20020418

JORGE ACEITUNO: Retratando a los olvidados



Su modestia y el poderoso deseo de no figurar gratuitamente, han relegado al fotógrafo Jorge Aceituno a la inmerecida sombra. Pero ni los esfuerzos más animosos habrían tapado la emoción y la mirada inquietante que emanan de Con Agua de Cielo, un viaje diferente por la historia de la pintura, su último trabajo recién expuesto en el Centro Cultural Estación Mapocho. Quisimos saber qué hay detrás de este hombre de bajo perfil y reconocida timidez, y cómo ésta desaparece a la hora de fotografiar.


Difícil de definir, si lo que se pretende es evitar el lugar común y más aún si el sujeto en cuestión se las arregla para pasar inadvertido, en un mundo donde todos buscamos lo contrario. Pregúntale a quien lo ubique, Jorge Aceituno (1957) es –te dirán- un hombre talentoso, eximio retratista y un maestro en las artes culinarias, etiquetas todas verdaderas, por cierto. Pero ¿Qué hay bajo ellas? ¿Qué hay en la retina de este ojo nada de introvertido a la hora de fotografiar? Pregúntale a quién de él haya visto su trabajo, a quien de él conozca su relación con el ser humano, especialmente con aquel en cuyo letrero destaca, como un estigma, la leyenda “diferente”. Y pregúntale –al propio Aceituno- por sus ideales, averigua por qué ha gritado, cuáles son sus silenciosas exigencias... Pregúntale por qué ha fotografiado.

Averiguarás que en medio del estruendo y las luces de la ciudad, no todo lo que brilla es oro... ni todo lo que es oro brilla. Es el caso de este fotógrafo.



Poderosa alianza

Debe ser el proyecto con el que Aceituno se dio a conocer definitivamente, pese a que Con Agua de Cielo es fruto del trabajo de cuatro individuos: Alejandra Aceituno (Producción Artística), Paulina Valente (Dirección Literaria), Jorge Moraga (Pintura Digital) y Jorge Aceituno, además de los propios artistas que intervinieron con total libertad y dieron nueva vida a la obra de Kahlo, Vermeer, Modigliani y Mori (por nombrar a algunos); los alumnos con discapacidad mental del Centro Aquelarre.

Aunque prefieren no ser catalogados de ‘colectivo’, reconocen ser miembros esporádicos de una sociedad o cooperativa que se ha reunido para diferentes trabajos. Aceituno, de hecho, gusta de estos cruces donde la fotografía es el eje creativo “del cual nacen distintas obras al rededor, ya sean literarias o de intervención pictórica...” A modo de ejemplo, pronto podremos apreciar el resultado de su diálogo con Antonio Becerro, Paulina Valente y Jorge Moraga, quien nuevamente intervendrá las imágenes recogidas por el fotógrafo. El proyecto –que llevará por nombre el sugestivo “Yes I Can”- consta de tres rabiosos niveles: Uno de remembranzas ligadas a nuestro pasado reciente, otro a nivel poético, basado en diferentes aforismos chilenos, y un tercero centrado en la traslación de lugares, determinado por una nota periodística que informó de la resolución adoptada por la Corte Suprema, la cual autorizó la captura de perros vagos tanto en la comuna de Providencia, en Santiago, como en Punta Arenas. Nos lo explica Jorge Moraga: “A partir de las fotografías de Aceituno, realicé intervenciones digitales en estos tres niveles; La frase ‘Hacer perro muerto’, por ejemplo, la ligamos a los perros que realmente merecen morir, cientos de torturadores que aún andan sueltos. Al ver esta suma de imágenes, quizá inconcientes, van surgiendo cosas. Un chico punk que trabaja conmigo hacía la analogía entre la cabeza de perro y la mujer desnuda, que es –me decía- como la degradación misma de la violación, de la zooviolación. Y cabeza de perro era como el mal sueño, la pesadilla del hijo de estos torturadores”.

