20061121
SE PASO LA MICRO. Fotografias de JAVIER GODOY.
Mi padre fue chofer de micro por más de treinta años y con gusto le habría seguido siendo por otra década, ello de no ser por una trombosis cerebral que lo atacó a bordo de la vieja Intercomunal 4 (ex La Dehesa-Lo Barnechea), la liebre que conducía.
El padre de Javier, fotógrafo de restaurantes, bautizos y matrimonios no quería que su hijo heredara su oficio. Donde él veía un trabajo, el método para obtener el sustento diario, su retoño veía un medio de expresión, por sobre todo una pasión.
A mediados de los 90, Javier Godoy se transformó en el fotógrafo “menor de treinta” más inquieto del que tuve noticias. Su incipiente obra era el fiel reflejo del entusiasmo constante que su padre no conoció. Las innumerables historias que muy pocos eran capaces de ver en el Santiago post dictadura, fueron la materia prima de su cámara. Sus series sobre el Club Hípico, el Parque O`Higgins (1993) y la barra brava Los de Abajo (1997), así como sus primeros coqueteos con la prensa (en los suplementos Zona de Contacto y Revista del Domingo) se encuentran entre lo más notable de la década con que los chilenos, acusando los primeros síntomas de amnesia, nos despedíamos del siglo XX. Y si bien, en 1997 Godoy aseguraba en una entrevista que “la fotografía de autor no está pasando por los medios”, fueron éstos los que tempranamente le abrieron las puertas a esos submundos que le intrigaban y que, desde el inicio, se convirtieron en el motor de su búsqueda. Junto a lo realizado por Víctor Ruiz o Jaime Puebla en La Época, los reportajes de Godoy para El Mercurio; calle 10 de Julio, gimnástico despliegue de grumetes abordo del buque escuela Esmeralda, perseverancia de un grupo de buscadores de oro en Cucao o la patética resignación de una treintena de reclutas en un cantón de Punta Arenas, destacan como respetables intentos por introducir la mirada de autor en nuestra todavía mezquina prensa escrita.
Pero llegó el siglo XXI arrastrando la niebla democrática y Godoy, que no cejaba en su búsqueda por saber de qué hablaban sus personajes, calló. O cayó, al menos, en el letargo de los medios. De Las Últimas Noticias saltó al que parecía un proyecto prometedor; la revista Siete + 7, más tarde diario Siete (sabemos hoy cuánto pesa y vale el “progresismo” en el periodismo chileno), y del deambular conjeturante de Godoy no supimos más.
Lo dijo Manuel Rojas: “El periodismo es un buen bastón, pero una mala muleta”. Afortunadamente, la idea de ordenar y publicar el retrato que hace más de una década viene haciéndole a la sociedad capitalina, no abandonó nunca al fotógrafo. Silenciosamente, burlando el sistema de vigilancia y coartación laboral, se las arregló para iniciar una nueva aventura, esta vez en micro. Y si en los 80 el tour contemplaba Pudahuel y La Bandera, el itinerario (que reaparece ampliado incluyendo La Pincoya, Peñalolén, Cerro Navia, Conchalí, Maipú, Mapocho, Pedro de Valvidia, El Barrero, Providencia, Puente Alto) no ha dejado de ser la invitación a un viaje “más allá del individualismo”, como asegura el fotógrafo. Un viaje solitario, introspectivo, metáfora sin duda de la vida y sus clásicas interrogantes acerca de quiénes somos y a dónde vamos.
En tiempos de virtualidad y superproducción de imágenes -imagen como vehículo publicitario- Godoy parece querer evitar entrar en el juego. Desprovistas de color y píxeles, pero por sobre todo de esa apariencia “moderna” de indefinición y velocidad –viejo nuevo dogma del diseño- sus fotografías todavía no acusan recibo del cambio de milenio, quizás porque, contrario a lo que quisiéramos, Chile sigue siendo el país subdesarrollado que creíamos haber dejado atrás, esa mascota molesta que sin el menor escrúpulo abandonamos en la carretera y que, por las noches, no deja de perseguirnos. La ventana trasera de la micro Chile se mantiene sucia hasta lo imposible. Adornada con unas cortinas roñosas, polvorientas, sigue siendo una cruel broma sobre la imposibilidad de mirar el camino recorrido. Como la mujer y su extrañeza, estamos todavía bajo el patente peso de la noche, mucho más próximos al Plaza Oeste que a Vitacura. Se pasó la micro. Y lo alarmante es que, atrasados, automáticos, resignados y perplejos, continuamos esperando. Como mi padre, que dos décadas después del comienzo de la enfermedad que lo dejó postrado, sigue contando con entusiasmo y a quien quiera oírlo, las historias de su vida arriba de una micro.
***Texto solicitado por el fotógrafo Javier Godoy para su exposición Se pasó la micro. Fotografías de Javier Godoy, realizada en la FotoGalería Arcos (Santo Domingo 789, Santiago de Chile) a partir del 21 de noviembre de 2006.
20060730
La FOTO DE MI VIDA
Este artículo no es mío, pero me pareció interesante compartirlo con los interesados en la Fotografía Chilena. Juzguen ustedes.
Sus instantáneas son la voz del tiempo y de la historia. Y su lente, el arma letal que han escogido para defender la memoria. Aquí, los latidos que los han hecho apretar el obturador.
Producción: Gabriela García. La Nación, Domingo 30 de Julio de 2006
Hay muchas fotografías que considero importantes en mi vida-oficio. Elegí ésta por ser, en particular, aquella que existió antes del proceso físico-químico de la fotografía análoga. En un gris y enlutado septiembre de los años 80, buscando un circo donde poder continuar una serie vinculada al tema que venía repitiendo hace un par de años. Siempre con la Rolley Flex de 6x6 cm, y película en blanco y negro Tri X para 12 exposiciones. Al principio realicé algunas tomas que me resultaban bastantes triviales y descriptivas; pero después de varias horas de conversación y tecitos con los trabajadores del gremio, ya casi al término de la función, parado frente a la salida de los artistas, me encontré con esta escena: “la trapecista y la niña”.
Hice una sola toma. No insistí en seguir haciendo más fotos; el movimiento de la capa, el gesto de la comunicación entre ellas, el espacio escenográfico, la luz tenue, era la síntesis de la imagen que había buscado toda la tarde. Sentí una profunda emoción: era la foto decisiva. Guardé la cámara y me fui llevando conmigo la imagen latente de aquella escena. Transcurrido el tiempo me sigo preguntando: ¿es acaso el “instante decisivo” al que se refería nuestro colega Cartier Bresson?
José Moreno
No puedo decir que para mí existe “la foto de mi vida”. Colocado en el trance de elegir una foto significativa para mí, seleccioné una que forma parte de un trabajo mayor, un proceso de 10 años desarrollado junto a un grupo multidisciplinario y jóvenes con discapacidad mental. Fue la primera vez que hacíamos una toma fuera, en el Centro Experimental de Arte La Perrera. María Isabel, Elisa y Emiliano eran los modelos que participaban por primera vez de la experiencia. Tras ellos, afirmándoles las manos para que conserven el gesto, hay dos profesoras escondidas. Después de 30 tomas en que no lograba resolver el gesto ni algunos elementos de ambientación, Antonio Becerro coloca al perro arrodillado. Yo le pido que ingrese a la escena con la cámara. En ese momento, alertado por los carabineros a caballo que hacen la ronda por el parque, el cachorro que aparece en el plano posterior corre hacia la ventana y levanta sus orejas. Ese gesto me indica el momento de obturar. Curiosamente, es la única foto de toda la serie que conjuga gestos y miradas. En ese instante se resuelven favorablemente una serie de tensiones no todas visibles y evidentes en la foto.
