20011112
EDUARDO VERDUGO. CHIAPAS: La noticia ignorada.
Es uno de los lentes más prestigiosos del fotoperiodismo nacional: Eduardo Verdugo Tucto, el mismo que en 1996 nos sorprendió con la imagen de un policía de civil, apuntando con un arma de fuego a los mineros de Lota, frente a La Moneda. El único chileno seleccionado por la Word Press Photo para una de sus muestras, hoy vive en México. De visita en Chile, Verdugo conversó con El Mostrador acerca del pueblo hacia el que hoy mira: Chiapas.
Se habló de una verdadera pandilla, la “mafia” chilena, les llamaron. Era comprensible, el grupo compuesto por más de una docena de jóvenes fotógrafos criollos se había tomado, a partir de la década del ’90, los cupos de las agencias noticiosas del continente. Eso sí, con calidad y clase. Jaime Puebla, Víctor Ruiz, Andrés Leighton, Tomás Munita, Marcelo Hernández y Roberto Candia, en Agencia Associated Press (AP) de Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Uruguay y Chile, respectivamente; Marcelo Salinas, Rodrigo Arangua, Jorge Uzón y Matías Recart, en Agencia France Press (AFP) de Colombia, México y Chile, sin contar a los stringer o colaboradores; Martín Thomas (Agencia Reuters Chile), Marco Ugarte, Fernando Morales y Claudio Cruz, además de Pedro Ugarte, quien partió de AFP Colombia rumbo a Kenia, África. Dentro de este selecto grupo de miradas, ágiles y reflexivas, se inserta el nombre de Eduardo Verdugo Tucto (1969).
El desempeño de Verdugo como fotógrafo de prensa, reconocido desde sus inicios como alumno del Instituto ALPES y, más tarde, en el diario La Época, comenzó a dar señales claras del talento potencial del fotógrafo, a principios de la década del ´90. Entonces, valiéndose del proceso eleccionario peruano como excusa, Verdugo viajó a Lima con dos ideas muy claras en mente: Compenetrarse del sistema de trabajo en las agencias de noticias y conocer la casa donde nació su madre, en Cajamarca. Dos ideas aparentemente desligadas, pero clarificadoras, a la vez, de los intereses que han acompañado desde siempre a su ojo tras la cámara.
Provisto de un calendario que incluyó alguna de sus imágenes –iniciativa del fotógrafo Claudio Pérez- Verdugo llegó a las agencias AFP, Reuters y AP de Lima, a mostrar su trabajo sobre las fiestas religiosas del norte de Chile. “Me presenté, les dije que iba a estar en tal lugar y que si pasaba algo con las elecciones, me llamaran, que yo les podía pasar fotos. En AP ya estaba Marcelo Salinas, mientras que Pedro Ugarte colaboraba en AFP. A mí me encantaba el estilo fotográfico de esta agencia, que si bien cubría la noticia, también ofrecía otra visión, más atemporal. Pero al final, le pasé mis fotos a AP. Más tarde, ya de regreso en Santiago, se produjo un cupo en la AFP. Esto fue en 1997. Con la Pao, mi compañera, decidimos probar. Estuvimos casi dos años en Perú”.
“CHIAPAS TODAVÍA INTERESA”
En Perú estaba Eduardo Verdugo cuando Jaime Puebla –también proveniente de ALPES y del diario La Época- le escribió contándole de un nuevo cupo en Agencia AP de Honduras. Pero la buena nueva –para su regocijo- aún no concluía. Se enteró, además, de otro cupo disponible en Chiapas. “Lo conversé con Jaime Rázuri, mi jefe, y le pedí ayuda para hacer una carpeta. La envié y a los 21 días estaba en México. Fue rapidísimo. Con mucho dolor dejé Lima (la ciudad donde nació) y Perú. Pero llegué a un México hermoso, culturalmente hablando, y muy interesante en cuanto a lo político. Me ha tocado vivir cambios históricos en México, como el fin del PRI y la llegada de Fox”, recuerda el fotógrafo.