Otro: “Una idea que me atrae bastante es la de Jorge Moraga: ‘El museo del hombre común’ –adelanta Aceituno-, que rescate los actos creativos de las personas comunes y corrientes, que cualquier persona pueda potenciar algo que, siendo inherente al ser humano (lo artístico) es bloqueado o sesgado por cierto tipo de formación”. “Seres que tratan de crear arte sin pretenderlo, sin pasarse el rollo del ser artista –agrega Moraga. Lo opuesto a Zurita, que dice ‘todo hombre, por modificar sus espacios mentales, por clavar un clavo, ya es un artista’. Pero, claro, los premios los recibe él. No los recibe el tipo que es sujeto y objeto de su discurso. Esa es un poco la paradoja, en Con Agua de Cielo el premio es nuestro, pero también es de ellos. Quedarán las fotos de Aceituno, las pinturas, pero a la larga quedará el retrato con la mayor belleza que ellos dispusieron. Hay detalles de miradas que no son casuales, son magníficas, hay nostalgia... Pero el modo de mirar de ellos es realmente especial, aunque esté con un armiño de cartón” (Andrea la dama del armiño, basada en la pintura de Leonardo Da Vinci).

-¿Ves fuera del cuadro esas miradas?
-A diario. Y te acogen o rechazan. Aceptan o no, dependiendo de la mirada de la persona. Perciben inmediatamente si vienes a apalearlos o a aprovecharte de ellos. Por eso, Aceituno recalca en primera instancia la generación de una confianza, en el cotidiano, eso es muy importante. Y es lo que me interesa del arte africano, que a diferencia nuestra, el médico de la tribu o el brujo puede, si lo desea, ir y pintar y luego seguir en su rutina habitual. Eso es lo que a nosotros nos liquidó culturalmente, esa disociación, esa esquizofrenia donde el médico sólo se dedica a curar y el ingeniero a hacer cálculos.


Con Agua de Cielo

En palabras de su gestor, Con Agua de Cielo, un viaje diferente por la historia de la pintura, es un proyecto multidisciplinario de integración artística, que nace en 1992 como una exploración fotográfica y pictórica, experiencia educacional que se llevó a cabo con jóvenes artistas con discapacidad mental del Centro de capacitación técnica Aquelarre. En carácter de modelos, un grupo de jóvenes y adultos logran transitar desde obras clásicas de la pintura, las que recrean e interpretan fotográfica y poéticamente, para luego reinterpretarlas en soporte digital, regresando así las nuevas imágenes a su origen; la pintura. El paso, explican los autores, no es menor, pues se trata de “proponer un concepto de producción artística que integre la creación al mundo de la discapacidad, aunque ésta no tenga cabida en las historias del arte”. El resultado fue el que llevó a Ramón Grifero a preguntarse: “¿De quién es entonces la historia de la pintura?”.

A la hora de escribir, Paulina Valente cuenta que “estos poetas tenían la barca del verso en sus manos y una segura ruta en el alma, reconocían diversos elementos de creación y de expresión de la palabra y la escritura. En conjunto imaginábamos los materiales del taller del artista en el momento en que se pintó la obra, nos deteníamos en la luz y en la atmósfera que existía en la tela. Nos hicimos preguntas, reflexionamos, por ejemplo, sobre cuántas lunas de plata habría más allá de la puerta del salón donde se encuentran Las Meninas, pintadas por Velásquez, o qué impresiones tuvieron los militares cuando entraron al taller de Picasso y se encontraron con Guernica. Frente a esta obra, la visión fue unánime: ‘vinieron unos bandidos de la policía –expresaron- vieron Guernica y la hicieron Picasso’”.

Finalmente, Jorge Moraga da cuenta de su acercamiento al tema: “Las personas más desvalidas de nuestra sociedad son aquellas con discapacidad, en las poblaciones están escondidas y de la historia del arte han sido excluidas, no han sido tema. Si uno hace recuentos, creo que las persona que los dignificó fue Velásquez, porque los puso en un sitial correspondiente. Los demás eran caricaturas. Y no olvidemos que hubo culturas occidentales que los ahogaban, eran consideradas creaciones fallidas, aunque en otras también se les consideraba como el loco o el sabio de la aldea. Entonces, metodológicamente la idea fue trabajar con los chicos en un formato pequeño y liviano, que ellos manipularan Photoshop hasta encontrar una línea editorial de identificación. Delimitamos el modo de encarar las pinturas digitales, respetando como premisas esenciales la presencia de fondos gestuales, figuras auto reconocibles y la utilización de manchas y transparencias (...) Cuando observaban la pintura madre y alguno de ellos exclamaba ‘¡ahí estoy yo!’, sumábamos un punto a favor; lo mismo sucedía con la fotografía y la nueva pintura digital...”