Jorge Aceituno
Esta foto fue tomada en el Tedéum de Fiestas Patrias de 1980. El lugar es la Plaza de Armas, frente a la Iglesia Catedral de Santiago, donde estaba apostada la Escuela Militar. Yo estaba cubriendo el Tedéum, en su interior estaba la Junta Militar y salí a fumarme un cigarrillo. Caminé hacia el lado sur. Pensaba tomar una foto de la Escuela Militar que estaba en frente. En eso veo una paloma que viene volando, pensé instantáneamente en que ojalá se posara para tomar esa fotografía, pero la cámara estaba regulada para luz ambiente al interior de la iglesia, por ende estaba con lente abierto y a muy baja velocidad, un quinceavo de segundo.
En eso veo que la paloma se posa en el pavimento, justo frente a los militares, y empieza a caminar. Todo aquello sucedió en fracciones de segundo, sólo alcancé a cerrar el diafragma en 22, y disparé. La paloma sólo caminó aproximadamente un metro y medio y después voló. Para mí, esta foto es representativa de lo que sentíamos muchos chilenos que éramos de oposición. Me acordé del libro “La guerra y la paz”, creo que representa cabalmente un sentimiento de rebeldía frente a la situación de nuestro país en ese entonces.
Finalmente, esta es una foto que me ha dado muchas satisfacciones, ganó un premio de fotografía y ha sido mostrada en todo el mundo. Entre el momento de la toma fotográfica y el revelado de la misma transcurrió un día. La inquietud por verla creo que fue uno de los momentos más largos de mi vida.
Luis Navarro
Muchas imágenes están en mi memoria, en especial ésta, que fue construida en el año 1994. Hace más diez años me contagié de las ganas que tenían mi hija, Catalina Abril, y su madre por vivir este acontecimiento: “El eclipse”. Cuando niño, en mi colegio de curas −el Liceo Leonardo Murialdo− también estuve en un eclipse. Como en ese tiempo no existían los famosos lentes que aparecen en la foto, tomé un vidrio y lo quemé con una vela, lo que lo hizo quedar oscuro. Así pude mirar, a través del vidrio carbonizado, el Sol y la Luna. Y me impresionó tanto esa imagen que he vivido con ella dentro de mi cabeza.
Años después, las ganas de mi hija (en ese entonces tenía seis años), las de su madre, la de los profesores del Colegio Swedenborg de Macul, y las mías, me llevaron a “escribir” con imágenes historias. Me hicieron asistir aquel día con cámara en mano al colegio, esperar el momento, ver una imagen que tuviera varias lecturas, que fuera reflexiva, emotiva, atemporal y honesta, y disparar. Siento que ésta es una fotografía tomada desde el “interior”, que todavía me “conmueve”... ¿Y a ustedes?
Álvaro Hoppe
A 90 kilómetros de Iquique, en plena Pampa del Tamarugal, en el pueblo de La Tirana, viven 600 personas. Pero entre el 12 y el 18 de julio, más de 100 mil llegan allí para conmemorar a la Virgen del Carmen. Tambores, cantos, alegría y despliegue coreográfico conforman el escenario en que Álvaro Hoppe se aproxima a esta celebración. Su oficio no lo limita en su tarea de impedir el olvido, por lo que le estamos profundamente agradecidos. En esta fiesta religiosa plagada de símbolos, Hoppe, sin mediar oposición entre la realidad y la magia, nos deja decidir cuál es cuál. De esa forma trastoca una verdad aceptada y generalizada, y nos entrega una llave para comprender. Irrumpe con sus imágenes en medio de la música y el baile, para mostrarnos esa combinación armónica/disarmónica del fervor religioso. Las cuatro imágenes que vemos no son más que una muestra de las más de 20 que éste captura de La Tirana. No obstante, nos advierte el paso del tiempo y la incorporación violenta de foráneas culturas que se entremezclan o no (en la foto, “Chicago”). Que los colores y las luces son embriagantes y representan un regalo para olvidar al infiltrado. La última imagen es generosa, Hoppe hace un homenaje al “minutero moderno”, que permanece atado a las antiguas generaciones por los fieles caballitos que él lleva siempre consigo. El fotógrafo lo muestra incorporado y ajeno al mismo tiempo, como un viajero que estará en la próxima fiesta.
Ilonka Csillag
Sus instantáneas son la voz del tiempo y de la historia. Y su lente, el arma letal que han escogido para defender la memoria. Aquí, los latidos que los han hecho apretar el obturador.
Producción: Gabriela García. La Nación, Domingo 30 de Julio de 2006
Hay muchas fotografías que considero importantes en mi vida-oficio. Elegí ésta por ser, en particular, aquella que existió antes del proceso físico-químico de la fotografía análoga. En un gris y enlutado septiembre de los años 80, buscando un circo donde poder continuar una serie vinculada al tema que venía repitiendo hace un par de años. Siempre con la Rolley Flex de 6x6 cm, y película en blanco y negro Tri X para 12 exposiciones. Al principio realicé algunas tomas que me resultaban bastantes triviales y descriptivas; pero después de varias horas de conversación y tecitos con los trabajadores del gremio, ya casi al término de la función, parado frente a la salida de los artistas, me encontré con esta escena: “la trapecista y la niña”.
Hice una sola toma. No insistí en seguir haciendo más fotos; el movimiento de la capa, el gesto de la comunicación entre ellas, el espacio escenográfico, la luz tenue, era la síntesis de la imagen que había buscado toda la tarde. Sentí una profunda emoción: era la foto decisiva. Guardé la cámara y me fui llevando conmigo la imagen latente de aquella escena. Transcurrido el tiempo me sigo preguntando: ¿es acaso el “instante decisivo” al que se refería nuestro colega Cartier Bresson?
José Moreno
No puedo decir que para mí existe “la foto de mi vida”. Colocado en el trance de elegir una foto significativa para mí, seleccioné una que forma parte de un trabajo mayor, un proceso de 10 años desarrollado junto a un grupo multidisciplinario y jóvenes con discapacidad mental. Fue la primera vez que hacíamos una toma fuera, en el Centro Experimental de Arte La Perrera. María Isabel, Elisa y Emiliano eran los modelos que participaban por primera vez de la experiencia. Tras ellos, afirmándoles las manos para que conserven el gesto, hay dos profesoras escondidas. Después de 30 tomas en que no lograba resolver el gesto ni algunos elementos de ambientación, Antonio Becerro coloca al perro arrodillado. Yo le pido que ingrese a la escena con la cámara. En ese momento, alertado por los carabineros a caballo que hacen la ronda por el parque, el cachorro que aparece en el plano posterior corre hacia la ventana y levanta sus orejas. Ese gesto me indica el momento de obturar. Curiosamente, es la única foto de toda la serie que conjuga gestos y miradas. En ese instante se resuelven favorablemente una serie de tensiones no todas visibles y evidentes en la foto.
Jorge Aceituno
Esta foto fue tomada en el Tedéum de Fiestas Patrias de 1980. El lugar es la Plaza de Armas, frente a la Iglesia Catedral de Santiago, donde estaba apostada la Escuela Militar. Yo estaba cubriendo el Tedéum, en su interior estaba la Junta Militar y salí a fumarme un cigarrillo. Caminé hacia el lado sur. Pensaba tomar una foto de la Escuela Militar que estaba en frente. En eso veo una paloma que viene volando, pensé instantáneamente en que ojalá se posara para tomar esa fotografía, pero la cámara estaba regulada para luz ambiente al interior de la iglesia, por ende estaba con lente abierto y a muy baja velocidad, un quinceavo de segundo.