Así fue como, en septiembre de 1998, llegó a Ciudad de México. En el DF sólo estuvo de paso, para conocer la agencia, su sistema y a sus integrantes, y luego de un par de semanas partió a San Cristóbal de las Casas, al sureste de México, en la frontera con Guatemala. Ese fue su primer encuentro con Chiapas. “Afortunadamente –dice- la oficina aún siente que Chiapas es un lugar noticioso, quizá no de manera tan fuerte como antes, pero a nivel internacional, de Estados Unidos y algunos países de Europa, todavía interesa mucho”.
¿Por qué hoy la prensa omite a Chiapas? ¿Sucede algo detrás de este silencio o, periodísticamente hablando, ya “no pasa nada”?
-Ese es el problema. Yo siento que el movimiento zapatista nos sorprendió a todos, incluidos los medios de prensa. Trabajamos según ese concepto de cubrir el hecho, la “noticia”. En Chiapas ocurren mil cosas todos los días, pero no llega a ser noticia, no al menos como para abrir un noticiero. Entonces, va quedando ahí, no sale. Pero en Chiapas... la resistencia continúa.
Un hecho ejemplar de lo anterior, es el que Verdugo ofrece al recordar la visita a México del Premio Nóbel de Literatura, José Saramago: “Tres días después de su presentación en una universidad, nos llegó el rumor de que Saramago estaba en Chiapas. Acababa de obtener el Premio Nobel y, obviamente, todos pensamos que se iba a juntar con Marcos. Supimos del hotel donde se alojaba y lo seguimos, nos pegamos a él, y al final se dirigió a una comunidad zapatista que se llama Oventic, a reunirse con el comandante tzotzil David. Asistimos todos los corresponsales que trabajamos ahí, que –afortunadamente- no son muchos, no más de ocho. Saramago pidió hablar con el comandante y tuvo que esperar igual que todos; una hora, por lo menos. Entramos a una especie de sala de clases y el comandante David comenzó a contarle al escritor cómo ha sido el proceso. A su vez, Saramago le contó la visión del movimiento que hay en Europa. Y nosotros ahí, escuchando. Fue una cosa preciosa, por lo que se dijo y la forma cómo se dijo. Tu veías a Saramago y al comandante emocionados, llorando en algunos momentos. Eso para mí es fuerte, después de leer algunos de sus libros y al vivir esos momentos, me sentía una persona privilegiada por estar ahí. Quizá las fotos no eran las mejores, porque era un lugar oscuro, pero yo podría haber tomado la foto y haberme ido a la oficina a despachar. Me quedé ahí las dos horas que duró la conversación”.
¿Existe algún registro de esa conversación, lo grabó la prensa?
-Ese fue mi problema, la prensa. A la media hora, los periodistas locales se empezaron a aburrir, alegaban que: ‘Ya, lo mismo de siempre, a qué hora se va a ir... Que diga algo importante, si no la nota no va’. Porque ellos son corresponsales y si no es noticia, la nota va a terminar en la sección de Espectáculos. Ellos quieren que su nota vaya en portada, en los titulares, y si David le contaba cómo era el proceso, para ellos no es noticia. Y efectivamente no lo fue. Apareció, pero no destacado. Sin embargo, para mí fue una de las cosas más emocionantes que he vivido en Chiapas. Una de ellas, porque te emocionas con muchas cosas allá.
¿Y la marcha al Congreso?
Fue interesante y agotadora. Duró casi un mes, considerando la ida y el regreso. Obviamente México volvió a ser noticia, vino prensa de todo el mundo y eso mismo te impedía interactuar de cerca con los protagonistas. Pero hubo lugares donde la caravana sonó mucho, pueblos pequeños donde todos salían a recibirlos. La entrada a Ciudad de México fue algo que nunca olvidaré. Ingresaron en un camión abierto y la gente reaccionó como si fuera el Papa, por curiosidad, pero también porque comparten este deseo de que los indígenas sean reconocidos como pueblo indígena, cosa que a nosotros nos cuesta tanto entender. Creemos que necesitan un Mc Donald para ser felices ¿Por qué no pueden vivir en su misma casa, pero de forma más digna, con las comodidades básicas? No me refiero a lavadoras o ese tipo de cosas, pero que no vivan con hojas de plátano como techo. ¿Por qué tienen que tener estructuras sólidas como un Mc Donald o una gasolinera para ser un pueblo desarrollado? ¿Por qué no podemos permitirles que vivan en armonía con la naturaleza, que siembren su milpa y sus plantaciones de café? Nos cuesta tanto entender que una especie de árbol, la ceiba, es el centro de la comunidad, que en cada una debe haber una ceiba al medio porque ese árbol gigantesco, que da una sombra preciosa en medio de la selva, es el punto de encuentro de la comunidad, ahí se reúnen y comparten. Ese tipo de cosas, entre miles otras –porque tienen su código y formas de ver el mundo como indígenas, como mayas- nos cuesta entenderlas. Esa creo que es la pelea de ellos.