La directora del Centro Aquelarre y hermana del autor, Alejandra Aceituno, narra el génesis de este viaje: “A partir de un hecho fortuito y anecdótico encontré un periódico donde aparecía la pintura de Amadeo Modigliani, El retrato de Léopold Zborowski, el cual de inmediato me hizo recordar a un alumno muy histriónico, Manuel Toro. Instintivamente llevé el recorte a la clase, se lo mostré con entusiasmo y él lo imitó. Ese fue el primer espejo de agua pictórico, una imagen que quedó ahí, esperando. No vacilé, entonces, en llamar a mi hermano, Jorge Aceituno, fotógrafo de profesión y artista explorador de vocación”.

El fotógrafo, que ya publicó el fruto anterior de su trabajo con discapacitados (el libro ¿Hay alguna flor que se come? Editorial Sudamericana Chilena, también junto a Paulina Valente) posee una extraña fijación: “Retratar obsesivamente al ser humano que habita en cualquier parte del planeta, concebido poéticamente como gotas de agua que dan vida a ríos, mares, puertos y faros de belleza y humanidad”. Desde sus inicios, allá por los ’80, atrae de Aceituno su especial mirada a los menospreciados por ésta nuestra sociedad, por el marginado, el excluido, el más débil o aquel al que ignoramos, como si no conviviera a diario junto a nosotros, caminando por las mismas calles que creemos nuestras. “Para mí lo principal es la dignidad de las personas –dice, a propósito de su interpretación de El Beso, de Gustav Klimt- y que este trabajo no desaparezca con el tratamiento que muchas veces hacen con estos temas los medios de prensa. Porque hay cierto desprecio y la tendencia a mostrar rareza, y lo que a mí me preocupaba era, justamente, no caer en un tipo de imagen que mostrara a dos personajes extraños a la sociedad, en una intimidad que la gente no conoce y por lo tanto no está acostumbrada... ¡Y cuando uno ve lo cariñosos que son! ....Es algo que muchas veces se mal interpreta recalcando que estos chicos no tienen límites en lo sexual, pero la verdad es que cualquier persona cuya sexualidad es reprimida -porque el problema es que a ellos los reprimen- tendrá exacerbada su sexualidad. Aquí hay una cosa más de afectos y de la forma en que yo trabajo, con encuadres cuadrados, donde no hay mayores deformaciones, insertos en una representación relativamente clásica. Son bien simples estas fotos y en ese sentido lo que más me interesa es lo que transmiten, los estados emocionales o de ánimo”.

“Como ejemplo –escribe Aceituno en el prólogo del libro, aún no publicado- puedo citar al alumno Cristián González Gibson (Tatán) quien quería representar a Vincent Van Gogh adoptando la identidad de Sherlock Holmes. Él fue el investigador inglés que tenía la oreja brutalmente cortada y, mientras posaba bajo su chaqueta y succionaba su pipa clamaba: ‘¡no me corten la oreja, no me corten jamás la oreja!’, la cámara y el ojo lo visualizaron íntegro, lleno de brillo en su expresión, con algo que se salía del personaje. Es ahí cuando nació la fotografía más intensa, más sentida y comprometida, más radiante en toda su energía; es cuando los estados de ánimo marcan la mirada y hacen cambiar todas las tonalidades de la piel...”

¿Y cuál es tu estado de ánimo mientras haces estos retratos?
-Bueno, yo siempre estoy muy entusiasmado, es como el estado de goce que uno tiene cuando niño, cuando prometen llevarte a un lugar que te gusta mucho. Es una relación principalmente emocional, yo voy a buscar eso, que ellos se sientan cómodos con lo que van a hacer y que en algún momento de naturalidad yo pueda apretar el obturador. Creo que la mayor tarea es esa, encontrar el momento para obturar, aparte de la idea de recrear la luz, la pose y la caracterización de los personajes. Por eso es en blanco y negro y no en color, porque no hay una intención de lograr reproducciones fieles.

-¿Cómo ves la respuesta del público ante tu trabajo?
-Hay cierta llegada al ciudadano común y corriente, lo vi cuando parte de la muestra se expuso en la Galería Antonio Varas, para Banco Estado. Había gente que se quedaba enganchada mirando las fotos y se les generaba cierta emoción...

-¿Debido a que nos hemos encargado de esconder a los discapacitados mentales y es raro verlos fotografiados, más aún como protagonistas de un proyecto artístico?
-Creo que es más bien por el acto artístico que están haciendo. Eso es lo que sorprende. Porque, si te fijas, desde hace algunos años al discapacitado mental se le está integrando. Y cuando uno era chico, si veías a un niñito “mongólico”, como niño te daba susto. Ahora están en los colegios, en general la reacción de la gente es positiva, aunque siguen viéndolos con cierto paternalismo, como personas que no son capaces de valerse por sí mismas, y aquí se está demostrando que tienen una capacidad extraordinaria de hacerlo.