En eso veo que la paloma se posa en el pavimento, justo frente a los militares, y empieza a caminar. Todo aquello sucedió en fracciones de segundo, sólo alcancé a cerrar el diafragma en 22, y disparé. La paloma sólo caminó aproximadamente un metro y medio y después voló. Para mí, esta foto es representativa de lo que sentíamos muchos chilenos que éramos de oposición. Me acordé del libro “La guerra y la paz”, creo que representa cabalmente un sentimiento de rebeldía frente a la situación de nuestro país en ese entonces.
Finalmente, esta es una foto que me ha dado muchas satisfacciones, ganó un premio de fotografía y ha sido mostrada en todo el mundo. Entre el momento de la toma fotográfica y el revelado de la misma transcurrió un día. La inquietud por verla creo que fue uno de los momentos más largos de mi vida.
Luis Navarro
Muchas imágenes están en mi memoria, en especial ésta, que fue construida en el año 1994. Hace más diez años me contagié de las ganas que tenían mi hija, Catalina Abril, y su madre por vivir este acontecimiento: “El eclipse”. Cuando niño, en mi colegio de curas −el Liceo Leonardo Murialdo− también estuve en un eclipse. Como en ese tiempo no existían los famosos lentes que aparecen en la foto, tomé un vidrio y lo quemé con una vela, lo que lo hizo quedar oscuro. Así pude mirar, a través del vidrio carbonizado, el Sol y la Luna. Y me impresionó tanto esa imagen que he vivido con ella dentro de mi cabeza.
Años después, las ganas de mi hija (en ese entonces tenía seis años), las de su madre, la de los profesores del Colegio Swedenborg de Macul, y las mías, me llevaron a “escribir” con imágenes historias. Me hicieron asistir aquel día con cámara en mano al colegio, esperar el momento, ver una imagen que tuviera varias lecturas, que fuera reflexiva, emotiva, atemporal y honesta, y disparar. Siento que ésta es una fotografía tomada desde el “interior”, que todavía me “conmueve”... ¿Y a ustedes?
Álvaro Hoppe
A 90 kilómetros de Iquique, en plena Pampa del Tamarugal, en el pueblo de La Tirana, viven 600 personas. Pero entre el 12 y el 18 de julio, más de 100 mil llegan allí para conmemorar a la Virgen del Carmen. Tambores, cantos, alegría y despliegue coreográfico conforman el escenario en que Álvaro Hoppe se aproxima a esta celebración. Su oficio no lo limita en su tarea de impedir el olvido, por lo que le estamos profundamente agradecidos. En esta fiesta religiosa plagada de símbolos, Hoppe, sin mediar oposición entre la realidad y la magia, nos deja decidir cuál es cuál. De esa forma trastoca una verdad aceptada y generalizada, y nos entrega una llave para comprender. Irrumpe con sus imágenes en medio de la música y el baile, para mostrarnos esa combinación armónica/disarmónica del fervor religioso. Las cuatro imágenes que vemos no son más que una muestra de las más de 20 que éste captura de La Tirana. No obstante, nos advierte el paso del tiempo y la incorporación violenta de foráneas culturas que se entremezclan o no (en la foto, “Chicago”). Que los colores y las luces son embriagantes y representan un regalo para olvidar al infiltrado. La última imagen es generosa, Hoppe hace un homenaje al “minutero moderno”, que permanece atado a las antiguas generaciones por los fieles caballitos que él lleva siempre consigo. El fotógrafo lo muestra incorporado y ajeno al mismo tiempo, como un viajero que estará en la próxima fiesta.
Ilonka Csillag
20060515
FOTOAMERICA 2006. La Bienal.
En 2004 reunieron 160 exposiciones y la empresa, impulsada por el fotógrafo Roberto Edwards, busca batir su propio récord, emulando a los grandes festivales latinoamericanos. Aquí, un adelanto de lo que viene.
por Cristián Labarca Bravo
El próximo 8 de noviembre se dará inicio a la segunda versión del festival de la fotografía más ambicioso del que se tenga memoria en Chile, y también del más exitoso. A la cabeza de esta iniciativa, que en 2004 consiguió reunir -escuche bien- más de 160 exposiciones de Arica a Puerto Montt, está el que algunos ya denominan "nuevo mecenas" del arte del lente: el fotógrafo y empresario Roberto Edwards.
Pero a sus 69 años, modesto, Edwards se apura en negar la condición de protector. Algo no muy difícil de entender en el director de la Fundación América o, como lo definiera la periodista Ximena Torres Cautivo: "Antiestablishment y motor de éxitos editoriales como las revistas Ritmo en 1965 y la Paula divertida y feminista de fines de los 60. Vestido con jeans a medida y camisetas blancas, muy preocupado de no parecer rico y de no ofender a nadie, se da el lujo de tener una escultura de Botero en el patio contiguo a los estudios donde hace las fotos de moda y, ahora, de sus famosos Cuerpos pintados, que lo han llenado de gloria".
Claro que se trata de una "gloria" que no se compran todos. El crítico de arte Justo Pastro Mellado, por ejemplo, planteó el 2003 (en un artículo que tituló La feria del cuerpo), que el proyecto de Edwards no pertenece al campo artístico, sino al de las comunicaciones, como plataforma de especulación en la industria editorial: "Roberto Edwards ‘paulaniza’ la historia del arte en Chile, convirtiendo su ostentación tecnológica, en estrategia gráfica de adelgazamiento de la historia". Y agregó: "Cada cual resuelve cómo gasta su dinero. Roberto Edwards lo tuvo para montar un serio y riguroso proyecto editorial. Pero por qué debíamos esperar rigor y seriedad de todo esto. Es solo un gran niño con juguete nuevo. Un juguete nuevo avejentado por sus propias dudas autorales".
Ni el primero ni el último. A comienzos de la década, el empresario se obsesionó con un nuevo y colosal juguete que al fin obtuvo en 2004: FotoAmérica.
"La semilla prendió"
La iniciativa de Edwards tiene un frustrado antecedente: El Primer (y último) Mes de la fotografía, organizado en Santiago en 1996 por el desaparecido Centro Nacional de la Fotografía, orquestado en ese entonces por el luego cuestionado fotógrafo Doifel Videla.
Una década más tarde nadie se atrevía a repetir el gesto que, a su vez, tenía sólidos referentes: Mois de la Photo à Paris, Foto España, Meis da Fotografía (Sao Paulo, Brasil), Festival de la luz, Encuentros Abiertos de Fotografía (Argentina), el potente Fotoseptiembre (México) y, Mirafoto (Lima, Perú, la inspiración confesa de Edwards).
Este año, el empresario se ha propuesto "mejorar y profundizar" lo ofrecido en 2004. "Ya la semilla prendió, y la fotografía como una más de las bellas artes está brotando en Chile; su futuro como género está garantizado", dice con tono de bienhechor, convencido de que FotoAmérica "logró, en el momento propicio y preciso, la consolidación de una conciencia colectiva acerca de la validez de la fotografía como expresión artística".
La fecha límite para inscribir exposiciones este año es el 31 de julio. Edwards, apoyado fuertemente por dos mujeres conocedoras del medio, Cristina Alemparte y Verónica Besnier (ver recuadro), comenzó con un año y medio de anticipación a contactarse con fotógrafos, curadores, galeristas y directores de instituciones para que éstos programen exposiciones "que reúnan las características propias de nuestra bienal". ¿Cuáles son estas? Recogiendo las críticas, Edwards busca abrir el festival al mundo, potenciando la presencia de exposiciones internacionales, privilegiando la calidad por sobre la cantidad e instaurando un eje temático: "América".
Sobre lo visto en 2004, Edwards se mostró entonces más que satisfecho: "La calidad fue muy buena, no tengo ninguna queja. Ojalá que en el futuro hagamos un poco mejor la coordinación de las fechas y horas de inauguración, de manera que no coincidan tantas un mismo día y a la misma hora. Eso fue una lástima, pero son cosas menores. En un análisis global, de nota 1 a 10; un 9,5".