¿Podrían los mapuches seguir un camino similar a los zapatistas?
-Creo que cada movimiento... Si bien todos son indígenas -todos somos indígenas- el movimiento no es universal. Este movimiento salió a la luz pública en 1994, pero llevaban ya diez años trabajando en silencio. Y se vieron obligados a salir, no porque creyeron que ya era hora de hacerlo, sino porque se les había unido tanta gente que tuvieron que decir ‘ya no podemos seguir escondiéndonos, es obvio que existimos’. Su accionar es lógico. Si yo te cuento un problema y el problema persiste; si lo converso con la junta de vecinos, y sigue; si voy y lo converso con todo el mundo, si apelo a todas las instancias durante años y el problema continúa, llega un momento en que me veo obligado a hacer algo más drástico. Pero cada pueblo debe tomar su propia decisión. Lo que pasa es que Chiapas es el lugar que alimenta a México, le da electricidad, madera, petróleo, pero las comunidades no tienen luz. ¿Cómo entiendes eso? Que no haya caminos, no haya escuelas... Estás parado sobre riqueza y la gente vive mal.
“El movimiento zapatista es muy especial, es –de partida- un movimiento guerrillero que no quiere el poder, lo que ya es raro. Se mueven según un principio denominado ‘mandar obedeciendo’. Si sus bases, o sea todas las comunidades zapatistas, ordenan algo, ellos lo hacen. Está tan vivo, que tuvimos una marcha zapatista en febrero y conociéndolos, yo creo que se deben haber preparado... ¡Imagina, luego de consultar a todas las comunidades! –es la pirámide al revés ¡Aquí si funciona!. Marcos no puede decir nada sin antes consultarlo con las bases. Chiapas es extenso, hay selva, mar, y en todos los lugares hay presencia zapatista. Existe el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, éste se reúne en todas las comunidades. Se consulta a las bases, éstas se juntan en asamblea y deciden lo que harán, eligen a un representante que se reúne con su homólogo de otras comunidades y así hasta que los comandantes del comité le dicen a los guerrilleros qué hacer. Por ejemplo: ‘Nosotros, como pueblo zapatista, hemos decidido que tenemos que ir a Ciudad de México, al Congreso, a exponer nuestro problema’. Lo que Marcos tiene que hacer es acatar lo que las bases le dijeron. En esa ocasión, su labor era ir a México, y por eso es que él no apareció en el Congreso, cuando luego de casi un mes de espera los recibieron. Todo el mundo dice ‘esta es la posibilidad de Marcos de hablarle al mundo, desde el Congreso...’ Pero cuando Marcos no llega, la gente sigue sin entender el movimiento. Porque es difícil, Marcos no llega, se queda, habla la comandante Ester y dice un discurso maravilloso.
¿También pensaste que aparecería?
-Claro, todos lo pensamos. Y me sigue sorprendiendo, cada vez vuelve a sorprenderme con su pensamiento y con su forma de actuar y de ver el movimiento. Son cosas tan reales para la gente. A mí me costó mucho, yo venía de afuera, venía de una agencia internacional y, de repente, llego al primer acto que me asignan, con mi credencial, como cuando trabajaba en La Época o en AFP, saludo, me presento, les explico el trabajo que quiero hacer y me piden que espere. Me hicieron esperar seis horas, seis horas para que me dejaran entrar a un evento de los zapatistas. Al final, llega un indígena encapuchado con un palacate y me dice, ‘Sí, ahora puede pasar compañero, pero no puede tomar fotos’. Obviamente... yo vengo y soy de otra cultura. Discutí y alegué. Traté de argumentar por qué tenía que hacer fotos. Y después de tres años he aprendido los ritmos y el porqué de las cosas. Ahora voy y si no me dejan hacer fotos, no alego. Porque por algo es.