-El cara a cara, aún con la cámara de por medio, es un acto de valentía...
-...Es un desafío, y es excitante. En el fondo uno va detrás de las máscaras y sabe que todo el mundo, todos nosotros, actuamos socialmente. Y que lo que verdaderamente somos, nadie más que uno lo sabe... es muy raro que eso aparezca. Entonces es realmente un desafío tratar de llegar a tocar esas partes, y hay gente en la que uno entra bien y otra en la que no entra nomás. En mi carrera, en cuatro o cinco sesiones de trabajo no he quedado conforme... Porque esto también implica que uno se muestre, de lo contrario no te creen. Y hace poco con una actriz... ¡fue una terapia para ella! Estaba llena de rollos, se soltó y terminó llorando, fue un trabajo impresionante. Mantener las máscaras, todo el tiempo, es algo muy tensionante.

-Los jóvenes de Con Agua de Cielo, ¿tienen sus propias máscaras?
-No, porque tienen menos códigos, conocen menos cosas de las que nosotros socialmente estamos acostumbrados... Pero también son manipuladores, porque muchas veces sus padres son sobre protectores, entonces saben manipular muy bien. Por eso, en la escuela, el método de educación les exige y si hay que retarlos se les reta. Discapacitados hay de todos los tipos. Así como hay de todo entre nosotros, gente discapacitada mala o buena también hay. Sólo que con ellos es mucho más fácil, se entregan más rápidamente y con más transparencia que nosotros.

-Sé que te atrae la fotografía de Joel Peter Witkin, de hecho en la imagen que haces de Las Meninas, a mi juicio una de las puestas en escena más inquietante, su influencia es un buen aporte. ¿Podrías hablarme un poco de este guiño?
-Es cierto, me atrae mucho eso de Witkin. La puesta en escena es algo que me ha interesado siempre, desde mis inicios como fotógrafo de teatro (en la Compañía Fin de Siglo)... ¡Y esa cosa tan transgresora de Witkin!, que es capaz de trabajar con cadáveres o las aberraciones más grandes del ser humano y convertirlo en una obra de una factura finísima... En algunas de ellas hasta veo conexiones espirituales... Yo aprecio mucho su obra, también su juego más erótico, y sin duda que sus trabajos para mí son referencias, como también lo es Diane Arbus. Pero no me preocupa, mi trabajo no es una copia de lo que ellos hacen, hay una historia detrás.

-A propósito de Arbus, a quien se le criticó por estigmatizar de freaks o raros a sus retratados, creo que es algo que intentas evitar con éxito en tus fotografías...
-Sí claro, es fundamental para mí. No me gusta ese tratamiento que se hace con la gente “rara”. Mostrar la rareza con ánimos morbosos, no lleva a ningún lado. Pero creo que el trabajo de la Arbus es muy honesto, y es uno de los primeros trabajos donde un tipo de gente está dignificada. Ahora, está dignificada desde la mirada pesada y depresiva de ella, pero era su universo también. El mío es mucho más positivo, no pienso en suicidarme ni nada por el estilo. Pero sí, no deja de interesarme el drama humano de la discriminación. Desde chico me interesó, desde la época del colegio, donde tenía unos compañeros japoneses de los que todos se reían. Yo me hacía amigo de ellos y hasta los defendía. Es eso, la discriminación es algo que no tolero (...) Desearía más justicia social, que Chile no sea un país racista ni clasista, que se valore a la gente por lo que vale y no por lo que tiene, algo que hoy es cada día más notorio, en todo ámbito. Sin ir más lejos, la frase ‘¿A quién le has ganado?’, es una manera de insultar que está muy de moda. Entonces, aspiro a este tipo de cosas, a una sociedad con menos cesantes, donde se trabaje menos y se aproveche mejor la energía.

-¿Te has sentido discriminado alguna vez?
-Bueno, sí, muchas veces. En Canadá, donde viví, y acá en Chile también, cuando más joven, en el ámbito laboral. ¡El pituto en Chile! Y la mejor reacción es no repetirlo uno también...

© Jorge Aceituno.

