto, esto es lo otro. Eso lo hallo super absurdo y es muy irreal, porque piensa lo que es tu cabeza: son millones de neuronas llenas de chisporroteos... tú naciste hace 30 o 20 años, yo hace 52, tienes historia, todo eso funcionando dentro y de pronto un tipo quiere que veas una imagen y que suceda en tu cabeza lo que él dice que tiene que pasarte con esa obra, ¡es de locos!. Y precisamente el arte es la ambigüedad y es la multiplicidad, distintos chisporroteos que se te producen y eso es el buen arte, que es infinito, en el sentido que siempre que lo vuelves a ver tiene caras nuevas. De igual forma, todos los observadores son distintos y en el fondo las “profundas” son las personas y no la obra. Hay un dicho super bonito de un tipo que no cree en Dios y Dios es una melodía. Si tú eres sordo, no me vengas a decir que no escuchas melodías que yo escucho. Con el arte pasa lo mismo. Un tipo que viene acá y lo único que ve son culos y se excita, y dice que es basura y que para él son iguales a los que aparecen en Penhouse o PlayBoy o en otras revistas de hardcore, de pornografía dura, que es la cuestión más repelente que hay, que para mí es la última cosa en la Tierra que me calienta... o sea si eso le pasa en la cabeza ¡qué culpa tengo yo de que tenga la cabeza llena de basura! Es problema de él y no mío (...) Hasta ahora he fotografiado a las mujeres que he tenido por una necesidad, por un asunto de que las quiero y las encuentro hermosas y las tengo al lado y es parte de mi vida. Escribo, hago esculturas y todo es parte de un tejido, como del rastro que voy dejando. No busco nada premeditadamente, ha sido la intuición y ha funcionado, pero ya tengo 50 años, me puedo levantar y ver un poco lo que ha pasado y lo que más busco es dejar un rastro lo más fidedigno posible de lo que pasa conmigo. De la relación del mundo que me ha tocado vivir conmigo, con mi ser. Y parte de ese asunto es la fotografía, y muy fuertemente, y en este caso la mujer, porque yo creo que las mujeres y la música son lo que más me gusta en el mundo.

-La fotógrafa Julia Toro ha dicho que: “No hay ninguna mujer que no quiera, en lo más íntimo, tener una fotografía de sí misma desnuda”...
-¡Cresta!, o sea... ¡Ojalá fuera cierto! Me encantaría que así fuera y se lo voy a decir a la Julia, que lo hallo genial, fantástico. Yo creo que es cierto, porque yo soy tímido y me he detenido muchas veces ante mujeres, sobre todo jóvenes, y no quiero entrar por la típica cuestión que digan que soy un sátiro, que me carga... Además que es cierto, y es mucho peor todavía.
-En septiembre de 1996 ofreciste, junto a otros fotógrafos como Felipe Riobó y Rodrigo Sáez entre otros, una charla en la Galería Contraluz. En ella, Mauricio Valenzuela señaló que: “La fotografía de desnudo plácida y lánguida ya no dice nada. Creo que el lenguaje de la fotografía en el sentido político tiene un sentido más profundo que remece a las personas, y no habría que destinarla como algo desechable...” ¿Consideras que tu fotografía muestra un desnudo “plácido y lánguido”?
-No, no es plácida ni lánguida, pero si lo fuera me importaría un pito. Y pienso que es perfectamente posible que hallan excelentes fotografías que sean plácidas y lánguidas y excelentes fotografías políticas, así como hay un montón de basura en fotografía política. Eso depende de la foto. Yo no pontifico respecto a ningún mono. Lo que sí, hay monos buenos, malos y más o menos. Y eso es así no más. Ahora, que sean cosas más útiles... claro, hay tiempos en que es absolutamente necesario algún tipo de fotos como algún tipo de poemas. Y en tiempos que en Chile todo estaba muy politizado, creo haber escuchado que en China (al parecer era mentira) toda la gente podía crear lo que quisiera, pero las obras que no se necesitaban para la actualidad revolucionaria eran postergadas, guardadas, lo cual me parece una bonita idea. Yo jamás me habría quejado ante eso y si alguien me hubiera convencido con una prueba material de que mis desnudos contrariaban la revolución o era preferible ocuparse de otras cosas... pienso que el prójimo o la cantidad de personas es mucho más importante que el hecho de que yo haga las fotos absolutamente más increíbles y exquisitas. Pero no sucede así, esa era la típica justificación marxista donde había que detener todas las cosas porque había que preocuparse de lo económico primero, y al final quedó la cagada. Al parecer el hombre avanza completo o no avanza. Y no te puedes olvidar de todo lo que está implicado en el asunto de la cultura, de la sensibilidad, del arte, y en este caso del desnudo.