-La principal queja fue que primó cantidad en vez de calidad. Era más efectista decir ¡150 exposiciones! ¿Por qué no hubo una curatoría como se acostumbra en las bienales?
-Porque no se trata de eso. En ningún caso lo hemos planteado como una selección de lo mejor de la fotografía. Hablamos con los medios, ya sea el Bellas Artes o un café concert y les dijimos ‘ustedes escojan la muestra que les llame la atención, por la razón que sea’. Lo que nosotros buscamos es la diversidad, que haya distintos tipos de muestras. En la fotografía no hay una respuesta, no hay una foto buena, es como la literatura, hay muchos lenguajes y muchas formas de hacer las cosas. No ha llegado el momento de que nos especialicemos al grado de decir ‘vamos a hacer este tipo de fotografía’. No, lo que queremos es una cosa muy general, que la gente vea la gran diversidad temática y formal que hay en el desarrollo de la fotografía. No estoy de acuerdo con esa crítica. He recorrido festivales en distintos lados y no me gusta cuando son muy sesgados, puede que no coincidas con el gusto de la persona que hizo la matriz y entonces pierdes alternativas. ¿Le gustaría que hubiera una biblioteca sólo de los coleópteros en el mundo? Yo prefiero una biblioteca súper universal, que tenga un poco de todo.
-El que cada fotógrafo deba gestionar y financiar por sí solo su muestra, posibilitando un evento como este a cambio de difusión es, para algunos, un abuso que lo deja a usted como gestor de un gran evento.
-Cero, porque a mí me interesa un rábano figurar, es que me da exactamente lo mismo. ¡Y es que no hicimos nada! Simplemente hablamos con las galerías, les dijimos por qué no hacen esto y cada uno tomó el asunto y lo quiso hacer. No es mérito nuestro, se dio... por suerte que se dio. Salió muy bien y sería bueno continuar porque a todo el mundo le gustó.
Artículo publicado el lunes 15 de mayo de 2006 en la sección de Cultura de Diario Siete.
FOTOAMERICA 2006: Cristina Alemparte y Verónica Besnier
por Cristián Labarca Bravo
Cristina Alemparte y Verónica Besnier son coordinadoras y productoras de FotoAmérica. Con ellas han debido relacionarse los fotógrafos interesados en exponer en el festival y a ellas apunta Roberto Edwards a la hora de repartir laureles: "Ellas hicieron todo. Yo puse la idea, ellas hicieron el trabajo. Pienso que las mujeres en este país son espectaculares, en todo orden de cosas. Es odioso hacer comparaciones, pero siempre me ha resultado más fácil formar equipos de mujeres, porque las encuentro más comprometidas, naturales y más jugadas", dijo a Diario Siete a fines de 2004.
Alemparte, fotógrafa y curadora, creadora en 2002 de la hoy desaparecida galería Le Click, y Besnier, curadora y mujer clave en la gestión de la visita a Chile de las muestras de Robert Doisneau, Yann Arthus-Bertrand, Henri Cartier-Bresson y Elliot Erwitt, aclaran: "Un mecenas corre con todos los gastos de un festival, en ese sentido Roberto no lo es. Pero nos abre sus puertas, todas sus instalaciones, él hace mucho por la fotografía. Pero que también nosotras tenemos que salir a la calle a buscar auspicio, está claro".
Críticas al medio chileno, señalan que para la primera versión de FotoAmérica, los fotógrafos desempolvaron trabajos que tenían guardados, mientras que "ahora están trabajando para la versión 2006". Creen que el evento fue muy beneficioso para este arte en Chile, y ejemplifican contando que el fotógrafo Mario Vega vendió su exposición "Génesis" completa. Otra que vendió fotografías -algo aún poco usual en Chile- fueron Alexandra Edwards y Claudio Bertoni. Claro que ambos expusieron en el sector Alonso de Córdova.
-Paz Errázuriz y Claudio Bertoni venden utilizando la vitrina del bazar The Clinic. ¿Están los fotógrafos chilenos siendo cotizados a niveles del mercado extranjero?
-No. Paz Errázuriz puede vender en 1000 dólares una foto suya, pero no creo, no es conocida en el extranjero. Sucede como con los pintores, un Gonzalo Cienfuegos por ejemplo, que en el mercado americano vale algo, pero en el mercado francés no va a valer nada. Es aquí donde hay un mercado para ellos, Paz Errázuriz puede vender sus fotos en 500 mil pesos, Portugueis en 200 mil, y la vende. Hoy, la fotografía tiene más presencia, por ejemplo en los restaurantes, como decoración. En el hotel Mirarmar de Viña hay foto, el Haytt se decoró con fotos de arriba a abajo. Los fotógrafos están aprendiendo que hay que seriar las copias y que hay que escribir la técnica que usaron.
La dupla asegura que para este año "no hay ningún espacio en general que no esté adherido a FotoAmérica", destacan la presencia y buena llegada que tiene el evento en regiones y adelantan: "Nuestra exposición icono este año va a ser Amrik (América), muestra brasilera que habla de la integración de las comunidades árabes en América Latina". Se trata de una veintena de fotógrafos latinoamericanos entre los que -en la versión original- sólo figuraba un chileno: Rodrigo Gómez-Rovira. Pero las productoras agregaron dos más -una de ellas Soledad Campaña y Mario Vivado- y les encargaron trabajar el tema.
Suman la presencia de una colectiva peruana integrada por fotógrafas de la talla de Magdalena Ortiz y Alejandra Bedoya, bajo la curatoría de Roberto Huarcaya, el director artístico de Mirafoto, Lima, Perú. Alemparte y Besnier gestionan además la venida de una colectiva boliviana y otra argentina, con la presencia de fotógrafos como Patricia Terán y Aldo Sessa.
Sin embargo, reconocen que grandes maestros como Cartier-Bresson no estarán presente: "No, este año es la puerta abierta a América". ¿Sebastiao Salgado? "Nos come el presupuesto de Fotoamérica", explica Besnier. ¿El crédito criollo, Sergio Larraín? "No quiere exponer en Chile", responde Alemparte.
*Entrevista publicada el lunes 15 de mayo de 2006 en la sección de Cultura de Diario Siete.
20060424
TRAS LA HUELLA DE MAGNUM
Agencias de fotógrafos a la chilena
No darse por vencidos. Parece ser la consigna ante un nuevo intento en el mercado de la fotografía periodística nacional, nutrido en más de un 90% de las imágenes conseguidas por reporteros gráficos de agencias de noticias internacionales, diarios y revistas locales. Recae tamaña responsabilidad en poco más de un centenar de profesionales de la mirada, la mayoría contratados y respetuosos de la línea editorial del medio para el que trabajan. ¿Eso es todo? ¿Existen mayores diferencias entre el punto de vista que aplican al acontecer noticioso que más tarde usted verá en su casa? La respuesta, invariablemente y salvando ilustres excepciones históricas, parece estar más cerca de un “no”. A menos que la tercera sea la vencida.
The Press Image es el nombre del tercer y por ahora último intento por llevar a buen puerto la idea de agrupar el trabajo de algunos de los más talentosos fotógrafos chilenos y proponer así una mirada revitalizadora a la prensa. Cohabitarán con los porteños de Huella Digital, en funcionamiento desde 2000, siendo ambas iniciativas similares aunque no idénticas a IMA Agencia de Fotógrafos, la precursora y hoy inexistente empresa de Claudio Pérez y Rodrigo Gómez (ver recuadro). Roberto Candia y Jesús Inostroza, dos conocidos fotógrafos santiaguinos, son hoy los responsables del que para muchos parece un atrevimiento.