¿Pero te dejan entrar y observar?
-Sí. Creo que a veces –y siempre- es más importante estar ahí. En Chiapas voy a todo. Todos los días hay rumores, yo voy a todos. Agarro el coche y voy, generalmente solo. Por esto mismo... Porque cómo no es noticia a los periodistas que están allá no les interesa. Pero yo voy, llego y digo ‘oye, escuchamos que pasó tal cosa’. Sí o no, la gente te conoce. A veces llego luego de cinco horas manejando y no te dejan hacer fotos, pero no importa, llegaste a ese lugar, y después de tres años la gente ya te ubica, saben quién eres.
¿Sientes que confían en ti?
-No siento que desconfíen. No sé hasta cuanto pueden confiar en mi, pero no hay desconfianza. He caminado con ellos, tres horas, para mostrarme un río que quieren cerrar. Fotográficamente no funciona, pero los he escuchado, he estado ahí ¿Me entiendes?. Para mí el movimiento no es el movimiento zapatista, para mí es Andrés Gómez Pérez que tiene seis hijos de los cuales uno murió de diarrea. Yo conozco a la gente, eso es lo que te quiero decir, conozco a la gente con nombre y apellido, y eso para mí es importante. Es lo que yo siempre quise: Conocer un tema, y vivirlo. Afortunadamente fue Chiapas. Porque desde que estoy en Chiapas, mi visión de las cosas ha cambiado muchísimo.
¿En qué sentido?
-En el sentido de simplificar las cosas. Nos complicamos demasiado y es tan simple todo. Buscamos las soluciones lejos de nosotros y están al lado. Conversa con tus viejos, con tus vecinos... Mis prioridades han cambiado. Cosas que antes eran importantes para mí, ahora ya no lo son. Lo que estaba en tercer lugar, ahora está primero.
¿Cuáles eran éstas prioridades?
-Principalmente la económica. Eso ya no es importante. Lo importante es tener a mi compañera al lado, estar con ella, disfrutar el tiempo en pareja y con los amigos. Eso que pasa acá en Chile, que de repente llamas a la gente para juntarte y nadie tiene tiempo.
¿Hay que hacerse el tiempo?
-No, uno tiene el tiempo, pero de huevón no lo disfruta. En Chiapas las cosas funcionan de amigo. Sólo hay un cine en San Cristóbal de las Casas y las películas son horribles, Jacky Chan y esas cosas. Pero un amigo trabaja en una ONG, tiene un telón y cada cierto tiempo nos juntamos un montón de amigos a ver películas, tres o cuatro películas. Hacemos pastas, compartimos. Esas cosas se han perdido acá, al menos en mi grupo de amigos. Allá llegas a una casa y no tienes que llamar para ir. Puedo llegar a la casa de mi amigo, él coloca otro plato y si no hay comida la preparamos. Bueno, también porque es un pueblo...
También hay lugares donde nadie puede tomar fotos.
-Sí, hay lugares donde no puedes tomar fotos, pero no tiene que ver con los zapatistas. Si sacas la cámara y tomas una foto, te linchan. Por ejemplo en Chamula. Es un lugar precioso, un pueblo de los indígenas tzotziles, que tienen una cultura con la imagen que no te permite tomar fotos. Es un lugar muy turístico, así es que hay letreros en cinco idiomas que dicen: ‘No tomar fotos, multa pena de cárcel’. Y eso es lo que te puede hacer la autoridad, pero como lo que rige es la comunidad, si ella decide matarte, te matan... Y date por perdido. En Chamula, por ejemplo, la iglesia no tiene atrio. Todos los santos están en la orilla, en vitrina, y el piso es de juncia, que es una especie de ramita como la del pino. Entonces es como una alfombra, no hay bancas. La gente limpia un poco el verde, coloca sus velas, su ofrenda, un vaso de vino o una gallina y hace su rezo. Eso es precioso, las luces... Pero para mí que soy fotógrafo... Trato de ir lo menos posible a Chamula porque cada vez que voy, sufro. Pero también me imagino a estas hordas de turistas con sus cámaras de vídeo y foto, entrando cada media hora...