-Una vez de regreso en Chile te recluiste en Concón, abandonaste la música y comenzó el estilo de vida ascético que te caracteriza. Soledad autoimpuesta a cambio de libertad, pero la libido “a doscientos”, torturándote... ¿No sientes que es demasiado masoquista y contradictorio?
-Es súper contradictorio. Sí, yo estoy super cagado porque tengo dos extremos muy fuertes que son, por un lado la vida que llevo, que es como frugal, pero a la vez yo soy el tipo menos monjil, menos monacal que hay. Soy muy sensual. Además, la temperatura la necesito mucho. Y todo me produce... Puedo estar muy mal, en Concón ponte tú, y salgo, compro algo con una mina que se llama Claudia y que me vende el pan, me sonríe, me dice dos o tres cosas y salgo otro... ¡entro Claudio 1 y salgo otro! Siento mucho eso. Ahora, mi historia es super larga porque bueno, yo he tenido mujeres, tres relaciones largas en que he quedado hecho mierda por “x” motivos, porque hay una contradicción en mí terrible, insoluble, no he querido tener familia. En el fondo me he separado de las tres porque no quiero tener familia y no puedes tener una mujer y no hacerle hijos si ella quiere. Y yo no quiero meterme... casarme, tener hijos, para eso tendría que haber trabajado y no podría haber hecho todo lo que... habría perdido concretamente mi libertad. Los espartanos dicen que si quieres ser libre, tienes que estar solo y saber decir no. Ahora, yo más o menos lo he hecho, pero duele más que la cresta. Todo el tiempo pienso que lo he hecho super bien y de repente pienso que soy el huevón más imbécil del mundo, que he metido la pata hasta las cejas, que debería estar con una mujer y tener familia. Pendularmente voy de un lado a otro, pienso una cosa y la otra. Pero siempre me he hecho el tiempo para estar solo y mis mejores días son siempre aquellos en que estoy solo. No hago nada y me siento contento por el sólo hecho de que haya luz. Voy, vengo, como, no hago nada más, ni leo, y me siento extraordinariamente. Para mí ese es el estado de conciencia sobre la Tierra que yo más deseo y que hallo que es lo más sano que hay. Pascal decía que el gran problema del mundo es que las personas... nadie se puede estar tranquilo en una pieza. Si hicieran eso, casi todo el mundo se arreglaría. Tiene que ver con el hecho de ser autosuficiente, sacar las cosas de ti, no tener ruido, no tener que divertirte, la cosa totalmente burda, el consumismo, la gente no puede existir si no acumula cosas. En su tiempo, Sócrates pasaba por las tiendas y decía ¡qué enorme cantidad de cosas que no necesito! Imagina a Sócrates paseándose hoy día, con los millones y millones de huevadas que hay... Pero la gente vive de eso, y mi vida va en un sentido totalmente contrario y lo que pasa es que unirse a una mujer, casarse, te mete en un mundo y yo me he pasado huyendo de eso, no lo quiero. Y claro que hay una contradicción, para mí es terrible, imagínate... he leído mucho acerca de cómo se las arreglaban los monjes, pero los creyentes, los tipos que realmente creen, para mí son los seres más envidiables del mundo. Porque está lleno de monjes que lo pasan mal porque en realidad no creen. Todos los solitarios, no sólo los que creen, se encuentran con eso, y es muy fregado, es lo más estéril, lo más duro. Entonces lo único que quieres es volarte la tapa de los sesos por haber metido la pata tan hondo, por haberte equivocado tanto, pero cuando no es así, cuando es bueno, es lo mejor que hay y para mí ha sido así. Toda la fuerza que he sacado para seguir haciendo esto es porque yo tengo días, semanas, meses, en que no necesito nada, sólo comer.

-Incluso has llegado a decir: “Prefiero mil veces estar sentado al lado de la ventana mientras entra la luz que a mí me gusta, que acostándome con la mujer que más me gusta”. En ese sentido la fotografía es el medio con el cual canalizas tu sexualidad...
-Absolutamente. Si yo no hiciera fotos ni escribiera, creo que me habría suicidado. O estaría en un manicomio. Sobretodo creo que estaría en un manicomio.