The Press Image lleva dos semanas funcionando y Candia precisa el concepto que los mueve: “somos una agencia de representación de fotógrafos independientes. Desarrollamos un software para ofrecer la producción personal de estos fotógrafos a los medios, a cualquier editor de Chile o del mundo que puede entrar a nuestra página y ver todo el material disponible. No se paga por ver”.
La originalidad para el mercado chileno –provisto mayoritariamente de las agencias internacionales AP, France Press y Reuters, junto a los bancos de imágenes- es que The Press Image no condiciona al cliente a un contrato, sólo comercializa los derechos de publicación, incluso si se trata de una única imagen. “Si quieres comprar derechos exclusivos, es posible hacerlo, previo acuerdo con el fotógrafo, que es el que tiene la última palabra, además de una participación de sobre el 60%. Nosotros no nos adueñamos del material, sólo lo gestionamos ante los medios”, asegura Candia.
En www.thepressimage.com cualquier empresa puede hacer una descarga, previo ingreso de una contraseña. “Reunimos las fuentes de información en un solo lugar y ofrecemos la infraestructura y tecnología suficientes para que esta información llegue, a la brevedad, a la persona que lo requiera”, dice Candia.
Un país de ciegos
Roberto Candia y Jesús Inostroza no ocultan su ambición: que The Press Image se transforme “en el principal portal de imágenes de Chile”. Y para ello han fijado tarifas atractivas. Un diario de circulación nacional debiera desembolsar $34.000 por los derechos de publicación, en una sola edición, de una de sus fotografías. La de una portada de revista cuesta $80.000 y la de un libro $150.000. Un portal web tendría que pagar $16.000. Y si es un canal de televisión el que quiere mostrar una fotografía de The Press Image, el costo será de $22.000 por 24 horas.
Con la experiencia del pionero, el fotógrafo Rodrigo Gómez celebra la iniciativa que, luego de ver en la red, define como “netamente periodística”, cuestión que considera “delicada y peligrosa, porque se compite con multinacionales. Es como querer hacer un supermercado al lado del Jumbo”. Según Gómez, el medio chileno “no tiene ninguna cultura de comprar fotos a independientes, los precios que manejan son ridículos. Si por mil dólares uno de sus fotógrafos se saca la chucha todo el mes, no entienden que uno pida 150 dólares por una sola foto”.
De acuerdo con Gómez, el fotógrafo César Pincheira (huelladigital.cl) opina que “al no haber suficientes medios no existe la necesidad de darle la importancia que merece la fotografía. Pareciera que fuera un favor ponerles el crédito. En ese contexto, las agencias la tenemos súper difícil en nuestro país”.
“Que exista The Press Image, AP o Magnum, para mí es lo mismo. Estoy sentado en mi escritorio y necesito una imagen. Si pongo ‘Fernando González’ y no está, cagó. Es terrible, pero es así”, grafica Gómez, poniéndose en el caso de un consumidor. Agrega: “la cantidad de imágenes tampoco es lo más importante. Si tienes que mamarte seis páginas de basura antes de llegar a algo interesante, es peligroso. Ver dos tipos dándose la mano… esa foto la pueda hacer mi hermana chica. Con IMA nuestra intención no era abarcar todo y hacer salchichas, sino exactamente lo contrario, tener un almacén de especies finas al lado del Jumbo. Eso, que no sé si funcionó, era muy difícil de mantener”.
Pero Candia que la apuesta de The Press Image no es dar una cobertura total a todo lo que pasa en Chile, “por lo mismo no vendemos un servicio con una tarifa plana. Cuando existe un abono, la calidad se embarga. Por asegurar una cobertura no siempre se utilizan los mejores recursos y nosotros cuidamos mucho la relación con el cliente, que no se podrá quejar de que no tenemos tal o cual cobertura si no se la estamos cobrando. En cambio, va a agradecer poder tener acceso a cosas que no pudo producir”.
El fotógrafo recalca que han hecho una alianza con Archivo Latino, el más grande proveedor de imágenes en Latinoamérica, creado en Argentina. “Ellos nos representan internacionalmente”, dice respondiendo a Gómez, que sentencia: “Cualquier negocio que se haga con la imagen tiene que pensarse de manera internacional, el mercado chileno es tan pequeño que se muerde la cola con lo que hay. En IMA trabajábamos la prensa sólo para el extranjero, aquí era más fuerte la parte corporativa”.
Una conclusión que, como consumidores de imágenes debiéramos tomar en cuenta, la entrega César Pincheira: “La diferencia (entre una agencia y otra) tiene que ver con la mirada, es decir, hacia dónde dirigimos los lentes. Las agencias internacionales están en el cuento de registrar la historia de la humanidad desde la perspectiva oficial (el “manotazo” de dos presidentes, por ejemplo). Nosotros, en cambio, queremos registrar para contar, pero desde una cercanía tanto física como mental. Estamos seguros de que la foto mezclada con periodismo es una enzima que puede promover el cambio y la movilidad social”.
***
HUELLA DIGITAL
¿Por qué y cuándo surge la idea de esta agencia?
-Surge en el año 2000, como una inquietud de desarrollo profesional al momento de titularme como periodista (hice mi tesis sobre fotografía de prensa y memoria colectiva).
¿Quiénes formaron el equipo original y qué tenían en mente?
-El equipo original se mantiene hasta ahora (somos 5 entre periodistas, fotógrafos y una diseñadora, más colaboradores estables y no tanto). La verdad es que lo único que tenemos claro es que estamos en un negocio complejo, con una industria poco dinámica y que por ende no hay patrones fijos que obedecer. Estamos seguros que la foto mezclada con periodismo es una enzima que puede promover el cambio y la movilidad social.
¿Qué evaluaciones de mercado hicieron previamente?
-La única evaluación es la que teníamos como periodistas jóvenes, en un país donde no existe la suficiente diversidad de medios como para ser felices trabajando en un medio tradicional. Sabíamos que se podía hacer algo y estamos en eso.
¿Qué modelos tomaron como ejemplo?
-Como modelo, ninguno, aunque igual pusimos el ojo en el origen de Magnum (en el sentido de la cooperativa fotográfica). Después, bueno, admiramos toda forma de organización fotográfica que defienda la mirada de los suyos, como la AFI, IMA, etcétera.
¿Cuáles son los precios por fotos y cuánto gana el fotógrafo?
-Se cobra según el tipo de cliente y la característica de la pega. El porcentaje por lo general es 50 y 50. Pero, en general, el tema del cobro por la pega fotográfica está hoy muy determinado por el menosprecio hacia la mirada que tenga una agencia o un fotógrafo, la abundancia de cámaras digitales en manos de gente que no se involucra realmente con el asunto y a las decisiones -a mi juicio erradas- de las empresas en las que las personas a cargo de su imagen corporativa piensan que comprándose una camarita digital de hartos megapixeles, basta y sobra y no necesitan a un profesional en el registro fotográfico.
Y aunque lo que se cobra depende de (la cara que ponga) cada cliente, en general la variable crítica que nosotros aplicamos hoy para valorar una pega, no es el número de fotos ni el tamaño de la copia en papel, sino el tiempo dedicado. Ahí entra a tallar el costo de oportunidad, es decir, cuántas cosas dejo de hacer por tener que dedicarme a una pega en particular que sea muy absorbente. En esa lógica, hoy huelladigital.cl no puede dedicar un día completo de pega a algún encargo por menos de 180 o 200 mil pesos. Ese valor puede subir dependiendo de la complejidad del tema (si hay que trasladarse a otra zona o seguir todo el día a alguien o es una foto con un propósito comercial...) Ahora, si el trabajo dura varios días, ese valor puede bajar porque se apuesta por un total final que resulte atractivo.