Solos ante la existencia

“Lo que me interesó en Con Agua de Cielo fue poder mantener una mirada desprovista de prejuicios, de vanidad y de orgullo, que acepta al otro como es y no lo juzga. Y en el retrato, como norma, el intento de captar una cierta atmósfera que a ratos ocurre, ese estado de gracia del que habla Sergio Larraín, semejante a la inspiración del poeta que dice ‘algo me atraviesa, y la mano se mueve’. Se requiere de una profunda observación, desde el gesto o la postura, hasta cambios más sutiles. ¡Si incluso el tono de la piel cambia cuando la persona logra interesarse y comienza a confiar en lo que estás haciendo! La gracia está en capturar ese momento, esa creo que es la esencia de un buen retrato, de una fotografía que transmite cosas, en la que se disparó cuando se debía y se conjugó -misteriosamente también- el momento, a diferencia de la foto conceptual, que puede ser muy interesante y en la que existen grandes autores, pero que generalmente parten de una premisa establecida y si no tienes los códigos, te aburres mirando. Creo que ese estado particular de percepción, donde se logra la comunicación entre el retratado, la luz y lo que está ocurriendo, donde lo único que sabes es que ahí debes apretar el obturador, es lo importante. De Las Meninas hicimos unas veinte fotos, con un perro vivo que se movía y no se quedaba tranquilo. Entonces pusimos el perro embalsamado, en actitud de súplica. Después le pedí a Becerro que entrara con su cámara y se empezó a dar este juego visual, similar al que proponía Velásquez... Ya los chicos estaban más tranquilos, justo la perra se para en dos patas y mira por la ventana... Era la foto”.

Así explica Aceituno su manera de ver la disciplina que le ha significado incluso pedidos especiales para el programa El Mirador, de TVN: “Fue para un proyecto que denominaron ‘Un loco amor’, un programa de televisión sobre las parejas formadas por pacientes psiquiátricos, la mayoría esquizofrénicos, de El Peral, acá de Santiago, Punta Arenas y Los Andes. La idea fue mostrar el nuevo enfoque de la psiquiatría, que busca terminar con los hospitales y su conocido hacinamiento, integrando a estas personas que así lo merecen. En algunos casos es gente muy inteligente, que desde el plano de la sensibilidad aporta muchísimo, con otra percepción del mundo. Mi trabajo fue retratar a estas parejas que, de hecho, llegaron acá al estudio arregladitos para la foto. Tomamos once, conversamos -sobre ellos mismos, en realidad- y los fotografié”.

No hace mucho, Aceituno rehusaba ser retratado. En los talleres que dicta en los institutos ARCOS, ALPES y en las universidades de Chile y del Pacífico, sus alumnos jamás podían usarlo a él de modelo. “Porque no, por los mismos temores de cualquier persona, por la tensión frente a la cámara y por inseguridad”, responde.

-Eres un hombre que más bien gusta pasar inadvertido...
-Bueno, sí... no me gusta mucho llamar la atención, a pesar de que uno también goza cuando te hablan de tus fotos... Pero creo que es una buena arma para un fotógrafo, pasar inadvertido.

-Especialmente para un fotoperiodista, pero ¿incluso para un retratista que, entre cuatro paredes, debe relacionarse cara a cara con su retratado?
-Sobre todo para mirar. En cierta manera la gente se defiende menos. Uno de los mayores problemas en la sociedad es el de las relaciones personales, y el retrato lo es. Creo que por eso me gustó tanto este género, porque significa ahondar en las relaciones personales. Y a veces estás un par de horas con una persona a la que nunca antes viste... y termina contándote cosas muy íntimas. Eso lo encuentro sorprendente. En cierta manera también es una suerte de postura ideológica frente a mi trabajo, a mi vida con la fotografía.

-¿Por qué puedo interesarme en ahondar una relación o confesar mis intimidades con un desconocido que está frente a mí para tomarme una fotografía?
-Debe ser porque los seres humanos, en lo más profundo, estamos solos, solos ante la existencia. Y al que tienes al frente también lo está. La gente se llena de cosas y de otras personas al rededor para luchar contra ese estado que puede dar mucho miedo. Lo importante es no tener miedo a reconocerlo, pues en el fondo la sociedad te mete susto con eso, con la inseguridad, con la soledad, ¡cuántas compañías de seguros hay! La sociedad te da paraguas donde supuestamente nada te va a pasar, pero le sacas el paraguas y quedas en el vacío. No creo que dicho vacío sea malo, en él está lo más esencial de la vida y la muerte, de lo que somos.

1 comentario:

Irene Loughlin dijo...

hola!
tiene un email de Jorge Aceituno
soy un artista de Canada
muchas gracias!
Irene Loughlin

mi email: iel@sfu.ca

ireneloughlin.com