REGISTRAR LO QUE NO OCURRE
Verdugo cuenta que durante su carrera ha tenido tres guías o maestros “y creo que no voy a alcanzar a tener otros: Héctor López, Claudio Pérez y Enrique Aracena. Cada vez que tenía material fotográfico, y quería armar una historia o algo, iba y le mostraba mis fotos a Pérez. Luego López me hacía otra edición (ambos son totalmente distintos) y finalmente Aracena, que es como el punto medio, el equilibrio. Pérez es mucho más hormonal para editar, puede hacer una edición hoy y mañana otra y otra, pero siempre de buenas fotos; mientras que López es más estructural, él ordena, arma una historia y si hay que sacrificar una buena foto por la historia, lo hace. Uno necesita esos guías. Por ejemplo, para el concurso de la World Press Photo es necesario tener una estructura fotográfica, porque siempre nos olvidamos que el WPP es un concurso de prensa, y no de fotografía documental, por ejemplo. Cuando mandamos fotografías muy hormonales funcionan de manera individual, pero no como conjunto. Y el jurado está, mayoritariamente, compuesto por editores de prensa”.
¿Qué se debe premiar en un concurso de fotografía de prensa? En el penúltimo concurso de la Unión de Reporteros Gráficos de Chile, se compartió el primer lugar entre dos imágenes que mostraban el mismo hecho, captado casi desde el mismo punto de vista (un carabinero envuelto en llamas, frente a la Universidad Arcis, producto de una agresión con bomba molotov). Evidentemente se premió el hecho noticioso, el haber estado ahí y la capacidad de mostrar el “instante decisivo”, y no el cómo fue mostrado.
-Primero es necesario valorar el avance del concurso en Chile. Recordemos que no hace muchos años atrás, las imágenes se escogían entre recortes de periódicos, sin ninguna selección previa o algún envío de tus imágenes. Ahora hay una convocatoria, con categorías y un jurado de buen nivel que discute las fotos. Ahora, si la premiación es periodística, si se destaca el hecho noticioso o, por el contrario, la consideran “artística”... Me parece que es sano que se produzcan discusiones. En WPP también ha pasado que se premia el impacto y, en otras ocasiones, la fotografía, incluso si es parte de algún reportaje o una imagen no tan contingente o noticiosa.
Tú fuiste el primer chileno seleccionado por el WPP para su exposición anual ¿Cuál es la historia de esa foto?
-La corriente del niño golpeó a Perú a fines del ´97 y principios del ´98. El presidente Fujimori invitó a la prensa a un viaje a Trujillo, al norte de Perú, para ver los daños ocurridos. Llegamos a la localidad de Mampuesto y el presidente fue a visitar a los habitantes de este poblado. Al pasar por el cementerio nos dimos cuenta que estaba cubierto por el lodo, una represa cercana se había rebasado. Con Silvia Izquierdo, entonces fotógrafa de Reuters, nos quedamos ahí porque nos dimos cuenta que era una buena imagen. A los pocos minutos aparecieron estas personas caminando por el cementerio, como buscando algo. Seguimos tomando fotos. Fujimori continuó con su visita, los demás periodistas y fotógrafos se retiraron y nosotros permanecimos ahí. Tuvimos que conseguir un taxi -después de caminar cerca de media hora- para poder alcanzar a la delegación en el aeropuerto. De hecho, sólo faltábamos nosotros para despegar rumbo a otro lugar. No nos miraron con buena cara. Pero lo importante es que esa foto me enseñó a confiar más en mi trabajo. Cuando veía el material fotográfico que hice a lo largo de un año y pensaba en mandarlo a un concurso como el de la WPP, siempre creía que mis imágenes no eran lo suficientemente fuertes o noticiosas, en comparación con lo que ha ocurrido en el resto del mundo, y terminaba no participando. Y no fui yo quien la envió, sino AFP, donde trabajaba en ese entonces. Cuando me enteré del premio, fui doblemente sorprendido. Hoy pienso que cualquiera de nosotros podría tener un reconocimiento. Yo trabajo en prensa porque ésta me permite salir y viajar, pero soy fotógrafo. Por cosas de la vida ahora trabajo en la Agencia AP, y trabajé en La Época, pero hago fotos, no soy un reportero gráfico.
Explícame esa diferencia que, entiendo, va más allá de la semántica y la siutiquería.