En cuanto a una foto que quiera comprar un medio, también va a depender de si el medio encargó la foto o si la agencia la hizo y después la ofrece. En el primer caso es más caro que en el segundo porque implica quizá traslados y otros insumos. Una foto puede costar desde 20 a 40 mil pesos, aunque si es para una agencia internacional, el valor estándar hoy es de 50 dólares para colaboraciones externas. Creo que, sin duda, la relación óptima de un agencia con un medio es un pago fijo mensual, aunque es necesario definir a priori las características de la cobertura (número de fotos, frentes de cobertura -deportes, crónica- o si incluye o no otros costos de traslado).
Creo, finalmente, que en la medida en que haya más medios de comunicación que valoren el aporte de la imagen y respeten la autoría fotográfica, y que las empresas tomen conciencia de la importancia de proyectar una imagen profesional, la situación comercial podría mejorar, de hacerlo más próximo al profesionalismo, esfuerzo y las inversiones en equipos que hacen las agencias, sobre todo las independientes.
La mítica agencia de los fotógrafos Robert Capa y Henri Cartier – Bresson ha inspirado símiles en el mundo entero, incluido Chile, con sólo tres intentos. Sepa del último de ellos, en un país donde se valora poco hazañas como esta.
No darse por vencidos. Parece ser la consigna ante un nuevo intento en el mercado de la fotografía periodística nacional, nutrido en más de un 90% de las imágenes conseguidas por reporteros gráficos de agencias de noticias internacionales, diarios y revistas locales. Recae tamaña responsabilidad en poco más de un centenar de profesionales de la mirada, la mayoría contratados y respetuosos de la línea editorial del medio para el que trabajan. ¿Eso es todo? ¿Existen mayores diferencias entre el punto de vista que aplican al acontecer noticioso que más tarde usted verá en su casa? La respuesta, invariablemente y salvando ilustres excepciones históricas, parece estar más cerca de un “no”. A menos que la tercera sea la vencida.
The Press Image es el nombre del tercer y por ahora último intento por llevar a buen puerto la idea de agrupar el trabajo de algunos de los más talentosos fotógrafos chilenos y proponer así una mirada revitalizadora a la prensa. Cohabitarán con los porteños de Huella Digital, en funcionamiento desde 2000, siendo ambas iniciativas similares aunque no idénticas a IMA Agencia de Fotógrafos, la precursora y hoy inexistente empresa de Claudio Pérez y Rodrigo Gómez (ver recuadro). Roberto Candia y Jesús Inostroza, dos conocidos fotógrafos santiaguinos, son hoy los responsables del que para muchos parece un atrevimiento.
The Press Image lleva dos semanas funcionando y Candia precisa el concepto que los mueve: “somos una agencia de representación de fotógrafos independientes. Desarrollamos un software para ofrecer la producción personal de estos fotógrafos a los medios, a cualquier editor de Chile o del mundo que puede entrar a nuestra página y ver todo el material disponible. No se paga por ver”.
La originalidad para el mercado chileno –provisto mayoritariamente de las agencias internacionales AP, France Press y Reuters, junto a los bancos de imágenes- es que The Press Image no condiciona al cliente a un contrato, sólo comercializa los derechos de publicación, incluso si se trata de una única imagen. “Si quieres comprar derechos exclusivos, es posible hacerlo, previo acuerdo con el fotógrafo, que es el que tiene la última palabra, además de una participación de sobre el 60%. Nosotros no nos adueñamos del material, sólo lo gestionamos ante los medios”, asegura Candia.
En www.thepressimage.com cualquier empresa puede hacer una descarga, previo ingreso de una contraseña. “Reunimos las fuentes de información en un solo lugar y ofrecemos la infraestructura y tecnología suficientes para que esta información llegue, a la brevedad, a la persona que lo requiera”, dice Candia.
Un país de ciegos
Roberto Candia y Jesús Inostroza no ocultan su ambición: que The Press Image se transforme “en el principal portal de imágenes de Chile”. Y para ello han fijado tarifas atractivas. Un diario de circulación nacional debiera desembolsar $34.000 por los derechos de publicación, en una sola edición, de una de sus fotografías. La de una portada de revista cuesta $80.000 y la de un libro $150.000. Un portal web tendría que pagar $16.000. Y si es un canal de televisión el que quiere mostrar una fotografía de The Press Image, el costo será de $22.000 por 24 horas.
Con la experiencia del pionero, el fotógrafo Rodrigo Gómez celebra la iniciativa que, luego de ver en la red, define como “netamente periodística”, cuestión que considera “delicada y peligrosa, porque se compite con multinacionales. Es como querer hacer un supermercado al lado del Jumbo”. Según Gómez, el medio chileno “no tiene ninguna cultura de comprar fotos a independientes, los precios que manejan son ridículos. Si por mil dólares uno de sus fotógrafos se saca la chucha todo el mes, no entienden que uno pida 150 dólares por una sola foto”.
De acuerdo con Gómez, el fotógrafo César Pincheira (huelladigital.cl) opina que “al no haber suficientes medios no existe la necesidad de darle la importancia que merece la fotografía. Pareciera que fuera un favor ponerles el crédito. En ese contexto, las agencias la tenemos súper difícil en nuestro país”.
“Que exista The Press Image, AP o Magnum, para mí es lo mismo. Estoy sentado en mi escritorio y necesito una imagen. Si pongo ‘Fernando González’ y no está, cagó. Es terrible, pero es así”, grafica Gómez, poniéndose en el caso de un consumidor. Agrega: “la cantidad de imágenes tampoco es lo más importante. Si tienes que mamarte seis páginas de basura antes de llegar a algo interesante, es peligroso. Ver dos tipos dándose la mano… esa foto la pueda hacer mi hermana chica. Con IMA nuestra intención no era abarcar todo y hacer salchichas, sino exactamente lo contrario, tener un almacén de especies finas al lado del Jumbo. Eso, que no sé si funcionó, era muy difícil de mantener”.
Pero Candia que la apuesta de The Press Image no es dar una cobertura total a todo lo que pasa en Chile, “por lo mismo no vendemos un servicio con una tarifa plana. Cuando existe un abono, la calidad se embarga. Por asegurar una cobertura no siempre se utilizan los mejores recursos y nosotros cuidamos mucho la relación con el cliente, que no se podrá quejar de que no tenemos tal o cual cobertura si no se la estamos cobrando. En cambio, va a agradecer poder tener acceso a cosas que no pudo producir”.
El fotógrafo recalca que han hecho una alianza con Archivo Latino, el más grande proveedor de imágenes en Latinoamérica, creado en Argentina. “Ellos nos representan internacionalmente”, dice respondiendo a Gómez, que sentencia: “Cualquier negocio que se haga con la imagen tiene que pensarse de manera internacional, el mercado chileno es tan pequeño que se muerde la cola con lo que hay. En IMA trabajábamos la prensa sólo para el extranjero, aquí era más fuerte la parte corporativa”.
Una conclusión que, como consumidores de imágenes debiéramos tomar en cuenta, la entrega César Pincheira: “La diferencia (entre una agencia y otra) tiene que ver con la mirada, es decir, hacia dónde dirigimos los lentes. Las agencias internacionales están en el cuento de registrar la historia de la humanidad desde la perspectiva oficial (el “manotazo” de dos presidentes, por ejemplo). Nosotros, en cambio, queremos registrar para contar, pero desde una cercanía tanto física como mental. Estamos seguros de que la foto mezclada con periodismo es una enzima que puede promover el cambio y la movilidad social”.
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HUELLA DIGITAL
¿Por qué y cuándo surge la idea de esta agencia?