-“El violador de Concón”.
-Eso te iba a decir... Cuando veo mujeres en la calle, mujeres a las que me gustaría hacerle fotos, yo soy tímido, imagínate, es para la risa hablarles, sacar el curriculum, decirles que soy serio, etcétera. Para demostrarles que no soy un psicópata o demostrarles que soy un psicópata sublimado, ¿comprendes? Esa es la realidad, en serio. No, sin duda que en parte es eso, que mi fotografía es un sustituto del amor y del sexo: Las fotografío porque no las puedo poseer, porque no las puedo tocar. Ahora, eso le pasa a mucha gente, a la mayoría de los hombres. Las desean, pero no las pueden tocar... ¡Y no les pueden hacer fotos!, porque no saben, porque no tienen el ojo o porque no tienen la sensibilidad... De igual forma es terrible para una persona que no puede escribir y gran parte de mi obra –diría que el 70 %- está ocupado con la presencia de las mujeres, del eros. Pero yo he logrado hacer algo con eso, porque tengo la suerte, no sé, llámalo talento, he podido, he metamorfoseado eso en poemas, y ha funcionado y eso me alivia. Y realmente mi escritura, si yo no escribiera yo creo que... he tenido rayones de los que no quiero hablar, porque la soledad está abierta a lo más pesado de todo, más que el sexo, que es enfermarse de la cabeza. En último caso me masturbo, no tengo ningún problema y eso te alivia y es la cuestión de todos los monjes. De hecho, el más grande obsequio de la divinidad es la mano derecha -o la izquierda, si eres zurdo-. (...) Respecto a lo que no puedo mentir, es respecto a lo que a mí me pasa. O sea, si yo viviera en esos lugares donde las mujeres andan totalmente cubiertas y se les ve los puro ojos, yo cago con sólo ver los ojos. Los ojos me harían mierda. Estoy hablando de mí, esa es una cosa, lo que a mí me pasa. Yo no soy Pedro, en el sentido que Cristo le dijo: “Tú eres Pedro y sobre ti levantaré la Iglesia”... Sobre mí no se podría levantar ninguna maldita huevá. El arte es premoral. Si yo sintiera que para vivir tengo que matar dos guagüitas por noche -es un crimen horrendo, no hay que hacerlo- pero si existiera eso en mí, yo tengo que decirlo. Ahora, yo me aguanto... Vivo 50, 100 años y no mato ninguna guagüita. Pero si siento eso en mí, cualquiera perversión en mí, cualquiera cosa horrenda, y soy artista, yo tengo que contarlo.

-Otra razón para mostrar tus fotografías, ¿tu deber como artista?...
-Francis Ponge dice que el artista es, sobretodo, “el que acusa el golpe”. Creo que tiene que ver con la sensibilidad, ya que en su gran mayoría los artistas son seres cuya sensibilidad está exacerbada. Para mí esto de las mujeres no es un chiste, es realmente un daño, una herida, y lo que hago con mis fotos... me curo (...) Si no existiera la ley, todos andaríamos tirándonos a las mujeres en las veredas. Todos los días ves a una mujer y la deseas, pero la dejas, eres un caballero, porque así tiene que ser... Pero no puedes decir no, yo no siento nada, soy culto ¡eso es una mentira y es una mierda! Y mintiendo socavas las vivencias reales de los seres humanos que harían que pudiera surgir una sociedad de verdad. Para levantar una sociedad como la gente, tienes que partir de lo que realmente uno es. ¡Y el puritano asqueroso!... porque miente, eso es lo más asqueroso... el Hasbún, ponte tú... a mí me dan náuseas huevones así, porque mienten respecto a lo que los seres realmente son y es imposible que surja un verdadero amor, una verdadera ternura y una verdadera caridad si tú no estás tratando con seres con lo que realmente son, que son esto, que son deseo (...) Yo siento ternura y si me dejaran sólo en una isla con una niñita y fuéramos los únicos dos seres que hay y tuviéramos que perpetuar la raza y yo tuviera que hacer el amor con ella, no diría ¡huy! que horror, que horror... ¡Estaría dichoso!, sería maravilloso para mí hacerlo. Creo que cualquiera que no piense así es un huevón enfermo, realmente, no hallo que es sano. La gente sucia es la otra, tienen caca en la cabeza, estas fotos son un espejo, se miran y no ven estas minas. Se ven ellos.

(Entrevista publicada en Revista Fotografías n° 08, durante el mes de junio de 1998)

1 comentario:

igor andrades dijo...

Grande de nuevo Bertoni... Un Abrazo