-Es una cosa que pasa concretamente en este país. Desde que estudiaba vi esa diferencia. El reportero gráfico se dedica a hacer fotos de prensa, bajo un horario, de 9 de la mañana a 7 de la tarde, después deja de hacer fotos y no es más fotógrafo. Y el fotógrafo está constantemente haciendo fotos, proyectos personales. Algunos trabajan en agencias o diarios, pero si conversas con ellos siguen haciendo fotos. Tú andas con tu cámara, yo ando con la mía, pero no tomo fotos sólo a la noticia, tomo fotos porque me gusta la imagen.
¿Fotografías porque te produce placer el acto, porque crees en su importancia para el mañana, porque tienes la pretensión artística de la exposición o el libro... Por qué lo haces?
-No importa. A mí no sé si me importa mucho qué pasará al final con la foto. Me interesa tener la preocupación por registrar lo que está ocurriendo, a partir de la imagen... Por caminar, ¡por tomar fotos!, ¡por sentir que todo se puede fotografiar!. Si al final haces un libro o una exposición, da igual. Cuando estaba estudiando mi mamá me decía: ‘Pero Eduardo, para qué te vas a ir al norte, a esa fiesta. Tanta plata que gastas, no te pagan... No entiendo a qué vas’. Yo le respondía: ‘Yo tampoco entiendo mucho, pero quiero ir. Me gusta, me entusiasma, lo paso muy bien. Me río, disfruto con la gente, conozco lugares, personas, historia, todo con la excusa de la foto’.
Pero sí tienes la conciencia del rol comunicacional de tus imágenes.
-Ah, claro, por cierto.
Siento que muchos de los fotógrafos de prensa aún no logran comprender que son periodistas, que el periodismo no es carrera y profesión exclusiva de quienes tenemos el título universitario de tal. Algunos de ustedes tienen más vocación e interés por la noticia -y amor por el periodismo- que muchos reporteros que no hacen más que transcribir la información, que no poseen esa curiosidad que noto, por ejemplo, en ti.
-Yo siento que el oficio es el mismo. Lo que tú cuentas con palabras nosotros lo hacemos con imágenes, no hay diferencia. Si con mi foto te cuento una historia y te pasan cosas, bien, me alegro muchísimo. Ahora, tampoco lo siento cada vez que veo una foto. La gran mayoría de fotógrafos de mi generación comenzamos así. A mí me interesó básicamente por lo que ocurría en Chile, quería registrarlo para que otra gente viera lo que estaba ocurriendo. Pero fue después, gracias a la escuela, los amigos y a algunos fotógrafos que tenían otras inquietudes, que logré comprender que la fotografía era mucho más que registrar lo que estaba ocurriendo. También puedes registrar lo que no ocurre.
Además hay una intención, una ideología. Tu militaste en las juventudes comunistas, en tu época de fotógrafo en Santiago tuviste una postura (incluso rechazaste un ofrecimiento de contrato en El Mercurio) y hoy estás en Chiapas. ¿Crees que eso, en el fondo una postura de vida, se nota en tus fotos?
-Creo que no. Lo de Chiapas es algo bien particular. Cuando se inició el conflicto –o más bien dicho el movimiento- siempre quise ir, pero nunca tuve los medios económicos para viajar. Cuando se produjo la oportunidad de postular a esta plaza de AP, lo hice porque me interesaba mucho el tema, quería verlo con mis ojos. Además, llevaba ya casi ocho años en La Época. Entonces, cuando sólo era un estudiante y descubrí que la fotografía era registrar mas allá de lo que estaba ocurriendo, pensé, ‘¿Y ahora qué voy a hacer, después de estudiar?’. Para mí La Época era una meta, ahí quería trabajar, porque ahí la foto no era el hecho, los fotógrafos tenían la capacidad de captar una imagen que no era la firma del convenio, ni el abrazo... Te mostraban lo que estaba ocurriendo, pero con la visión del fotógrafo. Ahí llegué, y fue una gran escuela. Tuve otras opciones, pero no tenían la libertad gráfica de La Época. Si es una postura de vida el estar contento con lo que haces, entonces yo la tengo. Pero que esto se refleje en mis fotos, no lo sé. Lo único que hago, desde que estaba en La Época, es tratar de divertirme con mi “trabajo”. Quizá por eso rechacé algunas ofertas, porque, a pesar de ganar poco, en La Época éramos felices y estábamos aprendiendo. Pero como todo lo que es prensa, que es tan rápido, yo sólo tenía una pincelada de lo que ocurría, una pincelada de lo que pasaba en Lota, de las tomas de terreno, de Pinochet, de los estudiantes. Sentía que tenía conocimientos de muchos temas pero, siempre que iba a un lugar me decía: ‘Qué bonito esto, a ver si vengo después a hacer alguna historia’. Y lo hice, armé una historia con el ballet o con los trabajadores de una fundición de metales, pero siempre quise involucrarme más con el tema...