-Surge en el año 2000, como una inquietud de desarrollo profesional al momento de titularme como periodista (hice mi tesis sobre fotografía de prensa y memoria colectiva).
¿Quiénes formaron el equipo original y qué tenían en mente?
-El equipo original se mantiene hasta ahora (somos 5 entre periodistas, fotógrafos y una diseñadora, más colaboradores estables y no tanto). La verdad es que lo único que tenemos claro es que estamos en un negocio complejo, con una industria poco dinámica y que por ende no hay patrones fijos que obedecer. Estamos seguros que la foto mezclada con periodismo es una enzima que puede promover el cambio y la movilidad social.
¿Qué evaluaciones de mercado hicieron previamente?
-La única evaluación es la que teníamos como periodistas jóvenes, en un país donde no existe la suficiente diversidad de medios como para ser felices trabajando en un medio tradicional. Sabíamos que se podía hacer algo y estamos en eso.
¿Qué modelos tomaron como ejemplo?
-Como modelo, ninguno, aunque igual pusimos el ojo en el origen de Magnum (en el sentido de la cooperativa fotográfica). Después, bueno, admiramos toda forma de organización fotográfica que defienda la mirada de los suyos, como la AFI, IMA, etcétera.
¿Cuáles son los precios por fotos y cuánto gana el fotógrafo?
-Se cobra según el tipo de cliente y la característica de la pega. El porcentaje por lo general es 50 y 50. Pero, en general, el tema del cobro por la pega fotográfica está hoy muy determinado por el menosprecio hacia la mirada que tenga una agencia o un fotógrafo, la abundancia de cámaras digitales en manos de gente que no se involucra realmente con el asunto y a las decisiones -a mi juicio erradas- de las empresas en las que las personas a cargo de su imagen corporativa piensan que comprándose una camarita digital de hartos megapixeles, basta y sobra y no necesitan a un profesional en el registro fotográfico.
Y aunque lo que se cobra depende de (la cara que ponga) cada cliente, en general la variable crítica que nosotros aplicamos hoy para valorar una pega, no es el número de fotos ni el tamaño de la copia en papel, sino el tiempo dedicado. Ahí entra a tallar el costo de oportunidad, es decir, cuántas cosas dejo de hacer por tener que dedicarme a una pega en particular que sea muy absorbente. En esa lógica, hoy huelladigital.cl no puede dedicar un día completo de pega a algún encargo por menos de 180 o 200 mil pesos. Ese valor puede subir dependiendo de la complejidad del tema (si hay que trasladarse a otra zona o seguir todo el día a alguien o es una foto con un propósito comercial...) Ahora, si el trabajo dura varios días, ese valor puede bajar porque se apuesta por un total final que resulte atractivo.
En cuanto a una foto que quiera comprar un medio, también va a depender de si el medio encargó la foto o si la agencia la hizo y después la ofrece. En el primer caso es más caro que en el segundo porque implica quizá traslados y otros insumos. Una foto puede costar desde 20 a 40 mil pesos, aunque si es para una agencia internacional, el valor estándar hoy es de 50 dólares para colaboraciones externas. Creo que, sin duda, la relación óptima de un agencia con un medio es un pago fijo mensual, aunque es necesario definir a priori las características de la cobertura (número de fotos, frentes de cobertura -deportes, crónica- o si incluye o no otros costos de traslado).
Creo, finalmente, que en la medida en que haya más medios de comunicación que valoren el aporte de la imagen y respeten la autoría fotográfica, y que las empresas tomen conciencia de la importancia de proyectar una imagen profesional, la situación comercial podría mejorar, de hacerlo más próximo al profesionalismo, esfuerzo y las inversiones en equipos que hacen las agencias, sobre todo las independientes.
20060418
UN MUSEO PARA LA FOTOGRAFIA CHILENA
El Director del Museo de la Fotografía de Charleroi, Bélgica, Xavier Cannone, se entrevistó con el Ministro de Cultura chileno, José Weinstein, encendiendo una luz de esperanza.
Cuando Xavier Cannone se interesó por la fotografía, en su país, Bélgica, la disciplina no se impartía como carrera universitaria y en los espacios de arte no se le veía como un lenguaje autónomo. En pleno corazón de Europa, recuerda, “no había un solo fotógrafo belga reconocido y teníamos sólo dos galerías. Recién a fines de los ‘70 y en los ‘80, cuando se creó en Amberes el primer museo belga de la fotografía, empezó a ser tomada en serio”.
¿Suena conocido, no? Críticos de peso, curadores capacitados, teóricos, historiadores y revistas especializadas... Al extenso listado de carencias de la fotografía chilena, se suma una necesidad con forma de sueño largamente acariciado, la de un museo para la fotografía chilena, espacio que junto con reunir lo más selecto del trabajo autoral de los fotógrafos nacionales, debiera instalarse como una atrayente plataforma de investigación y difusión de nuestra cultura.
Así lo entiende Xavier Canonne, actual director del Musée de la Photographie de Charleroi, Bélgica, quien ya antes estuvo al frente del Centre d’art contemporain de la comunidad francesa. Cannone se encuentra en Chile y su visita no parece casual. El fotógrafo Luis Poirot, agregado cultural de Chile en Bélgica, es quizá uno de los más tozudos impulsores de la idea de un Museo de la Fotografía Chilena, iniciativa que por supuesto le ha planteado a Cannone. Este, a su vez, se reunió el miércoles con el ministro José Weinstein y participó del seminario “Museo y Patrimonio Fotográfico”, narrando la génesis y los nuevos desafíos de la experiencia belga. Participaron, además, el Subdirector Nacional de Museos de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Alan Trampe, y la Directora del Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico, Ilonka Csillag.
“Lo que me interesa de este proyecto que está armando el gobierno chileno”, explica Cannone, “es mostrar al mundo el trabajo de los fotógrafos chilenos pero, por sobre todo, salvar el patrimonio de un país. Siempre me ha dado mucha pena ver cómo el patrimonio de naciones en Africa y América Latina se vende a coleccionistas, galerías o museos que comprendieron que la memoria de un país se está vaciando. Podemos ayudar a crear estructuras que en primer lugar mantengan el patrimonio en sus respectivos países, desde la conservación, y que permitan luego a especialistas e historiadores el estudio de este”.
-¿Qué conocen en Bélgica de la fotografía chilena?
-Muy poco, es otra de las razones. Se conoce mucho más de fotógrafos franceses o estadounidenses que vinieron a fotografiar Chile, que de fotógarfos chilenos. Eso puede cambiar con este proyecto. ¿Dónde está la fotografía chilena? Si soy un turista y no hay museo, ¿dónde voy?, ¿hay una galería, una biblioteca? Eso no es normal en un país tan grande y por eso es un buen momento para conversar del tema con el gobierno.
Cannone cuenta que a veces recibe archivos que le parecen poco interesantes, pero está convencido de la importancia de su conservación ya que sabe que dentro de 30 o 50 años alguien puede redescubrirlos en respuesta a las necesidades del mundo. Los museos, cree, deben responder a la amenaza de empresarios como Bill Gates, que están comprando los archivos fotográficos de la humanidad:_“De lo contrario, nuestra memoria pertenecerá a otros y nadie tiene derecho a comprar nuestra memoria, que es lo más íntimo que tenemos. El deber de los gobiernos, sean de izquierda o derecha, es salvar la memoria colectiva de un país, ya que no se puede construir un edificio sin tener las bases”.
Otra de sus preocupaciones es la facilidad con que los fotógrafos contemporáneos borran imágenes en sus cámaras digitales. Lo que me interesa cuando miro el archivo de negativos de un fotógrafo, es ver que este hizo 10, 20 tomas de una acción, hasta llegar a la que escogió definitivamente. Es un intento de pensar con sus ojos, pero con la fotografía digital eso no es posible. Es como un pintor que no puede hacer dibujos antes de realizar su obra. ¿Cómo estudiar Guernica de Picasso sin conocer todos los bocetos previos? Peor, con la manipulación digital perderemos hasta el original. Lo mimso con la literatura, escribes directamente en el computador, no salvas la primera línea, limpias todo. Perderemos los manuscritos y todo lo que nos lleva a averiguar por qué un autor cambió tal palabra o idea. Tendremos una memoria más eficiente y limpia, como una autopista. Pero conoceremos menos de nosotros mismos”.
“Podemos ayudar a Chile a hacer este museo”
“A cada país le llega su momento”, dice Cannone, “momento en que la memoria es más necesaria. Eso, ligado a la necesidad de representación fuera de sus fronteras ¿Qué es Bélgica? ¿Algunas imágenes de la plaza mayor, de una escultura? No, es más que eso ¿Cuáles son las maneras de enseñar lo que es un país? Literatura, cine, y fotografía por supuesto. Sí, podemos comparar el camino que recorrió Bélgica hacia la fotografía, reconociendo que este es un arte no menor hasta llegar al museo, y el actual momento chileno”.
-Pero en Chile no existe un Museo de la Fotografía.
-Todavía no.
-¿Tiene alguna relación su visita, la presencia de Poirot en Bélgica y la creación del museo?
-Sí, Poirot fue a verme. Hablamos del tema, no sólo pensando en mostrar fotógrafos chilenos en Bélgica, sino también en cómo ayudar a Chile para hacer este museo. No se trata de venir a decir cómo hay que hacerlo, no tengo ese derecho, pero sí podemos compartir la experiencia, a través del Consejo de la Cultura y las Artes, por intercambio. Podemos invitar a especialistas de la fotografía chilena y mandar aquí fotógrafos y especialistas belgas.
Artículo publicado en la sección de Cultura del Diario Siete. 2006.
Cuando Xavier Cannone se interesó por la fotografía, en su país, Bélgica, la disciplina no se impartía como carrera universitaria y en los espacios de arte no se le veía como un lenguaje autónomo. En pleno corazón de Europa, recuerda, “no había un solo fotógrafo belga reconocido y teníamos sólo dos galerías. Recién a fines de los ‘70 y en los ‘80, cuando se creó en Amberes el primer museo belga de la fotografía, empezó a ser tomada en serio”.
¿Suena conocido, no? Críticos de peso, curadores capacitados, teóricos, historiadores y revistas especializadas... Al extenso listado de carencias de la fotografía chilena, se suma una necesidad con forma de sueño largamente acariciado, la de un museo para la fotografía chilena, espacio que junto con reunir lo más selecto del trabajo autoral de los fotógrafos nacionales, debiera instalarse como una atrayente plataforma de investigación y difusión de nuestra cultura.
Así lo entiende Xavier Canonne, actual director del Musée de la Photographie de Charleroi, Bélgica, quien ya antes estuvo al frente del Centre d’art contemporain de la comunidad francesa. Cannone se encuentra en Chile y su visita no parece casual. El fotógrafo Luis Poirot, agregado cultural de Chile en Bélgica, es quizá uno de los más tozudos impulsores de la idea de un Museo de la Fotografía Chilena, iniciativa que por supuesto le ha planteado a Cannone. Este, a su vez, se reunió el miércoles con el ministro José Weinstein y participó del seminario “Museo y Patrimonio Fotográfico”, narrando la génesis y los nuevos desafíos de la experiencia belga. Participaron, además, el Subdirector Nacional de Museos de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Alan Trampe, y la Directora del Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico, Ilonka Csillag.
“Lo que me interesa de este proyecto que está armando el gobierno chileno”, explica Cannone, “es mostrar al mundo el trabajo de los fotógrafos chilenos pero, por sobre todo, salvar el patrimonio de un país. Siempre me ha dado mucha pena ver cómo el patrimonio de naciones en Africa y América Latina se vende a coleccionistas, galerías o museos que comprendieron que la memoria de un país se está vaciando. Podemos ayudar a crear estructuras que en primer lugar mantengan el patrimonio en sus respectivos países, desde la conservación, y que permitan luego a especialistas e historiadores el estudio de este”.
-¿Qué conocen en Bélgica de la fotografía chilena?
-Muy poco, es otra de las razones. Se conoce mucho más de fotógrafos franceses o estadounidenses que vinieron a fotografiar Chile, que de fotógarfos chilenos. Eso puede cambiar con este proyecto. ¿Dónde está la fotografía chilena? Si soy un turista y no hay museo, ¿dónde voy?, ¿hay una galería, una biblioteca? Eso no es normal en un país tan grande y por eso es un buen momento para conversar del tema con el gobierno.
Cannone cuenta que a veces recibe archivos que le parecen poco interesantes, pero está convencido de la importancia de su conservación ya que sabe que dentro de 30 o 50 años alguien puede redescubrirlos en respuesta a las necesidades del mundo. Los museos, cree, deben responder a la amenaza de empresarios como Bill Gates, que están comprando los archivos fotográficos de la humanidad:_“De lo contrario, nuestra memoria pertenecerá a otros y nadie tiene derecho a comprar nuestra memoria, que es lo más íntimo que tenemos. El deber de los gobiernos, sean de izquierda o derecha, es salvar la memoria colectiva de un país, ya que no se puede construir un edificio sin tener las bases”.
Otra de sus preocupaciones es la facilidad con que los fotógrafos contemporáneos borran imágenes en sus cámaras digitales. Lo que me interesa cuando miro el archivo de negativos de un fotógrafo, es ver que este hizo 10, 20 tomas de una acción, hasta llegar a la que escogió definitivamente. Es un intento de pensar con sus ojos, pero con la fotografía digital eso no es posible. Es como un pintor que no puede hacer dibujos antes de realizar su obra. ¿Cómo estudiar Guernica de Picasso sin conocer todos los bocetos previos? Peor, con la manipulación digital perderemos hasta el original. Lo mimso con la literatura, escribes directamente en el computador, no salvas la primera línea, limpias todo. Perderemos los manuscritos y todo lo que nos lleva a averiguar por qué un autor cambió tal palabra o idea. Tendremos una memoria más eficiente y limpia, como una autopista. Pero conoceremos menos de nosotros mismos”.
“Podemos ayudar a Chile a hacer este museo”
“A cada país le llega su momento”, dice Cannone, “momento en que la memoria es más necesaria. Eso, ligado a la necesidad de representación fuera de sus fronteras ¿Qué es Bélgica? ¿Algunas imágenes de la plaza mayor, de una escultura? No, es más que eso ¿Cuáles son las maneras de enseñar lo que es un país? Literatura, cine, y fotografía por supuesto. Sí, podemos comparar el camino que recorrió Bélgica hacia la fotografía, reconociendo que este es un arte no menor hasta llegar al museo, y el actual momento chileno”.
-Pero en Chile no existe un Museo de la Fotografía.
-Todavía no.
-¿Tiene alguna relación su visita, la presencia de Poirot en Bélgica y la creación del museo?
-Sí, Poirot fue a verme. Hablamos del tema, no sólo pensando en mostrar fotógrafos chilenos en Bélgica, sino también en cómo ayudar a Chile para hacer este museo. No se trata de venir a decir cómo hay que hacerlo, no tengo ese derecho, pero sí podemos compartir la experiencia, a través del Consejo de la Cultura y las Artes, por intercambio. Podemos invitar a especialistas de la fotografía chilena y mandar aquí fotógrafos y especialistas belgas.
Artículo publicado en la sección de Cultura del Diario Siete. 2006.
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