¿Por qué?
-Porque tenía la necesidad de saber, quería involucrarme con la gente, conocer el tema con nombre y apellido. Chiapas para mí era eso, era dejar de hacer conferencias de prensa, cumbres, llegadas y salidas de presidentes, fútbol y todas esas cosas que habitualmente estás haciendo en diarios o agencias de noticias. Chiapas era dedicarse a Chiapas. Con la Pao pensamos que sería mucho mejor estar ahí, en contacto directo con la gente que estaba haciendo algo. Y no quería ir y estar dos meses para regresar, para luego hacer otra cosa, en otro lugar. Pensé que un año era un tiempo prudente para conocer el movimiento e involucrarme, después ya tendría mucho tiempo para volver a hacer conferencias de prensa. Como persona y fotógrafo necesitaba tener la historia de un lugar.
LOS DIARIOS CHILENOS
¿Qué impresión has tenido de regreso a Chile?
-Hace cinco años que no regresaba a Chile, aunque el ‘99 estuve durante poco más de una semana. Ahora llevo aquí poco más de un mes y no tengo muy claro lo que está pasando. Me he reunido con amigos y todos se quejan, me dicen que me quede allá, que todo el mundo se quiere ir. Tienen una visión negra del país. Pero también me he encontrado con otras personas, que trabajan en cosas paralelas a toda esta vorágine de Santiago y Chile, que no están metidas en este círculo y su visión no es tan negativa. Si bien es cierto que las cosas no están bien, algunos se las han arreglado para permanecer aquí, en Chile, y están haciendo otras cosas. Eso es válido. Mucha gente me dice que si regreso no voy a encontrar trabajo. Pero también es eso, a qué quieres regresar ¿a un periódico, a una agencia? No lo tengo muy claro.
¿Realizas un trabajo más personal, en forma paralela a tus deberes con la agencia?
-Trato de hacerlo. Es difícil, aunque tengas dos cámaras siempre la mejor foto quieres que sea la de la agencia... Pero ahí estamos.
¿Se “cuela” la noticia en tus fotos?
-Por supuesto. Pero también se cuela lo que no es noticia. Afortunadamente la agencia AP ha evolucionado mucho, se trajo a mucha gente para hacer un cambio, como por ejemplo John Moore, un editor muy bueno haciendo historias que ahora es el editor de México y Centro América. Apostaron por esta pandilla de fotógrafos chilenos y otra gente muy talentosa, y lo están haciendo. Está Gregory Bull, un gringo que es excelente. Los mandas a una cumbre, y ahí están las mejores fotos. O eligen hacer un tema personal, la caña de azúcar por ejemplo, y llegan cinco fotos preciosas. Han logrado mezclar esto de trabajar en prensa y hacer buenas fotos, ¡y se publican!. El temor de la agencia era que los periódicos no publicaran una foto si no es el apretón de manos. Pero si se junta tal presidente con X persona a hablar del desempleo, hacemos una foto de los desempleados y, además, la del presidente. Y los periódicos se han atrevido a colocar los temas de discusión, y no a quienes los discuten. Cada vez que hay un tema contingente de los indígenas yo voy y además hago fotos de la gente haciendo su vida cotidiana, haciendo tortilla, cortando leña, sus misas... Porque sé que al día siguiente van discutir el proyecto de ley en el Congreso y los periódicos publicarán, porque ha ocurrido ese cambio. Eso es lo que no entiendo que aún no ocurra aquí, en Chile... Sin embargo, en la sección internacional, sí lo hacen, con fotos de las agencias.
¿Cuál es tu opinión de la fotografía en nuestros diarios? ¿Notas algún cambio?
-Es que después de trabajar en la Época... Siempre me sentí privilegiado de trabajar en La Época y me cuesta mucho no tener esta visión crítica sobre los demás periódicos. Otra cosa que me molesta son estos diarios que quieren y sienten que deben renovarse fotográficamente -Las Últimas Noticias, por ejemplo- y no pasa nada. Pasó, también, con Jorge Sánchez y Roberto Candia cuando estaban en La Época, y se los llevó La Tercera para hacer un cambio. El cambio nunca funcionó. Se llevaron gente a El Mercurio, lo mismo. Se llevan gente que son muy buenos fotógrafos, para terminar haciendo lo mismo que hacían antes.
¿Qué deben hacer para que realmente haya un cambio?
-Sólo hay que atreverse, a lo que sea, a hacer algo. No me refiero a hacer algo nuevo o viejo, sólo atrévanse a hacer algo. Es así en todo ámbito, en la tele estamos viendo los mismos programas de hace no sé cuánto tiempo. Prendo la tele y veo a la hija de don Francisco y digo ´no puede ser que mis hijos vayan a ver esto. O sea, no por favor’. Y es porque tienen un esquema y no quieren salir de él, por temor a que les vaya mal o peor. Las Últimas Noticias no publica fotos, en su portada, que no sean de deporte o espectáculos. Generalmente las fotografías de El Mercurio son cuadradas. Con lo difícil que ya es componer -a mí me cuesta mucho- me imagino componiendo cuadrado... Me gusta que haya una armonía en la foto y para mí sería muy difícil trabajar en un periódico que siempre cuadra tus fotos, que corta los elementos principales, quizá una luz o una persona que generaba ese equilibrio. Entonces, terminas trabajando, pensando y componiendo para que tu foto vaya en portada, cuadrada. Y si no, la publican dentro, abierta, completa, y queda horrible... Creo que los periódicos tienen muy buenos fotógrafos, pero qué terrible que no puedan desarrollarse porque el medio no se atreve a otra cosa. Y ahora tendrán que ver qué harán, porque así como van las cosas, regalando los periódicos, no le veo mucho futuro a la prensa. O sea, si yo publico un aviso y el Metro me asegura un millón de potenciales lectores a diario, es obvio que voy a poner mi anuncio ahí, y no en uno que la gente tiene que comprar –y no lo compra- para verlo. Al final los periódicos terminan siendo de los partidos políticos y haciendo campañas, y lo aguantan ahí seis años para volver a hacer campaña.
¿Por qué de la misma forma que surgen proyectos paralelos de periodismo escrito, como The Clinic o Rocinante, la fotografía tampoco luce en ellos? ¿No existe esta fotografía no oficial o es ignorada incluso por estos supuestos ejemplos de vanguardia e independencia periodística?
-No lo sé, a lo mejor siguen pensando que la fotografía en meramente acompañamiento a sus escritos o, lo que sería peor, que no sabemos interpretar fotográficamente sus temas... Por otra parte, la gente se cansa. Te cansas de hacer cosas alternativas, si al final no te las van a publicar. Y terminas limitándote a hacer bien las cosas de tu pega y lo demás lo dejas para las vacaciones. Te cansas, especialmente aquí, que si discutes tres veces con alguien te tachan de problemático. Entonces, terminas tratando de mantener buenas relaciones con todo el mundo, lo que no me parece. No entiendo por qué tienes que llevarte bien con todo el mundo. Está bien que te lleves mal con alguna gente, es súper sano. Pero mi temor también es ese. Espero volver a Chile a trabajar, no sé si en prensa, pero espero tener la capacidad de no cansarme. Porque ya no voy a tener toda esta cosa bonita y relacionada con el tiempo que tengo en Chiapas.
(Versión original de la entrevista publicada en el diario El Mostrador.cl, durante el mes de noviembre de 2001).
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6 comentarios:
Viste el docu-reportaje "Cuidad de Fotógrafos"?
cristian, cual es tu email,buen blog saludos,
sebastian kaulen, fotografo chileno viviendo en eeuu.
www.sebastiankaulen.com
Gracias. Este es mi email: labarcabravo@gmail.com
Felicitaciones y muchas gracias por desarrollar cultura y conciencia social
Querer es Poder
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